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  • Horario flexible ¿fin de los atrasos?

    Arturo Castillo

    para Líderes (O)

    Cada quien tiene sus propias fantasías acerca del trabajo ideal. Horarios ideales, distancias ideales; el mejor salario, los jefes más buena gente, los compañeros más frescos.

    Y tiene que ser una fantasía, porque la realidad se plantea de manera totalmente distinta. Aun aquellos que aman lo que hacen, tienen que conformarse con jefes controladores y autoritarios, con horarios rígidos; con salarios de supervivencia, con compañeros de pesadilla.

    Pero si es cierto que ‘se trabaja como se vive’, quien sueña con un trabajo ideal, también sueña con una vida ideal. La realidad, su realidad, no es algo que le agrade, que esté dispuesto a aceptar.

    Desde luego, está en la condición humana soñar con una realidad mejor, con situaciones excepcionales. Pero también es conveniente, en ciertas circunstancias, hacer de aguafiestas para sí mismo, preguntarse si se está simplemente escapando de la realidad, mientras se dejan las cosas exactamente como están.

    Asumiendo que el trabajo soñado es un privilegio de pocos, ayuda muchísimo, sin embargo, el que las empresas hagan las relaciones con sus trabajadores lo más llevaderas posible. Concretamente, los horarios flexibles, que algunas compañías están adoptando, pueden tener una importante incidencia en la cotidianidad de los sujetos. Cuestiones como llevar los chicos a la escuela, resolver las continuas tardanzas de la empleada, sin tener que llegar al trabajo todo el tiempo atrasados.

    El régimen mañanero de ejercicios en el parque, largamente aplazado; disfrutar del sexo diurno, o simplemente dormir un poco más. Darse tiempo para preparar una comida decente para llevar al trabajo. Quizás utilizar el horario flexible para buscar nuevas oportunidades laborales.

    La medida es inteligente y no compromete el normal funcionamiento de las empresas. La gente trabaja las ocho horas, de una u otra manera. Puede hacer acrobacias con el calendario y los horarios; puede simular que entra más tarde que los jefes, pero nada le libra de las 40 horas laborables.

    Además, la flexibilidad no es tal naturaleza que relaje el orden. No todo el mundo puede volverse ‘flexible’ en sus horarios.

    El sentido no es que el ritmo cotidiano se vea contrariado, la preciada rutina. Planificaciones, reuniones de trabajo, programas de capacitación; tiempos de entrega de productos, servicios, balances, informes. El equipo debe estar completo, al mismo tiempo, en el mismo espacio.

    Seguramente, la flexibilidad es más aplicable en tiempos de baja producción; a menos que se implemente un sistema de escalonamiento de responsabilidades, con personas capaces de asumir, justamente con flexibilidad, diversas tareas, de modo que las cosas fluyan como habitualmente.

    Pero, pensando de manera más inmediata, el solo hecho de que la flexibilidad acabe con los atrasos, dolor de cabeza cotidiano, constituye una ganancia.

    También debiera ser un alivio para los jefes, que no tendrán que estar sobre los atrasados crónicos. Con el ‘flex time’ se flexibiliza la actitud, se desatan los nudos de la rigidez; ganan todos.

    El solo cambio de perspectiva, el tránsito de la imposición a la negociación, manteniendo objetivos comunes, hacen la diferencia entre las empresas de avanzada y las que se quedaron atrapadas en el pasado.