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  • Bacterias y hongos son la materia prima de trabajo

    Carolina Enriquez

    Redactora (I)

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    La investigación es la base de esta empresa. Ecocycle Biotech se dedica a la fabricación de insumos agrícolas con alto valor agregado a partir de bacterias y hongos.

    Si bien esta compañía, de marca ECB, se constituyó en 2015, el proceso investigativo arrancó años antes. Fabricio Reinoso, Manuel Suquilanda y Francisco Zurita son los socios que la conforman; los tres aportaron con sus conocimientos sobre innovación, agronomía y administración.

    “Fabricio trajo la idea de Medellín luego de regresar de sus estudios de maestría. Se dio cuenta de que el segmento de productos para la agricultura y la alimentación orgánica era uno de los de mayor crecimiento”, explica Zurita. Reinoso y Suquilanda se dedicaron a la investigación y al desarrollo de los productos; el tercer socio se incorporó en el 2016 y fue quien se encargó de dar forma a la iniciativa y volverla comercial.

    La inversión inicial fue de unos USD 400 000, que incluyeron investigaciones, equipos, trámites y permisos de funcionamiento. La compañía se centra en tres elementos: alta eficiencia de los productos, equipos de trabajo que entienden las necesidades de los clientes y aplicación de conocimientos en varias áreas.

    Actualmente, la oferta incluye seis productos certificados y validados para la agricultura orgánica, aunque también pueden usarse en el mercado convencional. Se trata de insumos que obligan a cambiar el chip del agricultor porque ya no son solo tratamientos curativos, sino preventivos.

    Los insumos se encuentran en dos líneas: biocontroladores y biofertilizantes. Los primeros son plaguicidas, insecticidas, fungicidas, entre otros; los segundos brindan los nutrientes que las plantas necesitan para crecer.

    Ninguno de estos productos es químico. La empresa cuenta con alrededor de 41 cepas nacionales, entre bacterias y hongos; estas sirven para prevenir o dar soluciones a cultivos propios del país.

    El primer producto que desarrolló la firma se llama Eficax. Es un insecticida de amplio espectro que han usado agricultores como Ana María Andrade.

    “Trabajamos con la empresa hace unos seis meses. Compro todo tipo de bioinsumos: insecticidas biológicos, Bactoterra para mejorar el suelo, productos para el control de hongos, etc. Esto se aplica en mi finca de palma y maracuyá, ubicada en el sector de La Concordia”, dice Andrade. Ella añade que los productos de ECB han aportado para evitar enfermedades en las plantas y generar un cuidado natural. “Eso permite el equilibrio en los cultivos”.

    Otros clientes son productores de banano, cacao, café, flores, papaya, guanábana, papa, entre otros. En menor cantidad gente que tiene pasto para la ganadería.

    Cuando la firma inició tenía tres clientes y hoy suma 60 (grandes y pequeños, productores para la venta local y exportación). Sus bioinsumos se venden en presentaciones de litro, galón y caneca.

    La comercialización es personalizada. Cuatro vendedores, quienes también son agrónomos, viajan a las zonas agrícolas para colocar la oferta; ellos brindan soluciones directas al agricultor y asesoran en cualquier duda que tuvieran.

    Otro de los clientes de Ecocycle Biotech es el Ingenio Azucarero del Norte. “Trabajamos con ellos hace dos años por la presencia de plagas (dos tipos de insectos). Son insumos amigables con el medioambiente. Ahora como estamos con el problema de que hay menos abejas es necesario usar menos químicos. Hemos tenido buenos resultados”, explica Silvia Anangonó, administradora de hacienda del Ingenio.

    Para desarrollar nuevas soluciones, Ecocycle Biotech hace investigación permanente, de corto y largo plazo. En el primer caso, por ejemplo, analizaron la compatibilidad de sus productos con el cobre que se usa en otros de venta general y en el segundo revisan un microrganismo que permitiría mejorar las condiciones de humedad de los cultivos.

    Ecocycle Biotech también hace investigaciones de muestras que mandan clientes puntuales.

    El objetivo de la empresa es emigrar como modelo de negocio. La idea es que en el laboratorio de otro país puedan producir, con sus cepas propias, en base a la metodología ecuatoriana.

    Una imagen de los laboratorios de la empresa, que se encuentran en el sector del antiguo aeropuerto, en el norte de Quito.
    Una imagen de los laboratorios de la empresa, que se encuentran en el sector del antiguo aeropuerto, en el norte de Quito. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
  • Aquí se generan bacterias para sanear las cuencas hídricas

    Redacción Líderes

    El laboratorio de análisis ambiental e inspección Cestta es un orgullo para las autoridades y estudiantes de la Espoch. Al recorrer sus instalaciones, ubicadas dentro del mismo campus de esta casona universitaria en Riobamba, es notoria la juventud de sus 48 operarios quienes, en su mayoría, no superan los 30 años de edad y trabajan en cargos medios y altos de este centro científico.

    En las dos plantas del Cestta se ejecutan el análisis de más de 150 parámetros para aguas, suelos, alimentos, lodos, gases, etc. Con casi una década de operaciones, el trabajo de este laboratorio está facultado por el Organismo de Acreditación Ecuatoriano (OAE), incluso para la determinación de niveles de ruido laboral, estrés térmico en el que se desarrollan las labores, luminosidad, gases y vapores para las distintas certificaciones de higiene industrial.

    Entre los megaproyectos que desarrollan actualmente los investigadores del Cestta está la conformación del mapa de la contaminación de los ríos ecuatorianos. Con máscaras de gas y pipetas, jóvenes como Verónica Gaibor y Rocío Molina analizan los niveles de cromo y plomo presentes en cuencas hídricas, como la del Cutuchi, en Cotopaxi.

    «El Cestta nació por la necesidad latente de empatar la investigación y la transferencia de tecnología con las necesidades de la empresa local e internacional«, indica Roberto Erazo, director ejecutivo del laboratorio.

    Otro de los proyectos destacados del Cestta en este último lustro fue la construcción de su propio biorreactor. Este instrumento para el análisis químico permite generar las condiciones ideales para proliferar organismos celulares como bacterias que se utilizan en la industria. El costo de este artículo de laboratorio bordea USD 500 000. El Cestta lo desarrolló con un presupuesto que no superó los USD 50 000.

    Los microorganismos que se generan en este laboratorio riobambeño son utilizados en proyectos de bioremedación ambiental. En derrames petroleros de la región amazónica, como el del sector Sacha en el 2008 y la recuperación del Estero del Salado (Guayaquil) han intervenido las bacterias del Cestta que se alimentan de metales pesados.

    Según Erazo, uno de los proyectos emblemáticos en los que participarán es la remediación ambiental de la laguna de Colta, en Chimborazo.

    48 es el número de investigadores del Cestta.