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  • La heladería que se convirtió en una franquicia

    María Victoria Espinosa

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    El 2017 fue determinante para la heladería Kiwi Limón. En julio abrieron su primera sucursal ubicada en la av. La Lorena, en Santo Domingo; y en agosto, arrancó el proyecto de franquicias de la marca. El primer negocio franquiciado se inauguró hace dos semanas en el centro comercial de la provincia de los Tsáchilas.

    Hugo Luna, propietario de Kiwi Limón, recuerda que la heladería nació en el garaje de su casa, ubicada en una trasversal en el centro de Santo Domingo. “No era un lugar estratégico, pero pensamos que para empezar estaría bien. Luego de abrir, llegaron otros negocios y ahora es una zona transitada”, señaló.

    Él y sus padres tenían la idea que obtener un negocio propio, pero no lograban ponerse de acuerdo en el producto que querían vender, aunque las opciones siempre fueron gastronómicas. Hasta que su padre, Ángel Luna, tuvo la idea de abrir una heladería debido a que era uno de los productos que más consumían en la familia. Al principio la idea no los convencía porque desde el 2012 en Santo Domingo empezaron a instalarse varias heladerías.

    “Pensábamos que tendríamos mucha competencia, pero aprovechamos esa desventaja y la convertimos en una oportunidad”.

    La familia hipotecó su vivienda y adecuó el garaje de su casa para convertirlo en un local comercial.

    Además, contrataron a un especialista en alimentos para que elaborara una fórmula novedosa. De ahí nació el helado de yogur sabor a limón y otro a vainilla.

    El primer día solo fueron amigos y conocidos. Pero al mes empezaron a llegar clientes de otras ciudades. En la actualidad, la cartera de clientes es de 300 personas.

    El negocio arrancó con una inversión USD 40 000. Con ese monto la familia Luna instaló una pequeña planta de alimentos y decoró la heladería. “Cada mueble, cuadro y diseño fue pensado por nosotros. Incluso los dibujos son de mi autoría”.

    La idea -agregó- es que la clientela no solo venga por un helado sino que disfrute de un momento agradable y para eso necesita sillas cómodas y buena música.

    Los muebles y lámparas de los locales fueron fabricadas por artesanos de Santo Domingo. El mobiliario, los productos y la marca están patentados. “Nuestra idea es que cada franquicia sea idéntica. De esa forma conservamos la esencia del negocio y también le seguimos dando trabajo a los artesanos de la provincia”, señaló Wladimir Torres, asesor en el tema de las franquicias.

    La marca Kiwi Limón ofrece tres tipos de franquicia. Una isla para centros comerciales, un modelo intermedio para ciudades pequeñas y un local grande. La inversión mínima debe ser de al menos USD 40 000.

    Torres señaló que la franquicia incluye el mobiliario. Además, los propietarios serán los proveedores del helado y los productos que se consumen en el negocio.

    Luna aseguró que en tres años han creado nuevos sabores, que no se encontraban en las heladerías de la provincia como el helado de limón y el de café. El primer local abrió con cinco productos como el helado con frutas, conos y bebidas frías. Ahora añadieron cuatro nuevos productos como el brownie con helado. La madre de Diego, Alba Roda, es la encargada de hacer los aderezos y los postres que se venden en la heladería.

    Maritza Loor es clienta de Kiwi Limón desde hace dos años. Ella afirmó que continúa visitando la heladería porque tienen productos para cada ocasión. “Si voy con mis hijos, ellos tienen la opción de pedir helados con aderezos. Pero si voy con amigas tomamos un capuchino o un helado con frutas”.

    Según Luna, a través de una aplicación de mensajería él puede comunicarse con los clientes para monitorear la calidad de los productos. Hay clientes que escriben para hacer sugerencias y otros, que son de otras ciudades, para avisar cuando visitarán la heladería. “Nuestra política es que el cliente tiene la razón. Así que si hay una queja por un mal servicio, tratamos de compensar con productos a los clientes”. En el momento se venden 55 litros de helado en cada local y disponen de 12 trabajadores.

    Se tiene previsto que este año la franquicia se expanda a otras ciudades pequeñas como La Concordia y El Carmen. “Nos hemos demorado porque buscamos personas que tengan nuestra filosofía de atención al cliente”.

    En su bicicleta, Hugo Luna visita todos los días los tres locales de Kiwi Limón  en Santo Domingo para supervisar la atención al cliente. Foto: LÍDERES
    En su bicicleta, Hugo Luna visita todos los días los tres locales de Kiwi Limón en Santo Domingo para supervisar la atención al cliente. Foto: LÍDERES
  • La bisutería se convirtió en la inspiración para emprender

    Redacción Guayaquil

    El gusto de Ana Andrade por la moda y los colores, la llevó a iniciar la producción de bisutería en el 2009. Su madre Johanna Rhor recuerda que en ese año, tras graduarse del colegio, le regaló a su hija algunos collares que le habían pertenecido y estaban sin uso. “Cuando se los entregué, los desarmó e hizo nuevas creaciones con las piezas”, afirma.

    De esta manera comenzó la afición de la emprendedora de reutilizar materiales en la creación de diseños para su uso personal. El mismo año entró a estudiar Psicología en la Universidad de Especialidades Espíritu Santo de Guayaquil (UEES).

    Pronto, sus amigas, familiares y compañeras de la universidad, empezaron a hacerle pedidos. Por este motivo, en el 2010 realizó una inversión de USD 50 y compró tagua, cadenas y otros materiales en el Mercado Artesanal de la ciudad.

    Sin embargo, no tenía una técnica y elaboraba únicamente collares. “Decidí investigar en Internet y consultar revistas y libros especializados en bisutería, para lograr un mejor acabado”.

    En el 2011 y con el conocimiento adquirido diversificó los materiales y también los modelos. La oferta de sus productos se amplió a collares, aretes, pulseras y llaveros. Además, ese mismo año, le dio el nombre de Artesandía a sus creaciones. “Escogí ese nombre porque me inspiro en los colores de las frutas. Se me ocurrió que una mezcla de las palabras artesanía y sandía podía funcionar”, dice.

    La emprendedora vende aproximadamente USD 200 mensuales en productos de bisutería. “Siempre me ha gustado tener cosas originales. Por eso nunca repito un diseño; cada pieza es única”, dice.

    María José López es compañera de Andrade en la universidad. Comenta que los artículos que adquiere de la emprendedora son diferentes a las que encuentra en el mercado. “Esto lo logra, porque es muy creativa y tiene muchos años trabajando con bisuterías”.

    López asegura que en muchos casos personaliza sus creaciones, de acuerdo con los pedidos del comprador.

    Daniela Quiñónez también ha comprado bisuterías elaboradas por Andrade. Ella conoce a la emprendedora desde la época del colegio y destaca que siempre tuvo una faceta de innovadora. También ha adquirido unas seis pulseras en precios que oscilan entre los USD 5 y 8. Además, destaca la originalidad de los objetos. “Lo que más me gusta es el colorido”.

    Para Andrade, los collares son los accesorios que tienen más demanda. Asimismo, indica que no tiene un grupo objetivo definido, sus creaciones son adquiridas por mujeres de diversas edades.

    Aunque esta emprendedora tiene los diseños de los accesorios previamente desarrollados, también elabora nuevas piezas, de acuerdo con los pedidos al gusto y preferencia de cada uno de sus clientes.

  • El panorama optimista se convirtió en una pesadilla

    La situación del sector inmobiliario español pasó en cinco años de la calma a la inestabilidad absoluta. En el 2007, el entonces ministro de Economía y Hacienda, Pedro Solbes, descartaba una crisis como la que atravesaba EE.UU. “No existen los créditos hipotecarios de alto riesgo y la morosidad de las hipotecas sigue siendo baja. Nuestra preocupación es muy, muy pequeña (0,4%)”, declaraba a diario El País en marzo de ese año.

    Para enero del 2008, el mismo medio en su editorial ya advertía que el sector de la construcción atravesaba un período de ajuste. Hoy, los españoles con sus casas hipotecadas, viven una pesadilla. Desde el 2008 a la fecha unas 300 000 personas han sido desalojadas de sus hogares.

    Un análisis de la agencia Reuters señala que los desalojos, hasta 200 al día, son un símbolo de la crisis económica que vive España, que comenzó hace cinco años cuando el hundimiento del mercado inmobiliario y de la construcción dejó a millones de personas sin trabajo.

    ¿Qué factores generaron esta situación? Una década de bajas tasas de interés alimentó la burbuja inmobiliaria. Con el desplome del 2007 y 2008, cientos de miles de personas se vieron adeudando más de lo que valía su casa. Finalmente, las tasas de interés subieron y los pagos mensuales de las hipotecas a una tasa variable se dispararon, analiza Reuters.

    Entonces, los desalojos de las personas que no pudieron pagar su hipoteca arrancaron y se aceleraron. En el 2008 fueron 27 000 y para el año pasado la cifra subió a 50 000. Todo esto a medida que el desempleo llegó hasta el 23%, según el Consejo General del Poder Judicial.

    En la crisis, los inmigrantes ecuatorianos residentes en España (se calcula que suman 400 000), también resultaron afectados. Actualmente se calcula que unas 15 000 familias ecuatorianas están con problemas por sus hipotecas.

    Ahora, a pesar de que no ha habido una investigación sistemática de las prácticas hipotecarias en España, la alarma pública sobre los desalojos hizo que el Gobierno del Partido Popular tomara medidas.

    El ministro de Economía, Luis de Guindos, pidió a los bancos que perdonaran la deuda hipotecaria de las propiedades de valor inferior a 200 000 euros (USD 262 000), y cuando todos los miembros de la familia estuvieran desempleados. La mayoría de los bancos se comprometió a respetar el nuevo código.