Etiqueta: contenido intercultural

  • Chicha, cerveza y cultura, en La Tola

    Redacción Quito

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    La Tola es uno de los barrios más tradicionales de Quito, ubicado en el Centro Histórico. Con el paso del tiempo fue convirtiéndose en una zona insegura, lo cual le generó una mala fama.

    Josué Moreno, de 26 años de edad, creció en este lugar. Su padre, Patricio Moreno, tuvo durante 15 años un local donde vendía fritada, funcionó en una antigua casa de dos pisos, de propiedad de la familia. Un día Patricio llamó a Josué y a Cristian, su otro hijo, para informales que cerraría el establecimiento y que ahora ellos debían decidir qué hacer.

    Los dos jóvenes pensaron en aprovechar el lugar para dar vida a un proyecto que conjugue el entretenimiento con la recuperación del espacio público y reanime la convivencia de la vecindad.

    Así surgió la idea de abrir el bar y restaurante Sereno Moreno, que funciona desde junio del 2016. También es un espacio de promoción cultural, para lo cual se formó el colectivo denominado ‘A verfff’, que promueve actividades dentro del establecimiento y festivales artísticos en las calles de La Tola.

    Para iniciar, los hermanos ahorraron por más dos años hasta acumular USD 20 000. Josué trabajaba en un bar de cerveza artesanal, de ahí adquirió conocimientos sobre esta bebida, así como destrezas para la administración de un negocio. Cristian, un ingeniero en alimentos, laboraba en una empresa privada, tenía la intención de independizarse y crear sus propios productos.

    Con el capital remodelaron el interior de la casa, imprimiendo un colorido diseño, característico del Quito antiguo. Compraron el mobiliario, las instalaciones de la cocina y las máquinas para el expendio de bebidas.

    El menú de alimentos se ha ido adaptando. La oferta actual está compuesta de comida típica: fritada, costillas de cerdo, maduros con queso, mote sucio y ensalada de chulpi y tostado. Se abastecen de todos los productos en el Mercado Central, uno de los más representativos de la ciudad y que se encuentra a pocas cuadras del Sereno Moreno.

    En cuanto a bebidas, al inicio la oferta era exclusivamente de cerveza artesanal, de productores locales. Aunque la acogida era positiva entre la clientela, Josué y Cristian buscaban innovar con un producto propio, que sea más económico.

    “Todo nuestro menú contiene algo autóctono, de nuestras raíces, entonces nos decidimos por hacer chicha”, cuenta Josué.

    Al principio fue una experimentación entre amigos y clientes más frecuentes, a quienes regalaban tragos de chicha para que los probaran. Hubo cierto recelo de algunas personas con la bebida, porque la asociaban con la chicha de yuca, tradicional de la Amazonía, que se elabora masticando y escupiendo sobre un recipiente, confiesa el propietario.

    Luego del año de pruebas el Sereno Moreno puso a la venta su bebida, a la que nombraron Mucha Chicha, logrando gran acogida. Está hecha a base de morocho, hierbaluisa, piña, naranjilla y clavo de olor, no contiene malta ni lúpulo. Posee alcohol natural de 5 grados.

    Normalmente este tipo de bebida es espesa, pero ellos adaptaron un proceso de purificación que la vuelve más ligera y clara.

    El Sereno Moreno fue uno de los primeros lugares alternativos que funcionaron en La Tola. Hoy en ese sector hay más movimiento. Al principio la facturación mensual bordeaba los USD 1 000, ahora rebasa los USD 3 000.

    “Es un lugar tranquilo, con buena atención y que se esmera en el rescate de los sabores tradicionales del Centro Histórico. Piensan en el público joven y organizan eventos variados”, dice Homero Arboleda, cliente del negocio.

    Los propietarios proponen actividades diversas que involucran a la comunidad. En estos tres años, han hecho talleres de pintura, actuación, cursos vacacionales para niños. Abrieron una escuela de fútbol llamada Esmeleón (en alusión a las calles Esmeraldas y Vicente León, donde está ubicado el bar). Tomaron ese nombre por equipo de fútbol barrial, donde juegan Josué y Cristian.

    Josué Moreno abrió el bar Sereno Moreno con su hermano Christian, en junio del 2016. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Josué Moreno abrió el bar Sereno Moreno con su hermano Christian, en junio del 2016. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Artesanías con un toque contemporáneo

    José Luis Rosales

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    Tras residir 25 años en el exterior, el otavaleño Jaime Morales Jimbo retornó a su ciudad para impulsar su propio negocio: Walkas Bisutería.

    Hace un año y medio está al frente de esta firma que elabora productos con un toque étnico y personalizado. Siempre fue su sueño tener una tienda completa, con artesanías y joyería.

    El gusto por los textiles lo heredó de sus padres: Enrique Morales y Zoila Jimbo. Ellos se dedican a la confección de ponchos de lana para los diferentes pueblos y nacionalidades indígenas del país.

    Jaime le apostó por innovar usando su creatividad. Asegura que lo que más le agrada es hacer cosas originales.

    En su permanencia en Italia, Suiza y España tomó algunos cursos sobre sublimación, bisutería y confección en cuero. Le gusta aprender, ver programas en Internet relacionados a lo que hace.

    Una de las líneas que más destaca en Walkas Bisutería son los trabajos personalizados. Con la técnica del sublimado puede plasmar la imagen que un cliente desee en prendas de vestir, llaveros, platos, tazas, cojines, estuches de celulares y edredones.

    En la joyería de acero, en cambio, graba imágenes de fotografías, nombres, dibujos y símbolos que adornan anillos, pulseras, colgantes, entre otros.

    Desde hace varios años empezó a coleccionar fotografías antiguas de Otavalo, que han sido publicadas en redes sociales. Hay imágenes en blanco y negro de la Plaza de los Ponchos, la cascada de Peguche, el lago San Pablo, un músico kichwa tocando una bocina, un rondador, entre otros.

    Esas gráficas las ha replicado en camisetas, buzos, carteras, bolsos. Gustan muchos a los clientes, especialmente extranjeros.

    Una de las cosas que Morales destaca es el servicio de sublimación en gran formato, que permite optimizar tiempo y material.

    El emprendedor señala que la inversión que ha hecho para adquirir la maquinaria para su taller alcanza los USD 60 000.

    Cuenta que uno de los países en el que pasó más tiempo fue en España. Incluso, asegura, tiene maquinaria y herramienta guardada con la que realizaba el mismo oficio en ese territorio.
    Una de las nuevas líneas de trabajo en las que incursionó este creativo es la de fabricación de calzado con telas artesanales, adornadas con íconos kichwas. Hay para damas y caballeros; trabaja en tallas de la 35 a la 43.

    Los zapatos también son confeccionados a la medida y al gusto de cliente. Jaime Morales asegura que puede confeccionar zapatos para una persona y entregarlos en una hora, por que dispone de una amplia variedad de piezas para ensamblarlas.

    Por ahora, los pares llevan la marca Walkas. Sin embargo, analiza la posibilidad de desarrollar un nombre con identidad.

    A clientes como Jaime Cedeño, que llegó desde Quito, le gustaron las zapatillas. Comenta que son ideales para vestir a los integrantes de un grupo de danza del colectivo 60 y Piquito.

    Otra de las especialidades de este establecimiento artesanal es la bisutería. Si bien los anillos, aretes, cadenas, colgantes y otros son importados, Morales asegura que el cliente le pone el toque final. Es decir, letras, figuras, fotos.

    En las vitrinas resaltan colgantes traídos de destinos lejanos como India y Tailandia y de naciones regionales como Colombia y Brasil. De este último país provienen materiales de bisutería en macramé, que es un tejido trenzado manualmente con hilos.

    También se encuentran en el sitio las tradicionales walcas ecuatorianas, que son los collares que lucen las mujeres indígenas de la región interandina.

    Estos artículos son confeccionados con un toque contemporáneo. Las doradas y gruesas esferas, por ejemplo, han sido reemplazadas por delgados y finos mullos de vidrio. “No es tan fácil haber vivido en otros países y retornar a Otavalo a abrirse mercado”, explica Morales. Sin embargo, la creatividad le permite mantenerse a flote en esta población de Imbabura.

    El otavaleño Jaime Morales es el diseñador y fabricante de los artículos de la tienda Walkas Bisutería. Foto: José Luis Rosales/LÍDERES
    El otavaleño Jaime Morales es el diseñador y fabricante de los artículos de la tienda Walkas Bisutería. Foto: José Luis Rosales/LÍDERES
  • Las artesanas de El Morlán y el sombrero de Imantag

    Red. SIERRA NORTE (F)
    Contenido intercultural

    La vida de María Laura Araque ha transcurrido entre su huerta y un taller de elaboración de sombreros de paño.

    Tiene 67 años y forma parte de la Asociación Ñawpachik Ayllu, que se especializa en la elaboración de sombreros artesanales.

    Todas sus integrantes habitan en la comunidad El Morlán, en Cotacachi (Imbabura). La mayor parte de la población se autoidentifica como indígena.

    En el paisaje hay casas diseminadas y rodeadas de pequeñas parcelas. En una de ellas, Araque produce maíz, fréjol y papas. La mayoría de los cultivos está destinada al consumo de la familia.

    Al igual que las otras artesanas, esta mujer de estatura pequeña y su rostro marcado por el tiempo comenta que cuando empezaron no tenían conocimientos sobre las técnicas de la sombrerería.

    Esta actividad es prácticamente nueva en la parcialidad. María Diaguillo, líder de la organización, explica que todo empezó hace 15 años cuando les propusieron que aprendieran a confeccionar estas prendas infaltables en la cabeza de los kichwas. La idea es generar ingresos para el hogar.

    La campesina, de 47 años, cuenta que se capacitaron en el denominando sombrero imanteño. Es un modelo de copa y ala pequeña.

    En esta localidad, como en el resto de la parroquia de Imantag, el sombrero lo utilizan tanto hombres como mujeres indígenas. En el caso de las damas, es parte de la vestimenta que incluye un anaco o falda, blusas bordadas y collares de pequeñas esferas doradas.

    En la casa de María Celia Orbes, otra de las socias, el grupo de artesanas instaló el pequeño obraje. Esta mujer, de 63 años, es una de las más diestras. El proceso empieza con los capachos -como se denominan a los gorros-, los cuales son sometidos al vapor para que se vuelvan dúctiles y maleables, con el fin de trabajarlos.

    Luego con una mezcla de almidón y gelatina sin sabor forman una especie de goma que untan en la prenda, como barniz, para que tomen forma.

    Para el hormado, en cambio, se emplean planchas antiguas de hierro, que son previamente calentadas en el fuego de una cocina.

    Hay dos tipos de planchas. La más delgada se usa para quitar arrugas del ala del sombrero, explica María Sánchez, otra de las colaboradoras de la asociación.

    Por último, se colocan el forro, el tafileti y el cintillo. Sánchez también explica que en el caso de los hombres la talla del sombrero oscila entre 13 y 14 centímetros. Mientras que para mujeres, la talla es de 9 a 10.

    Hay una amplia variedad de colores. Los más comunes son los de tono negro, gris, verde, café. Los aficionados prefieren para combinarlos con la ropa.

    Las formas responden al pedido de clientes. Los diseños, similares al sombrero español, son preferidos en su mayoría por mestizos. Pero también hay pedidos de los kichwas Otavalo.

    Desde el año pasado, la Asociación Ñawpachik Ayllu tiene el apoyo del proyecto de Fortalecimiento a Emprendimientos e Iniciativas productivas locales de Imantag. La idea es mejorar la situación de las familias, comenta Lucía Linquinchano, presidente de la Junta Parroquial.

    Las artesanas muestran los sombreros hechos con sus manos. Las comercialización se realiza en ferias populares. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
    Las artesanas muestran los sombreros hechos con sus manos. Las comercialización se realiza en ferias populares. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
  • Artesanías que tienen sello pluricultural

    María Victoria Espinosa

    Contenido Intercultural

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    En dos vitrinas de vidrio, los turistas pueden observar los productos que realiza Lisseth Delgado, en el Rincón Artesanal.

    Este negocio está ubicado en las oficinas de la agencia de viajes Equinoccial Touring, en Santo Domingo de los Tsáchilas.

    Cada artesanía que se exhibe cuenta la historia de su nacionalidad o pueblo indígena. Por ejemplo, hay un afro esmeraldeño elaborado con resina, tocando un tambor y sonriendo.

    Para la artesana, ese muñeco, que se puede colgar en la refrigeradora, representa el orgullo con que los afrodescendientes muestran al mundo su cultura.

    El Rincón Artesanal inició formalmente hace un año, pero la idea se formó hace más de cuatro, cuando Lisseth estaba en el colegio. Elaboraba artesanías para regalarles a su familia y amigos.

    Luego tuvo la oportunidad de viajar a Jamaica, donde observó que cada artesanía que se vende en los lugares turísticos muestra algo característico de la zona y que, a través de estos productos, se puede dar a conocer la cultura y tradiciones de un país.

    Cuando volvió a Ecuador quiso replicar esa idea. Así que empezó a elaborar la indumentaria de las mujeres tsáchilas para vestir a sus muñecas. La idea le gustó a los turistas y pudo comercializar la primera Barbie tsáchila.

    Eso la motivó a investigar la cultura de esa etnia y luego viajó a otras provincias para conocer a fondo a otras nacionalidades. “Puedo hacer una muñeca afrodescendiente si el cliente lo pide. Podemos personalizar cualquier tipo de artesanías”, explica.

    Con materiales de la zona de Santo Domingo, Esmeraldas y Manabí, como la tagua, semillas tsáchilas, palma real, coco y bambú, empezó a elaborar otras artesanías y cuando ya tuvo más de 20 modelos inició con la exposición en un pequeño rincón de la agencia Equinoccial Touring.

    Las artesanías llamaron la atención de los clientes que visitaban el lugar. Poco a poco se convirtió en una exposición permanente.

    Para tener diversidad de artesanías pluriculturales se puso en contacto con otros productores del país y, ahora, también exponen sus creaciones en este lugar.

    Al mes se venden entre 10 y 20 artesanías a los turistas que compran paquetes para viajar al exterior. Lo hacen para llevar recuerdos de Ecuador a sus familiares o amigos en otros países.
    Por eso, Delgado señala que cada artesanía lleva un proceso de revisión para que las figuras no distorsionen la identidad cultural de las nacionalidades.

    Incluso, en la página web hay una reseña histórica de las regiones del país y las nacionalidades que hay en cada sector. La idea es que a través de las redes se difunda el valor cultural de Ecuador.

    Entre las artesanías más vendidos están los tsáchilas y los indígenas de la Sierra como las cholas cuencanas y los esmeraldeños.

    La demanda de ese tipo de productos hizo que crecieran en número en las vitrinas del Rincón Artesanal.

    En cada percha se observan a tsáchilas representados en camisetas, gorras, figuras de bambú, títeres, porta esferos, calcomanías, entre otros productos.

    Lisseth también comercializa sus productos vía redes sociales y a través de la página web.
    Al mes se pueden hacer hasta tres pedidos. Cada uno de entre 25 y 45 figuras artesanales. Pueden ser figuras elaboradas como muñecas tsáchilas, tortugas de las islas Galápagos, chivas o solo llaveros y porta esferos.

    De hecho, la agencia Equinoccial Touring es uno de sus clientes permanentes.
    Édison Enríquez, gerente de este negocio turístico, señala que realizan pedidos de llaveros en tagua, personalizados con el logo de la empresa. Estos se entregan en los paseos en chiva, cada mes.

    Además, si los clientes contratan paquetes turísticos familiares o empresariales se realizan artesanías con el logo de la empresa o con el apellido de la familia. “Es un valor agregado para nuestros consumidores. A nosotros nos ayuda fidelizarlos”.

    La artesana Lisseth Delgado es la propietaria de Rincón Artesanal, un negocio con artesanías pluriculturales. Foto: Juan Carlos Pérez para LíDERES
    La artesana Lisseth Delgado es la propietaria de Rincón Artesanal, un negocio con artesanías pluriculturales. Foto: Juan Carlos Pérez para LíDERES
  • Las mascarillas orgánicas, el gancho de este negocio

    Redacción Quito

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    Un problema de infección cutánea y el interés por crear productos naturales para la piel en el Ecuador impulsó a Claudia Rivera a crear su marca de belleza.

    Uwi se desarrolló en julio de 2016 tras un problema de acné que sufrió Rivera, cuando tenía 23 años. Tras esa experiencia, Rivera decidió certificarse como instructora de Yoga, lo que permitió cambiar su estilo de vida.

    En ese año, la emprendedora elaboró sus primeras muestras de cosmética ancestral con productos orgánicos provenientes de la naturaleza ecuatoriana.

    Uwi mantiene una línea de productos libre de conservantes y químicos perjudiciales para la salud de la piel.

    El producto estrella del emprendimiento son las mascarillas orgánicas faciales, corporales y capilares. Sin embargo cuentan también con jabones, shampoo y aceite tónico facial.

    Esta variedad de cosméticos viene en diversas presentaciones. Los precios oscilan desde USD 9,99 a USD 14,99 de acuerdo al cosmético.

    Uwi elabora sus productos de manera personalizada. Los consumidores tienen la oportunidad de elegir los ingredientes de sus cosméticos de acuerdo a las necesidades de su piel.
    La marca también ofrece limpiezas faciales dentro de su local ubicado en el norte de Quito. Estos servicios cuentan con Limpieza Facial Profunda y Limpieza Facial Express. Los precios van desde USD 14,99 hasta USD 39,99.

    La emprendedora trabaja con su madre y una cosmetóloga. Las dos colaboran con la atención en los servicios de limpieza facial. Rivera se encarga de la gestión y administración del establecimiento.

    Las ventas de la microempresa se gestionan a través de las redes sociales como UWI Cosméticos Ancestrales y de su local ubicado en el norte de Quito que abrió sus puertas en mayo del presente año.

    La marca cuenta con una página web www.uwi.ec en la que se oferta la variedad de productos y los tratamientos dermatológicos.

    The Lab Quicentro es un punto de venta en el que se ofrecen los cosméticos del emprendimiento.

    Esta gestión de ventas on line permite a la microempresa expandir sus productos a escala nacional. Dentro de los próximos meses Rivera piensa estandarizar su marca a escala internacional.

    La materia prima de Uwi proviene del especialista en cosmética natural Pablo Coba y de la empresa Jaitel, quienes se encargan de maquilar los insumos. Asimismo, ciertos ingredientes de las mascarillas se distribuyen de diversos sitios del país.

    Entre remodelación, adecuación y elaboración de productos, la microempresa requirió de, aproximadamente, USD 50 000 como inversión inicial.

    En cuanto a ingresos mensuales, la marca factura un promedio de USD 4 000 desde mayo de 2018. Esta cifra incrementa en días festivos y épocas del año.

    Raquel Vasco se realizó la limpieza facial profunda. La joven asegura que este servicio ayuda a regenerar la piel del cutis. Andrea Rojas, en cambio, adquirió el jabón y el shampoo orgánico. “Los productos no producen irritaciones por sus componentes”.

    Claudia Rivera presenta su línea de cosméticos dentro de su local en el norte de Quito. Dentro del establecimiento ofrece limpiezas faciales. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
    Claudia Rivera presenta su línea de cosméticos dentro de su local en el norte de Quito. Dentro del establecimiento ofrece limpiezas faciales. Foto: Diego Pallero / LÍDERES
  • Los platos montuvios son su especialidad

    María Victoria Espinosa

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    El plátano es el ingrediente estrella del negocio Prieta Manaba, ubicado en El Carmen (Manabí).

    Este restaurante se especializó en desayunos montuvios manabitas como el bolón, tigrillo, arroz perico, tongas, entre otros.

    Kelly Zambrano, de 25 años, es la propietaria. Ella recuerda que el negocio nació por casualidad en Guayaquil mientras estudiaba comercio y realizaba pasantías en una empresa.
    Con el plátano verde, la sal prieta y el queso, que sus padres le enviaban desde El Carmen, ella preparaba bolones y los compartía con sus compañeros de trabajo.

    Ellos le dieron la idea de que los vendiera. “Me decían que estaban muy ricos y que si pagarían por un bolón mío”. Por eso empezó a hacerlos bajo pedido y a promocionarlos en las redes sociales.

    Luego, los compañeros de la universidad también hicieron pedidos. La manabita recuerda que había días en los que debía entregar hasta 40 bolones. Incluso, las empresas empezaron a contratarla para hacer los refrigerios para las reuniones. De ahí nació la idea de hacer mini bolones y de entregar a domicilio desayunos.

    Luego de un año, se le presentó la oportunidad de ofrecer desayunos en un restaurante. “En la mañana yo vendía desayunos y en la tarde una amiga hacia almuerzos”.

    Cuando el negocio había despegado en Guayaquil y ya tenía pedidos de hasta 150 bolones, una tragedia familiar la hizo regresar a El Carmen en febrero del 2017. Su hermano David falleció y ella debía apoyar a sus padres Francia Delvalle y Kléber Zambrano.

    Al principio ayudaba a su madre en el restaurante Rey David, que tiene una trayectoria de más de 20 años. Pero las ganas de emprender regresaron y decidió volver a preparar los bolones. Así que creó la marca Prieta Manaba y empezó a hacer entregas a domicilio en El Carmen.

    Luego implementó el servicio de desayunos sorpresas a domicilio, que incluyen los platos típicos manabitas, pero con decoraciones como globos, flores, peluches, entre otros.

    Además durante las mañanas abrió una cafetería en el local familiar Rey David.
    A diario prepara alrededor de 50 desayunos. Ella afirma que sus platos han tenido acogida por los valores agregados, que ha adicionado. Por ejemplo, los mini bolones están acompañados de una salsa de queso, con un toque de especias aromáticas y de ajo. También ofrece el bolón triplemix, que en su interior tienen queso, chicharrón y maní.

    Zambrano señala que el amor por el plátano nació cuando ella era niña y veía a su padre Kléber Zambrano trabajar en los cultivos y luego empacar el fruto en una bodega en su vivienda.

    Ella escogió la carrera de Comercio Exterior para poder darle un valor agregado a ese fruto. “Sueño con algún día poder exportar bolones de plátano”.

    Zambrano señala que el plátano y la gastronomía manabita siempre han sido parte de su vida. Su abuela y su madre preparaban esas recetas desde que ella era pequeña y le fueron enseñando algunos secretos culinarios.

    En la actualidad, está estudiando gastronomía para poder crear nuevos platos y ampliar el menú de Prieta Manaba. Aunque confiesa que la mayor enseñanza la recibe a diario de su madre Francia.

    Ella le supervisa los bolones para que todos tengan la masa suave y el tamaño indicado. “Hacer bolones tiene su técnica. Mi mamá es mi motivación para hacer las cosas con dedicación y amor”.

    Junto a ella, aprendió a elaborar las tongas manabitas, que es un plato típico que hacían las mujeres montuvias para que sus esposos se llevaran el almuerzo al campo. Para que no se dañara lo envolvían en una hoja de plátano.

    Este platillo manabita -compuesto de arroz, gallina, maní y plátano maduro- ha permitido que Zambrano participe en ferias de exposiciones y en eventos deportivos como Manabí en bici.

    El ciclista Jefferson Bravo afirma que las tongas y los desayunos de Prieta Manaba conservan el sabor tradicional manabita.

    Kelly Zambrano, de 25 años, es la propietaria del negocio Prieta Manaba, ubicado en el cantón El Carmen. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    Kelly Zambrano, de 25 años, es la propietaria del negocio Prieta Manaba, ubicado en el cantón El Carmen. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Ponchos y vestidos son la oferta de esta boutique

    Redacción Quito

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    Los tejidos de diseño tradicional se modernizan con acabados contemporáneos en Puro Ecuador.

    Ada Palacios es la administradora de este negocio que nació con la idea de obtener recursos para el Sistema Nacional de Música Para Niños Especiales (Sinamune), de la fundación Edgar Palacios.

    Este proyecto de 25 años atiende alrededor de 100 personas con discapacidad a los que se les da educación, rehabilitación, asistencia financiera, entre otros.

    Debido a la falta de auspicio de alguna entidad privada o pública se creó este emprendimiento, que es administrado por el personal que trabaja en la fundación.

    Los fondos recaudados le permite a este centro continuar con sus múltiples actividades.
    En noviembre del 2014 se inauguró oficialmente Puro Ecuador en el sector de Carcelén. El establecimiento se dedicó en un principio al comercio de artesanías, bisutería, sombreros, ropa, carteras y bolsos tipo shigra. Todos sus artículos eran producidos artesanalmente por artesanos de Otavalo y Atuntaqui

    El año pasado el local dejó de vender solo productos de otros artesanos para incursionar en la creación de modelos propios. “El objetivo de nuestros diseños era hacer de Puro Ecuador una marca”, afirma Ada Palacios.

    Sus diseños incluyen ponchos con diseños que toman como base a culturas autóctonas como Valdivia o Jama Coaque. Sobre este valor tradicional se realizan acabados contemporáneos.
    Palacios describe a estos diseños como una mezcla entre lo tradicional y lo ‘fashion’ para atraer a un público joven.

    Esta marca también elabora vestidos tejidos con diseños precolombinos. Su ropa incluye tallas XL y XXL para ampliar su rango de potenciales clientes.

    La producción tiene las combinaciones de colores tradicionales de las culturas de la sierra. Puro Ecuador maneja una línea de colores fuertes como fucsia, turquesa, verde o azul eléctrico; y una línea de colores sobrios en el que se combinan el blanco y negro primordialmente.

    El año pasado el negocio implementó la opción de compras a través de Facebook. Palacios comenta que este factor representó un crecimiento en ventas significativo debido a que el producto se envía a varias partes del país.

    Actualmente se factura más por ventas digitales que por clientes que visitan la tienda.
    El precio de un poncho bordea los USD 20 y un vestido se encuentra en USD 35. Además existen promociones por la compra de varios productos.

    Este emprendimiento factura aproximadamente USD 9 000 al mes, con lo cual han podido dar un gran aporte a Sinamune. Palacios afirma que todas las utilidades son para la fundación, en los últimos cuatro años se han donado cerca de USD 50 000.

    Los fondos han servido para mantener las actividades académicas y terapéuticas de la fundación. Además, han podido otorgar becas para que personas especiales puedan acceder a este servicio.

    Este año Puro Ecuador planea sacar una página web para promocionar su catálogo de la nueva línea de ponchos y ruanas.

    La administradora Ada Palacios junto a los ponchos y vestidos de la boutique Puro Ecuador, en el norte de Quito. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    La administradora Ada Palacios junto a los ponchos y vestidos de la boutique Puro Ecuador, en el norte de Quito. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Chigüilpe es una comuna para el turismo

    María Victoria Espinosa

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    Tres nuevos emprendimientos turísticos se han creado en la comuna tsáchila Chigüilpe.
    Los nativos han utilizado los espacios verdes y el pequeño bosque para mostrar a los turistas, las tradiciones ancestrales.

    El centro cultural Ka-tiluli, que en tsa’fiki significa árbol de palma real, fue inaugurado hace cinco meses y está integrado por 18 tsáchilas de todas las edades.

    Ellos construyeron dos espacios para el proyecto turístico. En el primero se encuentra el área musical y el taller de artesanías.

    Mientras que al cruzar una calle de tierra se puede observar la entrada hacia el bosque nativo. Allí se construyó un sendero con plantas decorativas y escaleras de madera. Al transitar por el lugar, el turista se encuentra con más de cinco estaciones en las que se exponen las costumbres tsáchilas como los telares donde se confecciona la indumentaria tradicional.

    También se puede ver las plantas de la caña de azúcar con la que preparan la chicha o malá en tsa’fiki o el consultorio chamánico, la vivienda ancestral e incluso hay una estación en la que se le rinde tributos a los ancestros tsáchilas, entre otros.

    Una de las novedades de Ka- tiluli es que los turistas pueden aprender sobre las tradiciones agrarias nativas. Los guías tsáchilas le explican al visitante cómo se cultiva el cacao e incluso les venden la mazorca por USD 0,50.

    Para construir esos dos espacios, los tsáchilas debieron conseguir más de 18 000 toquillas y
    10 000 cañas guadúa. “Fue un trabajo en minga con materiales del medio”, señala la líder del proyecto, Flor Aguavil.

    Al frente de Ka-tiluli se creó otro emprendimiento nativo llamado la Isla Tsáchila.
    En este lugar se ofrecen caminatas por el río Chigüilpe en las que se pueden observar animales como aves, peces, guantas, sapos, escarabajos, mariposas e insectos.

    Según Leonardo Aguavil, representante de Isla Tsáchila, la idea del emprendimiento es fomentar el ecoturismo en la provincia.

    Hace unos meses este centro cultural firmó un convenio con Ka-tiluli para ofrecer un paquete de USD 2 por persona, que incluye la caminata por el río y una exposición de las costumbres y tradiciones tsáchilas.

    La guía turística tsáchila, Cruz Calazacón, explica que este tipo de alianzas son importantes porque se unen esfuerzos y se le brinda una mejor atención al turista.

    Ella señaló que a través de las redes sociales se están promocionando y en cinco meses ya han tenido la visita de dos grupos extranjeros.

    A unos 200 metros de estos emprendimientos, la familia Calazacón también instaló un centro cultural llamado Tradiantsa (Tradición ancestral tsáchila).

    Este emprendimiento aún está construyéndose, pero ya recibe turistas. Los mayores atractivos de este centro cultural es el grupo de música, que ha participado en concursos nacionales y la medicina ancestral.

    Esta actividad es realizada por una mujer: Albertina Calazacón. “Antiguamente la medicina solo la podían practicar los hombres. Pero se ha demostrado que el don también lo tenemos las mujeres”, señala Melina Calazacón, guía nativa de Tradiantsa.

    Según el gobernador tsáchila, Javier Aguavil, Chigüilpe se ha convertido en una de las comunas más visitadas por su cercanía a la ciudad (15 minutos del centro). Por eso, ya se han instalado siete centros culturales.

    Según Augusto Calazacón, historiador tsáchila, esta comuna fue la primera en recibir turistas que buscaban curaciones de los chamanes hace más de 40 años.

    Hace dos décadas se creó el primer emprendimiento turístico que fue el Museo Tsáchila. “Allí se formaron los líderes de los otros centros culturales, quienes incluso le enseñaron a los tsáchilas de otras comunas”, dice Calazacón.

    Según la Directiva Comunitaria de Chigüilpe, la primera actividad económica de la comuna es el turismo, seguido de la agricultura. Al año se reciben a unos 4 000 turistas nacionales y extranjeros.

    La tsáchila Flor Aguavil lleva ocho años trabajando en los centros culturales de la comuna Chigüilpe. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    La tsáchila Flor Aguavil lleva ocho años trabajando en los centros culturales de la comuna Chigüilpe. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Ellas transforman el yute en piezas de moda

    Cristina Márquez
    Contenido intercultural

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    El colorido y texturas diversas de los tejidos de las nacionalidades indígenas del Ecuador inspiran la creación de piezas de moda étnica. Carteras tipo sobre, de mano, billeteras y bolsos de la marca Yuwarmi buscan poner a la moda la cultura ancestral.

    Karen Oleas y Pamela Montalvo, ambas de 27 años, diseñan y confeccionan las carteras sin ningún patrón o molde, por lo que le garantizan al cliente que su adquisición es única. Además, esos accesorios se manufacturan con tejidos de alta calidad que no perderán su forma ni color .
    “Nos encanta la combinación de colores de las culturas indígenas del Ecuador. En un inicio pensábamos que eran demasiados colores juntos, pero luego descubrimos que cada uno tiene un significado”, cuenta Oleas.

    La combinación de los tonos vivos de los tejidos y el tono sobrio del yute aportan diseño y originalidad. Además, se estilizan con hilos, borlas y mullos de diferentes materiales para que las prendas luzcan de alta calidad y puedan combinarse con ropa de moda.

    De hecho, la combinación inusual de texturas también inspiró el nombre de la marca. El yute, que es la materia prima principal, y los complejos tejidos que las artesanas indígenas hacen a mano les motivaron a bautizar su emprendimiento Yuwarmi.

    El público objetivo de la marca son los jóvenes y adultos amantes de la moda étnica y el estilo andino, por lo que los acabados tienen un toque divertido y juvenil. Las carteras cuestan entre USD 5 y 25 según el tamaño y el tiempo que tomó su diseño y manufactura.

    “En ocasiones nos demoramos toda una tarde en una sola cartera. Es que la calidad y los detalles para nosotros son lo más importante”, dice Oleas.

    Las carteras se comercializan por las redes sociales. Por esta vía logran atender hasta 50 pedidos mensuales, que es toda la capacidad de producción al momento.

    Los pedidos llegan en su mayoría de Quito, pero también tienen clientes en Guayaquil, Puyo, Loja, y Riobamba, que es la ciudad de origen de las emprendedoras. “Nuestras redes sociales son nuestra vitrina más importante, así logramos llegar a todo el país”, comentan las jóvenes.
    Cuando el negocio se inició en noviembre del 2016, las chicas recorrieron las instituciones financieras, empresas, entidades públicas y universidades para promover sus creaciones. Luego los clientes empezaron a llegar por su cuenta.

    “Nuestra familia y amigas no podían creer que las carteras las hacíamos nosotros. Es que los resultados nos encantaron desde el primer momento”, recuerdan las emprendedoras.

    En esa época Karen y Pamela acababan de graduarse en las carreras de ingeniería comercial, e ingeniería en petróleos, respectivamente, y no tenían trabajo. Ellas se conocieron a los 14 años mientras cursaban la secundaria, y las unió su amor por las manualidades y su creatividad.

    Su afinidad también las convirtió en excelentes socias, pues sienten que se complementan. “Tenemos ideas similares y nuestros conocimientos profesionales también nos ayudaron a crear nuestro concepto de ventas”.

    En el 2018 presentarán una nueva línea de accesorios para hombres y mujeres. Se sumarán al menú estuches para computadoras, teléfonos y tablets. La meta a mediano plazo es exportar sus productos al extranjero debido a la gran demanda que tienen entre los turistas.

    Pamela Montalvo y Karen Oleas diseñan y elaboran las piezas. La meta a mediano plazo es exportar. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
    Pamela Montalvo y Karen Oleas diseñan y elaboran las piezas. La meta a mediano plazo es exportar. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
  • Una técnica ancestral se emplea para elaborar bisutería y accesorios

    Redacción Quito

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    El fin de la época de oro del cedazo despertó la creatividad de los artesanos. Ahora, en lugar, de emplear la crin del caballo para elaborar estos utensilios de cocina que tienen poca demanda, diseñan bisutería, accesorios y objetos decorativos.

    Con esta iniciativa, los habitantes de la comunidad de La Toglla, en Guangopolo, mantienen la tradición de los cedaceros. Aunque se ha modificado un poco.

    Rosa Cabrera, propietaria de Sumak Maki, recuerda que cuando bajó la venta de cedazos decidió probar cómo aprovechar esta materia prima. Era febrero de 1987 cuando esta artesana empezó a tejer con crin un guerrero en miniatura. Esa fue su primera creación.

    Desde entonces, Cabrera, su familia y habitantes de La Toglla se dedican a elaborar llaveros, aretes, collares, pulseras, separadores de libros, cinturones, prendedores, cintillos, corbatas, muñecos y otros objetos decorativos.

    Este giro en el negocio motivó a Cabrera a crear Sumak Maki. En este proyecto familiar trabajan ocho personas. Todos aprendieron el oficio de sus antepasados.
    En la elaboración de estas manualidades se emplea una técnica parecida a la del cedazo. Pero el trabajo es más minucioso.

    Para hacer un par de aretes, por ejemplo, se teje la crin usando una hebra a la vez, para las pulseras se forman una especie de cordones y así según el tipo de objeto.

    Hacer un juego de bisutería completo toma al menos 24 horas de manera ininterrumpida. “Es un trabajo que demanda de tiempo y paciencia”, precisa Manuel Paucar, propietario de Sumak Maki.

    Las personas interesadas en comprar esta bisutería u otras manualidades hechas con crin pueden acudir a la plaza Foch, en Quito. Cabrera y su familia atienden ahí los sábados desde las 09:00 hasta 19:00.

    Aparte, estos productos se encuentran en Casa Raíz, en Tumbaco; en el Centro Cultural El Cedacero, en Guangopolo. Los precios van desde USD 3 hasta 25, si son juegos completos de bisutería.

    En estos accesorios, aparte de la crin, se emplean semillas, broches, hebillas. En estos implementos se invierten USD 250 cada mes. Pero no todo se cubre con dinero. Para teñir la materia se emplean raíces, hojas, flores, frutas, semillas y cortezas que ofrecen una variedad de colores.

    En promedio al mes Sumak Maki factura USD 500. Pero, Paucar espera que la demanda aumente en el último trimestre del año por las festividades de Navidad.

    Por ahora tienen ya un pedido grande que será comercializado en Brasil. Piedad Viteri, socia de estos emprendedores, viajará el próximo 2 de octubre a Río de Janeiro con una mercadería de Sumak Maki que suma alrededor de USD 1 500. Esta es la tercera vez que venderán en el exterior.

    Mari Paz Osorio, quien usa estos accesorios, comenta que los diseños son de Sumak Maki originales y modernos. Además, la materia prima se obtiene de manera natural, solo se corta la crin de caballo, no se sacrifica a los animales.

    Manuel Paucar, Nila Paucar y Rosa Cabrera  elaboran artesanías con la crin del caballo. Foto: Mayra Pacheco  / LÍDERES
    Manuel Paucar, Nila Paucar y Rosa Cabrera elaboran artesanías con la crin del caballo. Foto: Mayra Pacheco / LÍDERES