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  • En Tena se elaboran salsas de ají y aderezos con frutos orgánicos

    Andrea Medina D. (I)  
    redaccion@revistalideres.ec

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    Su gusto por la comida picante motivaron a Alba Almeida y a su esposo Enrique Mena a crear su propia marca de salsas de ají. Este emprendimiento se inició en la ciudad de Tena, en Napo.

    Al probar la sazón del ají preparado por Alba, sus amigas y familiares la animaban constantemente a crear su propio aderezo, pero con un plus que lo diferencie del resto. Así nació esta iniciativa, hace un año y seis meses, con el nombre de Selvawa Amazonía.

    Ese valor agregado se enfocó en la materia prima con la que se preparan los productos de Selvawa. Se trata de cultivos libres de químicos que se dan en las parcelas de comuneros kichwas que siembran bajo la metodología de la chakra (cultivo mixto y orgánico).

    De allí también surgió el nombre de la marca, que conjugó la identidad amazónica (selva) con la importancia de las culturas indígenas kichwas de Napo.

    “La idea siempre fue usar productos netamente amazónicos para dar identidad a la marca”, comentó Almeida, quien es ingeniera en alimentos.

    Actualmente, Selvawa Amazonía tiene cuatro presentaciones de salsa de ají en frasco con diferentes intensidades de picante, que ya se venden al público y para todo tipo de paladares. Una de ellas es ají macerado con hierbas amazónicas, limón y mandarina.

    En la planta de este emprendimiento, ubicada en el sector Los Lirios del cantón Tena, se elaboran además recetas que combinan el ají con maracuyá, naranjilla y hasta con una hoja conocida como el ajo de la Amazonía.

    El proceso de preparación de las salsas combina el uso de máquinas para la refrigeración y mezclas, con métodos artesanales para la maceración. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    El proceso de preparación de las salsas combina el uso de máquinas para la refrigeración y mezclas, con métodos artesanales para la maceración. Foto: Vicente Costales / LÍDERES

    Los frutos que son la base de estas salsas se compraron de forma directa a pequeños agricultores de los cantones de Baeza, El Chaco y Arosemena Tola.

    “Nuestra intención es ayudar a la gente de aquí, comprando lo que se produce en esta provincia. Así ofrecemos un producto sano”, indicó Enrique Mena, gerente comercial de Selvawa Amazonía.

    La meta a corto plazo es expandirse y ganar nuevos mercados, principalmente. Para ese fin, los propietarios de esta firma adquirieron una nueva máquina para empacar las salsas de ají en ‘sachets’, y llegar a los restaurantes.

    También participan en ferias bajo la invitación del Gobierno Provincial del Napo.

    Sobre la iniciativa

    Las salsas de ají se venden en tiendas donde ofertan productos orgánicos, en las ciudades de Tena, Puyo, Ambato, Quito, Baños de Agua Santa e Ibarra.

    Los productos tienen el respaldo de Napu Marka, la iniciativa de promoción de la Prefectura del Napo para difundir a sus emprendedores.

    A largo plazo, los propietarios de Selvawa incursionarán en otras recetas de ají, y también harán mermeladas

    En sus proyectos consta la elaboración de ají en polvo, para venderlo a los dueños de restaurantes y pizzerías.

    Alba Almeida y Enrique Mena dirigen este emprendimiento que busca llegar a varias ciudades donde prime el gusto por lo orgánico. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Alba Almeida y Enrique Mena dirigen este emprendimiento que busca llegar a varias ciudades donde prime el gusto por lo orgánico. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • El ají hecho con receta familiar gana mercado

    Marcel Bonilla

    Redactor (I)

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    Un ají que tiene como ingrediente el vinagre de banano se elabora en Esmeraldas y se encuentra en el mercado desde hace seis meses.

    Ají Leverone es una marca que encierra tradición familiar. Leonardo Leverone, emprendedor, explica que sus abuelos y padres elaboraban el producto para dar sabor a sus comidas, que preparan desde hace cerca de 50 años.

    En su negocio de alimentos siempre se había ofrecido la salsa y el ají a base de vinagre de guineo, hecho por sus abuelos. La costumbre fue pasando de hijos a nietos hasta que la familia decidió darle un giro a su iniciativa. Así, el ají hecho con una receta familiar salió a la venta al público.

    Leverone empezó a ofrecerlo en su restaurante de fritadas y tuvo aceptación. Eso le motivó para ponerlo en un frasco.

    El producto está compuesto por un licuado de ají que mezcla la variedad rocoto de la Sierra y el denominado ají de ratón de la Costa. Además tiene zumo de limón y sal. Para empezar se invirtieron cerca de USD 300.

    Hoy en día se venden, cada mes, 10 cajas de 24 unidades; el producto se comercializa en el mismo de negocio de Leonardo Leverone, que está ubicado en el centro de la ciudad de Esmeraldas.

    Con su iniciativa ha empezado a penetrar a otros mercados de la ciudad con la ayuda de la Unidad de Fomento Productivo de la Prefectura de Esmeraldas.

    Cada unidad se comercializa en USD 3,50 y es de 250 mililitros. La proyección es no solo vender el Ají Leverone, sino desarrollar salsa de ají y posteriormente, longanizas y chicharrones empacados al vacío.

    Esta emprendimiento cuenta con la ayuda de cuatro personas más que conocen los procesos y siguen las normas de higiene para garantizar la asepsia y la calidad.

    Este ají tiene una duración de hasta seis meses sin preservantes por ser 100% natural y mantiene su sabor. El emprendedor sugiere probarlo en fritadas, pero también en otras comidas.

    Raúl Quintero, técnico de la Prefectura de Esmeraldas, explica que una vez conocido el producto, vieron que tenía un potencial para ponerlo en el mercado y empezaron con la asistencia técnica y obtener la notificación sanitaria.

    Además de este requisito se han realizado los análisis de laboratorio y el producto ya cuenta con un certificado de un laboratorio acreditado por el sistema de acreditación ecuatoriana. Esto es una garantía para los consumidores, según el emprendedor.

    En los últimos seis meses la microempresa desarrolló un trabajo para mejorar la imagen del producto. Esto implicó la elaboración del etiquetado, tomando en cuenta tres encuestas hechas para establecer la aceptación y posibles clientes.

    Uno de los principales argumentos, a la hora de la promoción, es que se trata de un producto hecho artesanalmente.

    Según Quintero, el ají cuenta con trazabilidad, lo que permite saber de dónde viene la materia prima, cómo se produce, dónde se hace y cómo se comercializa.

    Tras contar con la notificación sanitaria se ha trabajado en los costos de producción que permita competir con otras marcar de ají que está en el mercado nacional.

    La Prefectura de Esmeraldas, a través de la Dirección de Fomento Productivo, gestiona para que Ají Leverone, participe en ruedas de negocios dentro de la ciudad y fuera de ella.

    Además el emprendedor trabaja para buscar nuevos canales de venta. Por ahora dos cadenas de supermercados nacionales están interesadas en la compra del producto. Con esta propuesta se aspira a vender 200 unidades mensuales. Esto permitirá que la iniciativa familiar alcance el punto de equilibrio y generar utilidades posteriormente.

    Las proyecciones de los emprendedores del ají es lograr que el producto vaya ganando mercado en el país para posicionar la marca que está siendo conocida en el resto de cantones.

    La exdirectora de Pymes de la Pucese en Esmeraldas, Roxana Benítez, cree que, con la ayuda de estudiantes de las carreras de pequeñas y medianas empresas, se puede ayudar a los emprendedores de Esmeraldas como Ají Leverone.

    En Esmeraldas, desde hace cinco años, los emprendimientos han tomado mayor fuerza con el apoyo del Ministerio de Industrias y la Dirección de Fomento Productivo de la Prefectura de Esmeraldas.

    Desde ese espacio se han dado impulso a la chocolatería, la apicultura y la pesca, así como las artesanías que busca mercados internacionales, como la venta de muñecas negras y las marimbas para adornos en países como España e Italia.

    Otro dato: hasta el momento en la provincia alrededor de 25 emprendimientos han obtenido este año sus notificaciones sanitarias para ingresar al mercados y vender sus productos.

    Leonardo Leverone es el emprendedor que convirtió la receta de sus abuelos y padres en un pequeño negocio, en Esmeraldas.
    Leonardo Leverone es el emprendedor que convirtió la receta de sus abuelos y padres en un pequeño negocio, en Esmeraldas. Foto: Marcel Bonilla / Líderes
  • Sus salsas de ají son degustadas en el Austro

    Redacción Cuenca

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    Hace dos años, el cuencano Pedro Salgado, quien estudió la carrera de Agrozootecnia, identificó la oportunidad de procesar las diferentes variedades de ají que cultivaba en su finca, ubicada en el valle de Yunguilla, en la zona costanera de Azuay.

    No era rentable comercializar la producción directamente porque el precio, por lo general, era bajo y no era rentable, recuerda el emprendedor. Las primeras pruebas las realizó con su progenitora. “Al principio fue una distracción”.

    Su idea fue incursionar en el mercado con un sabor diferente, por ello empezó con la variedad de ají con sabor a maracuyá, que es una salsa agridulce y picante. “En ese entonces no había muchas opciones en el mercado”, manifiesta Salgado. Además, quiso que los consumidores valoren la calidad de los ingredientes, que son totalmente naturales.

    Al inicio elaboraba una caja o dos como máximo, de 24 unidades, cada semana. Por lo general, las comercializaba en las cafeterías cuencanas que buscaban productos artesanales, o a familiares y amistades.

    En la actualidad elabora seis tipos de salsas de ají con sabores de tomate de árbol, maracuyá, ahumado, rocoto rojo o rocoto amarillo y jalapeño. Además, ají en polvo o seco. Todas estas cuentan con registro sanitario.

    Salgado produce 40 cajas mensuales, entre todas las variedades. “Cada caja de 24 unidades tiene las seis variedades de salsas. Es decir, cuatro por sabor”.

    Estas salsas son comercializadas en presentaciones de 165 gramos y tienen un costo de USD 2,75. En el caso del ají en polvo tiene dos presentaciones, de 30 y 60 gramos. Los precios son USD 2,50 y 3, respectivamente.

    Según Salgado, el 30% de la materia prima que utiliza en el proceso productivo proviene de su finca en Yunguilla. El porcentaje restante lo obtiene de otros proveedores de la zona y de El Valle.

    En la capital azuaya, Salgado cuenta con un taller para la elaboración de los productos de El Chacarero. Desembolsó USD 5 000 para la adquisición de máquinas para deshidratar, empacadoras al vacío, entre otro tipo de equipamiento. Adicionalmente, invierte en promoción, diseño de etiquetas y otros rubros.

    Sus productos, en la actualidad, se comercializan en ocho cafeterías de la capital azuaya. Además, se venden a través del programa Delis del Barrio, que impulsa el Gobierno Provincial de Azuay.

    En este último caso son ocho locales, que están ubicados en zonas estratégicas de Cuenca y en las zonas rurales, asegura el emprendedor azuayo.

    Otros puntos de venta son Fontana, los supermercados El Gran Sol, la Megatienda del Sur, Patricia y Popular y gasolineras ubicadas en las carreteras de salida de la capital azuaya.

    Salgado trabaja con su esposa María Augusta Guillén, quien es ingeniera comercial.

    Ella se encarga de la parte financiera y de administración del negocio. En cambio, él está encargado de la producción. Una persona le acompaña en esa labor y le ayuda dos veces por semana.

    La marca de El Chacarero, manifiesta Salgado, surgió porque esa palabra está relacionada con la persona que cultiva y ama el campo o la chacra andina. “Es un gusto que lo comparto y es un nombre que es de fácil recordación” para el público consumidor.

    El cuencano Pedro Salgado, de 42 años, comercializa sus productos en cafeterías, tiendas y supermercados. Foto: Xavier Caivinagua para LÍDERES
    El cuencano Pedro Salgado, de 42 años, comercializa sus productos en cafeterías, tiendas y supermercados. Foto: Xavier Caivinagua para LÍDERES
  • Ají, pimiento e higo hacen un pan diferente

    Valeria Heredia 

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    El aroma del pan mezclado con el pimiento, las pasas o los arándanos inundan el ambiente en el local de Andrei Charpentier, un emprendedor y propietario de la panadería Charpentier. El joven decidió levantar su negocio con la ayuda de su padre Petronio y de su hermano Diego.

    Esta panadería no es un simple negocio que se ubicó en el norte de Quito. Su particularidad son los ingredientes que añaden al pan. El sabor picante del ají o el toque exótico de la aceituna se unen con la masa para dar como resultado una mezcla deliciosa, que puede acompañarse con café, chocolate o cualquier otra bebida.

    El sueño de Andrei Charpentier se volvió realidad hace un año. Lo primero que hizo fue buscar un local. No fue difícil porque la familia de su padre tiene una vivienda en el sector de El Batán.

    El siguiente paso fue conseguir la indumentaria para elaborar pan. El joven tuvo suerte, porque su tío Pablo y su primo Hugo les regalaron una refrigeradora y una amasadora. “Ellos fueron un motor que nos impulsaron a que salgamos adelante”, dice este ingeniero en alimentos.

    Desde el inicio, esta panadería tuvo ingresos buenos. Al momento, la facturación es de unos USD 200 al día y la inversión no fue excesiva. Alcanzó a los USD 9 000. “Siempre tuve la idea de descubrir algo nuevo y siempre le hemos visto como un negocio lucrativo pero sacrificado”.

    Una de las fortalezas del emprendimiento es que une a toda la familia. Andrei y Diego son los encargados de la elaboración del pan. Petronio atiende y comercializa las delicias panaderas.

    La unión de esta familia se refuerza porque uno de sus primos empezó a trabajar con ellos desde la semana pasada. “Se interesó y viene a hacer una especie de pasantías en el local”.

    Los ingredientes diferentes y el sabor es la principal razón que atrajo a William Fueres, un cliente. El joven acostumbra a comprar pan en este local porque “le gusta el sabor distinto”.

    En Charpentier también tienen otros ingredientes. El pan de albahaca y orégano, el de higo, el de queso y panela son algunos de los más consumidos porque son elaborados con masa integral.

    Además, ofrece empanadas o moldes con refrito de queso. O el pan sueco que tienen harina xde centeno orgánica, arándanos y nuez. Charpentier reconoce que algunas de sus recetas son de su tío, pero ellos también le han apostado a algo nuevo como el pan con jalapeños. Aunque es muy picante tiene clientela, comenta.

    Los precios de los panes son económicos. Hay desde USD 0,15 hasta moldes de 2. Y los especiales, que son más grandes y dietéticos (no tienen grasa ni azúcar), están a USD 2,50.
    Otra diferencia de esta panadería es que todos los días sacan sabores diferentes. Es decir, un lunes elaboran pan con ají y el martes con aceitunas.

    La producción de lunes a viernes es estable. Se genera entre 60 y 70 libras de pan. Estos días son movidos por las personas de las oficinas del sector. Mientras que el sábado es bajo, porque hay poca carga vehicular y peatonal.

    ¿Cómo es emprender en Quito? Andrei responde que la gente es ávida de nuevas cosas, pero de calidad. La idea es apostarle a un producto novedoso, artesanal y orgánico. Busca extender su negocio y abrir más panaderías.

    La familia Charpentier elabora panes con ingredientes novedosos como el ají, las aceitunas, los arándanos... Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
    La familia Charpentier elabora panes con ingredientes novedosos como el ají, las aceitunas, los arándanos… Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
  • Un huerto casero dio paso a su ají artesanal

    Redacción Quito (I)

    ‘Yo soy como el chile verde, llorona. Picante pero sabroso”, es una de las estrofas interpretadas por la can­tau­tora mexicana, Chavela Vargas. Esta pieza musical titulada La Llorona inspiró a Óscar Luna y a Matilde Villarreal, para la elaboración del ají artesanal tipo encurtido, que lleva el mismo nombre de la canción.

    El refrito que contiene este alimento “es una receta secreta”, que traspasó por generaciones en la familia de Óscar Luna, copropietario del proyecto.

    El centro de abastecimiento para elaborar esta salsa picante es el huerto casero de la vivienda de Luna, ubicada en el sector de Pusuquí, en el norte de Quito. En el lugar se cosecha chile rojo, jalapeño, orégano, etc. Pero este emprendimiento también tiene proveedores que exponen los alimentos en ferias ecológicas.

    La Llorona también compra insumos a los productores locales, quienes tienen contacto en las
    seis ferias ecológicas en las que participa el emprendimiento.

    En esta iniciativa, la producción agroecológica es un componente importante: el principal el objetivo es ofrecer un alimento sano, libre de preservantes y colorantes, explica León.

    Además, con la elaboración del ají artesanal, la idea es resaltar la diversidad que tiene la gastro­nomía ecuatoriana y las combinaciones que se pueden llevar a cabo con el ají.

    En agosto del año pasado, Luna y Villarreal invirtieron un capital de USD 2 000, para adquirir el equipo necesario para procesar el ají, entre ollas y otros instru­mentos de cocina básica.

    Para la preparación, esta pareja emprendedora se toma cuatro horas todos los fines de semana para preparar el refrito. Luego lo envasan en frascos de 212 gramos. Para la importación del empaque desde Perú y Colombia, como para la compra de ingredientes, La Llorona invierte USD 300 al mes.

    Erick Orbe, diseñador multimedia independiente, trabajó en la parte gráfica del emprendimiento. La idea del diseño era resaltar la elaboración artesanal del ají, explica. Por eso, escogieron colores en tonalidades café y crema.

    Además, en el logo agregaron la silueta de la Cordillera de los Andes, por ser parte del paisaje del Ecuador. Para la comercialización del ají artesanal, La Llorona participó en la feria del Mercadillo del Patio del Arupo, que está ubicado en el sector de la Av. América, en el norte de Quito.

    En octubre del 2015, la exhibición de la marca en las ferias orgánicas de alimentos permitió que la cafetería Teo & Tea adquiera el producto para preparar empanadas artesanales, además de exponerlo en las perchas de su tienda orgánica. Érica Ruiz, propietaria del local, menciona que La Llorona es diferente a los demás por el sabor consistente que ofrece.

    A diciembre de este año, la idea es aumentar la producción a unos 400 frascos mensuales, dice Matilde Villarreal, socia del proyecto. Y también es llegar a tiendas ecológicas de la capital.

    Mientras tanto comercializarán el ají personal a domicilio si se hacen pedidos de más de una docena o por unidad a través del portal YaEstá.com, que desde noviembre del 2015 vende La Llorona.

    Diego Crespo, gerente comercial de este portal, señala que La Llorona tiene aceptación en sus usuarios. “Una vez que lo consumen compran de nuevo”, dice.

    Matilde Villarreal y Óscar Luna son propietarios del emprendimiento que elabora ají artesanal. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO.
    Matilde Villarreal y Óscar Luna son propietarios del emprendimiento que elabora ají artesanal. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO.
  • En su iniciativa se gana con el picante del ají

    Redacción Quito

    Los paladares de amigos y familiares de Christian Báez empezaron a sentir el picante de los ajíes de Chiliflame, en el 2010. Este emprendedor, que invirtió USD 800 para levantar su negocio, solicitaba la opinión de sus conocidos sobre la calidad del producto.

    En principio Báez intentó emprender un negocio de elaboración de mermeladas gourmet. Fue Catalina Yacelga quien le sugirió optar por las especerías picantes. Con ella formó una sociedad que terminó a los pocos meses por diferencias en la imagen corporativa del emprendimiento.

    Luego de analizar el mercado local, este emprendedor optó por especializarse en los diferentes aromas y sabores de los ajíes criollos. “Necesitaba una fuente de ingresos porque estaba desempleado. Tardé tres meses en investigar sobre su cultivo y las particularidades del fruto”.

    Hoy, con una producción mensual de 960 frascos de ají gourmet y jalapeños encurtidos, Chiliflame mantiene ventas que oscilan entre USD 800 y 1 200 al mes.

    La coloración del ají se relaciona con su estado de maduración. El ají amarillo corresponde a frutos de cuatro meses de cultivados; el naranja a los de cinco meses; y los rojos, los más picantes, son los que han sido cosechadas a los seis meses.

    Armando Morales se confiesa como un adicto a los picantes. Él consume Chiliflame desde hace un año y sugiere los ajíes gourmet con pizza. “Le he pedido a Christian Báez que haga conservas más picantes. Es una conserva para iniciarse en el consumo de picantes”, señala este cliente que consume hasta 10 frascos al mes.

    La diferencia en el picante de los ajíes -que se mide en grados Scoville- es parte de la oferta. Los chiles amarillos están sobre los 1 500 grados, los naranjas en los 10 000 mientras que los rojos alcanzan los 50 000 grados Scoville.

    Una de las tiendas gourmet, a escala nacional, donde se comercializa Chiliflame es la de Fundación Chankuap. Alex Andrade, responsable de la filial en Quito, manifiesta que se venden unos 60 frascos de Chiliflame en sus dos presentaciones, al mes. “Las certificaciones de calidad motivan a que los clientes los compren”.

    El emprendimiento ubicado en el norte de Quito emplea a dos personas. “Mi madre, Julieta Jácome, es un pilar fundamental en el negocio”, señala Báez.

    La combinación predilecta para Eduardo Aguilera, consumidor desde hace dos años, es el Chiliflame gourmet y jalapeño con pulpo en conserva.

    Datos

    Los estudios. Christian Báez, ingeniero agrónomo, se encarga del control microbiológico de las plantaciones que le proveen el fruto.
    La inversión. Para comprar una cortadora industrial destinó USD
    2 800. Procesa 10 kilos de ají por minuto.

  • Tomate, ají y frutos se exportan con su sello

    redacción quito

    Luego de que un producto innovador tiene aceptación en un mercado, el siguiente reto es conquistar otro. Así lo entendieron en BalFab, un emprendimiento quiteño que produce frutos secos bajo la marca La Tenuta.

    A principios de este año, este negocio comenzó a exportar sus productos a EE.UU. y Europa.

    En febrero pasado envió 800 kilos de tomate deshidratado, ají y frutas a Chicago. Mientras que la segunda exportación fueron 300 kilos a Italia.

    Gracias a la gestión del Instituto de Promoción de Exportaciones e Inversiones del Ecuador (Pro Ecuador) este negocio logró hacer contactos con los compradores extranjeros.

    En el 2012, Pro Ecuador realizó una macrorrueda de negocios para realizar contactos con compradores de EE.UU. En esa ocasión, a través de su oficina comercial en Nueva York, se contactaron con eSutras Organics, una firma de Chicago que se dedica a la comercialización y producción de alimentos orgánicos.

    Patricio Gutiérrez, coordinador sectorial de Alimentos Procesados de Pro Ecuador, señala que la marca La Tenuta «tiene un gran valor agregado en su ítem de tomates deshidratados», debido a que lo fabrican con aceite de oliva.

    En el delicatessen El Arbolito también certifican la calidad de este ítem. Jeanneth Bolaños, su propietaria, cuenta que el tomate deshidratado es muy pedido por los clientes; también lo usan en la preparación de sus sánduches de jamón serrano. Al mes, El Arbolito vende unos 24 kilos de la conserva. Asimismo, Silvana Torres, propietaria de la tienda de alimentos orgánicos Late mi corazón, asegura que comercializa 30 kilos al mes.

    Gutiérrez comenta que en el contexto latinoamericano los frutos deshidratados se han convertido en productos protagónicos a la hora de incursionar en nuevos mercados, y Ecuador no es la excepción. Por ello, desde este año, se conformó un consorcio de exportación para este segmento, en el que destaca la uvilla.

    Para el 2014, cuenta Gutiérrez, lanzarán un nuevo consorcio especializado para frutos secos gourmet. La convocatoria se realizará a finales de este año.

    Roberto Baldeón, gerente de BalFab, comenta que uno de los principales retos que afronta un emprendimiento a la hora de concretar negocios en el extranjero es el volumen de producción que demandan las compradores.

    Actualmente, BalFab procesa cerca de 1 000 kilos mensuales de frutas, pero en los pedidos requieren el doble de esa cantidad. Por ello, el siguiente proyecto será montar una planta en Tabacundo (nororiente de Quito). Para ello se invertirán USD 100 000.