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  • Espárragos que cruzan fronteras

    José Luis Rosales

    José Luis Rosales  (I)
    Redacción Sierra Norte

    El espárrago verde que se cultiva en Urcuquí (Imbabura) se abre campo en el mercado ecuatoriano y extranjero.

    Esa es una de la metas que se trazó, hace dos años, María José Torres, máster en Administración Financiera y Administración de Empresas.

    Esta joven profesional se inspiró en el espíritu emprendedor de su padre, Jorge, y junto a su prima, Carolina Ordóñez, crearon la empresa Productos Agrícolas Torres (Proagrotorres).

    Jorge Torres
    , ingeniero agrónomo de profesión, nació hace 63 años en la parroquia Pablo Arenas. La mayor parte de su vida ha estado vinculada al campo y explica que la actividad agrícola es variable y tiene sus ciclos.

    Recuerda que su primera siembra fue de fréjol, un producto que era apetecido por el vecino país de Colombia. Con el paso del tiempo, la demanda del grano cayó por lo que buscó alternativas para reemplazar el cultivo. Probó suerte con el maíz, pero las utilidades que generaban eran mínimas.

    Torres conoció que en una hacienda vecina producían espárragos. En el 2000 buscó una oportunidad para hacer ensayos de siembra de esta hortaliza. Luego se convirtió en productor.

    La técnica para la siembra de la esparraguera la perfeccionó en la marcha. Señala que el desarrollo de esta planta herbácea depende de factores como el tipo de tierra y temperatura.

    Se requiere de suelo franco arenoso que permita que las yemas germinen sin problema y un clima cálido. Esas características ofrece Pablo Arenas, por lo que considera que los brotes tienen buen sabor y mejor textura.

    Además, es clave el uso de semilla certificada que es traída de EE.UU. La libra cuesta USD 550. Torres tiene en producción 12 ha y planea incorporar otras dos. Explica que el cultivo bien manejado dura hasta 14 años.

    Los tallos que brotan de la tierra, a los que se les conocen con el nombre de turiones, salen por ciclos. La primera cosecha la hizo al año y medio.

    Para perfeccionarse en la producción de este cultivo sus ejecutivos viajaron a Ica (Perú), en donde hay empresas productoras. Ahí recibieron capacitación del manejo en planta y también sobre técnicas de campo.

    La firma cuenta ahora con 20 productores que tienen en total 65 hectáreas. Una de ellas Katherine Salvador, quien tiene 4 ha en producción y 2 ha en proceso. Hace cuatro años se vinculó al negocio e hizo su propio semillero. Destaca que es un cultivo a largo plazo, pero que es rentable.

    Para María José Torres, gerenta general, otro de sus fines era crear su propia empresa. Antes había trabajado para una compañía constructora nacional y una firma petrolera estatal.

    Así surgió la idea de establecer Proagrotorres, que se especializa en comercializar el espárrago y fomentar su cultivo. Recuerda que entre los primeros clientes estuvo Corporación Favorita. Empezaron vendiendo unas 25 gavetas a la semana.

    Sin embargo, se dio cuenta que no podía colocar toda la producción de la finca de su padre en el mercado nacional, por lo que pensó en exportar.

    No ha sido un camino sencillo. En abril del 2017 recibieron la visita de un empresario español, quien luego de supervisar el cultivo y dar lineamientos para el montaje de la planta procesadora ofreció comprar el vegetal.

    Dos meses después enviaron el primer cargamento de 10 000 kilos. Ahora despachan dos veces al año, entre junio y julio, y entre diciembre y enero, aprovechando que Perú, México y España bajan la producción. “Hemos intentando hacer envíos en otros meses, pero el precio es muy bajo”.

    En menor volumen han enviado a Singapur, Hong Kong, Dubái, Canadá, Estados Unidos.

    Para instalar la primera factoría, que está situada en Pablo Arenas, rentaron un recinto que pertenece a una asociación local y que fue construido para una despulpadora de fruta.

    Carolina Ordóñez, presidenta de Proagrotorres, menciona que el espacio fue readecuado, con base en las normas requeridas. Para equipar el área de producción con balanzas, mesas, calibradores, cajas, etiquetas, pidieron un crédito de USD 20 000.

    Están por estrenar su propia sede en la parroquia San Blas. Para ello, ganaron el concurso Internacionalízate Mipyme, que impulsa la Federación Ecuatoriana de Exportadores.

    Proagrotorres presentó el proyecto Internalización del espárrago de la zona norte del país, mediante asociatividad y cumpliendo estándares de calidad a mercados de Europa. Es cofinanciado por la Unión Europea.

    En Urcuquí, la firma Proagrotorres tiene ocho trabajadores de planta y en los picos de exportación 40 colaboradores más, según la demanda.
    En Urcuquí, la firma Proagrotorres tiene ocho trabajadores de planta y en los picos de exportación 40 colaboradores más, según la demanda. Foto: José Luis Rosales/Líderes
  • Diseños que cruzan fronteras

    Mayra Pacheco

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    Elaborar prendas de fibra de alpaca empleando técnicas ancestrales ha permitido que los diseños de Paqocha crucen fronteras.

    Las piezas de esta marca ecuatoriana se han comercializado en reconocidas tiendas de Inglaterra, España, Francia. A escala nacional están en Cuenca y en Quito.

    Paqocha confecciona sacos, chalecos, ponchos, gorros, pantalones. Y, desde hace un año atrás, elaboran duvets (edredones rellenos con fibra de alpaca).

    Los diseños se distinguen por ser únicos. Al ser tejidos a mano, los modelos no se repiten.
    En este proceso se emplea materia prima de calidad, se aporta al cuidado del ambiente, se ayuda a recuperar las tradiciones e impulsar el trabajo en las comunidades indígenas del país.

    En la confección de cada prenda participan cuidadores de alpacas, hiladoras, tejedoras, diseñadoras y costureras. Son más de 100 familias involucradas en este proyecto. El trabajo se cumple en la casa de cada persona, para no alterar sus otras actividades cotidianas.

    Durante el proceso de elaboración se priorizan las técnicas ancestrales, porque el resultado final es mejor, según comprobaron Lorena Pérez y Felipe Segovia, fundadores de Paqocha.
    Para diferenciar el hilo de alpaca obtenido de manera artesanal del industrializado se hacen pruebas.

    Cuando surgió la iniciativa de recuperar el uso de esta fibra, en el 2006, Pérez y Segovia compraron 25 de estos camélidos y los llevaron a un terreno en Pifo, en las afueras de Quito. Ellos cuidaron de sus alpacas, las esquilaron y llevaron a industrializar la mitad del vellón (pelaje) para obtener hilo. Con esta materia tejieron algunas prendas. Pero el resultado final no les convenció del todo. Al tacto estas eran toscas y no eran bien valoradas, recuerda Segovia.
    Otra parte del vellón, en cambio, fue clasificado, hilado de manera artesanal y con este se tejió una bufanda, cuya calidad era superior a la del hilo industrializado.

    La diferencia se evidenció en los precios. Mientras que, por un saco de hilo de alpaca procesado, los clientes pagaban USD 9, por la bufanda se ofreció hasta 35.

    Una vez descubierta la clave del uso de la fibra de alpaca. Segovia, quien tiene formación en Ingeniería Agrónoma; y Pérez, diseñadora, se capacitaron en Perú. Luego gestionaron para que en el país se implemente la norma INEN 2852 para el tratamiento de esta fibra.

    Con estos conocimientos, esta pareja de emprendedores se acercó a las comunidades indígenas del Ecuador donde se reintrodujo la alpaca para que estas especies ayuden a preservar los páramos.

    El propósito fue capacitar a los pobladores sobre los cuidados que requieren estos animales y enseñarles cómo sacar provecho del pelaje. Antes del proyecto de Paqocha, la fibra de alpaca no era bien remunerada. Por un saco de vellón la gente recibía entre USD 1 o 2. Ahora cada integrante del proyecto obtiene el precio justo por su labor, relata Pérez.

    En un inicio Paqocha trabajaba con la comunidad Chanchán, en Chimborazo. Actualmente, participan más de 14 comunidades.

    Olmedo Cayambe, coordinador de la comunidad Chorrera Mirador, comenta que la relación con esta empresa ha permitido que sus pobladores obtengan una rentabilidad por el cuidado de las alpacas. Ellos esquilan estos camélidos cada seis meses y venden 120 kilos de vellón al año. Cada kilo está valorado entre USD 18 y 20.

    Aparte, la comunidad aprovecha este recurso para hilar y confeccionar prendas o recuerdos que son ofertados a los turistas.

    Por estas características, Paqocha fue seleccionado por la diseñadora Judith Cóndor Vidal para confeccionar un vestido tejido con fibra de alpaca y presentarlo durante la Semana de la Moda Ética en París, en el 2007.

    Tras esta presentación TopShop, en Londres, solicitó 2 000 vestidos tejidos de las mismas características para su tienda.

    Los ecuatorianos Jimmy Luna y Alba Pascual, han adquirido también prendas de esta marca para ofrecerlos en la tienda Inui World Tribe, ubicada en España. Luna considera que las prendas de Paqocha se destacan por su elegancia, delicadeza, detalles. Además, el proyecto tiene un trasfondo social. Ellos hacen pedidos tres veces al año. En promedio, invierten USD 8 000 al año.

    Anualmente, Paqocha factura USD 37 000. Además, en este año está previsto hacer recorridos con turistas para mostrar cómo se procesa la fibra de alpaca.

    La gerenta
    Lorena Pérez 

    Para sacar adelante este emprendimiento se requiere perseverar, ir despacio junto a las personas de las comunidades, involucradas en este proyecto. No queremos irrumpir en su vida cotidiana ni tradiciones. Paqocha permite que las mujeres se lleven el trabajo a su casa. La relación de confianza que hemos desarrollado con más de 100 familias del país nos permite entregar el material para que así se puedan cumplir los procedimientos y luego confeccionar el producto final.

    La cifras

    24 tonos naturalestiene la fibra de alpaca. Para teñir se emplean colorantes vegetales.
    70 mujeres se dedican a hilar con guango y huso. Esto cuesta USD 18 el kilo, antes cobraban 6.

    12 tejedoras confeccionan las prendas. Para esto usan agujetas o un telar. Por cada pieza terminada reciben entre USD 15 y 20.

    2 reconocimientos tiene Paqocha: uno del IPANC y otro de la Bienal Iberoamericana de Diseño Madrid 2016.

    Las tejedoras Yolanda Quilumba (izq.) y Corina Espinoza acuden a Paqocha para obtener hilo y tejer prendas de vestir, según el diseño acordado previamente. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Las tejedoras Yolanda Quilumba (izq.) y Corina Espinoza acuden a Paqocha para obtener hilo y tejer prendas de vestir, según el diseño acordado previamente. Foto: Julio Estrella / LÍDERES