Etiqueta: ancestral

  • Iniciativa promueve técnicas ancestrales de cocina

    Redacción Quito

    El tiesto es la esencia del café Ñuka Llacta. Sobre el carbón se preparan habas, tostado, pepas de sambo y tortillas de maíz y de trigo. En las frías noches quiteñas, los clientes se abrigan mientras hacen sus pedidos alrededor de la estufa y conocen de tradiciones culinarias que en la ciudad ya se perdieron.

    Cuando Piedad Morales abrió una sucursal del negocio familiar en Quito, a una cuadra del Parque Navarro, su objetivo fue evitar la desaparición de las recetas de su madre. Ramona Ushiña, de 80 años, preparaba en casa y también vendía en Sangolquí las tortillas de tiesto asadas .

    El patrimonio que busca rescatar está anclado a los productos del Ilaló, a los métodos de elaboración y al valor nutricional de los alimentos cultivados en comunidad y aprovechados de forma íntegra.

    La dueña del emprendimiento agregó a la oferta original de su madre las coladas de sambo de dulce y de zapallo. También sirve café de haba, máchica, café regular, aguas aromáticas y chocolate.

    Morales, quien es experta en medicina natural y ancestral, dice que todo lo que sirve tiene alto valor nutricional, por citar algunos: el sambo y sus semillas ayudan a desinflamar la próstata, el zapallo es gran fuente de vitamina C, las tortillas son elaboradas con harina integral y todo lo que se hace sobre el tiesto no usa grasa.

    En el sitio se preparan y comercializan tortillas de maíz de sal y dulce, hechas en tiesto. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    En el sitio se preparan y comercializan tortillas de maíz de sal y dulce, hechas en tiesto. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • Una variada oferta de collares indígenas

    Modesto Moreta

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    Las washkas (collares en español) que comercializa Lucía Aguilar en su joyería están embellecidas con piedras de coral y amatista que usan las mujeres de los pueblos andinos. También las elabora con bambalinas.

    El emprendimiento de Aguilar, oriunda de Otavalo, lo abrió el año pasado con una inversión de USD 2 000. Con el dinero compró las estanterías y maniquíes donde muestra cada uno de los detalles de estas prendas de color naranja y rojo. Ella elabora estos accesorios en forma artesanal.

    El local está ubicado en la avenida 12 de Noviembre y calle Juan León Mera, en el centro de Ambato. Ahí exhibe más de 100 diseños. También da empleo a dos personas que le ayudan en la confección de los collares. Aguilar cuenta que el mercado es bueno, puesto que los jóvenes que trabajan en las cooperativas de ahorro son los principales clientes.

    “Estas prendas visten las mujeres de las comunidades y se complementan con atuendos compuestos por un anaco negro, una blusa negra con bordados, un reboso morado y un sombrero blanco de ala ancha”.

    En cada una de sus obras que las confecciona a mano mantiene esa técnica ancestral. La mayoría de sus creaciones representa al Taita Inti (Padre Sol en español). Según la cosmovisión indígena, los minerales los usaban para absorber y mantener la energía en equilibrio. “En nuestro local todo lo que exhibimos es estilizado, es decir, con diseños juveniles pero sin perder la esencia el color y las formas”.

    Antiguamente las washkas eran elaborados de coral rojo y el veneciano (piedra de colores que representa al arco iris), que fue traído del viejo continente. También con la concha Spondylus, pero tras la conquista se dio esa fusión de los conocimientos y de los materiales. Pero ahora e diseñan con bambalinas que son similares a las originales, caso contrario costarían mucho dinero. El costo de un collar oscila entre los USD 60 y 150.

    María Sisa es una de los clientes frecuentes. La joven del pueblo Pilahuín compra las prendas que diseña Aguilar en su taller. Está alegre porque existen diversos modelos y se asemejan a los que visten nuestras mamas. “Es importante contar con un sitio donde comprar nuestra collares que nos identifican como mujeres indígenas”.

    Sisa llegó a la joyería en buscando un par de aretes de coral y un anaco que usan las mujeres del pueblo Chibuleo. Cuenta que es una alternativa para evitar la discriminación que se da en algunos almacenes. “Ahora tenemos ganado un espacio importante”.

    Según Aguilar, las prendas son hechas a mano y únicas, no ofrece nada en serie, por eso hace especial. “Eso permitió una gran demanda de nuestros productos”, dice la emprendedora.

    Esa es una prenda importante porque se complementa con la ropa compuesta por anaco y bayeta de color negro, bolsa blanca con bordados hechos a mano donde sobresalen la naturaleza, los animales y las montañas.

    Aguilar también comercializa vestimenta indígena con diseños estilizados y ciertos toques juveniles, manteniendo la esencia andina, son un atractivo de los ejecutivos que trabajan en las empresas, instituciones públicas y las cooperativas de ahorro y crédito. La idea es que los chicos vistan algo moderno, elegante, estén a la moda con los collares.

    Algo importante que destacar que los taitas y las mamas también tienen su espacio. En el local se comercializan los trajes autóctonos de los pueblos de Tungurahua y también de Imbabura.

    Lucía Aguilar confecciona los collares y aretes que exhibe en su joyería localizada en el centro de Ambato. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Lucía Aguilar confecciona los collares y aretes que exhibe en su joyería localizada en el centro de Ambato. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • En la ropa, Verónica Vásquez destaca símbolos ancestrales

    Mayra Pacheco

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    Un libro sobre culturas precolombinas que llegó, hace más de dos décadas, a las manos de Verónica Vásquez, propietaria de Kitu Ethnic Wear, le abrió nuevas oportunidades. Cuando esta quiteña empezó a leer sobre culturas ancestrales surgió, en ella, un interés por seguir aprendiendo sobre la historia de sus antepasados.

    En esta búsqueda, esta emprendedora que hoy tiene 50 años se enfocó en las culturas precolombinas del país. Tenía interés por conocer su historia y elementos gráficos que muestren cómo vivían, qué ropa usaban, qué símbolos predominaban.

    De esta forma conoció detalles de las culturas Chorrera, Valdivia, Napo, Pastos, Caras, Manteños, La Tolita, Jama Coaque, que datan desde el año 10 000 antes de Cristo hasta el 1 530 después de Cristo.

    Vásquez sabe sobre sus costumbres, la zona que habitaban y qué elementos le caracterizaban a cada una. Pero para el proyecto que Vásquez tenía en mente se enfocó más en los símbolos y gráficos.

    Líneas, círculos y otros trazos atrajeron su atención, porque mediante estos patrones los ancestros relataban hechos. Además, estos representan una parte de la historia de los ecuatorianos.

    Por el peso simbólico e histórico de estos elementos, Vásquez decidió traer de vuelta el uso de estos gráficos a la época actual para que las presentes generaciones reconozcan y valoren su cultura.

    Sin ser una experta en moda, desde el 1998 hasta el 2000 Vásquez empezó a confeccionar prendas de vestir. En estas incluyó figuras étnicas estampadas, pero debido a la crisis económica de esa época suspendió este proyecto para retomarlo 16 años después.

    Actualmente, Kitu Ethnic Wear tiene blusas, vestidos, chaquetas, pantalones para mujer. Son modelos contemporáneos con estampados precolombinos. Para fines de este año tiene previsto incluir prendas para varones.

    Para replicar los símbolos de culturas ancestrales que mira en los libros, esta emprendedora dibuja los diseños en hojas a mayor escala y luego su esposo Guillermo García, pintor y diseñador gráfico, digitaliza para que la impresión en la tela sea más práctica.

    Las prendas de esta marca se confeccionan en una tela especial ecuatoriana. Esta es elaborada a base de hojas de plátano y otras fibras naturales. Parece algodón. Para darle color se tiñe artesanalmente y luego se hace el corte, según el diseño de la prenda.

    Sobre estas piezas se colocan los apliques empleando la técnica de serigrafía. Beatriz Shiguango, propietaria de este taller, menciona que las impresiones que hace para Kitu Ethnic Wear son llamativas.

    Shiguango resalta que en estos diseños se rescata la cultura nacional. “Me gusta hacer esto, porque me permite recordar a nuestros antepasados”.Las impresiones de los diseños se hacen bajo pedido. En promedio se entrega estampados para 100 prendas. El costo de los estampados fluctúa entre USD 0,30 y 1, según el tamaño y diseño. En toda la producción de estas prendas colaboran 20 personas.

    Las prendas de Kitu Ethnic Wear se comercializan desde USD 40, en Verid, en el Centro Comercial Cumbayá y en Galería Ecuador, en Quito. Cada una incluye en la etiqueta una descripción de los símbolos étnicos, el nombre de la cultura y la datación.

    Adriana Alomía, accionista de Galería Ecuador, señala que las prendas que confecciona Vásquez tienen mucha acogida. Los modelos son casuales y resaltan los tonos monocromáticos. Estas no se producen en masa y resalta la cultura ecuatoriana. Esto le abrió a Kitu Ethnic Wear, en diciembre del 2016, un espacio en el Desfile Texturas y Colores.

    Verónica Vásquez, propietaria de Kitu Ethnic Wear, se encarga de todo el proceso de confección, desde el diseño de la prenda hasta el etiquetado. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Verónica Vásquez, propietaria de Kitu Ethnic Wear, se encarga de todo el proceso de confección, desde el diseño de la prenda hasta el etiquetado. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Una técnica ancestral se emplea para elaborar bisutería y accesorios

    Redacción Quito

    Contenido intercultural

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    El fin de la época de oro del cedazo despertó la creatividad de los artesanos. Ahora, en lugar, de emplear la crin del caballo para elaborar estos utensilios de cocina que tienen poca demanda, diseñan bisutería, accesorios y objetos decorativos.

    Con esta iniciativa, los habitantes de la comunidad de La Toglla, en Guangopolo, mantienen la tradición de los cedaceros. Aunque se ha modificado un poco.

    Rosa Cabrera, propietaria de Sumak Maki, recuerda que cuando bajó la venta de cedazos decidió probar cómo aprovechar esta materia prima. Era febrero de 1987 cuando esta artesana empezó a tejer con crin un guerrero en miniatura. Esa fue su primera creación.

    Desde entonces, Cabrera, su familia y habitantes de La Toglla se dedican a elaborar llaveros, aretes, collares, pulseras, separadores de libros, cinturones, prendedores, cintillos, corbatas, muñecos y otros objetos decorativos.

    Este giro en el negocio motivó a Cabrera a crear Sumak Maki. En este proyecto familiar trabajan ocho personas. Todos aprendieron el oficio de sus antepasados.
    En la elaboración de estas manualidades se emplea una técnica parecida a la del cedazo. Pero el trabajo es más minucioso.

    Para hacer un par de aretes, por ejemplo, se teje la crin usando una hebra a la vez, para las pulseras se forman una especie de cordones y así según el tipo de objeto.

    Hacer un juego de bisutería completo toma al menos 24 horas de manera ininterrumpida. “Es un trabajo que demanda de tiempo y paciencia”, precisa Manuel Paucar, propietario de Sumak Maki.

    Las personas interesadas en comprar esta bisutería u otras manualidades hechas con crin pueden acudir a la plaza Foch, en Quito. Cabrera y su familia atienden ahí los sábados desde las 09:00 hasta 19:00.

    Aparte, estos productos se encuentran en Casa Raíz, en Tumbaco; en el Centro Cultural El Cedacero, en Guangopolo. Los precios van desde USD 3 hasta 25, si son juegos completos de bisutería.

    En estos accesorios, aparte de la crin, se emplean semillas, broches, hebillas. En estos implementos se invierten USD 250 cada mes. Pero no todo se cubre con dinero. Para teñir la materia se emplean raíces, hojas, flores, frutas, semillas y cortezas que ofrecen una variedad de colores.

    En promedio al mes Sumak Maki factura USD 500. Pero, Paucar espera que la demanda aumente en el último trimestre del año por las festividades de Navidad.

    Por ahora tienen ya un pedido grande que será comercializado en Brasil. Piedad Viteri, socia de estos emprendedores, viajará el próximo 2 de octubre a Río de Janeiro con una mercadería de Sumak Maki que suma alrededor de USD 1 500. Esta es la tercera vez que venderán en el exterior.

    Mari Paz Osorio, quien usa estos accesorios, comenta que los diseños son de Sumak Maki originales y modernos. Además, la materia prima se obtiene de manera natural, solo se corta la crin de caballo, no se sacrifica a los animales.

    Manuel Paucar, Nila Paucar y Rosa Cabrera  elaboran artesanías con la crin del caballo. Foto: Mayra Pacheco  / LÍDERES
    Manuel Paucar, Nila Paucar y Rosa Cabrera elaboran artesanías con la crin del caballo. Foto: Mayra Pacheco / LÍDERES
  • En sus diseños, prefiere usar una técnica ancestral

    Redacción Quito

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    La lana sin procesar de ovejas y de alpacas toma forma en las manos de Liliana Donoso. Con este material conocido como vellón, esta mujer hace sombreros y carteras con diseños personalizados.

    Los paisajes, volcanes y la diversidad cultural del país son la inspiración de esta artesana al momento de confeccionar estos productos, que son hechos totalmente a mano. La técnica conocida como fieltro amasado consiste en formar con porciones de pelo de estos animales varios diseños.

    Este material considerado ancestral es, en sí, el pelaje de ovejas y alpacas limpio, peinado y, en algunos casos, teñido que va tomando forma con ayuda de una mezcla líquida especial que se distribuye sobre unas plantillas y se amasa. A la final el diseño que se obtiene en único.

    Donoso comenta que aprendió esta técnica en Alemania años atrás. Y cuando en el 2012 decidió volver a Ecuador, la mata de la lana, no encontró el material.

    Ella acudió a Chimborazo, Imbabura y no obtuvo resultados en la búsqueda de materia prima para su trabajo artesanal.

    La técnica del vellón se había perdido. Esta realidad obligó, inicialmente, a Donoso a desistir de su proyecto. Pero su meta es recuperar esta tradición antigua. “Antes el pelaje de estos animales se usaba para hacer ponchos y eso permite hacer otros productos”.

    Más tarde, una de las empresas que trabaja con comunidades indígenas en la producción de fibras naturales se puso en contacto con esta artesana y le hizo una primera entrega de vellón en tonos naturales. Para su trabajo, Donoso también importa materia prima tinturada desde Alemania.

    En promedio, el kilo de vellón se comercializa en USD 30 tanto en el exterior como en el país.
    En Ecuador, Lorena Pérez, creadora de Paqocha, comenta que tras cortar el pelaje a los animales, este es clasificado, limpiado y peinado. La cantidad entregada depende del pedido.

    Donoso se lleva unos dos kilos cada dos meses. Sin embargo, para diseñar un sombrero se ocupa apenas unos gramos de vellón.

    Con estos insumos disponibles esta artesana retomó su proyecto. Actualmente, en sus sombreros, carteras y portaequipos tecnológicos se aprecian diseños que evocan los paisajes de zona costera del Ecuador, el volcán Chimborazo, flores multicolores, figuras precolombinas o andinas.

    “Me encanta la idea de llevar un cuadro en la cabeza o elementos simbólicos”, precisa Donoso.
    En el caso de los sombreros, estos cuestan desde USD 35, porque son hechos a mano. Su elaboración toma un par de días.

    En estas prendas no tienen costuras. Su textura es delicada. Además, por la característica del vellon de estos animales los sombreros son ideales para protegerse del calor o del frío. También son totalmente lavables.

    Patricio Yucta, coordinador de proyectos de Conservación y Desarrollo, donde se ofrece los productos de Donoso, cuenta que los turistas que visitan la tienda demandan mucho estos diseños, porque son personalizados, tienen identidad y representan la biodiversidad del país. “Los sombreros son innovadores, estos no se encuentran con facilidad y además son hechos a mano”.

    Liliana Donoso elabora sombreros, bolsos y tapetes con la lana sin procesar de las alpacas o de las ovejas.   Foto: Mayra Pacheco/LÍDERES
    Liliana Donoso elabora sombreros, bolsos y tapetes con la lana sin procesar de las alpacas o de las ovejas. Foto: Mayra Pacheco/LÍDERES
  • Lo ancestral se combina con lo contemporáneo en este local

    Redacción Quito

    Warmi es una palabra que para los hermanos Vanessa y Luis Herrera y su madre Edy Mariana Revelo, no se limita a la traducción literal del quichua en ‘mujer’ sino que acogen su sentido completo sobre el cuidado y bienestar.

    Con ese concepto y la idea de impulsar el consumo de comida saludable, donde se mezclen los alimentos ancestrales con lo contemporáneo, nacieron los productos y la Casa Warmi.
    Este espacio, ubicado desde hace siete meses en el sector de La Floresta, nació en el 2010, en la bajada a Guápulo.

    Vanessa, gerenta y una de las propietarias del negocio, cuenta que la idea de crear Casa Warmi fue de su madre, abogada que estuvo siempre involucrada con grupos de mujeres, que un día decidió dejar las leyes y volcarse a preparar alimentos.

    Los primeros productos que elaboraron fueron panes, pero al ser perecibles, decidieron cambiar a la línea de mermeladas y conservas. Con estos alimentos en mano abrieron la tienda de Guápulo, donde además pusieron el restaurante. “Quisimos rescatar los alimentos que ya no se comen”.

    Pedro Donoso es uno de los clientes. Él comenta que va a la Casa Warmi desde hace más de un año y le encanta el lugar, la comida y sobre todo el concepto de ser un emprendimiento alternativo. “Pocos lugares logran incursionar en alimentos ancestrales y un toque contemporáneo como lo ha hecho el Warmi”.

    Luis Herrera, encargado de la imagen de Warmi, explica que el menú del restaurante cambia cada dos meses, y en él se encuentran por ejemplo alimentos como mashua, ocas, quinua, chocho, variedades de papas nativas, etc., con opciones también para comensales vegetarianos.

    Del lado de las conservas hay una oferta de 92 productos, entre mermeladas, ajíes, salsas, aderezos, sales marinas y condimentos naturales. Los productos de más salida son las flores y el picante de albahaca, la pasta de chochos, tomates verdes fritos, entre otros.
    Las ventas mensuales del restaurante son de alrededor de USD 18 000 y unos USD 3 000 en conservas. La producción mensual de las conservas es de unas 480 unidades al mes.
    La inversión inicial para empezar con el negocio fue de entre USD 40 000 y 60 000, incluyendo la venta de las viviendas de madre e hija. Para el local actual se invirtieron otros USD 30 000
    más o menos.
    Sin embargo una característica de la Casa Warmi, que permitió bajar sus costos es que el mobiliario fue hecho por completo por Luis. Él comenta que buscó reutilizar todo el material posible para que el restaurante sea además amigable con el medioambiente.
    En esa línea, para evitar el uso de calefactores a gas o eléctricos, mandaron a hacer ponchos para que los clientes los utilicen si hace frío y sientan que están cuidados.
    El restaurante además es ‘pet friendly’ y ofrece un 14% de descuento si se llega en bicicleta.

    En la Casa Warmi, el chef Nelson Hernández y los hermanos Vanessa y Luis Herrera promueven el consumo de alimentos ancestrales. Foto: Adriana Bucheli / LÍDERES
    En la Casa Warmi, el chef Nelson Hernández y los hermanos Vanessa y Luis Herrera promueven el consumo de alimentos ancestrales. Foto: Adriana Bucheli / LÍDERES
  • Lo ancestral es el eje de esta oferta turística

    Redacción Quito

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    El cerró Ilaló cobija a la Tola Chica, una comuna quiteña que se planteó un objetivo: rescatar la forma de vida comunitaria y enseñar sus costumbres a quienes estén interesados.

    Los visitantes que acudan a esta comuna, al oriente de la capital, pueden vivir una experiencia junto a los comuneros, que incluye un recorrido por las construcciones de adobe, que están al inicio de la comuna. Los aventureros pueden disfrutar del paisaje adornado por árboles de frutos de la localidad como las guabas o los aguacates y respirar un aire diferente. Así lo relata Gerardo Simbaña, quien pertenece a la comisión de Cultura de la Tola Chica.

    En esta experiencia se incluye la subida al Ilaló, para que las personas conozcan el bosque primario que se está recuperando en esta comuna. Entre las técnicas que utilizan están la cosecha de agua, que son unas piscinas donde se recolecta agua lluvia para superar la sequía de la zona.

    Para Simbaña, esta es una experiencia completa porque él se encarga de enseñar las costumbres típicas de la localidad y, sobre todo, las festividades que se celebran. En julio, por ejemplo, se festeja el Inti Raymi, que es la fecha en la que se agradece al Sol por las cosechas. Además, se celebra el Colla Raymi.

    Lo que más enriquece, según Simbaña, es que las personas aprenden y viven nuevas experiencias cerca de las personas que conformamos la comuna.

    Otra de las novedades es que si los visitantes quieren quedarse en la comuna lo pueden hacer. Hay familias que acogen a los turistas para que sean parte de sus costumbres. La colombiana Lilian Romero, por ejemplo, llegó hace dos semanas a la casa de Ramiro Hazaña, comunero que es parte de la comisión de Ambiente de la Tola Chica.

    Ella conoció sobre la experiencia en la comuna por unos amigos, quienes ya convivieron en la Tola Chica. “Quería vivir experiencias alternativas, diferentes y planeo quedarme durante un mes para relacionarme y hacer las actividades que realizan”.

    La idea de la comuna de hacer conocer sus costumbres y formas de vida nació hace unos 20 años cuando sus habitantes se organizaron para adecuar la comuna y así recibir a visitantes.
    Es así como buscaron recursos para la construcción de viviendas con adobe, para mostrar la forma de vida de sus antepasados, explica Simbaña. Esta infraestructura es utilizada para los visitantes o también se puede alquilar para capacitaciones de instituciones educativas o entidades públicas.

    Días atrás, unos estudiantes acudieron a la comuna ubicada en Tumbaco para aprender más sobre ellos. Ellos alquilaron la casa comunal de esta localidad, una construcción elaborada con adobe y troncos de eucalipto. El alquiler cuesta USD 50 por día.

    La directiva de la comuna también está comprometida en el desarrollo turístico de su tierra. Miguel Coyago, vicepresidente del cabildo, sostuvo que a futuro esperan consolidar un turismo comunitario más sostenido, es decir, con más infraestructura para albergar a los visitantes. “La comuna está apostando por una forma de ingresos diferente que todos salgamos adelante”.

    Los comuneros se reúnen en una de las viviendas que fueron construidas para recibir a los visitantes. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Los comuneros se reúnen en una de las viviendas que fueron construidas para recibir a los visitantes. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • La agricultura urbana rescata lo ancestral en Quito

    REDACCIÓN QUITO  (F)
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    La siembra de especies vegetales andinas y el rescate de técnicas de cultivo ancestrales son algunos de los objetivos que tiene el programa de Agricultura Urbana Participativa (Agrupar).

    Esta iniciativa pertenece a la Agencia de Promoción Económica (ConQuito) y existe desde el 2002. La idea es producir alimentos sanos en huertos orgánicos.

    Alexandra Rodríguez, responsable del proyecto, explica que ConQuito brinda capacitación y asesoramiento técnico sobre la producción orgánica de hortalizas, plantas medicinales, frutas y crianza de cuyes, conejos, cerdos, abejas, gallinas o codornices, etc.

    Todo lo que generan los agricultores sirve para su alimentación. Si quedan excedentes lo pueden vender en las 17 bioferias que se organizan tanto en parroquias urbanas como rurales de Quito.

    Estas operan toda la semana y los días difieren de acuerdo al sector. “Todo es a precios justos, no fluctúan con la especulación. Son circuitos alternativos de comercialización porque son alimentos sanos, frescos y se venden directamente por el productor”.

    Por año participan unas 4 000 personas de las cuales el 84% son mujeres, principalmente jefas de hogar. El proyecto también atiende a niños, adultos mayores, personas en rehabilitación social, centros de acogida, etc.

    Para acceder se deben conformar grupos de mínimo cuatro personas y solicitar a la agencia ConQuito. El requisito es tener entre un metro cuadrado de terreno hasta
    7 500 metros cuadrados para sembrar. Desde este año cada persona debe pagar USD 1, excepto ciertos grupos sociales vulnerables.

    Una vez que las personas se inscriben se asigna un técnico para el grupo; él les da una charla de motivación y se consensúa para arrancar la capacitación. El curso contempla la preparación del terreno, la elaboración de abonos, el manejo del cultivo, la cosecha, la poscosecha, entre otros aspectos.

    Rodríguez explica que como parte del proyecto se busca “incluir en la biodiversidad del huerto los cultivos andinos. Se quiere rescatar nuevas especies de papa e impulsar la siembra de quinua, amaranto, jícama, mashua, etc.”.

    Esto es lo que ha hecho Laura Parada desde el 2009 en su huerto en San Isidro del Inca. Allí trabaja junto a su esposo. “Cultivamos tomate riñón, babaco, tomate de árbol, remolacha, jícama”.

    Sobre esta última, que es poco conocida, señala que es un tubérculo parecido a la papa que tiene propiedades curativas el evitar el estreñimiento por tener fibra.

    Conocimientos de este tipo también se rescatan a través del programa. Otro de los objetivos es que no desaparezcan productos andinos y que se respete información ancestral como el uso del calendario de siembra de acuerdo a las fases de la luna, qué plantas se asocian mejor con otras, etc.

    Los cultivos del proyecto a escala urbana casi siempre se orientan al autoconsumo, mientras que los rurales, por el espacio de producción, tienen mayor capacidad para comercializar los excedentes.

    Hay comerciantes que no solo venden en las ferias sino en las tiendas de barrio y en sus propias casas. Elvira Pérez, quien tiene hace 10 años un huerto en Guápulo, vende sus productos (uvilla, tomate de árbol, mora, babaco, mandarina, aguates, etc.), en la feria de la Cruz del Papa y en el mercado de La Floresta y en su huerto.

    Históricamente a través del programa se han implementado 2 755 huertos. Los fines pueden ser seguridad alimentaria, terapia ocupacional, educación, negocio o emprendimiento, entre otros.

    Actualmente, están activos 1 300 huertos. Elvia Sangucho tiene su terreno de 1 200 metros de cultivo en San Francisco de Miravalle desde hace 10 años. “Trabajo con toda mi familia. Producimos tomate riñón, mora, hortalizas. También, tenemos gallinas de campo, chivos, conejos, etc.”.

    Una imagen de los huertos del programa Agrupar. En estas zonas de cultivo hay productos andinos y se aplican técnicas ancestrales. Los agricultores también pueden tener animales en estos lugares. Foto: Cortesía: Conquito
    Una imagen de los huertos del programa Agrupar. En estas zonas de cultivo hay productos andinos y se aplican técnicas ancestrales. Los agricultores también pueden tener animales en estos lugares. Foto: Cortesía: Conquito
  • Lo ancestral inspiró la línea de comida de Soysan

    Cristina Marquez

    (F)
    Contenido intercultural

    Los vegetales y frutas orgánicas que se producen en comunidades indígenas de Chimborazo son la materia prima y la inspiración de los alimentos de Soysan, una microempresa que elabora productos saludables y versiones actuales de recetas ancestrales.

    La oferta de la marca es una línea de comida rápida pero saludable. En el menú se incluyen tortas, buñuelos, galletas, empanadas, emborrajados, cebiches… hechos con quinua, amaranto, chochos, avena, mashua, camote, etc.

    Mariana Auquilla es la propietaria. Ella cuenta que su empresa inició como una terapia para superar la muerte de su hijo. Además, fue diagnosticada con leucemia, por lo que los médicos le prescribieron comida saludable.

    Así empezó a experimentar en la cocina. En sus primeras creaciones, transformó los vegetales, frutas y cereales en postres y bocadillos. “Tenía problemas para seguir las indicaciones de los médicos porque la comida saludable no tenía un sabor agradable. Así que decidí transformarla”.

    Auquilla se dedicó por cuatro años a inventar nuevas recetas y a buscar en las comunidades a productores con métodos agrícolas orgánicos. Su sazón y sus nuevos productos eran tan agradables al gusto que sus familiares y amigos le sugirieron convertir su pasatiempo en un negocio.

    Así, en el 2007 se oficializó la empresa. Auquilla invirtió USD 15 000 en la adquisición de amasadoras, extractores de leches vegetales, un horno y otros equipos de cocina. El local de ventas se instaló en el Centro Histórico de Riobamba.

    Uno de los productos estrella de la empresa son las tortas andinas. Están hechas de productos nativos de la Sierra como camote, ocas, mashua, chocho y quinua. Se combinan con cítricos de la Costa y hierbas aromáticas.

    Por eso son las favoritas de los más pequeños. “Es la mejor forma de alimentarse de forma saludable y de abrir el apetito con sabores agradables”, cuenta Auquilla.

    Las fórmulas están patentadas y el objetivo a largo plazo es obtener los registros sanitarios para comercializarlos en tiendas y supermercados. Cada uno cuesta entre USD 0,60 y 2,50.

    La empresa lidera una asociación integrada por productores agrícolas, comercializadores y prestadores de servicios como catering, limpieza y mantenimiento de instalaciones. La asociación de desarrollo comunitario se denomina Esthela Maris y está integrada por 15 personas.

    El propósito de la asociación es generar fuentes de empleo para los socios y más oportunidades de desarrollo. “El objetivo es el beneficio colectivo. Aún estamos en proceso de organización, pero aspiramos capitalizarnos con pequeños empleos y posicionarnos en Riobamba”.

    Ella cuenta que la idea de fundar la asociación surgió precisamente de esa empresa. Los proveedores de productos agrícolas, sus ayudantes de cocina, los comercializadores de productos e incluso quienes aportaban en el mantenimiento de los equipos decidieron unirse para integrar una nueva empresa asociativa.

    Detalles

    Soysan comercializa sus productos en las ferias artesanales de todo el país. También se atienden envíos a otras ciudades bajo pedido.

    La empresa también produce leche de soya y leche de mungo, una variedad nativa de fréjol . Esos son los productos más solicitados por los clientes vegetarianos.

    La Asociación Esthela Maris es parte de la base de emprendimientos del Instituto de Economía Popular y Solidaria.

    Alexandra Ortega, María Nagua, Mariana Auquilla, Cristina Lema y José Malán son parte de Esthela. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Alexandra Ortega, María Nagua, Mariana Auquilla, Cristina Lema y José Malán son parte de Esthela. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Prendas originales con enfoque ancestral

    Redacción Quito

    El amor por el diseño es lo que motivó a Santiago Sánchez y Stephany Meza a crear la firma Nahual; una microempresa que se especializa en la fabricación de prendas de vestir con un enfoque medioambiental.

    La diseñadora de modas y el diseñador gráfico decidieron en el 2012 desarrollar una iniciativa textil independiente con estilos modernos. Con una inversión inicial de USD 6 000, ellos compraron máquinas de coser, materia prima y una impresora digital de tela que importaron desde China, con las que fabrican una gran variedad de prendas.

    Entre los productos que elaboran están: camisetas, blusas, sacos y chompas, cada uno con un diseño particular. Sus clientes pueden encontrar las prendas en tallas small, medium y large, y están direccionados a niños y adultos.

    Así también sus diseños contienen elementos de culturas de Centroamérica y figuras geométricas del mandala (imágenes simbólicas espirituales), de la filosofía budista.

    Daniel Romero, cliente de la marca desde hace ocho meses, indica que la originalidad y la calidad de la ropa es lo que lo motivó a comprar su línea. «Los detalles de los puños y las etiquetas son de excelente calidad», indica.

    El 70% de las ventas se realiza a través de su página en Facebook. Su facturación varía entre USD 300 y 1 000, al mes, dependiendo de la temporada y las entregas las hace Sánchez en su bicicleta.

    Así también, Nahual creó la Feria Karishina para mostrar sus prendas y también obras de otros microempresarios. Camila Rueda indica que la mezcla entre lo cultural y lo actual es lo que la motivó a comprar sus productos.

    Negocio por dentro

    Los productos. Otros de los artículos que se derivan de la marca Nahual son muebles, llaveros y velas aromáticas.

    La materia prima. Los emprendedores solamente utilizan telas de algodón o de materiales suaves. La técnica de estampado que manejan es la serigrafía.