Etiqueta: comunidades

  • Seis comunidades de Esmeraldas potencian la calidad del cacao

    Marcel Bonilla

    (F)
    Contenido intercultural

    Unas 1 200 familias de seis comunidades chachis del cantón Quinindé empezaron un proceso de mejoramiento de la producción de cacao, con el propósito de aumentar el número de toneladas por hectáreas y la calidad del producto.

    Las comunidades de Guayacanas, Naranjal, Voluntad de Dios, Ñampi, Agua Clara y Las Pavas, de la parroquia Malimpia de cantón Quinindé, desde hace tres meses iniciaron el proceso.

    Desde la Dirección de Fomento Productivo de la Prefectura de Esmeraldas se trabaja con el proyecto de establecimiento de nuevas plantaciones de cacao. Se les provee de plantas seleccionadas de material genético de alta productividad, tolerancia a las enfermedades y buena calidad genética de cacao nacional fino y de aroma.

    El objetivo es que ellos cuenten con el material genético en su localidad para que hagan sus viveros y pueden reproducir sus propias plantas.

    Actualmente el promedio de producción no supera los 10 quintales por hectáreas al año, pero se puede producir en la zona un promedio de 30 quintales de cacao, por hectáreas al año, de acuerdo con un estudio realizado por Fomento Productivo, hace un año.

    La diferencia de la producción ocurre por la falta de material genético de alta productividad, lo que ha generado que la producción sea baja y las comunidades no puedan competir en volumen y calidad con otro mercados.

    Marco Tapuyo, morador de Naranjal de los Chachis, explica que durante años han producido cacao de manera ancestral, por eso cree que la obtención ha sido reducida y eso les impide competir con otros que utilizan nuevas técnicas.

    Para Efraín Trujillo de la comunidad Guayacanas, con el impulso técnico que se está dando, en los próximos dos años aspiran a mejorar la economía de la comunidad y dar valor agregado con la elaboración de barras y polvo de cacao producido por las comunidades del río Canandé.

    Según el Ministerio de Agricultura y Ganadería, Esmeraldas produce 525 000 quintales anualmente, lo que representa USD 52,5 millones en ventas.

    En la provincia, la producción agrícola representa el 29% de las actividades económicas. En ese sentido, la producción de cacao involucra alrededor de 15 000 familias, la mayoría pequeños productores, con un promedio de 5 hectáreas.

    Por eso, los productores chachis han sido capacitados en temas como el paso a paso: desde que selecciona un sitio para establecer un nuevo cultivo hasta dejar en producción. Este procedo durará dos años hasta que empiecen a verse los primeros frutos.

    Los productores aportan con su contraparte en la compra de insumos, para hacer un buen manejo con las recomendaciones entregadas por los técnicos de la Prefectura de Esmeradas.

    Si se aplican las técnicas, el representante de la mesa de cacao de la Dirección de Fomento Productivo, Carlos Bastidas, explica que pueden llegar a superar las 30 hectáreas de cacao por hectárea, al año; y podría llegar a los 40 quintales. Actualmente existe un promedio de 6 000 plantas por cada una de las comunidades.

    Dos metas

    Con el aumento de la producción existen dos propósitos, incrementar los ingresos económicos por volumen, puesto que ahora apenas producen 100 quintales por hectárea que les representa USD 1 000; con las nuevas plantaciones se quiere llegar a USD 3000 por hectárea y una utilidad de USD 1 500 por hectárea.

    El segundo propósito, es que aumentando el nivel productivo, se incrementa la oferta exportable con cacao de calidad, con mercados exclusivo, explica Carlos Bastidas.

    Actualmente, el promedio de producción no supera los 10 quintales por hectáreas al año. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Actualmente, el promedio de producción no supera los 10 quintales por hectáreas al año. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • Las truchas, la nueva opción de los agricultores

    Cristina Marquez

    Redactora (I)

    Los proyectos piscícolas se incrementaron en el 2018 en Chimborazo. La abundancia de agua sin contaminación en los páramos y la buena acogida de las truchas en el mercado son las razones que motivaron a más campesinos a cambiar sus actividades agrícolas por la crianza de truchas.

    En esa provincia, situada en el centro del país, más de 200 familias recibieron ayuda del Gobierno Provincial para iniciar sus emprendimientos piscícolas, y se calcula que hay al menos otros 67 proyectos independientes.

    “En el 2014, cuando empezamos a fomentar la piscicultura, solo teníamos siete emprendimientos familiares y comunitarios. Pero cada vez han llegado más interesados a solicitar apoyo”, explica Ana María Pilamunga, técnica de la unidad de Fomento Productivo.

    Ella cuenta que los habitantes de las comunidades encontraron en la abundancia de agua una oportunidad para emprender. De hecho, el requisito más importante para iniciar un criadero de truchas es contar con agua sin contaminación y que se capte de una corriente para que se oxigene constantemente.

    “Antes solo utilizábamos el agua de la vertiente para uso doméstico. Hoy tenemos tres piscinas de crianza”, cuenta Alfonso Yucailla.

    Él y su familia aprovecharon un espacio libre en el patio de su casa para construir tres piscinas. Invirtieron cerca de USD 900 en la compra de materiales para impermeabilizar el suelo; también recibieron ayuda del Gobierno Provincial, los técnicos les entregaron alevines y les capacitaron.

    “Aprendimos a cuidar a los peces, nos enseñaron cómo alimentarlos y las condiciones higiénicas de los tanques”, dice Yucailla.

    Humberto Yucailla trabaja con cuatro miembros de su  familia. Tiene cuatro tanques de truchas y comercializa 50 kilos a la semana.
    Humberto Yucailla trabaja con cuatro miembros de su familia. Tiene cuatro tanques de truchas y comercializa 50 kilos a la semana. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES

    Los cinco miembros de su familia se integraron al emprendimiento. Sus hijos incluso se turnan para cuidar de los peces y luego venderlos, así evitaron migrar de su comunidad El Retorno Las Palmas, en Pallatanga.

    La familia comercializa 30 kilos de truchas cada semana y casi no necesitan salir de su casa para vender los peces. Los compradores más frecuentes son los propietarios de restaurantes y turistas que llegan desde Guayaquil, Bucay, Pallatanga y Riobamba.

    “Algunos disfrutan de la pesca recreativa y vienen para pescar sus propios peces. Por eso soñamos con tener un espacio turístico, cabañas y un restaurante”, dice Humberto Yucailla, otro emprendedor de Pallatanga.

    Pilamunga explica que la demanda de la trucha está insatisfecha en el mercado local, por lo que es un producto de alta rentabilidad. Otra potencialidad es el tiempo de ‘cosecha’ de los peces. La variedad de truchas que prueban los emprendedores es nativa de la zona andina y se cosecha entre los seis y siete meses.

    “Es como un cultivo de ciclo corto. En los climas más cálidos, suele estar lista hasta en cinco meses”, dice Humberto Yucailla.

    Cada emprendimiento busca distinguirse. En Rumipamba funciona un negocio comunitario, allí los socios reemplazaron el balanceado por alimentos orgánicos para las truchas.

    “Utilizamos exclusivamente zanahoria rallada y verde troceado. Así les ofrecemos a nuestros compradores un pescado totalmente natural, la carne tiene un sabor único”, dice Alfredo Sagñay, presidente de la comunidad.

    Allí habitan 142 familias que dependen de la agricultura y la ganadería para subsistir. En el 2013 decidieron alternar sus actividades con la piscicultura.

    “Cuando empezamos no teníamos mercado para vender las truchas. Tampoco sabíamos cómo cuidarlas apropiadamente, pero en los últimos cinco años el negocio se ha incrementado. Ahora los clientes incluso nos buscan en la comunidad”, cuenta Sagñay.

    Uno de los mercados predilectos para los productores de truchas son las ferias artesanales que se organizan cada viernes en los exteriores del Gobierno Provincial. Los emprendedores se turnan para acudir, y casa semana se comercializan entre 60 y 70 kilos de truchas. Cada kilogramo se vende por USD 5.

    Los emprendimientos de truchas están en 12 comunidades de Riobamba, Pallatanga, Guamote, Colta y Alausí, la mayoría está en las zonas altas. La piscicultura se considera una actividad amigable con los páramos.

    Ana María Pilamunga, técnica del Gobierno Provincial de Chimborazo, supervisa el criadero de la familia Yucailla, en la comunidad El Retorno Las Palmas, en Pallatanga.
    Ana María Pilamunga, técnica del Gobierno Provincial de Chimborazo, supervisa el criadero de la familia Yucailla, en la comunidad El Retorno Las Palmas, en Pallatanga. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • La higiene oral en zonas rurales es el plan de trabajo

    Patricia González

    Redactora (I)

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    Los niños del páramo ecuatoriano tienen escasos hábitos de higiene bucal. En sus visitas a comunidades de Cotopaxi, PharmaBrand halló que el 90% de los niños tenían enfermedades periodontales y cerca del 95% caries.

    Tras varias iniciativas en salud preventiva, desarrolladas junto a la Misión Salesiana de Zumbahua, en el páramo, el laboratorio farmacéutico emprendió la campaña de higiene oral Regalando Sonrisas, en varios sectores de Cotopaxi, en noviembre del 2017.

    El programa consta de varios componentes. El primero es una charla médico-educativa, dirigida a los padres de niños en edad escolar (3 a 12 años), sobre la importancia de incorporar estos hábitos .

    “Si no se cuenta con cepillo de dientes, se puede utilizar una toalla y agua. También son válidas las hierbas del páramo”, explica Nydian Rodríguez, jefe de responsabilidad social de la firma.

    La actividad se realiza en las escuelas durante una mañana. Luego de la charla, se escenifica una obra de teatro, en género de comedia, para niños y padres. La obra cuenta la historia de una niña que al no tener estos hábitos, es atacada por parásitos y sufre pesadillas. Luego un castor, para quien sus dientes son su instrumento de trabajo, le llama la atención y le cuenta la causa de sus males.

    Al finalizar la obra, adultos y niños reciben un kit de limpieza oral, con cepillo, pasta dental y enjuague bucal.

    El programa se lleva a cabo trimestralmente en distintas comunidades de la parroquia de Zumbahua, en Cotopaxi. Hasta ahora la campaña ha tenido un alcance de más 6 000 niños y padres.

    Los docentes han brindado su apoyo para que el proyecto se lleve a cabo. Edgar Chachi, maestro en la zona de Michacala, comenta que se ha trabajo para que la limpieza se mantengan, incluso con la inserción de los mismos en la escuela. “En el sector rural estos hábitos son bajos. Como docentes tratamos de que los niños instauren cambios en su aseo cotidiano”.

    Cree necesario que actividades como esta se repitan año tras año para poder evaluar el impacto y obtener mejores resultados.

    Además del trabajo en las escuelas, PharmaBrand suministra a doctores de la comunidad desparasitantes, para niños y padres, puesto que producto de la falta de higiene oral se producen infecciones estomacales, explica la vocera de la empresa farmacéutica.

    A través de una obra de teatro se enseña a los niños la importancia de mantener hábitos de higiene oral.
    A través de una obra de teatro se enseña a los niños la importancia de mantener hábitos de higiene oral. Foto: Cortesía PharmaBrand
  • Las comunidades de Pilahuín crían y venden truchas

    Redacción Sierra Centro

    El proyecto de crianza y comercialización de truchas se realiza en las comunidades de Yatzaputzan, 10 de Octubre, Tamboloma, Cunugyaku y Llangagua pertenecientes a la parroquia Pilahuín de Ambato.

    La iniciativa cuenta con el apoyo económico de la Junta Parroquial y la Prefectura de Tungurahua.

    La propuesta comenzó a realizarse en julio con la construcción de los criaderos y canales por donde se traslada el agua que nace de los deshielos del volcán Chimborazo. Al momento los indígenas son los encargados de criar los alevines y comercializar las truchas en los mercados de las comunidades cercanas y de la capital de Tungurahua.

    Otro grupo vende el producto en varios tramos de la vía AmbatoGuaranda. Ubicaron mesas, baldes con los peces y una balanza.

    Ángel Matiag, dirigente de la comunidad de Cunugyaku, explica que el kilo de la trucha tiene un valor de unos USD 6. En los seis meses del proyecto se han comercializado unas 1 000 truchas.

    El comerciante cuenta que en este proyecto productivo participan alrededor de 500 personas de cinco sectores de Cunugyaku.

    “Se han creado fuentes de trabajo para mejorar la calidad de vida de los habitantes de las comunidades. Estamos felices, porque hemos logrado criar a las truchas con éxito”, asegura Matiag.

    El agua que utilizan para criar los alevines proviene de los deshielos del Chimborazo y es trasladada por la acequia Yakuputina Polboloma. El líquido vital también es utilizado para el regadío de sembríos y pastizales.

    Las comunidades que son parte del proyecto están ubicadas en la zona de amortiguamiento de la Reserva de Producción Faunística de Chimborazo.

    Según Alejandro Tomaquiza, presidente de la Junta Parroquial de Pilahuín, una parte del proyecto se financia con los dineros obtenidos en el premio del primer lugar en el concurso nacional ‘Premio Verde’, que organizó el Banco de Desarrollo del Ecuador y con recursos de la institución.

    El galardón lo otorgó el Gobierno Provincial por conservar los páramos en la zona de influencia de la represa Mulacorral con la ayuda de las comunidades.

    Tamaquiza aseguró que se incrementó la producción de alevines en varias comunidades. Para eso se entregaron 10 000 alevines y se fortalecieron las asociaciones de criadero y comercialización de truchas en las comunas.

    Estas se encargan del mantenimiento, cuidado y alimentación a los animales. Mientras que las comunas se encargan de cuidar las instalaciones.

    “Para garantizar una producción en calidad y cantidad se capacitaron en temas de administración, producción y comercialización. Vamos a continuar con el seguimiento para que el proyecto sea sustentable”, indica Tomaquiza.

    Las piscinas de crianza están ubicadas en la zona de amortiguamiento de la reserva de Producción Faunística de Chimborazo. Foto: Cortesía junta parroquial Pilahuín / LÍDERES
    Las piscinas de crianza están ubicadas en la zona de amortiguamiento de la reserva de Producción Faunística de Chimborazo. Foto: Cortesía junta parroquial Pilahuín / LÍDERES
  • Una operadora de turismo de 11 comunidades

    Cristina Marquez

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    Las 17 rutas turísticas que ofrece la operadora Puruhá Razurku incluyen aventura, cultura e intercambio de saberes. Esta empresa está integrada por representantes de 11 comunidades indígenas situadas en los páramos de cinco cantones de Chimborazo.

    La operadora surgió como una estrategia para que los comuneros pudieran vender sus productos turísticos directamente a los visitantes y sin intermediarios. Antes dependían de operadoras de Quito y Riobamba.

    Su oferta incluye recorridos en bicicleta y a pie por las montañas, compartir la rutina diaria de la gente y dormir al estilo nativo, en chozas de adobe y paja, y otras experiencias para acercar a los turistas a las comunidades de una forma más vivencial. El intercambio cultural es otro objetivo del proyecto que se inició en el 2011.

    Puruhá Razurku es un término kichwa que significa ‘montañas nevadas puruhaes’. Los comuneros eligieron ese nombre porque los principales atractivos turísticos que se ofrecen en las comunidades indígenas son los páramos, los nevados y volcanes, y los parques nacionales.

    En estos sitios se puede practicar ‘trecking’ en varios niveles de dificultad, escalada, camping, ciclismo, senderismo en compañía de guías nativos; además, las comunidades ofrecen espectáculos culturales para los visitantes.

    “Queremos mejorar las condiciones de vida de las comunidades y generar ingresos y fuentes de trabajo. Por eso todos los habitantes de las comunidades están involucradas con el proyecto”, cuenta Olmedo Cayambe, gerente del emprendimiento.

    Pero contar con una empresa propia fue toda una lucha. Cuando las comunidades se organizaron para ofertar productos turísticos, hace casi 15 años, los ingresos eran bajos. No tenían publicidad y la mirada de los turistas nacionales siempre estaba puesta en los balnearios y la playa.

    “Muchos estaban decepcionados porque pensaban que nadie iba a llegar. Pero teníamos fe en el proyecto y convencimos a los mayores de continuar y cuidar los páramos”, recuerda Cayambe.

    Antes de iniciar el proyecto, fue necesario recuperar los páramos que estaban afectados por el exceso de pastoreo ovino y por el avance de la frontera agrícola. Convencer a la gente de reemplazar los borregos, que eran la principal fuente de ingresos, fue el desafío más importante.

    Una estrategia consistió en reemplazar los borregos por camélidos nativos de la región andina que no dañan al medioambiente, como alpacas y llamas. Organizaciones no gubernamentales y el Gobierno Provincial de Chimborazo respaldaron el proyecto.

    El segundo paso fue la capacitación. Al menos 30 personas se formaron como guías nativos, mientras que mujeres y adultos mayores aprendieron nuevas técnicas para elaborar artesanías de alta calidad con fibras de alpaca.

    Cuando cada comunidad logró consolidar un producto turístico atractivo, finalmente estuvieron listos para asociarse y fundar una operadora propia. La empresa oferta 17 recorridos diferentes que cuestan entre USD 60 y 120.

    En promedio reciben entre cuatro y cinco grupos al mes, pero cuando inicia la temporada alta la agenda se llena y hay recorridos casi a diario. Los recursos se reinvierten en mejoras de infraestructura para cada comunidad.

    Olmedo Cayambe y Luis Acán lideran esta iniciativa turística comunitaria, ubicada en Chimborazo. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
    Olmedo Cayambe y Luis Acán lideran esta iniciativa turística comunitaria, ubicada en Chimborazo. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
  • Una operadora de turismo de 11 comunidades

    Cristina Marquez

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    Las 17 rutas turísticas que ofrece la operadora Puruhá Razurku incluyen aventura, cultura e intercambio de saberes. Esta empresa está integrada por representantes de 11 comunidades indígenas situadas en los páramos de cinco cantones de Chimborazo.

    La operadora surgió como una estrategia para que los comuneros pudieran vender sus productos turísticos directamente a los visitantes y sin intermediarios. Antes dependían de operadoras de Quito y Riobamba.

    Su oferta incluye recorridos en bicicleta y a pie por las montañas, compartir la rutina diaria de la gente y dormir al estilo nativo, en chozas de adobe y paja, y otras experiencias para acercar a los turistas a las comunidades de una forma más vivencial. El intercambio cultural es otro objetivo del proyecto que se inició en el 2011.

    Puruhá Razurku es un término kichwa que significa ‘montañas nevadas puruhaes’. Los comuneros eligieron ese nombre porque los principales atractivos turísticos que se ofrecen en las comunidades indígenas son los páramos, los nevados y volcanes, y los parques nacionales.

    En estos sitios se puede practicar ‘trecking’ en varios niveles de dificultad, escalada, camping, ciclismo, senderismo en compañía de guías nativos; además, las comunidades ofrecen espectáculos culturales para los visitantes.

    “Queremos mejorar las condiciones de vida de las comunidades y generar ingresos y fuentes de trabajo. Por eso todos los habitantes de las comunidades están involucradas con el proyecto”, cuenta Olmedo Cayambe, gerente del emprendimiento.

    Pero contar con una empresa propia fue toda una lucha. Cuando las comunidades se organizaron para ofertar productos turísticos, hace casi 15 años, los ingresos eran bajos. No tenían publicidad y la mirada de los turistas nacionales siempre estaba puesta en los balnearios y la playa.

    “Muchos estaban decepcionados porque pensaban que nadie iba a llegar. Pero teníamos fe en el proyecto y convencimos a los mayores de continuar y cuidar los páramos”, recuerda Cayambe.

    Antes de iniciar el proyecto, fue necesario recuperar los páramos que estaban afectados por el exceso de pastoreo ovino y por el avance de la frontera agrícola. Convencer a la gente de reemplazar los borregos, que eran la principal fuente de ingresos, fue el desafío más importante.

    Una estrategia consistió en reemplazar los borregos por camélidos nativos de la región andina que no dañan al medioambiente, como alpacas y llamas. Organizaciones no gubernamentales y el Gobierno Provincial de Chimborazo respaldaron el proyecto.

    El segundo paso fue la capacitación. Al menos 30 personas se formaron como guías nativos, mientras que mujeres y adultos mayores aprendieron nuevas técnicas para elaborar artesanías de alta calidad con fibras de alpaca.

    Cuando cada comunidad logró consolidar un producto turístico atractivo, finalmente estuvieron listos para asociarse y fundar una operadora propia. La empresa oferta 17 recorridos diferentes que cuestan entre USD 60 y 120.

    En promedio reciben entre cuatro y cinco grupos al mes, pero cuando inicia la temporada alta la agenda se llena y hay recorridos casi a diario. Los recursos se reinvierten en mejoras de infraestructura para cada comunidad.

    Olmedo Cayambe y Luis Acán lideran esta iniciativa turística comunitaria, ubicada en Chimborazo. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
    Olmedo Cayambe y Luis Acán lideran esta iniciativa turística comunitaria, ubicada en Chimborazo. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
  • La mashua, tubérculo que mueve a mujeres de varias comunidades

    Cristina Marquez

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    El yogurt que elaboran las 16 socias de la organización Mushuk Kawsay tiene un sabor exquisito y cualidades medicinales. El ingrediente principal es la mashua, un tubérculo andino similar a la oca que estuvo cerca de desaparecer por el poco valor que tenía en el mercado.

    “Este producto nos representa. No solo nos está ayudando en nuestro progreso económico, sino que también tiene parte de la herencia de nuestros abuelos”, cuenta orgullosa María Cutiupala, presidenta de la organización.

    Dice que la mashua dejó de cultivarse hace casi una década y que las semillas se estaban perdiendo. En el mercado era un producto menospreciado y a veces hasta lo dejaban saquillos llenos del tubérculo abandonados en las esquinas para no traerlo de regreso a casa después de una mala venta.

    La organización que agrupa a mujeres de varias comunidades de San Juan, una parroquia situada a 30 minutos de Riobamba. Ellas se asociaron en el 2010 para emprender en otra área: la producción de papas y la crianza de cuyes. Cuando la agrupación se fundó tenía 40 socias, pero muchas se retiraron en el inicio.

    El primer éxito que alcanzaron juntas fue la compra de una infraestructura propia donde cuentan con un espacio para la fabricación del yogurt, sala de reuniones y una pequeña bodega. Por el buen mantenimiento de la fábrica y las prácticas higiénicas adecuadas, ellas obtuvieron el registro sanitario para su producto.

    La idea de preparar un yogurt de mashua surgió tras un acercamiento de la organización con la Unidad de Emprendimientos del Gobierno Provincial de Chimborazo. Un grupo de técnicos de esa entidad realizó un estudio de las potencialidades del producto y diseñó una estrategia para introducirlo en el mercado.

    “Al principio fue muy difícil, sobre todo al momento de convencer a las compañeras de invertir en un nuevo emprendimiento. Pensábamos que, si nadie quería las mashuas en los mercados, menos las iban a querer como yogurt”, recuerda Cutiupala.

    Sin embargo, las emprendedoras decidieron apostar por el producto y en el 2015 empezaron a capacitarse. Ellas aprendieron sobre el manejo adecuado de la leche y cómo convertirla en yogurt. Además, prácticas de higiene.

    La primera semana elaboraron de manera artesanal los primeros cinco litros de yogurt. El sabor agradable y diferente cautivó de inmediato al público, y pronto la cantidad se volvió insuficiente.

    El año pasado, las mujeres recibieron una donación del Gobierno Provincial para mecanizar el proceso de elaboración. Ellas recibieron ollas pasteurizadoras, recipientes y mesas de acero inoxidable, entre otros enseres para equipar su planta de producción.

    Hoy la producción se incrementó a 80 litros semanales, que se envasan en recipientes de tres presentaciones. Ofrecen desde envases pequeños para consumo personal, hasta envases de 2.5 litros, y cuestan entre USD 0,50 y 3,50. “Esos equipos marcaron un avance importante.

    María Cuyupala, Mercedes Borja, Melisa  Álvarez son parte de Mushuk Causai. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    María Cuyupala, Mercedes Borja, Melisa Álvarez son parte de Mushuk Causai. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Artesanías finas con el toque de comunidades nacionales

    Redacción Quito

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    Artesanías fines hechas con insumos de comunidades autóctonas del Ecuador más el diseño de Ivonne Durán es lo que se halla en Maquipura.

    Esta boutique nació en el 2008. Durán elaboraba manualidades y las vendía a otros almacenes, pero creció y decidió tener algo propio. Comenzó con ropa artesanal.
    En la tienda se observan diferentes productos como carteras, chales, correas, etc., hechas con macanas; telares, bisutería con tagua, coco, entre otros materiales. No faltan sombreros de paja toquilla, adornos para la decoración hechos con metales como la plata o peltre y otros productos.

    Al inicio, Durán mostraba su oferta para sus amigos y familiares. Sin embargo, fue creciendo y en los primeros años consiguió alrededor de 300 clientes, mientras que en la actualidad tiene entre 700 y 800, que son eventuales.

    La esencia del negocio, además de económico, es social y cultural. A Durán siempre le ha gustado dar trabajo a otras personas por lo que trabaja con representantes de diferentes comunidades del país como los saraguros o habitantes de Tigua (Cotopaxi), Sígsig (Azuay) y otras comunidades.

    Durán cuenta con 30 proveedores a escala nacional. Una de ellas es Carmen Vera, quien le provee a Maquipura “de macanas y paños. De lana, de hilo mercerizado. Es buena compradora”.

    Todos los materiales de los productos que se comercializan en Maquipura son 100% nacionales.

    La base de los tapices, por ejemplo, está hecha en telar de cintura por los saraguros, con lana de borrego en los colores que yo les indique. El diseño y las figuras están a cargo de Durán.

    Entre la temática de estos se encuentran pájaros de la Amazonía o Galápagos, árbol de la vida, etc. Mientras que en los adornos hechos con metal se observan figuras precolombinas como las Venus de Valdivia en sacacorchos o aretes con figuras de petroglifos.

    Incluso, en las cajas en las que se venden los productos consta un pequeño folleto con datos históricos de los diferentes productos. “Mis clientes son nacionales, no extranjeros. Compran para regalarles a los visitantes”, indica.

    Hasta el 2014 la facturación al año era de unos de USD 50 000, pero luego bajó a USD 12 000. El bajón va de la mano de la compleja situación económica del país.

    Algunos talleres, cuenta Durán, incluso han cerrado. Es por ello que a inicios del año anterior creó un grupo de Facebook con diferentes artesanos al que denominó Thapachacuy, que traducido al español es hacer nido, con el fin de impulsar sus ventas en ferias.

    Uno de los encuentros más destacados ha sido el que desarrollaron en el Club Jacarandá en diciembre . Allí tuvieron el apoyo, incluso, de empresas de comida y otras para atraer al público.

    La Cámara de Comercio de Quito (CCQ), de la cual Maquipura es socia, destacó a este negocio y a la iniciativa de Thapachachuy. “Todos han unido sus esfuerzos para poner a consideración de la comunidad excelentes oportunidades de negocios, sin intermediarios de ningún tipo”.

    Durán siente que debe seguir impulsando las acciones de este grupo y apoyar en el desarrollo de los artesanos integrantes.

    Ivonne Durán es la propietaria de Maquipura. Ella ha impulsado la creación del grupo de artesanos denominado Thapachacuy. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Ivonne Durán es la propietaria de Maquipura. Ella ha impulsado la creación del grupo de artesanos denominado Thapachacuy. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Las firmas escuchan a la comunidad con mayor atención

    Redacción Quito

    La responsabilidad social empresarial toma más fuerza en el Ecuador. Los informes o memorias anuales que publican las compañías, de diferentes sectores, son cada vez más frecuentes, en formatos impresos y digitales.

    En estos documentos, las organizaciones dan cuenta de sus inversiones y aportes en programas educativos, de salud, de inclusión laboral… Dentro de esta política corporativa, las compañías ecuatorianas están adoptando una nueva acción: escuchar con detenimiento a las comunidades en las que su actividad genera cualquier tipo de impacto.

    Un ejemplo es lo que hace la firma de acero Adelca. Esta compañía, que tiene su planta en Alóag, al sur de Quito, decidió someterse a una suerte de examen de la comunidad.

    Esta evaluación fue parte de un proceso para obtener la certificación S2M, que garantiza la implementación de un estándar de responsabilidad corporativa. Este ‘sello’ complementa, otras normas como la ISO 26000 o el Pacto Global. La S2M es otorgada por la Cámara de Industrias y Comercio Ecuatoriano Británica y la Fundación S2M, que tienen convenios con organismos británicos.

    En el examen, Adelca fue valorada por sus empleados, proveedores, gobierno local y por los dirigentes de Alóag. Este último grupo es clave para la compañía, debido a que hace seis años la firma enfrentó un problema con la comunidad que derivó en la paralización de las actividades por unas dos semanas. La empresa aprobó la evaluación y está por recibir la certificación S2M.

    Para Diego Gordón, gerente de la Cámara Ecuatoriano Británica, la idea es que la propia comunidad reconozca que una empresa sí es responsable socialmente. Añade que «el hecho de que una firma se exponga para ser calificada es meritorio aquí y en cualquier país».

    Rafael Liger, del Departamento de Responsabilidad Social de OCP, reconoce que cualquier industria genera un impacto y más aún una del sector hidrocarburos. «Estos impactos no son bienvenidos por la comunidad, por eso OCP busca desde el 2003 mantener relaciones cordiales con la comunidad y acercarnos con obras de mutuo beneficio».

    La empresa maneja el concepto de «licencia social». Según Liger, se trata de una suerte de permiso de la comunidad. «Esta licencia no la entrega ninguna entidad, se trata mas bien de una aprobación de la comunidad a nuestro trabajo».

    Uno de los programas de responsabilidad social de OCP es la construcción de la Escuela Juan Carlos Matheus, ubicada en la parroquia Viche, Esmeraldas, a la que asisten hoy en día cerca de 430 estudiantes. Liger asegura que OCP es parte de la tendencia de mostrarse ante las comunidades. Para esto, añade, se transparenta mucha información de la empresa y se consulta a las comunidades si están de acuerdo con las políticas de responsabilidad social de la compañía.

    Otra opinión es la de Santiago Peralta, de Chocolates Pacari. Para él, la clave está en recibir todos los comentarios de los productores de cacao, para mantener una relación muy cercana, casi de familia. «Así ganamos un producto de calidad y ellos reciben mejores precios por el cacao que siembran y cosechan».

    Los habitantes sacan provecho de las obras

    En Viche las calles son de asfalto y de tierra. Por allí caminan a diario centenares de niños y adolescentes que se dirigen a los tres centros educativos de esta parroquia del cantón Quinindé, en Esmeraldas, a 153 kilómetros de Quito.

    La escuela Juan Carlos Matheus es uno de los establecimientos educativos de Viche. Allí se educan alrededor de 430 alumnos y trabajan 17 profesores, incluyendo su directora Enis Quiñónez.

    Estudiantes y maestros lucen contentos cuando llegan al nuevo edificio. Este funciona hace dos meses, luego de que la empresa OCP, en trabajo con el Vicariato Apostólico de Esmeraldas, la Embajada de Japón, el Municipio de Quinindé y el Gobierno Parroquial de Viche consiguieran el terreno y levantaran tres bloques en donde funcionan 17 aulas.

    Verónica Cuadros, profesora de la escuela, describe el anterior local: «El espacio era muy reducido y las condiciones de trabajo eran insoportables«. Esas instalaciones no tenían más de 400 m2 y contaba con tres baños para unas 450 personas; las aulas estaban inconclusas.
    OCP se contactó con la escuela hace un par de años, durante una entrega de dulces y juguetes en Navidad. «Vimos la situación que sufrían y decidimos hacer algo por ellos. Así surgió la idea de construir un nuevo edificio para la escuela», explica Rafael Liger, vocero de OCP en temas de responsabilidad social.

    La empresa aportó con USD 233 000 para levantar el edificio y para equiparlo con pupitres. Liger cuenta que OCP, como parte de su política de responsabilidad social, apoya temas de educación salud y producción. «Esto va más allá de los sellos de calidad, se trata de la ‘licencia’ social o autorización de la comunidad para trabajar tranquilo sin temor a un paro o daños al oleoducto. Siempre estamos en contacto con la comunidad y sus habitantes con nosotros».

    A unos 200 kilómetros de Viche, en el sur de Pichincha, se encuentra la parroquia Alóag, habitada por 15 000 personas. Allí funciona desde 1963 la planta de la empresa de acero Adelca.

    De los 870 empleados que laboran allí, el 60% proviene de Alóag y de sus alrededores. La relación entre la empresa y esta comunidad vivió una etapa crítica hace unos seis años, cuando empezó a operar una fundidora de metales y se generó malestar en la comunidad. La planta paralizó su operación hasta que ambas partes llegaron a un acuerdo.

    Con el conflicto, la aceptación de Adelca cayó al 17%. Hoy el indicador está en 95%, según Marco Oleas, director de Gestión Integral de la firma. Para  esto fue necesario una reestructuración de procesos, que inició hace cinco años e incluyó la relación con la comunidad.

    La empresa ofrece ahora un dispensario médico, un centro informático, un centro deportivo, un espacio de capacitación… para los habitantes de Alóag. Wilson Rodríguez, presidente de la junta parroquial de Alóag, asegura que la población ha recibido unos USD 3 millones  de Adelca en obras y servicios. «Apoyamos a Adelca, pero también pedimos su apoyo para la parroquia. Hemos pedido que las pequeñas falencias se corrijan. Así hemos logrado mejoras en temas ambientales, por ejemplo».

    El capítulo más reciente de la buena relación entre la comunidad y la empresa se dio hace pocas semanas, cuando representantes de Alóag calificaron la gestión de Adelca, como parte de un proceso de certificación. María del Carmen Pilaguano, de 54 años, y Tamara Pachamama, de 27, cuentan que el dispensario médico es una gran ayuda, con atención y medicamentos gratuitos. También destacan las vías y el centro deportivo recién inaugurado hace un par de semanas.

    La certificación S2M
    El origen. Este certificado es otorgado por la Cámara de Industrias Ecuatoriano-Británico y la Fundación S2M (con base en Quito), en convenio con Hexagon Group.

    El certificado. Adelca recibirá la certificación este jueves 12 de diciembre en una ceremonia prevista en la Iglesia de La Compañía de Jesús, en Quito.

    Casa abierta. Ese día, en la iglesia, será la III Casa Abierta de Proyectos de Responsabilidad Social Corporativa 2.0.

    ‘La confianza es fundamental para acercarse a las personas’

    La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es un modelo de gestión, que no cabe dentro del marketing social ni mucho menos dentro de una campaña publicitaria para lavar la imagen de una empresa. Esa es la reflexión de Evangelina Gómez, directora ejecutiva del Consorcio Ecuatoriano para la Responsabilidad Social (Ceres).

    Ceres es una entidad que promueve el concepto y las prácticas de la Responsabilidad Social a través de organizaciones fortalecidas y comprometidas con el desarrollo sostenible del país.

    Todo esto, con base en los siete aspectos que contempla la RSE: valores, transparencia y gobernanza; público interno; medioambiente; proveedores; consumidores y clientes; comunidades; gobierno y sociedad.

    Con este último grupo la confianza es el factor fundamental para lograr un acercamiento, asegura Gómez. «Esto permite tener una mejor relación y acceder a la ‘licencia social’ para operar. No se trata de ningún certificado físico o por escrito; es la aceptación de la sociedad».

    La Directora Ejecutiva asegura que por principio la RSE no debe ser certificada. «La RSE es voluntaria. No se puede certificar la voluntariedad. Sin embargo, se respetan esos procesos con los que se quiere ir a la certificación».

    Un estudio realizado por Ceres en el 2012 a unas 23 empresas grandes, determinó que un 67% de ellas contaba con un departamento específico de RSE en la compañía. Asimismo, un 72% tenía un presupuesto destinado para desarrollar actividades de responsabilidad social empresarial. De este grupo, un 34% destinaba menos de USD 500 000.

    Entre los indicadores que maneja el Consorcio consta que un 70% de ejecutivos de las empresas grandes es consciente de la importancia de ser socialmente responsable. «Cuando los líderes de las empresas son conscientes de estas acciones es más probable que esa organización ejecute programas de responsabilidad social», indica Gómez.

  • Seis comunidades fronterizas emprenden con el palo santo

    Redacción Loja

    La compañía comunitaria Bolívar Tello Cano, que agrupa seis comunidades del cantón fronterizo Zapotillo (suroccidente de Loja), recibirá el próximo 22 de septiembre un premio de USD 5 000, otorgado por Iniciativa Ecuatorial del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo por la ejecución del proyecto Palo Santo.

    Además, participará en la elección de los premios de Reconocimiento Especial. Este será un galardón adicional de USD 15 000 y los ganadores se conocerán el día del evento, en Nueva York.

    El proyecto Palo Santo nació en el 2007, por una investigación en la Universidad Técnica Particular de Loja. Se desarrolló un proceso para obtener aceite esencial del fruto del árbol de palo santo, y no del tronco, reduciendo el impacto hacia el bosque por la tala de árboles.

    Luego se presentó un proyecto piloto que ejecutó una iniciativa empresarial y de conservación. Para lograr el objetivo se unieron la Fundación Naturaleza y Cultura Internacional (NCI), un organismo que durante 15 años trabaja por la conservación del Bosque Seco del sur del Ecuador, y la empresa brasileña Natura, que a la vez es el primer cliente.

    Bruno Paladines, coordinador de Bioconocimiento de NCI, indica que esta ONG impulsó el proyecto y para su ejecución, explica, la base es la conservación, investigación y comercialización. «La conservación se transforma en la materia prima».

    La Agencia de Desarrollo Económico del Sur en el 2011 definió un modelo de negocios de tres componentes para que la comunidad se beneficie de las ganancias por la venta del aceite. Estos son: Área productiva y comercial, que se enfoca en la cosecha y comercialización; Caja de ahorro y crédito, que permite a los socios tener recursos para invertirlos en emprendimientos productivos individuales; y el Fondo de investigación y conservación, que es un instrumento que permite captar fondos de las ventas para impulsar más investigaciones y contar con productos agregados, sumándose la conservación del bosque.

    Violeta Condoy, socia de la Compañía Comunitaria Bolívar Tello Cano, los representará en EE.UU. para recibir el premio. De acuerdo con Condoy, ya cuentan con el espacio para edificar el laboratorio de procesamiento en la zona, parte del premio se invertirá en esa idea. Actualmente, el producto se cosecha y se lo transporta hasta Loja para que sea procesado en los laboratorios de la Universidad Técnica Particular de Loja.

    La producción Cifras.

    • En 2013 se extrajeron 255 l de aceite. Por cada 30 kg de fruto de palo santo se reciben USD 27.
    • Comunidades. Más de 150 personas beneficiarias de Malvas, Tutumos, Bejucal, Paletillas de Malvas, La Manga y Chaquiro (Zapotillo).