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  • Fernanda Fiallo: ‘Las personas debemos cumplir los retos que se presentan’

    Mayra Pacheco

    (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

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    En San Diego, Estados Unidos, a más de 5 470 kilómetros de distancia de Quito, Fernanda Fiallo, gerente General de BioMol Cía. Ltda., combina las actividades que debe cumplir como ejecutiva y su rol de madre. Ha tenido que adaptarse a estar ausente temporalmente de su hogar, por los compromisos de su profesión.

    Fiallo, de 45 años, comenta que por la naturaleza de su trabajo usualmente viaja para asistir a capacitaciones o para vender equipos y reactivos que se utilizan para estudiar el ADN. Por ese emotivo estuvo en San Diego hace pocos días. En este tipo de situaciones se apoya en la tecnología para tratar de estar cerca de sus seres queridos. Realiza videollamadas y así apoya a su hijo menor en las tareas, empleando WhatsApp.

    Formación

    “Cuando era joven, yo no me veía metida en una oficina todo el tiempo, siempre me gustó la naturaleza, los animales, me encantaba el laboratorio. Sentía afinidad por vestir una bata blanca, experimentar y descubrir cosas. Tenía preferencia por el trabajo de campo y aunque ahora cumplo con actividades gerenciales, lo que hago se complementa con mi formación en Biología.

    He dedicado ya casi 20 años a la biología molecular e identidad genética. Por la línea de productos que ofrecemos en BioMol, participamos en capacitaciones permanentes sobre las nuevas técnicas de biología molecular.

    Esto me ha permitido comprender lo que tanto me inquietaba de niña: cómo funcionan las células de los seres vivos”.

    La ciencia

    “En la carrera de Biología el número de mujeres con relación al de los hombres era equitativo. Trabajábamos en iguales condiciones, nunca sentí que hubiese una diferencia por el género.
    Así tuviésemos que realizar un trabajo físico duro de campo, que implicaba largas caminatas en terrenos difíciles y cargar colecciones de plantas o animales encima, mis compañeras y yo lo hacíamos. No recuerdo que alguien haya hecho algún comentario señalando por aquí no, porque las niñas no pueden. Todos íbamos a donde debíamos. Ese era el ritmo que demandaba esta carrera.

    Considero que, en la ciencia, las mujeres estamos en la misma posición o quizá en una mejor, porque nosotras somos más meticulosas y en el laboratorio, a nivel molecular, esto resulta muy útil, porque se manejan volúmenes pequeñitos, se debe seguir protocolos muy estrictos. Pero a la final, creo que tanto hombres como mujeres somos capaces de hacer este tipo de trabajo”.

    Los desafíos

    “Las personas debemos cumplir los retos que se presentan. Si por las circunstancias, la mujer debe sacar adelante a su familia y el hombre debe hacerse cargo de los niños, está bien, es correcto. Es una decisión de pareja.

    Mi esposo Antonio siempre me ha respaldado. Ambos trabajamos hombro a hombro, cada quien en su área. Irene, que trabaja en mi casa, también nos apoya. Ella es tan madre como yo de mis hijos Karla de 26 años, José Antonio (24) y Julián Emilio (8).

    Mis hijos han sentido, en parte, mi ausencia por motivos laborales. No es siempre, pero sí es frecuente. Lo importante es hacerles saber a los hijos por qué uno hace esto. Hablarles de los beneficios que ellos mismo tendrán porque su mamá trabaja y que ella es feliz ejerciendo su profesión.

    Cuando los hijos crecen en un hogar en el que la madre y el padre trabajan y apoyan en las tareas de la casa aprenden sobre equidad. Mis hijos saben que no hay diferencia entre lo que es capaz de hacer un hombre y una mujer”.

    La familia

    “Mis hijos mayores tienen ya su trabajo y con ellos comparto menos tiempo, pero estoy pendiente. Paso más con mi esposo y mi hijo Julián Emilio. Con él armamos legos, vamos a la piscina, le motivo a jugar fútbol y montar bicicleta, lucho para alejarlo de las pantallas.

    Ese tiempo compartido con mi hijo es mi mayor felicidad para una madre. Así sean cinco minutos, o media hora en la noche, eso para mí vale mucho.

    Para liberarme del estrés del trabajo, corro y acudo al gimnasio. Ese es mi tiempo y es casi sagrado. Aprovecho este espacio para reflexionar y cargar mis energías para afrontar lo que venga.

    Mis jornadas pueden ser flexibles. A veces, trabajo desde casa. Eso me permite, en ciertos casos, asistir a los eventos escolares de mi hijo. Eventualmente, por mi profesión, con Karla y José Antonio me perdí algunas fechas especiales, aunque intentaba hacer todo lo posible para estar con ellos”.

    Su CV

    Es licenciada en Ciencias Biológicas. Obtuvo su título en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en el 2001.

    Ha desarrollado junto con otros profesionales artículos científicos sobre genética.

    Ha participado en congresos y encuentros científicos que se han realizado en Ecuador y en otros países.

    Pasatiempos. Corre y acude al gimnasio. Comparte el tiempo libre con su familia. Le gusta jugar con su hijo Julián Emilio, de 8 años.

    Su visión

    Las mujeres profesionales deben contarles a sus hijos por qué trabajan. Decirles que ellos tendrán beneficios por eso y a la vez decirles que una mujer que ejerce su profesión se siente feliz.

    Fernanda Fiallo es gerenta general de BioMol Ecuador Compañía Limitada. Esta firma capacita y vende equipamiento de biotecnología. Foto: cortesía Fernanda Fiallo
    Fernanda Fiallo es gerenta general de BioMol Ecuador Compañía Limitada. Esta firma capacita y vende equipamiento de biotecnología. Foto: cortesía Fernanda Fiallo
  • La ONU reconoce su trabajo por el ambiente

    Carolina Enriquez

    ¿Sabía usted que es posible la existencia de jardines en los techos de casas y edificios? ¿Sabía también que su uso no es solo ornamental y que pueden ayudar a reducir la temperatura de la ciudad y aabsorber el agua de lluvia? Estos conocimientos y su aplicación en el país están a cargo de la bióloga Liliana Jaramillo.

    A la quiteña le gustó desde niña la naturaleza. Pasaba mucho tiempo en la casa de su abuela, en Puembo; allí tenía contacto con plantas, aves e insectos del ecosistema. Esta experiencia influyó en su formación y en su trabajo.

    Jaramillo se formó en el Liceo Internacional y le gustaba la materia de biología. Su tesis de grado fue un estudio sobre orquídeas. “Me encantaba salir al campo. Recuerdo que mi papá siempre nos sacaba de paseo y nos llevaba a ver quebradas, plantas y más”.

    En el 2006 se graduó y quiso continuar con sus investigaciones, por lo que optó por la carrera de biología en la Universidad Católica. Tras seis años obtuvo su licenciatura, con una tesis sobre la interacción entre hormigas y plantas. Su objeto de análisis fueron las hormigas limón del Yasuní y su relación con los árboles .

    Al salir de la universidad, en el 2012, Liliana quería seguir estudiando pero no se inclinaba por un tema en específico; le gustaba todo sobre biología. Optó por trabajar en el Laboratorio de Biología Molecular del Museo de Herpetologia de la institución superior, para saber si eso era lo suyo.

    Allí se encargó de sacar muestras y aprendió a trabajar en equipo. Sin embargo, descubrió que lo que quería era tener un contacto directo con la naturaleza.

    En 2015 obtuvo una beca de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) y viajó a Australia para estudiar una maestría en ambiente en la Universidad de Melbourne.

    En ese centro de educación superior tuvo la posibilidad de especializarse en las áreas de conservación y ciudades sostenibles. “Empecé a abrir la mente con relación a cosas que están pasando en diferentes urbes y acá recién están llegando, aunque más como moda: infraestructura verde”. Se refiere a toda la planificación de edificaciones en las que se pone plantas no con un fin ornamental, sino funcional. Esto implica que estén allí para absorber agua de lluvia, mejorar la calidad de espacios para la gente, etc.

    Karla Rodríguez, también becaria, la conoció en esa universidad. Las unió su interés por las especies endémicas. “Lili siempre busca lograr sus objetivos”, dice.

    Una de las cosas que más le impresionó de Australia es la mentalidad que allí se tiene sobre lo ambiental. En Sydney, ella vio un edificio con enredaderas en la fachada; era verde, pero no perfecto. También le impresionaron los jardines de lluvia: evitan que grandes cantidades de líquido vital se vayan a las alcantarillas.

    Esto, más los techos verdes que encontró en los propios edificios universitarios y la información de sus clases, le motivó a enfocar su tesis en la posibilidad de contar con estos espacios en Quito. Vio el potencial de colocar plantas nativas en áreas no convencionales para reducir la contaminación.

    Este proyecto no se quedó solo como un requisito para graduarse. Al volver a Ecuador se mentalizó en que quería aplicarlo.

    Buscó fondos para emprender y, en 2017, postuló con su idea en el concurso Jóvenes Campeones de la Tierra, de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y en el Reto de Emprendimiento Urbano de Impaqto y el BID. En ambos ganó y recibió USD 25 000, en total.

    Michelle Arévalo Carpenter, fundadora de la incubadora y aceleradora, dice que le llamó la atención la habilidad de Jaramillo de tener una visión a largo plazo. “Destaco también su generosidad con emprendedoras que trabajan con ella. Su apoyo a mujeres jóvenes que laboran en temas ambientales es clave”.

    Gracias a eso obtuvo un capital inicial. Buscó semillas nativas, las sembró en un invernadero creado para el caso en Puembo, obtuvo las plantas y, tras un fuerte trabajo, consiguió instalar un techo verde en un edificio de 15 pisos en el sector de La Carolina, norte de Quito.

    Hoy cuenta con su emprendimiento: Nativus. A través de este impulsa su iniciativa, propaga más plantas nativas y a través de ello logra que especies que polinizan, como colibríes, abejas de miel, abejas comunes, caballitos del diablo, entre otros, regresen.

    Queeny López, quien también recibió un reconocimiento en el Reto de Emprendimiento Urbano, conoce a Jaramillo hace año y medio. “Hicimos una mentoría gracias a ese galardón. Siempre ha querido colaborar con el desarrollo ambiental de la ciudad. Liliana está abierta al aprendizaje y por eso su negocio ha ido creciendo”.

    La creadora de Nativus, una iniciativa que reintroduce plantas nativas en las ciudades, participó en el encuentro Women4Climate, en París.
    La creadora de Nativus, una iniciativa que reintroduce plantas nativas en las ciudades, participó en el encuentro Women4Climate, en París.
  • Él investiga los insectos invasores de Galápagos

    Cristina Marquez

    Redactora (I)

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    El día empieza temprano para Henri Herrera, un entomólogo riobambeño que investiga las especies invasoras de las islas Galápagos. Él espera descubrir un mecanismo para controlar a estos insectos que afectan la agricultura, el turismo y las especies nativas, sin afectar al delicado ecosistema del archipiélago.

    Las horas pasan y él continúa en el laboratorio. Su rigurosa rutina de investigación la comparte con las horas que dedica a la docencia en la Facultad de Recursos Naturales, en la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo (Espoch).

    “Es agradable participar en la preparación de las nuevas generaciones, son ellos quienes deberán retomar los estudios que yo he estado construyendo toda mi vida profesional. La meta es aportar al país con estudiantes con proyección, que entienden las necesidades y prioridades”, cuenta Herrera, de 47 años.

    Él se enamoró de las ciencias biológicas en su juventud. Siempre demostró aptitud para todo lo relacionado con el estudio de los recursos naturales y, aunque en un inicio tenía una marcada fobia a los insectos, el estudio de estos animales se convirtió en su pasión. Hoy incluso un micromolusco que ayudó a descubrir lleva su nombre.

    “Es como haber ganado un premio Nobel, cuando una nueva especie descubierta lleva tu nombre”, explica entusiasmado. Ese micromolusco, que hoy está registrado en los libros de la ciencia como Henri Herrera, lo descubrió con la ayuda de su colega argentino Sergio Miquel en el 2011, y fue casi por casualidad. Esa época, él viajaba junto a otros científicos por las Islas para recoger insectos, mientras sus colegas recogían plantas y muestras del suelo.

    “Yo estaba encargado sólo de los insectos, pero decidí dar un vistazo también a las muestras de suelo, y fue una sorpresa. Descubrimos varias especies de micromoluscos de las que no había registros”, recuerda.

    Él ha trabajado en las Islas Galápagos por más de 16 años. Se vinculó a la Fundación Charles Darwin y al Parque Nacional Galápagos en el 2003, cuando trabajaba en su tesis de pre grado con la que buscaba medir el impacto de la actividad humana en la zona de uso especial.

    Su trabajo le permitió obtener un puesto permanente como investigador de invertebrados y curador del museo de entomología de Galápagos, donde se exhiben unas 3 000 especies de insectos, y es uno de los más grandes del mundo.

    En esa misma época se sintió atraído por la mirmecología (la ciencia que estudia a las hormigas). Él enfocó sus estudios a una especie introducida a las Islas desde la zona costera del Ecuador que se conoce como la ‘hormiga de fuego’ por su tonalidad rojiza, que afecta a las especies nativas y que también causa estragos en la zona cultivable de Galápagos.

    Además, estudia los nematodos de la Isla para entender el rol que cumplen en el ecosistema. Durante los 16 años de investigación, encontró al menos 8 especies de las que no había registros en los libros de biología, entre ellos un nematodo del que se pensaba que sólo existía en África.

    Ahora, Herrera lidera seis proyectos de investigación en la Espoch, que buscan prevenir un desastre ecológico en Galápagos. La meta de él y sus estudiantes es encontrar una forma de control biológico que les permita reducir la población de hormigas sin afectar a las hormigas nativas.

    Los investigadores ahora realizan pruebas con hongos y otros parásitos que podrían exterminar a las hormigas y a otras especies invasoras, como una microabispa que acaba con las larvas de las mariposas endémicas del Archipiélago y de la que no hay registros.

    Henri Herrera, docente de la Espoch, quiere evitar un desastre ecológico en las Islas Galápagos. Él investiga las hormigas y otros insectos.
    Henri Herrera, docente de la Espoch, quiere evitar un desastre ecológico en las Islas Galápagos. Él investiga las hormigas y otros insectos. Foto: Glenda Giacometti / Líderes
  • Eugenia del Pino, bióloga de talla internacional

    mónica orozco Redacción Quito / LÍDERES

    A los seis años, la atención que prestaba en clase no le permitía ni siquiera pestañear. En el colegio, descubrió que no le gustaba Educación Física y que amaba más la Filosofía que jugar damas chinas con sus compañeras.

    Así empezaban los primeros pasos de la exitosa carrera académica de Eugenia del Pino. Esta bióloga ecuatoriana, de 68 años, figura hoy entre las 10 científicas más destacadas de la región, según un ránking de la cadena de noticias BBC, publicado en octubre pasado.

    «De niña no le gustaba mucho el juego, le gustaban los libros. Se dedicaba mucho a eso, era una persona muy disciplinada», recuerda Ivette Terán, compañera de la escuela y, después, de cátedra universitaria en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), en donde hasta hace poco dictaba clases Del Pino. Hoy, está jubilada.

    Desde pequeña, recuerda Antonieta Santos, otra de sus compañeras escolares, tenía interés por la literatura, los idiomas y las matemáticas.

    Pero en 1963 ingresó a la Facultad de Ciencias de la Educación de la PUCE y una oportunidad académica la llevó a experimentar en el mundo de la Biología.

    En este centro, Del Pino empezó sus estudios sobre el desarrollo embrionario de la rana marsupial, típica de Ecuador, en comparación con otras ranas tropicales, que abrieron una línea de investigación nueva en el ámbito científico internacional.

    El encuentro con esta rana, parte importante de la razón de su trabajo y sus investigaciones, fue casual. Eugenia encontró a este anfibio un día que salió a caminar por los jardines de la universidad. Inmediatamente empezó a indagar y se encontró con que estas ranas tenían características similares a los mamíferos.

    Eugenia explica que su pasión está en el desarrollo del fenómeno embrionario, porque a través de su investigación académica ha podido ver cómo a partir de una única célula puede formarse un nuevo organismo.

    Por este trabajo, en el 2007 fue elegida como miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.

    En este interés por la ciencia influyó un hermano mayor, a quien le gustaban mucho las matemáticas. Aunque a ella nunca le disgustaron los números, tuvo que elegir entre seguir la carrera de Biología o estudiar alemán. Escogió las ciencias.

    A finales de los 60, Del Pino aceptó una beca en Estados Unidos, por cuatro años, para formarse como profesora en ciencias. También tenía la posibilidad de viajar a Alemania para un curso de idiomas por dos años, pero le atrajo más Estados Unidos y el tiempo que iba a vivir fuera, recuerda.»En Estados Unidos mi vocación comenzó por exclusión. No soy una bióloga que le gusta hacer disecciones ni que le atraen las enfermedades».

    Del Pino dirigió el laboratorio 112 de la PUCE, dedicado a la investigación de la Biología de Desarrollo, donde se destacan los aportes sobre desarrollo embrionario de las ranas. «Aunque me jubilé, me han permitido amablemente que siga utilizando el laboratorio para desarrollar mis investigaciones», dice.

    Francisca Hervas está ahora al frente de este laboratorio. Recuerda que como alumnos de la Facultad estaban orgullosos del honor que significaba estar en clases con Eugenia Del Pino.

    «La doctora Del Pino es una intelectual. Sabe de ciencia, de literatura, de música. Yo pienso que a eso se debe su éxito. Es una científica que siempre está actualizada en todos los programas que utilizamos en el laboratorio», comenta.

    Hervas añade que era una profesora muy exigente, pero tenía el don de explicar los temas más complejos. Relata que en las clases utilizaba muchos recursos para abordar los conceptos abstractos y científicos, desde música hasta películas. «Nos pedía que hagamos un cuento, poesía o dramatizaciones, para explicar los temas científicos», recuerda la también catedrática.

    Antonieta Santos, otra de sus compañeras de escuela, cree que el amor por la cátedra también nació en las aulas escolares. «Siempre estaba presta a explicarnos los temas difíciles y lo hacía de una manera muy sencilla».

    Pese a todos los reconocimientos que ha recibido a lo largo de su carrera, Eugenia es una persona sencilla y modesta. «Para nuestra promoción ha sido un motivo de orgullo», acota su amiga María Teresa Suárez.

    En su carrera como catedrática, ha formado a más de 300 universitarios en el área de las Ciencias Biológicas y también a numerosos profesores de educación secundaria en esta especialidad.

    Actualmente pasa sus horas entre la investigación y cuidar de su jardín. Pero también dedica tiempo a sus amigas. Siempre que está en el país y algún viaje no la toma por sorpresa, asiste a la reunión de egresadas del Colegio La Providencia (Quito). En la última reunión Suárez recuerda que les dio una sorpresa: «Mostró un video con las fotos que había guardado de nuestra vida escolar. Fue un detalle muy lindo».

    1972.  GRADUACIÓN DE PHD En la ceremonia de graduación de PHD en la entrega de los colores y la museta de la Universidad de Emory, en Atlanta, Georgia, Estados Unidos. La ceremonia se desarrolló el 12 de junio de 1972.

    2007.  ACADEMIA DE CIENCIAS En el acto de incorporación a la Academia de Ciencias de los EE.UU. Aparece durante la ceremonia en la que los nuevos miembros firman en el libro de Membresía. En la foto está con Michael Clegg, secretario extranjero de la Academia.

    Lugar: Sede de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, Washington, DC, Estados Unidos La carrera Formación. Al término de sus estudios de doctorado, inició su vida profesional como Profesora Principal de Biología en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).

    Reconocimientos. Entre los premios que recibió Eugenia del Pino está la Medalla Eugenio Espejo en el 2005; el Premio ‘Eugenio Espejo’ del Gobierno del Ecuador en el 2012, entre otros.

    «No soy una bióloga que le gusta hacer disecciones  ni que le atraen las enfermedades. Lo mío es la investigación científica».