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  • Una vitrina digital para los productos artesanales

    Patricia González (I)  patriciag@elcomercio.com

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    Ingresar en el comercio electrónico sigue siendo un reto para artesanos y pequeños negocios. Los costos del desarrollo de una tienda en línea o la falta de conocimientos son parte de las barreras. Sin embargo, la pandemia ha puesto en evidencia la necesidad de estar en la red.

    La plataforma Wiksi, fundada por Cristina Elizalde en el 2019, se ha convertido en una vitrina para artesanos ecuatorianos. Se trata de un ‘market place’ en el que confluyen diferentes marcas para comercializar sus productos.

    Elizalde es arquitecta, con un máster en Diseño interior. Tiene 30 años y desde hace cuatro vive en San Francisco, Estados Unidos, ciudad en la que entró en contacto con empresas de tecnología.

    Esa vinculación con la industria tecnológica junto a un interés por ayudar a los emprendedores de su país, Ecuador, la impulsaron a emprender en el comercio electrónico, que describe como “un Amazon para pequeños empresarios”.

    Luego de ocho meses de desarrollo y una inversión inicial de USD 4 000, en mayo del 2018, el portal wiksi.com abrió al público. Arrancó con 10 emprendedores y actualmente son cerca de 450.

    Los productos se encuentran clasificados en 11 categorías: joyas y accesorios, hogar, ropa y zapatos, bebés, niños y niñas, juegos y juguetes, arte, mascotas, alimentos, salud y belleza, fiestas. Además, se pueden encontrar opciones por género, para regalos de Navidad o de ‘amigo secreto’.

    Al dar clic en cualquiera de los productos, se detalla el nombre de la marca, una descripción del artículo, precio, disponibilidad y tiempo de envío. Los artículos se entregan a domicilio, en todo el Ecuador, a través de Laar Courier.

    La plataforma cuenta con carrito de compra y ofrece diferentes modalidades de pago: tarjeta de crédito o débito y transferencia.

    Fer Barragán Diseño de Joyas es una de las marcas que se encuentran en el ‘market place’. Vende bisutería y accesorios elaborados en plata: aretes, pulseras, collares, anillos, tobilleras, prendedores, entre otros. “Me motivó la apertura que dan a emprendedores que elaboramos nuestros productos a mano”, comenta Fernanda Barragán, creadora de la marca de joyas.

    Cristina Elizalde, fundadora de la plataforma de comercio electrónico Wiksi, cuya operación dirige desde la ciudad de San Francisco, EE.UU.
    Cristina Elizalde, fundadora de la plataforma de comercio electrónico Wiksi, cuya operación dirige desde la ciudad de San Francisco, EE.UU.

    I’m Green es una marca que elabora fundas en algodón para llevar el pan o los vegetales, con el fin de evitar el uso de las bolsas plásticas en supermercados. Además, confecciona servilletas de tela y toallas de cocina. La marca entró en el comercio electrónico de la mano de Wiksi, desde que el canal digital abrió sus puertas. “La página es muy amigable. Nos ha ayudado a darnos a conocer”, dice la artesana Elizabeth Mera.

    Por cada venta que se logra a través del portal, Wiksi obtiene el 3% de la ganancia. Al momento hay alrededor de 3 000 productos y se están vendiendo un promedio de 100 al mes. “La pandemia nos ayudó mucho, porque ahora hay más confianza en el comercio electrónico. Una cuenta en Instagram no es suficiente. Los emprendedores quieren tener su botón de pago”, comenta Elizalde.

    María José Guevara, quien reside en Quito, es una cliente frecuente de Wiksi. Ha comprado unos aretes tejidos a mano, mascarillas de tela, una almohada para bebé y varios regalos de Navidad, como portavasos y bombillos personalizados con nombres. “Es muy cómodo comprar en línea, especialmente por la pandemia. La página es muy fácil de usar y los productos son de muy buenos acabados”, comenta.

    Otra compradora, María José Cañizares, adquirió hace tres meses un bolso tejido, estilo cartera, que envió como regalo a su hermana, en Alemania. “Son productos diferentes”, destaca la usuaria, quien tiene previsto hacer otras compras en el portal por Navidad.

    El equipo de Wiksi está conformado por siete personas. En mayo pasado, Cristina se asoció con Gracia Cajas, quien se encuentra en Quito y se encarga de la logística de envíos. La firma ofrece capacitaciones mensuales a sus emprendedores, sobre ventas en línea, fotografía de productos, empaques, entre otros temas.

    La compañía, que está facturando entre USD 1 000 y 1 500 al mes, se expandió desde noviembre pasado a EE.UU., país al que exportó hace unos meses cerca de 300 productos elaborados por los artesanos de Wiksi, que se venden en la página warmikuna.com para el mercado estadounidense.

    ‘La empresa ha crecido gracias a la pandemia’ 
    Cristina Bejarano / Encargada del área contable.
    Soy Ingeniera en Contabilidad y Auditoría, de la Politécnica Salesiana. Ingresé a trabajar en Wiksi a mediados del 2019, tres meses después de que se fundó. Cristina me comentó sobre la empresa y me pareció muy interesante el proyecto, el año pasado aún era poco común un comercio electrónico como este. Me encargo de la contabilidad. Todo es por facturación electrónica. Los vendedores suben su facturas al sistema contable de Wiksi y yo las descargo, hago las retenciones y las declaraciones mensuales en el Servicio de Rentas Internas, y anualmente el impuesto sobre la renta anual. Todos los 15 de cada mes, presento los balances de cierre del mes anterior. Desde el comienzo he estado teletrabajando. No tengo horario fijo, pero estoy en comunicación a diario por WhatsApp. Siempre estoy disponible. Me ha ido súper bien. Cristina y Gracia son excelentes personas. La empresa ha crecido gracias a la pandemia. Sí me ha gustado como experiencia laboral, es algo diferente porque no voy a una oficina. Todo se hace ahora por Internet.

    Fernanda Barragán elabora joyas y accesorios en plata, que se venden en Wiksi. La tienda también ofrece adornos hechos a mano para el hogar. Fotos: J. Estrella / LÍDERES  y  Cortesía Wiksi
    Fernanda Barragán elabora joyas y accesorios en plata, que se venden en Wiksi. La tienda también ofrece adornos hechos a mano para el hogar. Fotos: J. Estrella / LÍDERES y Cortesía Wiksi
  • Emprendedores tienen su espacio en un ‘mall’

    Diana Serrano (i)  
    redaccion@revistalideres.ec

    Cada fin de semana, la plaza principal del centro comercial Paseo San Francisco se llena de colores y aromas con la diversidad de productos, que ofrecen 60 emprendedores.

    Este espacio se llama Farmers’ Market, el cual abrió sus puertas en enero del año pasado y desde entonces ofrece hortalizas, carnes, frutos secos, lácteos, mermeladas, miel, entre otros insumos artesanales.

    La idea surgió a finales del 2017 con el objetivo de crear un lugar de comercio diferente, que aporte al desarrollo económico, la visibilización de emprendimientos y la alimentación saludable.

    Primero se realizó un estudio de mercado, el cual concluyó que el sector de pequeños productores y emprendedores estaba desatendido en la ciudad y en Cumbayá existía el deseo de tener una opción diferente a los supermercados habituales, donde hay una mediación para llegar al cliente, explica Jorge Gómez, presidente del centro comercial.

    Para arrancar con el proyecto, se tuvieron que adecuar espacios y trabajar en el fortalecimiento de la marca, con la entrega de uniformes para los productores, así como tener en cuenta otros detalles como bolsas de compras con el logo de la feria.

    “La idea no era solo darles un espacio, sino hacer algo estéticamente placentero para que el comprador tenga una experiencia agradable”, dice Gómez.

    En un inicio, este espacio contaba con 40 expositores por cada fin de semana. En la actualidad, el número creció a 60.

    En el primer año de funcionamiento de la iniciativa, varios emprendimientos han podido darse a conocer en el sector.

    “Hay gente que ha sabido responder al reto y han entendido la importancia de construir una relación con el cliente. También hay personas que vieron el espacio solo como una oportunidad inicial de abrir mercado para sus productos y otros que no pudieron mantener la frecuencia de la asistencia”, detalla Gómez.

    Sin embargo, el 60% de los expositores, que están desde el inicio del proyecto se mantiene hasta la fecha. En marzo, José Tobar se incorporó a este espacio con su negocio Tob yogurt griego. En este lugar ha podido dar a conocer su producto, a través de degustaciones y ha logrado fidelizar clientes.

    Además, esta experiencia ha permitido el crecimiento del negocio y le ha abierto puertas para comercializar el yogurt en otros puntos de venta en Quito y Cumbayá.

    En la oferta de expositores también hay historias de éxito e innovación como el caso de Marullacta, un negocio que cuenta con certificación orgánica y que, por sus productos lácteos, tiene reconocimiento internacional.

    Los integrantes de Farmers’ Market pagan un arriendo mensual por su puesto y tienen contratos trimestrales, para garantizar su asistencia regular. Los ingresos por las ventas van directamente a cada productor.

    Poco a poco, la iniciativa se popularizó entre los visitantes del Paseo San Francisco, quienes acuden frecuentemente a este lugar no solo por la oferta permanente del ‘mall’, si no también para hacer sus compras en la feria artesanal.

    La cifra de visitantes por día es de aproximadamente 2 500 personas, asegura Gómez.

    Por lo menos una vez al mes, Niefar Calancha visita Farmers’ Market para comprar frutos rojos orgánicos, salsas artesanales y vino de mortiño. “Aquí puedo adquirir productos novedosos y saludables y, lo mejor, a un buen precio”, afirma. Este comprador destaca la facilidad de pago de sus compras, ya que los emprendedores tienen un ‘data fast’ para las compras a crédito o con débito.

    Hace poco, en la feria se incorporó un espacio para que chefs puedan preparar platos con los productos que ofrecen los productores y que los asistentes puedan aprender también de esta demostración. Se realiza todos los domingos.

    Para este año, el reto de los impulsores de Farmers’ Market es fortalecerlo, tras entender los requerimientos de los participantes y las necesidades de los clientes.

    Jorge Gómez, presidente del Paseo San Francisco, señala que Farmers’ Market ha sido un impulso para los productores artesanales del país. Foto: Eduardo Terán / LÍDERES
    Jorge Gómez, presidente del Paseo San Francisco, señala que Farmers’ Market ha sido un impulso para los productores artesanales del país. Foto: Eduardo Terán / LÍDERES
  • Muebles artesanales con identidad andina

    Redacción Quito

    Contenido intercultural

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    Pequeñas comunidades indígenas de siete provincias la sierra centro sur y de la costa son el núcleo de un trabajo artesanal. Los integrantes de estas comunidades elaboran muebles artesanales que se comercializan en Quito y son parte del Centro Artístico Don Bosco.

    Gabriele Dalle Védove es el dirigente de este centro artístico que tiene el apoyo de la Operación Mato Grosso, una organización no gubernamental italiana que colaboró para que se puedan implementar talleres en las comunidades de Chinaló, Angamarca, Celen, Isinliví, Guanazan, Tenta y Cuatro Esquinas.

    El propósito de este proyecto consiste en crear fuentes de trabajo en provincias como Bolívar, Cotopaxi, Guaranda, Loja y Manabí. Además se evita los flujos migratorios involuntarios.
    Bajo la dirección de Dalle Védove se formaron carpinteros y ebanistas durante la década del noventa. En estos talleres se desarrolló una línea de producción de comedores, escritorios, libreros, mesas, camas, entre otros.

    En el año 2000 se inauguró un local ubicado al norte de Quito para comercializar el mobiliario elaborado en esas comunidades.

    En el establecimiento se exhiben los muebles de fabricación artesanal en madera maciza sin clavos. La temática evoca a paisajes andinos tallados a mano.

    Cristina Gadaleta, vocera del emprendimiento, explica que cada mueble tiene su identidad y que el cliente adquiere una pieza única, debido a que no se realiza una producción en serie. Además, cada mueble lleva el nombre del artesano que realizó la obra.

    El Centro Artístico Don Bosco también cuenta con una línea de arte sacro. En esta colección se encuentran crucifijos de pared, figuras de madera de vírgenes, espejos con temática religiosa en el marco e incluso se fabrican retablos para iglesias. Las obras de temática religiosa tienen una mayor venta en la provincia de Loja.

    Dalle Védove comenta que tienen una demanda de muebles bajo pedido. En ese proceso se conversa con el cliente para conocer sus necesidades; con esta información se realiza un boceto inicial que es presentado al cliente y se acuerda un precio. Posterior a esto Dalle Védove realiza un dibujo final con las medidas y detalles específicos. Este plano es enviado a los talleres de las comunidades para su fabricación.

    La elaboración de cada mueble tiene un tiempo de uno a tres meses, aunque este tiempo varía según las dimensiones del pedido.

    Los precios, en promedio, varían según el tamaño. Se puede encontrar una cama en USD
    1 000 o 1 200; veladores desde USD 200; mesas entre USD 900 y 1 200; ó sillas de USD 100 y 140

    Dalle Védove explica que el tipo de mueble de madera maciza no es muy comercial. Especifica que se trata de un mueble artesanal con un alto nivel de detalle. “No existe un sistema de producción en masa, por lo contrario cada artesano fabrica una obra completa en su totalidad, de esta manera se asegura el valor artístico de cada obra”, dice el dirigente.

    La técnica del arado está presente en cada obra. Este método que se asemeja a una parcela de tierra recién arada le da una textura diferente a la madera. Este elemento artesanal está presente en cada obra que se vende.

    Estos muebles son fabricados con madera de tangare y seike. Los sectores de donde obtienen la materia prima son aprobados por el Ministerio del Ambiente, comenta Dalle Védove.

    Actualmente este emprendimiento trabaja en la actualización de su página web para ofertar sus muebles por medio de un catálogo virtual. Con esta herramienta tienen proyectado ampliarse a todo el país.

    Cristina Gadaleta observa los muebles elaborados en las comunidades. Foto: Alfredo Lagla / LÍDERES
    Cristina Gadaleta observa los muebles elaborados en las comunidades. Foto: Alfredo Lagla / LÍDERES
  • Con las paletas artesanales se abre mercado

    Redacción Quito

    Innovación en la combinación de sabores frutales fue la motivación para abrir La Paletería by Alex. El establecimiento ofrece paletas (helados) elaborados de manera artesanal.

    Los colores que nacen de la fusión de sabores entre naranja y fresa, o las paletas en forma de corazones, caras felices o de patas de animales del producto -porque también se elaboran paletas para el consumo de mascotas– son algunos de los valores agregados que tiene el emprendimiento indica Alexandra Bedoya, propietaria del establecimiento.

    La quiteña de 25 años y máster en Comunicación Organizacional graduada en la EAE Business School en España, cuenta que la iniciativa de ponerse este negocio surgió durante un viaje de vacaciones a Bogotá (Colombia) hace dos años, donde las paleterías están en boga.

    La idea de este negocio cada vez se hacía más fuerte y por eso, en septiembre del 2015, Bedoya viajó a México para aprender el arte de la paletería, la fusión de sabores, y buenas prácticas de manufactura. Posterior a este viaje se dirigió a Italia para cotizar las máquinas para instalar en el emprendimiento.

    Desde enero del 2016, el proyecto pasó por un estudio de mercado para determinar si los consumidores conocían lo que eran las paletas, los sabores que más gustaban entre otros aspectos. Con los resultados, Bedoya inauguró el primer local de La Paletería by Alex en mayo anterior.

    El establecimiento está ubicado en el norte de Quito, y además de haber decorado el sitio para que los clientes disfruten de su producto en el lugar, el local también es ‘pet friendly’. Es decir, que las mascotas pueden probar una paleta de banano o sandía con sus dueños. La receta de este producto fue supervisada por un veterinario, detalla Bedoya.

    Además de la combinación de frutas, crema o yogur 100% natural, la quiteña explica que su emprendimiento tiene otros valores agregados como la personalización de las paletas, que incluso la pueden tomar personas diabéticas o hipertensas porque son libres de gluten y azúcar.

    A la fecha, La Paletería by Alex ofrece 45 sabores y estos se elaboran en la planta de producción ubicada en el local del norte de Quito. Para la fabricación de un molde que contiene cuatro paletas se demora cuatro horas en refrigerarse. Y se lo realiza bajo la supervisión de personas expertas en la cocina. Al momento de ofrecerlas al público, el producto puede estar en vitrina solo 24 horas: “lo que da la garantía de que las paletas son frescas”, detalla Bedoya.
    En ingredientes, La Paletería By Alex tiene algunos proveedores en el Mercado Mayorista y con plantas lecheras industrializadas. Solo el chocolate es importado con distribuidores.

    Wilson Matabay es vendedor de una empresa láctea privada. Él le provee al emprendimiento de dos quintales de leche en polvo con cero grasa desde hace tres meses; explica que lo bueno del producto con este ingrediente es que contiene proteína.

    En julio de este año, La Paletería by Alex abrió un local en Cumbayá. Y al ver la aceptación de los quiteños, Bedoya planifica tres estrategias como la creación de nuevos sabores, la posibilidad de abrir locales en el sur de Quito y Guayaquil y darle fuerza al negocio en las redes sociales.

    Foto: Paúl Rivas / LÍDERES Alexandra Bedoya es la propietaria de La Paletería by Alex. El local oferta paletas artesanales de frutas.
    Foto: Paúl Rivas / LÍDERES
    Alexandra Bedoya es la propietaria de La Paletería by Alex. El local oferta paletas artesanales de frutas.
  • Los diseños artesanales se destacan en la ropa infantil

    Redacción Quito  (F)
    F-Contenido Intercultural

    Un poncho elaborado en alpaca y algodón, con colores como fucsia, lila y tomate para niños, o un overol con tejidos otavaleños es la nueva propuesta de Wuawua. Esta marca diseña y confecciona una línea de ropa infantil, con una característica esencial: destacar las diferentes culturas del Ecuador.

    Denisse Cabrera es la mente ‘maestra’ atrás de estos diseños. Esta socióloga de 31 años, incursiona en el mundo de la moda con otras marcas para hombre y mujer, en su tienda BO EM ubicada en Cumbayá, al nororiente de Quito. Aquí, muestra la línea de zapatos para hombre Toddel.

    Pero, en octubre del año pasado, decidió elaborar las prendas infantiles para edades de seis meses hasta seis años, porque lo vio como una oportunidad para ganar espacio en un mercado que es totalmente nuevo, dice.

    En los diseños de los tejidos artesanales de esta marca, también agregó distintivos de otros países como México, Honduras y Panamá. Para este proyecto, Denisse Cabrera invirtió, junto a Milagros Peralta, quien hace los nexos comerciales con tiendas en Miami (EE.UU.), la cantidad de USD 500.

    Con este dinero adquirieron la tela de algodón, alpaca, fajas otavaleñas para 25 prendas de la primera colección de Wuawua. Con todo el material listo, Daniela Cabrera se puso manos a la obra y empezó a dibujar los bosquejos de cómo debiera ser esta colección infantil. Por ejemplo, para las niñas, los vestidos deben llevar colores llamativos y fuertes, como el turquesa, amarillo, o verde. Estas prendas van acompañadas de tejidos con hilo, o las fajas otavaleñas que se colocan en la cintura de las niñas.

    Para los últimos elementos, Wuawua trabaja con cuatro comunidades de Otavalo, y para los decorados en los vestidos, con artesanos de Pichincha. En total, se crearon cuatro plazas de trabajo con este emprendimiento.

    Esther Delgado es modista y trabaja hace 10 años con Denisse Cabrera. Su taller ubicado en la av. Amazonas, en el norte de Quito, es el centro de operaciones para el corte y confección de algunas piezas de Wuawua.

    Desde noviembre del año pasado, Delgado empezó a pegar los bordados otavaleños sobre los vestidos infantiles. Esta quiteña de 56 años comenta que por semana se demoró entre dos o tres horas para armar los diseños.

    En enero pasado, Wuawua empezó la venta de esta colección infantil. Sus ingresos hasta febrero registran USD 200. De este monto, el 30% se destina para la compra de insumos, especialmente la tela de 100% de algodón, porque sus prendas deben cuidar la piel de los niños, explica Cabrera.

    Asimismo, la diseñadora comenta que los diseños se envían a domicilio vía correo.
    En este año tiene el objetivo de aumentar producción y facturación e invertirá USD 3 000. Con este dinero se elaborará una página web, para el posicionamiento de la marca. A su vez, producirán otra colección en los próximos meses para niños y niñas desde un año hasta ocho años de edad.

    Aquí se concentrarán en tener bordados y tejidos de otras comunidades del país, además de vender la marca en el exterior.

    Denisse Cabrera elabora la línea infantil Wuawua. Estos diseños exhiben tejidos artesanales de comunidades otavaleñas y de Pichincha. Foto: Pavel Calahorrano/LÍDERES
    Denisse Cabrera elabora la línea infantil Wuawua. Estos diseños exhiben tejidos artesanales de comunidades otavaleñas y de Pichincha. Foto: Pavel Calahorrano/LÍDERES
  • Jabones con eucalipto, lavanda, canela…

    Redacción Cuenca

    Mezclas de miel, cardamomo, jengibre, canela y chocolate se huelen en el taller Lupuna. No es una dulcería, sino una iniciativa que elabora jabones artesanales orgánicos.

    En el 2011, María José Trujillo y Silvia Chiva Sánchez identificaron una oportunidad de mercado porque los jabones que veían en los locales comerciales se caracterizaban por las esencias artificiales y los colorantes. Por esa razón, estas cuencanas invirtieron USD 200 en la compra de moldes y plantas medicinales como eucalipto, lavanda, altamisa, canela, hierbaluisa, entre otras, para extraer los aceites y esencias.

    Con glicerina e imaginación comenzaron a moldear jabones en forma de corazones, flores, figuras de buda, paletas y cualquier forma que pedían los clientes. Al inicio, la facturación era de USD 50 al mes; ahora subió a 200.

    Las ferias ecológicas y los mercados artesanales son sus vitrinas para exponer los productos. Otra estrategia fue mezclar esencias como limón y té, chocolate con menta, leche y canela. Estas combinaciones no se realizan al azar, dice Sánchez, sino que son funcionales.

    Por ejemplo, para exfoliar la piel se recomienda un jabón de café; para el rostro de avena, para los pies de piedra pómez… «Nuestros jabones son orgánicos, con esencias naturales, por lo que no producen excesiva espuma, sino que cumplen una función de limpieza, sin maltratar», señala Trujillo.

    Carolina Salinas compró los productos en octubre pasado y se siente satisfecha. Además, destaca las fragancias y formas decorativas como frutas, animales…

    Lo que más disfrutan de su trabajo es la exploración de nuevas hierbas, frutas y flores para crear productos como el jabón para perro con altamisa.

    María del Carmen Montezuma conoció este año, los productos de Lupuna. Lo que más compra son los jabones de coco y maracuyá por su fragancia y porque no maltratan su piel.

    La oferta

    El mercado. Silvia Sánchez y María José Trujillo, desde hace un año, atienden compromisos sociales. Elaboran jabones en forma de bebés para baby showers, rosas para matrimonios…

    La materia prima. El taller está lleno de tallos, flores y especias con las que estas emprendedoras elaboran sus creaciones.

  • LuGel compite con velas de marcas importadas

    Redacción Guayaquil

    Las velas de gel se pusieron de moda, como elemento decorativo, en el 2002. En ese año, María de Lourdes Cañizares, atraída por esta tendencia, investigó cómo se elaboran y de dónde proviene la materia prima. Así nació LuGel, un emprendimiento que lleva 11 años en el mercado guayaquileño.

    Cañizares aprendió a elaborar velas de gel y de cera, de manera artesanal.

    En una cocina y usando ollas, derretía cera para luego darles diferentes formas. En el 2006 y con más experiencia, lanzó una línea de velas corporativas. «Las empresas se interesaron en mi producto para darlo de recuerdo en sus ferias, conferencias, fiestas…», recuerda. Los contratos los obtenía por recomendaciones de sus conocidos, así fue ampliando su cartera de clientes. «Normalmente yo le doy opciones de modelos de vela. La variedad es lo que atrae al cliente», expresa.

    En el 2011, Cañizares se asoció con sus sobrinas: María del Pilar y María Cristina de Icaza. Las tres aportaron con un capital de USD 80 000. El objetivo fue crear una línea de velas de cera aromáticas de calidad, que pudiese competir con las marcas importadas. Con la inversión, las socias de LuGel adquirieron una máquina de envasado de velas. Esto reemplazó la labor artesanal.

    «Queríamos crear un producto de calidad, con un diseño único», comenta Cañizares. Luego de seis meses, concretaron la idea: una línea de velas que representara a las cuatro regiones del país.

    «Lo más difícil fue escoger un nombre para la colección, finalmente salió Scálida (de cálido). Queríamos un nombre que englobe lo que es Ecuador», cuenta Cañizares.

    Scálida tiene cuatro modelos de velas ecológicas. Por ejemplo, la de Costa tiene diseños de caracoles y una mezcla de leche de coco fresca, limón y lima. La de la Sierra evoca la flora y fauna de esa región con un aroma de canela, vainilla, sándalo, mandarina y otras especias.

    Este emprendimiento factura, en promedio, USD 10 000 mensuales. Las velas se distribuyen en 8 locales de Guayaquil. Para finales del año, LuGel prepara una línea de velas aromáticas para spa.

    El negocio

    Producción. LuGel fabrica 250 velas por semana. La producción se realiza por pedidos.

    Materia prima. Utiliza cera ecológica de soya y esencias que son importadas de EE.UU.

  • Productos artesanales de las manos de una nutricionista

    Redacción Guayaquil

    Cuando Diana Celi, nutricionista machaleña, buscaba opciones de alimentos saludables, libres de químicos y preservantes, para preparar recetas veganas, siempre se llevaba una decepción. O el producto era muy caro o no lo encontraba en las perchas de las tiendas y supermercados.

    Productos como la leche, harina o queso de avellana; el tofu, las semillas de chía o la sal marina (baja en sodio), no son fáciles de encontrar, cuenta esta machaleña radicada en Guayaquil. Por ello, decidió aprender a prepararlos en su casa; cuando sus amigos probaron los platillos elaborados con estos productos, la animaron a comenzar un negocio.

    «Les encantaba y me pedían, por favor, vende», recuerda la emprendedora.

    Fue en abril que Celi abrió una cuenta en la red social Instagram y lanzó su negocio, Life Choice, con USD 1 000 de inversión, en ingredientes y empaques. Así, comenzó a preparar los productos en la cocina de su casa, ubicada en la vía Samborondón, con una ayudante.

    Desde entonces sus seguidores en esta red social se han incrementado y ya tiene más de 1 580, al igual que sus clientes, que ya no solo son sus amigos; calcula que tiene unos 170 clientes. Aunque no todos son fijos, dice, la mayoría de ellos son deportistas o personas intolerantes a determinados productos, por lo que la vuelven a buscar con regularidad.

    Laura Paladines, por ejemplo, tiene problemas renales y no puede tomar leche de vaca. «Me gusta comer sano y la leche de almendras que ella vende es rica, sana, baja en grasas. Hay marcas de leche de almendra en algunas tiendas, pero la de ella es artesanal y es mejor», cuenta.

    Leche de almendras, leche de chocoalmendras, leche de soya, queso de almendra, tofu, mantequilla de almendra, crema de chocoavellana, harina de almendra, sal marina (sal de mar, baja en sodio) cacao en polvo orgánico sin azúcar, fundas de frutos secos y de semillas de chía, son los productos que Celi vende a domicilio. Los precios de los productos van entre los USD 5 y 15.

    La inversión mensual para elaborar los productos es de unos USD 900, con un 35% de ganancias, dice la emprendedora.

    La mayor parte de las entregas que Celi hace son en Samborondón, en la ciudadela Puerto Azul y en las urbanizaciones de vía a la Costa. Pero desde este mes, distribuirá sus productos en Crossfit Machete, en la ciudadela Kennedy y en agosto en la tienda Orígenes, en Puerto Azul.

    La oferta

    Los productos. El queso de almendra cuesta USD 10, el litro de leche de almendra, en cambio, USD 5.

    El valor agregado. Cuando Celi recepta un pedido, asesora a sus clientes con recetas que pueden preparar con sus productos.

  • Qantu rescata en sus jabones el aroma tradicional del país

    Redacción Quito

    En la tradición indígena, qantu es una flor que al secarse se convierte en un colibrí. Es el símbolo del resurgimiento de la vida.

    Esta leyenda inspiró a Karina Díaz a iniciar un emprendimiento. Se trata de los jabones artesanales Qantu. La iniciativa rescata las plantas tradicionales del país, como el romero, hierbaluisa, ciprés, maracuyá, manzanilla, entre otros.

    Para aprender el arte de la jabonería, Karina contactó en marzo del año pasado a artesanos españoles, que son los maestros por antonomasia de esta actividad. Luego de ensayar recetas y mejorar la fórmula que duró unos siete meses, decidió instalar una pequeña mesa en la feria de comercio justo que se realiza en el Centro Comercial La Esquina de Cumbayá. «Me contacté con mucha gente de afuera, lo cual me permitió mejorar el producto», comenta la microempresaria.

    Los artesanos que se congregan en este sitio se convirtieron pronto en sus proveedores. «Nos proveen de cacao orgánico, de aceites de ajonjolí, de manteca de coco y otros», recuerda Belén Herrera, socia de la iniciativa.

    Los productos también se vendían a amigos y familiares que pronto se convirtieron en sus fans número uno. El emprendimiento nació de una necesidad personal. «No encontraba un jabón que me guste, muchos me resecaban la piel y pensé en fabricar uno a mi gusto», recuerda Karina.

    La joven empresaria, quien se define como una emprendedora en potencia, dice que el crecimiento de ventas la impulsó en diciembre pasado al abrir una tienda en La Esquina.

    Con ello, requirió contratar personal, pero lo hizo con un enfoque social. Así fue como llegó María Soledad Llerena, su vendedora estrella. «Buscamos gente que en otros sitios ya no les quieran contratar por la edad, pero yo creo que son más productivas».

    Por ahora, el emprendimiento es una tarea adicional a una agencia de publicidad que Karina abrió hace algunos años.

    Pero ella espera que la iniciativa se desarrolle y la meta que se ha trazado es la exportación. Actualmente, está en proceso de constitución de la empresa.

    Lola Valencia es una de sus clientas desde que empezó a fabricar y vender en la feria de La Esquina. «El producto es fresco, los jabones son aromáticos y más que nada son naturales y orgánicos».

    La clienta compra para uso personal y regalo unos USD 15 mensuales. «En Navidad les regalé a mis amigas estos productos y causaron sensación».

    La producción

    Los insumos. El 80% de insumos de sus productos es local.

    Los productos. Jabones y cremas.

    Los objetivos del negocio. La iniciativa busca abrir más locales y, en el largo plazo, exportar.

    6 000 dólares fue la inversión inicial de este emprendimiento.