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  • La innovación en los helados le genera clientela

    José Luis Rosales

    (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

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    El helado es el producto que se destaca en Incanto Gelato Artesanal. La iniciativa, dirigida por Santiago Baquero, ha logrado, en su primer año y medio, captar la atención de vecinos y turistas que arriban a Cotacachi, en Imbabura.

    Este ingeniero en Empresas Gastronómicas busca siempre sorprender a sus clientes con novedosas fórmulas de mantecados. Hay para todos los gustos. Incluso tiene opciones para veganos.

    Entre las más recientes recetas de este alimento congelado están mixturas de guanábana con piña, frutilla y cedrón y mango elaborado con yogur natural.

    Baquero nació hace 43 años en la capital imbabureña. Como buen ibarreño creció degustando los helados de paila, cuya tradición tiene más de un siglo en la urbe.

    Por eso, en el 2017 cuando tuvo oportunidad de viajar a la Argentina aprovechó para visitar algunas gelaterías. Así nació la idea de abrir su negocio.

    Este gastrónomo ha impulsado otros cuatro emprendimientos que han estado vinculados al área gastronómica. Anteriormente probó suerte en la ciudad de Ibarra y en las islas Galápagos.

    Antes de abrir Incanto Gelato Artesanal hizo un estudio de mercado para obtener datos e información acerca de los clientes, especialmente extranjeros. También la oferta de los competidores.

    La idea era aprovechar la presencia de los aproximadamente 1 200 extranjeros que se han radicado en Cotacachi. En noviembre pasado la urbe recibió la designación de Pueblo Mágico del país.

    El intercambiar información con los ‘gringos’ es otro de sus ganchos. Baquero domina el inglés porque vivió nueve años en Estados Unidos.

    No obstante, durante este tiempo la mayoría de sus visitantes han sido turistas nacionales que llegan atraídos por los refrescantes postres de textura delicada. “Son una excelente opción para disfrutar de las novedosas variedades de helado”, comenta un cliente.

    Como este criterio hay 135 opiniones en la página web Tripadvisor, en la que los clientes opinan sobre el servicio de establecimientos. Esta firma incluso entregó este año un certificado a la calidad a Incanto Gelato Artesanal.

    Para Baquero la cocina de su establecimiento es prácticamente su laboratorio, en el que siempre prepara sabores para sorprender.

    De esta forma la oferta del local creció de 5 a 30 variedades. Uno de los más llamativos es el mantecado de leche de cabra. Su elaboración es un proceso laborioso: primero se prepara el dulce y el yogur. Este último reemplaza a la crema de leche.

    Otro gancho son los pasteles y sánduches con pan que son elaborados por Baquero. Resalta que todo es producido de manera artesanal, pero con calidad. En la decoración de las tortas de fondant le ayuda su esposa, Ana Arévalo.

    El mes anterior, Baquero compartió su experiencia exitosa con 200 estudiantes de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, sede Ibarra.

    Otros datos

    El local está ubicado en las calles Imbabura 8-35 y Tarqui, junto al parque San Francisco.

    Para instalar el negocio hizo varios cursos de heladería en Quito y Guayaquil.

    Los helados se ofrecen en copa o en conos de galleta que se elaboran en el local.

    La decoración del establecimiento es simple, pero sobria.

    El emprendedor ha recibido propuestas para que abra sucursales en otras ciudades del país.

    Santiago Baquero, gerente propietario del establecimiento, le gusta atender personalmente a los clientes. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
    Santiago Baquero, gerente propietario del establecimiento, le gusta atender personalmente a los clientes. Foto: Álvaro Pineda para LÍDERES
  • Mujeres kichwas dinamizan Cotacachi

    José Luis Rosales

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    Una feria de productos orgánicos, la elaboración de artesanías, la guía de turistas, el servicio de alimentación.

    Esas son algunas de las alternativas económicas que impulsa el Comité Central de Mujeres de la Unión de Organizaciones Campesinas Indígenas de Cotacachi (Unorcac), en Imbabura.
    La entidad tiene dos décadas de trayectoria y aglutina a 30 organizaciones. Son 400 mujeres, la mayoría kichwas, que están organizadas, explica Magdalena Fueres, vicepresidenta del Comité.

    La preparación de alimentos es el principal rubro de ingresos económicos de esta organización comunitaria.

    Las emprendedoras son las responsables, por ejemplo, de proveer la comida para 140 niños de los Centros Infantiles del Buen Vivir (CIBV) de las comunas Tunibamba, Calera y Santa Bárbara.

    El servicio permite mantener ocho plazas de trabajo, por lo que las socias se turnan para ocuparlas. Las damas se encargan de la preparación y distribución de desayuno, refrigerio y almuerzo.

    Por este servicio tienen un contrato de USD 5 000 al mes, explica Fueres. La mayor parte se va en la compra de víveres y transporte. Y una parte va para las trabajadoras.

    La anterior semana, Rosa Cachiguango, vecina de la parcialidad de Italqui, estuvo de turno en la cocina, que funciona en una casa ubicada en el barrio La Banda.

    En el inmueble, conocido como Jambi Mascaric (Buscando la salud), también funciona un comedor, de lunes a viernes.

    El miércoles pasado se ofrecía como menú sopa de quinua y un platillo de llapingachos, carne y ensalada y jugo de mora. Cada almuerzo lo venden en USD 2,25.

    Los domingos, en este mismo sitio, funciona la feria la Pachamama nos Alimenta, que aglutina a 260 campesinas.

    La mayoría llega con productos que cultivan en sus huertas, explica Carmen Farinango, una de las responsables de esta vitrina.

    Los consumidores pueden adquirir, entre las 05:30 y 10:00, alverja, choclo, fréjol, una variedad de hortalizas y legumbres. También, frutas como mora, uvilla, tomate de árbol, claudia, durazno.

    En uno de los puestos de venta, Carmen Taya ofrecía acelga, col, rábano, remolacha, lechuga y culantro, que trajo desde la comunidad de Tunibamba.

    La mujer, que viste un anaco de color negro y una blusa blanca con rosas bordadas, comenta que es más conveniente vender su cosecha directamente a los consumidores. Calcula que cada semana gana entre USD 40 y 50.

    “El objetivo de la feria es que las compañeras aporten a la economía familiar”, explica Fueres.
    Otra de las líneas en la que ha incursionado la organización es el turismo. El Jardín Etnobotánico, situado en la comuna de Turuco, es uno de los principales atractivos. Ahí se producen plantas nativas, agrícolas y medicinales.

    En este vergel, que es parte de la Ruta del Conocimiento, también se difunden rituales andinos de purificación y demostración del parto vertical, según la promoción que realiza la operadora turística Runa Tupari.

    El Comité Central de Mujeres de la Unorcac también maneja una caja de ahorro, que funciona entre las socias.

    La idea es entregar créditos emergentes, de USD 200 a 300, para alentar pequeñas iniciativas o destinadas a salud y educación.

    Quizá uno de los proyectos más ambiciosos de las emprendedoras es industrializar la chicha de jora.

    Esta bebida, que se la elabora con cinco variedades de maíz, se ofrece en celebraciones colectivas como el Inti Raymi (Fiesta del Sol) o fiestas familiares.

    “Ha sido un proceso difícil”, reconoce Fueres. Por lo pronto, ya cuentan con la primera línea de producción. Esta incluye la recepción de la materia prima, la molienda de los granos germinados de maíz. Para ello se ha hecho un análisis sobre la bebida.

    Lo que hace falta es implementar la fase de elaboración y envasado del néctar. El limitante, por el momento, es la falta de maquinaria. Trabajan en ello.

    La organización

    Servicios.  A las socias también ofrece asesoramiento en economía familiar, acceso a crédito y pago de deudas.

    Crecimiento. La Feria la Pachamama nos Alimenta tiene planes de ampliación. Adecúan un nuevo espacio físico.

    Gastronomía. Las mujeres preservan la variedad de preparación de productos de maíz, mashua, camote, amaranto.

    Turismo. La atención de grupos, de 10 a 15 visitantes, al Jardín Etnobotánico de la Unorcac tiene un costo de USD 60.

    Semillas.  Las mujeres son las encargadas de conservar las semillas para las siembras.

    Mujeres de 300 organizaciones integran la Unión de Organizaciones Campesinas Indígenas de Cotacachi.  Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    Mujeres de 300 organizaciones integran la Unión de Organizaciones Campesinas Indígenas de Cotacachi. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • En Cotacachi la uvilla orgánica rinde frutos

    Pamela García / F – Contenido intercultural

    Las bondades del mortiño y la uvilla no solo se encuentran en su alto contenido vitamínico sino también en su potencial para generar ingresos para las comunidades indígenas en Cotacachi, provincia de Imbabura, bajo la iniciativa Sumak Mikuy.

    Este emprendimiento, fundado en el 2007, tiene como principal objetivo apoyar a la conservación de la agricultura andina tradicional, con el trabajo en conjunto con los habitantes de la zona.

    De este proyecto se benefician cerca de 100 familias de las comunidades de Guananí y Piñán, que se han convertido en proveedores de frutos silvestres para la elaboración de materia prima.

    Uvilla, mortiño y ají rocoto deshidratados son algunos de los productos que elabora esta iniciativa, como insumos para otras marcas nacionales. Como exigencia, las empresas con las que comercializan deben contar con políticas de comercio justo y producción orgánica, como por ejemplo las firmas Arriba Chocolates, Pacari y el Salinerito con las que trabajan.

    Santiago Peralta, gerente general de Pacari, trabaja con la microempresa desde el 2008. Él señala que entre los aspectos que más se rescata de los productos de Sumak Mikuy es su certificación 100% orgánica. “Esto me permite generar valor agregado en el mercado extranjero”, indica.

    Este emprendimiento cuenta con la certificación alemana BCS, que acredita a la producción orgánica bajo los parámetros de exportación de la Unión Europea (UE). “La producción libre de químicos se integra a la cosmovisión indígena del cuidado de la Pachamama. Y eso es lo que buscamos”, indica Verónica Acosta, gerenta general de Sumak Mikuy.

    Así también este emprendimiento realiza capacitaciones en técnicas de optimización de recursos en conjunto con la Unión de Organizaciones Campesinas e Indígenas de Cotacachi (Unorcac), su socio mayoritario.

    Carlos Farinango, promotor de la empresa, brinda asesoría para el control de plagas, además de técnicas para mejorar el rendimiento de las parcelas. “El beneficio de la planta de uvilla es que comienza a producir a los cinco meses, con dos cosechas por semana, durante seis meses. Es muy rentable”, señala el especialista.

    De igual manera, con la ayuda de técnicos del Instituto Nacional Autónomo de Investigaciones Agropecuarias se escogió una variedad local llamada nativa, que se produce mejor en la región. Luego, estas especies fueron repartidas entre los campesinos.

    Estos estudios permitieron reconocer las plantas genéticamente superiores que brindaban mayor rendimiento en el clima de la región. “Las plantas se encontraron en las faldas del volcán Cotacachi”, señala Farinango.

    Una de las políticas de la microempresa es evitar la creación de monocultivos; es decir, parcelas agrícolas de un solo producto. Esto, señala Acosta, permite que las comunidades sean independientes y puedan generar otros ingresos para sus hogares.

    Dentro de los incentivos a los productores está la entrega de abonos, dosis de fertilizante y pesticidas orgánicos y la renta de un motocultor para labrar la tierra. “El costo de un tarro de fertilizante es de USD 70, montos que no pueden adquirir con sus ingresos. Por eso, nosotros les facilitamos esto entregando dosis personales”, explica Acosta.

    Los productores como Rebeca Panamá y Oswaldo Guaján están satisfechos. Ellos alternan la producción de uvilla con maíz y fréjol. “Con la uvilla, cada 15 días cogemos las plantitas, mientras que con el maíz es una sola vez a los seis meses”, indica Panamá.

    Para los campesinos, los ingresos de Sumak Mikuy representa cerca de USD 300 mensuales. Por cada kilogramo de producto se recibe cerca de USD 1,45.

    El precio por kilo va relacionado con los costos de producción de los agricultores. En función de la realidad del productor se establece el alza o baja de precios.  “Para este año esperamos subir el precio de la uvilla a USD 1,50 y así ayudar con los costos de producción a nuestros proveedores”, señala Acosta.

    Para la elaboración de un kilo de uvilla deshidratada, que cuesta alrededor de USD 10, se requiere cerca de 5 kilos de fruta fresca. Al mes, la empresa puede elaborar alrededor de 15 toneladas  de producto deshidratado que representan ingresos por USD 21 000.

    Sumak Mikuy cuenta con una planta de producción en Cotacachi, que dispone de una deshidratadora, un cuarto frío, balanza digital, gavetas, equipo informático, entre otros insumos.
    Para esta inversión contaron con el apoyo de la Agencia de Cooperación Alemana, la firma Pacari y el departamento de Bio Comercio de la Corporación de Promoción de Exportaciones e Inversiones (Corpei).

    Dentro de los nuevos productos que esta microempresa busca producir durante este año se encuentra el maíz negro deshidratado y el higo deshidratado que tienen acogida en el mercado.