La línea de productos elaborados con lana de alpacas nació en El Inga, sitio arqueológico ubicado en la parroquia de Pifo, al oriente de Quito.
Marilú Cordobés, fundadora del emprendimiento Inga Alpaca nació y se crió en una hacienda ubicada en El Inga junto a su familia.
Alfredo Cordobés, padre de la emprendedora era comerciante de productos lácteos debido a las vacas que mantenía dentro de su vivienda. La familia decidió invertir en la compra de alpacas para tener mayor sustentabilidad en el mercado. En la actualidad cuentan con 3 500 alpacas.
En el 2007 Cordobés decidió posicionar su marca en el mercado con la elaboración de prendas de vestir fabricadas con base de la lana que expulsan estos animales.
En los primeros meses del negocio, la emprendedora contrató dos tejedoras que le ayudaron con la elaboración de chompas y chalecos. Tras 11 años del emprendimiento, Cordobés cuenta con, aproximadamente, 12 empleados que aportan con la fabricación de su línea de productos.
Inga Alpaca se encuentra en los grandes mercados del país. Sus productos se ofertan en los aeropuertos de Cuenca y Guayaquil. En locales como Galería Ecuador Gourmet y Galería Artik en el norte y centro de la capital. Imbabura es otro de los mercados de la marca, en un local cerca del emblemático Lago San Pablo.
La marca ha sobrepasado fronteras como EE.UU y París en los que se han ofertado sus productos a través de ferias de emprendimiento. Asimismo se han realizado envíos a Rusia y España.
El crecimiento que Inga Alpaca obtuvo desde el año en el que arrancó, fue de un 40% . Sin embargo las ventas han disminuido debido a la situación económica del país.
La inversión inicial de la microempresa fue de USD 300 000 por la maquinaria de tejidos que fue importada desde Canadá.
En cuanto a la materia prima, ésta proviene de la hacienda de su padre. Él es quién le vende la lana de alpaca a su hija para la respectiva fabricación.
Según Cordobés, el negocio le permite tener ingresos de USD 2 000 a 3 000 al mes, cantidad que se invierte en la mano de obra de los tejidos.
La marca ofrece una variedad ‘exótica’ de productos. Se ofrecen desde accesorios como bufandas, cuellos, guantes, chompas y chalecos, hasta edredones y cobijas. Es importante destacar que los edredones son su producto estrella en el mercado.
El emprendimiento participa continuamente en la Feria ‘El Gran Bazar’ que se realiza periódicamente en Cumbayá. Dentro de esta obtiene mayor número de clientes y reconocimiento de sus productos.
Mireya Cáceres adquirió un accesorio de Inga Alpaca. Ella dice sentirse cómoda con la marca.
Marilú Cordobés presenta algunos de sus productos en el taller principal de la marca ubicado en Cumbayá. Foto: LÍDERES
Elaborar prendas de fibra de alpaca empleando técnicas ancestrales ha permitido que los diseños de Paqocha crucen fronteras.
Las piezas de esta marca ecuatoriana se han comercializado en reconocidas tiendas de Inglaterra, España, Francia. A escala nacional están en Cuenca y en Quito.
Paqocha confecciona sacos, chalecos, ponchos, gorros, pantalones. Y, desde hace un año atrás, elaboran duvets (edredones rellenos con fibra de alpaca).
Los diseños se distinguen por ser únicos. Al ser tejidos a mano, los modelos no se repiten. En este proceso se emplea materia prima de calidad, se aporta al cuidado del ambiente, se ayuda a recuperar las tradiciones e impulsar el trabajo en las comunidades indígenas del país.
En la confección de cada prenda participan cuidadores de alpacas, hiladoras, tejedoras, diseñadoras y costureras. Son más de 100 familias involucradas en este proyecto. El trabajo se cumple en la casa de cada persona, para no alterar sus otras actividades cotidianas.
Durante el proceso de elaboración se priorizan las técnicas ancestrales, porque el resultado final es mejor, según comprobaron Lorena Pérez y Felipe Segovia, fundadores de Paqocha. Para diferenciar el hilo de alpaca obtenido de manera artesanal del industrializado se hacen pruebas.
Cuando surgió la iniciativa de recuperar el uso de esta fibra, en el 2006, Pérez y Segovia compraron 25 de estos camélidos y los llevaron a un terreno en Pifo, en las afueras de Quito. Ellos cuidaron de sus alpacas, las esquilaron y llevaron a industrializar la mitad del vellón (pelaje) para obtener hilo. Con esta materia tejieron algunas prendas. Pero el resultado final no les convenció del todo. Al tacto estas eran toscas y no eran bien valoradas, recuerda Segovia. Otra parte del vellón, en cambio, fue clasificado, hilado de manera artesanal y con este se tejió una bufanda, cuya calidad era superior a la del hilo industrializado.
La diferencia se evidenció en los precios. Mientras que, por un saco de hilo de alpaca procesado, los clientes pagaban USD 9, por la bufanda se ofreció hasta 35.
Una vez descubierta la clave del uso de la fibra de alpaca. Segovia, quien tiene formación en Ingeniería Agrónoma; y Pérez, diseñadora, se capacitaron en Perú. Luego gestionaron para que en el país se implemente la norma INEN 2852 para el tratamiento de esta fibra.
Con estos conocimientos, esta pareja de emprendedores se acercó a las comunidades indígenas del Ecuador donde se reintrodujo la alpaca para que estas especies ayuden a preservar los páramos.
El propósito fue capacitar a los pobladores sobre los cuidados que requieren estos animales y enseñarles cómo sacar provecho del pelaje. Antes del proyecto de Paqocha, la fibra de alpaca no era bien remunerada. Por un saco de vellón la gente recibía entre USD 1 o 2. Ahora cada integrante del proyecto obtiene el precio justo por su labor, relata Pérez.
En un inicio Paqocha trabajaba con la comunidad Chanchán, en Chimborazo. Actualmente, participan más de 14 comunidades.
Olmedo Cayambe, coordinador de la comunidad Chorrera Mirador, comenta que la relación con esta empresa ha permitido que sus pobladores obtengan una rentabilidad por el cuidado de las alpacas. Ellos esquilan estos camélidos cada seis meses y venden 120 kilos de vellón al año. Cada kilo está valorado entre USD 18 y 20.
Aparte, la comunidad aprovecha este recurso para hilar y confeccionar prendas o recuerdos que son ofertados a los turistas.
Por estas características, Paqocha fue seleccionado por la diseñadora Judith Cóndor Vidal para confeccionar un vestido tejido con fibra de alpaca y presentarlo durante la Semana de la Moda Ética en París, en el 2007.
Tras esta presentación TopShop, en Londres, solicitó 2 000 vestidos tejidos de las mismas características para su tienda.
Los ecuatorianos Jimmy Luna y Alba Pascual, han adquirido también prendas de esta marca para ofrecerlos en la tienda Inui World Tribe, ubicada en España. Luna considera que las prendas de Paqocha se destacan por su elegancia, delicadeza, detalles. Además, el proyecto tiene un trasfondo social. Ellos hacen pedidos tres veces al año. En promedio, invierten USD 8 000 al año.
Anualmente, Paqocha factura USD 37 000. Además, en este año está previsto hacer recorridos con turistas para mostrar cómo se procesa la fibra de alpaca.
La gerenta Lorena Pérez Para sacar adelante este emprendimiento se requiere perseverar, ir despacio junto a las personas de las comunidades, involucradas en este proyecto. No queremos irrumpir en su vida cotidiana ni tradiciones. Paqocha permite que las mujeres se lleven el trabajo a su casa. La relación de confianza que hemos desarrollado con más de 100 familias del país nos permite entregar el material para que así se puedan cumplir los procedimientos y luego confeccionar el producto final.
La cifras
24 tonos naturalestiene la fibra de alpaca. Para teñir se emplean colorantes vegetales. 70 mujeres se dedican a hilar con guango y huso. Esto cuesta USD 18 el kilo, antes cobraban 6.
12 tejedoras confeccionan las prendas. Para esto usan agujetas o un telar. Por cada pieza terminada reciben entre USD 15 y 20.
2 reconocimientos tiene Paqocha: uno del IPANC y otro de la Bienal Iberoamericana de Diseño Madrid 2016.
Las tejedoras Yolanda Quilumba (izq.) y Corina Espinoza acuden a Paqocha para obtener hilo y tejer prendas de vestir, según el diseño acordado previamente. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
Hace 10 años decidieron reemplazar las vacas y en su lugar apostaron por las alpacas. En la hacienda El Inga, ubicada en el sureste de Quito, decidieron dar un giro al negocio.
Entre las razones para incorporar a los animales andinos pesó el hecho de que erosionan menos el suelo y su lana puede ser materia prima para producir diferentes textiles. Así lo analizó Alfredo Cordovez, propietario de la hacienda.
La primera adquisición fue de 20 alpacas. Para concretar el negocio, Cordovez acudió a ferias en Perú para observar de cerca el mercado. Ya con una idea de cómo podría funcionar su empresa llegó hasta Canadá para comprar una maquinaria especial para convertir la lana del animal en fibras exóticas.
En total, la inversión inicial ascendió a unos USD 150 000. Con la materia prima, su hija Mary Lou Cordovez se unió al negocio. Esta quiteña, que estudió arte en la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), se encargaría del diseño de las prendas.
Ella es la responsable del concepto de gorros, chalecos, guantes, chales, entre otras prendas que imaginaba y que ahora constan en un catálogo.
A principios del 2009 inició la primera producción. Su esposo, Javier Herrera, también se unió al área de negocios del emprendimiento. Así, en el 2010, se constituyó Inga Alpaca.
Su aporte a la comunidad sería el valor agregado de su marca. En el proceso de confección artesanal de las prendas están involucradas 25 tejedoras que viven en el sur y las periferias de Quito.
Por ejemplo, para hacer un chal, las artesanas tejen ocho horas al día, por tres semanas. Todo ello con el fin de que las prendas se caracterice por tener un acabado único, de labrado con agujeta. También han incorporado tejidos elaborados en telares.
Cordovez supervisa que se cumplan las medidas establecidas, que no tengan ninguna mancha o defecto.
La identidad de la marca es que la fibra de alpaca es pura y no se mezcla con otras materias primas, como algodón o seda. De hecho, la lana tampoco pasa por un proceso de tinturado; los tejidos solo se los puede encontrar en colores marrón, blanco y gris.
Las venta de este tipo de textiles es estacional. Los meses en los que las ventas se incrementan son diciembre, enero y febrero; en este período la facturación mensual puede alcanzar unas 100 piezas, lo que representa unos USD 3 000.
Durante sus cinco años de existencia, Inga Alpaca ha encontrado como canales de distribución tiendas que comercializan productos artesanales. Por ejemplo , la Galería Ecuador Gourmet, tiendas en los aeropuertos de Quito y Guayaquil, el Hotel Quito o la Hostería Chorlaví, en Imbabura.
La tienda Dufry, que está en el Aeropuerto José Joaquín de Olmedo de Guayaquil, distribuye la marca Inga Alpaca. Juliana Álvarez, su propietaria, asegura que los productos de esta marca tienen gran demanda por parte de turistas estadounidenses y europeos. Una de las razones es que el acabado artesanal les llama la atención a los compradores. Al mes, vende unas 10 prendas de la marca.
Karen Espinoza, del departamento de Ventas de la tienda Olga Fisch, ubicada en el norte de Quito, asegura que las prendas tejidas tienen buena aceptación por parte de los compradores. Al mes, este local comercializa unas ocho prendas de la marca. «Los extranjeros se admiran por la laboriosidad».
La producción La materia prima. A la semana procesan unos 18 kilos de lana.
Las exportaciones. Se envían unas 150 piezas a los EE.UU. cada año.
Las alpacas. Actualmente, en la hacienda El Inga (sureste de Quito) cuenta con unas 900 alpacas.