Etiqueta: bebé

  • Un accesorio para cargar al bebé de forma tradicional

    Flavio Novillo

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    Con el producto de Nantu, un bebé es envuelto en tejidos artesanales para ser cargado por sus progenitores como se lo hacía cientos de años atrás. Este emprendimiento recrea la forma tradicional en que se lleva al bebé con una adaptación ergonómica.

    Yadira Guanulema es la fundadora. Ella comenta que el negocio empezó en agosto de 2016 como una necesidad que ella sentía para cargar a su hija. El producto consiste en un fular, un pedazo de tela con medidas especiales para envolver a un bebé. El tejido es elaborado artesanalmente con diseños andinos por artesanos de Peguche, en Otavalo.

    Guanulema presentó estos diseños en ferias a finales de 2016. Entre otras menciona la Feria de la Liga de la leche en La Floresta; la Feria de Mujeres Autónomas en la Universidad Andina y la feria Textura, Colores y Sabores.

    La marca presentó dos variedades de portabebés: uno elástico y otro rígido. Guanulema comenta que su portabebé llamó la atención de bastantes parejas que esperaban un hijo. La emprendedora explica que el acto de cargar al niño por medio de un manto está presente en todas las culturas del mundo y permite que la madre realice sus actividades mientras lleva a su bebé cerca. En Ecuador está práctica es más evidente en las zonas rurales indígenas de la sierra y oriente.

    Para el desarrollo conceptual del producto Guanulema utilizó la teoría de la ‘exterogestación’. Este concepto propone que el bebé al nacer necesita sentir el calor y confort que sentía dentro del vientre mientras se adapta al nuevo mundo que lo rodea.

    La dueña de la marca asegura que el fular en el que se envuelve al bebé recrea la posición en la que el niño se encontraba en el útero.La actual tejedora, Matilde Lema, realiza los fulares en Peguche con la técnica artesanal en un tradicional telar de madera.

    En 2017 estos productos entraron en Tikitá, una tienda de artículos infantiles para crianza alternativa. En el mismo año, Nantu sacó al mercado la variedad Mei tai, un portabebé de modelo asiático.

    El producto, que incluye una capucha, tiene mecanismo ajustable con cinturón y tiras para adaptar el panel al tamaño del bebé. Además, sacó a la venta juguetes ecológicos como mordedoras con aro de madera recubierta con laca natural, collar de lactancia y peluches con lana de alpaca.

    Guanulema comenta que se realiza una asesoramiento con preguntas como la edad y peso del bebé, con esta información recomienda el fular adecuado. Lina Santa Cruz conoció del producto en una feria en Cuenca y destaca la comodidad para realizar diversas actividades mientras carga a su hijo.

    Este año los productos de Nantu entraron a Pompon, una tienda de artículos para bebé en Cumbayá. El emprendimiento ofrece tutoriales sobre el uso correcto del fular en Facebook y en su canal de youtube Nantu Respetuoso. La marca tiene un catálogo digital en formato de revista. Actualmente el emprendimiento desarrolla el prototipo de una mochila para cargar al bebé con diseño ergonómico.

    Yadira Guanulema y Luis Carrera son los creadores de este emprendimiento. Sus productos se venden en tiendas de Quito y Cumbayá. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
    Yadira Guanulema y Luis Carrera son los creadores de este emprendimiento. Sus productos se venden en tiendas de Quito y Cumbayá. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • En los productos para bebé encontró una oportunidad

    Diana Chamorro

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    redaccion@revistalideres.ec

    El nacimiento del hijo de Diana Murcia fue también el comienzo de su propio negocio. Al no existir en el mercado una variedad de calzado para su bebé prematuro, esta mamá emprendedora tomó la decisión de hacerlo ella misma. Con una máquina de coser, en un pequeño taller de su casa, creó Kukaramakara.

    Este emprendimiento produce y comercializa calzado y accesorios para bebés, desde recién nacidos hasta 12 meses.

    “Siempre trato de darle un valor agregado al producto y que no solo llegue el zapato sino que, en el caso de las niñas, venga con el cintillo y la pulsera que combinan; y con los niños, el corbatín y corbata”, explica Murcia, quien tuvo que aprender a diseñar y producir sus creaciones.

    El proyecto arrancó con una inversión semilla de USD 500. Este valor cubrió la materia prima y los primeros empaques para su negocio. “Como soy mamá entiendo las necesidades que tenemos las madres y sé lo que les pondríamos y lo que no a nuestros hijos”, agrega esta microempresaria. Por lo que, desde el comienzo, buscó que todos los productos sean elaborados con algodón y materiales hipoalergénicos.

    Pero combinar el trabajo de ser madre y emprender un negocio no fue fácil. “Para ambas tareas se necesita dedicar mucho tiempo; entonces, la clave es ser perseverante. Además, mi esposo y familia me ayudan bastante”, comenta.

    El esfuerzo dio resultados y después de siete meses en el mercado y una inversión total de USD 15 000, ahora cuenta con seis máquinas y tres personas adicionales que colaboran en su taller. Ella se dedica a dar los acabados y el control de calidad.

    La marca tiene 120 modelos de zapatos entre niños y niñas, con una capacidad de producción de 80 zapatos semanales en promedio. Un par de zapatos se comercializa en USD 20, incluidos los accesorios. “Esperamos llegar a producir, por lo menos, el doble hasta llegar a octubre e iniciar la campaña de diciembre, produciendo el triple”, afirma Murcia.

    No cuenta con canales de distribución fijos, ya que su estrategia de ventas se basa en las redes sociales y las redes de contactos entre madres que son clientes.

    Para poder comercializar su producto hacia otras provincias, cuenta con un equipo de seis vendedoras a escala nacional que distribuyen y promocionan el producto en sitios como Morona Santiago, Loja, Guayaquil, Esmeraldas, Los Ríos e Ibarra.

    “Como el resto de distribuidoras, yo soy madre y por lo tanto este trabajo me ayuda a tener más tiempo con mi hija. Es muy gratificante trabajar así ya que se gana bien, pero también uno se puede acomodar a ser mamá”, comenta Carmen Ricaurte, quien distribuye en Quevedo y Valencia.

    En la actualidad mantiene un stock permanente de productos y los clientes pueden comprar de manera inmediata desde la página de Facebook. Murcia espera hasta finales de este año terminar de desarrollar la página web y su tienda ‘online’. Con la idea de brindar “algo más” quiere crear una sección especializada, para que las madres y padres puedan ingresar y conversar entre sí para compartir dudas y experiencias.

    De igual manera, está desarrollando una línea de ropa para niños y niñas de hasta seis años.

    Diana Murcia dice que siempre busca retroalimentación por parte de sus clientes, para mejorar sus productos o para incorporar nuevas ideas. Foto: Julio Estrella/ LÍDERES.
    Diana Murcia dice que siempre busca retroalimentación por parte de sus clientes, para mejorar sus productos o para incorporar nuevas ideas. Foto: Julio Estrella/ LÍDERES.
  • Las compotas para bebé se preparan en familia

    Redacción Quito

    La alimentación de los recién nacidos es un asunto delicado. Eso lo saben padres y madres que seleccionan frutas, carnes y vegetales destinados a elaborar compotas o papillas para bebés.

    Daniela Durán es madre de dos niñas, de 3 y 1 año. Ella cuenta que con su primera hija sufrió para encontrar una papilla a su gusto en cuanto a valor nutricional y sabor. Recuerda que esa situación la vivió con sus dos hijas.

    Ante esa realidad, a finales del 2014 decidió elaborar sus propias compotas, para el consumo de su segunda hija. Pero eso no es novedad, ¿quién no conoce a una madre que con licuadora en mano elabora papillas para sus hijos?

    Pero Durán dio un paso más. Ella invirtió USD 40 en una máquina que permitía llenar tres sobres de compotas. El trabajo lo hacía sola en su casa y al mismo tiempo desarrolló un blog de cocina, que se mantiene al aire en la Web. Además, empezó a averiguar sobre trámites y permisos para la elaboración y comercialización de esta clase de alimentos.

    Así empezaba a inicios de este año el emprendimiento Nana’s Kitchen. La primera clienta de Durán y sus compotas fue una vecina que conocía de sus papillas y le encargó un pedido para su hija.

    Durán, como emprendedora que es, sabe los retos que tiene una microempresa. El mayor, para ella, fue el cuidado en la selección de los alimentos y la higiene en los procesos de elaboración. Por eso, montó una cocina en el norte de Quito con el equipamiento necesario para elaborar las compotas. En el desarrollo de la iniciativa la inversión llega hasta la fecha a los USD 50 000.

    Bárbara Wright compra las compotas de Nana’s Kitchen desde hace unos cuatro meses, por recomendación de una amiga. Ella se declara feliz con el producto y agrega que es una clienta frecuente. “A mi hija, que hoy tiene nueve meses, le encanta el producto, y a mí me gusta que sean orgánicos y elaborados sin preservantes. Es un alimento que recomiendo a toda madre”.

    El trabajo de la microempresa está en crecimiento. Por eso su hermana Melissa se sumó para colaborar en la parte gráfica. Ella se encarga del diseño de los empaques y de la imagen en redes sociales. “Somos perfeccionistas en el producto y en su presentación. Seleccionamos con mucho cuidado los materiales”, dice Melissa.

    Los pedidos se hacen por redes sociales o por vía telefónica. Además, este emprendimiento que oferta 10 sabores de compotas participa en ferias como El Mercadito (Guayaquil) o en el centro comercial La Esquina (Cumbayá). También tiene espacio en negocios como la tienda Sumak, ubicada en Tumbaco.

    Una segunda línea de Nana’s Kitchen es un snack de frutas energizante pensado en los deportistas. Paola Gándara practica ‘trail running’ o competencias de resistencia en la montaña y compra las barras mencionadas.

    Esta joven sufre de hipoglucemia y tiene que cuidar su alimentación. “Probé las barras y encontré un alimento que me daba energía y no afectaba a mi salud. Hago pedidos con frecuencia”.

    Actualmente, estas hermanas y su equipo de trabajo -compuesto por cuatro personas- trabajan para posicionar su producto.

    Melissa y Daniela Durán, en la cocina donde elaboran sus compotas. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Melissa y Daniela Durán, en la cocina donde elaboran sus compotas. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Tejidos con experiencia de tres generaciones

    Redacción Guayaquil

    La habilidad con la que Gloria Aguilera convierte los enjambres de lana en delicados conjuntos de ropa para bebé viene de familia, es un legado, dice.  

    Su negocio Glopardy es marca registrada desde el 2002, y desde el año pasado, las prendas se venden en una isla ubicada en el centro comercial Riocentro Ceibos, en el Puerto Principal.

    Esta guayaquileña de 37 años guarda entre sus recuerdos más preciados de infancia a su abuela, Gloria Ricardi, tejiendo durante horas. “En los viajes que teníamos en familia, para pasar el tiempo me daba un bordado para hacerlo”, cuenta la emprendedora.

    Su mamá, Gloria Paredes, también aficionada por el tejido y la costura, le enseñó a usar la máquina de coser a los 12 años y a esa edad aprendió a hacer blusas que juntas vendían a sus amigas y familiares. Esa habilidad que perfeccionó con el tiempo fue siempre un hobbie, hasta que un día encontró algunas chambritas tejidas de cuando era bebé.

    “Ahí sentí que tenía que dedicarme en serio a esto. Se me ocurrió hacerlo, porque de verdad es algo que puede pasar de generación en generación, y tiene un significado especial para las familias”, comenta la emprendedora.

    Con una inversión inicial de unos USD 2 000, con la ayuda de su mamá y una sola máquina de coser, Aguilera comenzó a vender ajuares para bebés entre sus amigos y conocidos.

    Por la acogida, en el 2007 creó un sitio web en el que los clientes pueden ver un catálogo con las líneas de monitos, ajuares, vestidos, chambritas, zapatos, faldones y lazos para bebés. Además de este espacio, se fueron sumando las redes sociales y las ferias como El Mercadito y Artsenal, en donde Aguilera ha participado como expositora en varias ocasiones.

    En una de estas ferias Alexandra Chancay conoció de Glopardy. Chancay está esperando una niña, y ya cumple nueve meses, “casi toda la ropita que va a tener es de Gloria. De verdad que es lindo todo lo que vende, por la calidad y la delicadeza de los detalles”, dice.
    A pesar de que en el taller de la marca hay unas nueve máquinas tejedoras y de coser, las piezas tienen detalles elaborados a mano, que le dan a las prendas un estilo “del tradicional tejido hecho por la abuelita”.

    Con el incremento de la demanda de este vestuario, gracias a que su marca se volvió popular en las ferias, el negocio de Aguilera produce al mes unos 60 artículos y genera empleo para unas cuatro operarias y dos vendedoras en la isla que abrió en julio del 2014.
    Su mamá continúa ayudándola y ella también trabaja en el taller, aunque suele dividir su tiempo para hacer las entregas y manejar las redes sociales.

    Actualmente, Glopardy extendió su catálogo de productos, no solo vende prendas elaboradas, sino que también ofrece el servicio de fabricación de artículos personalizados, para bautizos por ejemplo, y rediseña aquella ropa ya elaborada.

    “Hay gente que trae la ropita que era de un hijo mayor y me piden que complete el ajuar. Entonces, les buscamos lana parecida, o de pronto le falta una cinta, arreglamos todo eso”, cuenta.

    Los precios de los productos varían de acuerdo con la complejidad de los acabados. Se pueden encontrar vestidos sencillos desde USD 30 y de 65, que tienen pechera con acabados tejidos a mano. Los ajuares, que son los más vendidos, comprenden hasta cinco prendas y cuestan USD 85.

    Romina Ordóñez, que es clienta de Glopardy hace cinco años, destaca que la calidad de las prendas hacen que valga la pena la inversión. “Son tejidos con un excelente acabado. Además, la atención personalizada. Para mi hijo yo compré ropita a su medida y también he comprado bastante para regalos”, comenta.

    Luego de cumplir su meta de abrir un primer punto de venta, Aguilera confiesa que el siguiente gran paso que espera dar es la exportación. La emprendedora ha asistido a eventos organizados por el Instituto de Promoción de Exportaciones (ProEcuador), pero no ha tenido la oportunidad de concretar un negocio, pues no quiere que las prendas pierdan ese toque de delicadeza y personalización que le permitieron crecer en estos 12 años.

    El producto

    Variedad. Glopardy ofrece unas ocho líneas de prendas de vestir para niños de hasta 3 años, pero Aguilera no produce en serie los modelos. Cada producto y talla se repite máximo dos veces. Además, ofrece la opción de prendas personalizadas bajo pedido.

    Para bautizos. Mayaya es el nombre de su línea especial de prendas de vestir para bautizos, con accesorios y ropa para niños de hasta 3 años.

    Alcance. Internet y redes sociales son aliados del negocio. Los pedidos se pueden hacer en el sitio web www.glopardy.com y mediante redes sociales. En Twitter e Instagram se encuentra como: @glopardy.

  • En Japón crean bebé robot para acompañar a los adultos mayores

    Agencia EFE

    Smiby es la nueva apuesta robótica de las empresas en Japón, país con la población más longeva del mundo, para paliar la sensación de aislamiento de los mayores que viven solos.

    Se trata de un bebé ávido de mimos que demanda constantemente la atención de su veterano «progenitor”.
    Smiby mide 44 centímetros de largo y pesa 1,2 kilos. Es de plástico y silicio. Está dotado de un sensor diseñado para reaccionar cuando sus «padres» lo acunan.

    El bebé robot viste un mono blanco aterciopelado, está coronado con un cordón rosa y dos suaves pompones. Ríe cuando lo agarran y sus mejillas se sonrojan cuando está contento.

    También llora si se lo balancea con violencia o se lo deja demasiado tiempo solo. En ese momento sus ojos negros se tornan azules, simulando lágrimas. Si tras un lapso nadie acude a atenderlo, se duerme solo.

    Masayoshi Kanoh es quien dio vida al neonato autómata. El profesor de la Universidad Chukyo de Nagoya explica que desarrolló un robot que no sabe hacer nada con el fin de ofrecer a los adultos mayores un ambiente donde tengan un objetivo vital: cuidar a su robot.

    El proyecto comenzó en 2008, pero no fue hasta 2010 cuando Kanoh comenzó a colaborar con la empresa Togo Seisakusyo. Allí nació Smiby.

    El robot saldrá a la venta a fines de enero y costará 68 000 yenes (511 euros, aproximadamente). Emite 500 tipos de voces, según la situación. Reproduce sonidos de niños de un año que los desarrolladores grabaron durante seis meses.

    Kanoh asegura que aquellos que lo han probado experimentan una «sensación de cariño», y que su expresión y forma, además de su voz, «los relaja».

    Pero Smiby no es el primer robot creado expresamente para la tercera edad por los nipones, que cuentan con la sociedad más envejecida del mundo. Casi 33 millones de personas mayores de 65 años, más de la cuarta parte de su población.

    El más conocido es Paro. Un robot que tiene forma de cría de foca arpa, desarrollado por el Instituto Nacional de Ciencia Industrial Avanzada y de Tecnología nipón. En 2008 sus bondades terapéuticas se reconocieron en el Libro Guiness, año en que se le calificó como el robot más terapéutico del mundo.

    Paro mide 57 centímetros. Está cubierto por piel artificial, se comporta de manera cariñosa cuando se le acaricia. Además, diversas pruebas demostraron sus poderes curativos en personas de avanzada edad, como la reducción del estrés y depresión.

    También existe Tocco. Un robot-peluche con forma de oso panda, que la Universidad de Waseda, en Tokio, creó para asistir a quienes hacen ejercicios de locomoción o rehabilitación. Sus creadores afirman que para las personas ancianas es más entretenido ejercitarse a través de un muñeco de ese tipo.

    Smiby saldrá a la venta a fines de enero y costará 68 000 yenes (511 euros, aproximadamente).
    Smiby saldrá a la venta a fines de enero y costará 68 000 yenes (511 euros, aproximadamente).
  • Club pequeñín sigue creciendo en el mercado sin dejar el pañal

    Redacción Quito

    Desde que abrió su primer punto de servicios en el Quicentro Shopping, en el norte de Quito, hace más de una década, el Club Pequeñín, del Grupo Familia, sigue expandiéndose.

    Según explica Sergio Ochoa, gerente de Marketing de Pequeñín, actualmente se tiene a disposición de los clientes 11 centros de atención gratuitos en el país, diseminados por Quito, Guayaquil, Cuenca, Ibarra y Latacunga.

    El objetivo es que las madres vean un lugar donde puedan ir a cambiar los pañales a sus bebés, cuando estos han hecho de las suyas. A la vez, desde el lado de la empresa, sirve como una estrategia de marketing que apunta a fidelizar a los clientes a través de la prueba ‘in situ’ de los productos del grupo.

    Para acceder a este servicio, no es necesario ser cliente de esta marca, cualquier madre que tenga una emergencia puede acceder a la atención y a los productos. A través de cada uno de estos lugares, pasan alrededor de 7 000 mamás cada mes. La asistencia está confiada en cada local a una parvularia profesional y hasta tres asistentes.

    «Queremos fidelizar al consumidor que adquiere nuestros productos. Regalamos nuestros productos para que hagan la prueba y vean los beneficios de utilizarlo. La respuesta ha sido positiva y por eso hay días en que nuestros locales permanecen abarrotados», dice Ochoa.

    Adicionalmente, a los más pequeños se les enseña a caminar y a socializar con otros niños.

    Para Fátima García, la presencia de estos locales es un salvavidas. «En un par de ocasiones tuve que ingresar de urgencia a cambiar a mi bebé (hoy de 2 años). A veces, en un centro comercial es imposible encontrar espacios para poder cambiarlos. Y un baño no siempre es el mejor lugar. Aquí hay espacio y hasta pañales. Entonces lo veo positivo», señala.

    Otro servicio que se suma a este Club es el de los consultorios médicos, que están atendidos por especialistas. Allí, se pueden resolver las consultas y dudas sobre la salud, desarrollo y cuidado de los bebés. También se realizan permanentemente conferencias virtuales, para que las mamás conozcan cómo proveerle de una estimulación adecuada a sus hijos.

    ¿Y la mascota? Pues es un patito que solo lo pueden ver los más pequeños, no los adultos. «Funciona. La estrategia de mercadeo ha rendido frutos y por eso creemos que todavía tenemos espacio para crecer en otras provincias. Hay mucho todavía por cubrir», finaliza Ochoa.

    Más beneficios Acumulación de puntos. Las madres pueden acumular puntos para canjearlos por productos infantiles. Reciclaje. Los productos desechados se reciclan para obtener materia prima para otras industrias. Con ello se preserva el medioambiente.