Etiqueta: cultivo

  • Su pensamiento crítico lo cultivó con la lectura

    Giovany Astudillo

    Relacionadas

    Su padre Fabián Mogrovejo le motivó constantemente a leer y le enseñó a ser crítica. Cuando Pamela Mogrovejo, quien en la actualidad es gerente de la empresa Indupanifec (Pan del Día), tenía ocho años recibió como regalo de su progenitor el libro ‘Platero y Yo’, de Juan Ramón Jiménez.

    “Me dijo que después de unos años voy a saber porqué es importante la lectura”, recuerda esta ingeniera electrónica. Aún lo conserva y su objetivo es regalarlo a sus hijos. Ella aprendió que la lectura permite ampliar los conocimientos, desarrollar el pensamiento crítico y generar una mayor conciencia de los problemas pasados y actuales, que ha tenido y tiene la sociedad.

    También permite desarrollar actividades artísticas y ayuda a alejarnos de la banalidad mundana de las redes sociales. “Podemos discernir qué información es relevante al tener un pensamiento crítico”, reflexiona Mogrovejo.

    Un libro que habla sobre este tema y que ella destaca es ‘La Civilización del Espectáculo’, del escritor Mario Vargas Llosa. Allí, dice, se explican las razones para alejarnos de esa banalidad y de la información que no es relevante.

    Otro de sus autores favoritos es el israelí Yaval Noah Harari. “Él habla sobre el poder de ser crítico al momento tomar la información”. De este historiador y escritor, resalta la publicación ‘21 lecciones para el siglo XXI’.

    En su infancia, luego de leer ‘Platero y Yo’, ella optó por las publicaciones de Julio Verne. Tuvo acceso a todos sus libros y, ahora, los lee a sus hijos para que tengan el mismo interés por la lectura.

    Mogrovejo no solo se quedó en novelas, también buscó desarrollar su pensamiento crítico mediante este hábito. Ella se inclinó por textos de debate y análisis político. Entre otros, resalta ‘El Manual del perfecto idiota Latinoamericano’, que es un ensayo de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa.

    “Allí, hace una crítica a la política de izquierda, que -aunque yo no sea una derechista total y declarada- aprendí a leer cosas que no necesariamente estaba a favor”, explica la empresaria. Ella señala que una persona, a veces, se inclina por leer solo las cosas que a uno le interesa o está de acuerdo, pero es necesario abrir la mente para ampliar nuestro mundo y las situaciones de la vida.

    En cuanto a géneros literarios tiene muchos intereses, pero, entre todos, prefiere los textos de actualidad y temas contemporáneos y los que se refieren al comportamiento de la sociedad o del trabajo y la influencia de la política en las decisiones económicas o negocios.

    Mogrovejo lee varios textos a la vez y le gusta el papel porque puede subrayar lo más importante. “Me cuesta mucho revisar las publicaciones digitales”. Ella dedica su tiempo a la lectura durante la mañana luego de enviar a sus hijos a la escuela y antes de ir a la fábrica, ubicada en la parroquia Javier Loyola, en el cantón Azogues.

    También, lo hace durante una hora en las noches antes de dormir. Es un hábito, que la cumple de lunes a domingo.

    Pamela Mogrovejo en su oficina en la empresa Indupanifec, en Azogues. Foto: Xavier Caivinagua / LÍDERES
    Pamela Mogrovejo en su oficina en la empresa Indupanifec, en Azogues. Foto: Xavier Caivinagua / LÍDERES
  • En La Esperanza se cultiva un café certificado

    José Luis Rosales

    (I)
    redaccion@revistalideres.ec

    Relacionadas

    Renunció a su empleo como gerente de operaciones y tesorería de una inmobiliaria de Quito para radicarse en el campo. Berónica Benalcázar, economista de profesión, se asoció con su padre, Aquiles, para incursionar en la producción de café arábigo.

    De eso ya han transcurrido cinco años. En agosto del 2013, Aquiles adquirió una propiedad en la parroquia Maldonado, situada en el noroccidente de Tulcán. A la finca y al proyecto los bautizaron con el nombre de La Esperanza, en honor a la madre de Berónica.

    El café de especialidad se abre campo en esta zona subtropical del Carchi. También hay cultivos en las vecinas parroquias de El Chical, El Goaltal, Juan Montalvo y Jacinto Jijón y Caamaño. Estos poblados están ubicados entre los 1 000 y 1 700 metros de altura.

    Cuando la emprendedora, que ahora tiene 38 años, decidió dejar su antiguo empleo no conocía nada sobre la siembra ni la comercialización del grano. Por eso investigó y participó en varios cursos.

    El café demanda de un proceso minucioso en todos sus pasos: selección de la semilla, siembra, producción, cosecha y poscosecha, detalla Eber Montenegro, esposo de Benalcázar. El ingeniero agrónomo conoció a su cónyuge en Maldonado, cuando trabajaba para una empresa que hace investigaciones en agricultura.

    Para poner en producción las primeras 10 hectáreas (ha) invirtieron USD 120 000. El 70% fueron recursos propios y el resto un crédito bancario. Lograron buenos resultados en la plantación gracias a la buena calidad de los suelos, abundante agua y dedicación. También han ampliado el área labrada. Hoy, 15 de las 20 ha de La Esperanza están en producción.

    La pareja se ha capacitado y ha conocido experiencias de varias zonas cafetaleras del país. También de Colombia, Costa Rica y Honduras. En eso ha sido clave Rikolto, una organización no gubernamental que brinda apoyo a jóvenes emprendedores.

    La emprendedora muestra los frutos de café de la variedad arábigo. Aprendió las técnicas para conocer el aroma y sabor del grano.
    La emprendedora muestra los frutos de café de la variedad arábigo. Aprendió las técnicas para conocer el aroma y sabor del grano.

    En Honduras, Benalcázar aprendió sobre la técnica de catar lo aromático, lo que ha permitido desarrollar una destreza para identificar la calidad de café.

    Ese factor es indispensable en el momento de negociar el precio con los compradores. El quintal de café pergamino, como se conoce al gramo seco, lo comercializa entre USD 200 y 250.

    La obtención del Certificado de Buenas Prácticas Agrícolas, que les otorgó la Agencia de Control y Regulación Fito y Zoosanitario, ayudó ampliar el mercado. Para ello, los dueños debieron incursionar previamente en la producción de productos agrícolas con sello verde.
    También han creado procesos y procedimientos para mejorar el manejo de la finca.

    Por ahora, los empresarios comercializan el café tostado y molido con la marca Jerónimo, que pertenece a la Red Asociativa de Productores de Café de Imbabura y Carchi. Sin embargo, el próximo reto es sacar a mercado su propia marca. Trabajan para ello.

    Uno de los recientes méritos de este negocio fue haber sido declarado el mejor café del Carchi en el Festival Binacional Café Libro, que se realizó en Tulcán.

    Apoyo técnico

    En el fomento del café de especialidad el apoyo técnico es clave. Rikolto es una organización que acompaña la siembra y cosecha del café de especialidad en el país. Ricardo Garcés, vocero de la organización, explica que esta variedad es una alternativa ante los vaivenes de los precios del café en los mercados internacionales.

    El vocero de Rikolto explica que producir un kilo cuesta en promedio USD 2,50. “Un quintal tiene 46 kilos y para ganar debería vender el quintal en USD 140 para recuperar, pero el precio más bajo, en abril del 2019, fue de USD 90 el quintal. Se pierden 40 dólares”.

    Según Garcés, el café de especialidad tiene potencial en mercados como Europa y Estados Unidos. “Allí Ecuador puede competir con calidad, antes que con volumen”. Hoy en el país se pagan entre USD 175 y 205 por el quintal de café de especialidad.

    La clave, añade, es profesionalizar al productor y que este domine temas como el clima, la siembra y otros. En el país se contaban hasta el 2018 cerca de 61 254 hectáreas de café y se produjeron 28 500 toneladas de café en grano.

    En la parroquia Maldonado, en Tulcán, Eber Montenegro, Berónica y Aquiles Benalcázar realizan el cultivo, cosecha y poscosecha con mucho esmero. Llevan en el negocio cinco años. Fotos: Álvaro Pineda para LÍDERES
    En la parroquia Maldonado, en Tulcán, Eber Montenegro, Berónica y Aquiles Benalcázar realizan el cultivo, cosecha y poscosecha con mucho esmero. Llevan en el negocio cinco años. Fotos: Álvaro Pineda para LÍDERES
  • El palmicultor afronta la crisis con nuevos productos

    María Victoria Espinosa

    (I) 
    redaccion@revistalideres.ec

    Relacionadas

    Los agricultores de palma aceitera debieron cambiar sus prácticas agrícolas y convertir la materia prima en productos comerciales.

    Esa ha sido la forma que encontró el sector para enfrentar la crisis que se originó por la enfermedad de la pudrición del cogollo (PC). Solo en Quinindé (Esmeraldas), se perdieron 125 000 hectáreas (ha) de palma aceitera desde 2010 hasta julio de este año.

    El productor Carlos Quiñónez señala que recuperarse no ha sido fácil. Los palmicultores debieron empezar a cultivar otros productos como la pitahaya para cubrir las deudas que dejó la crisis.

    En la zona de Quinindé, La Concordia y Santo Domingo los productores retomaron la actividad, pero ahora son más cuidadosos en sus plantaciones, utilizan fertilizantes, hacen podas y han reemplazado las palmas por especies híbridas, que son más tolerantes a la enfermedad de la PC.

    La Asociación Nacional de Cultivadores de Palma Aceitera (Ancupa) impulsa cuatro variedades de híbridas en el Centro de Investigaciones de Palma Aceitera (Cipal), ubicado en La Concordia.

    Quiñónez trabaja con estas especies, pero entre sus tierras (cinco hectáreas) también ha sembrado frutas tropicales que le han permitido subsistir mientras la palma empieza a dar frutos. “Antes solo se sembraba sin cuidados y creíamos que no pasaba nada. Hasta que la PC nos arruinó. Ahora somos muy cuidadosos, colocamos trampas, etc.”.

    Por ejemplo realizan monitoreos frecuentes para evitar que lleguen nuevas plagas como el picudo negro, que es una especie de escarabajo que daña la palma.

    Otra de las alternativas en las que trabaja Ancupa para darle solvencia económica a sus socios es la creación de una marca de aceite comestible.

    El proyecto está conformado por 120 000 familias productoras de aceite de palma africana de Santo Domingo y La Concordia.

    Por el momento se crearon tres presentaciones. Una sin marca que está dirigido a la economía popular y solidaria y otra marca para la Sierra llamada Vital Palma.

    Este producto se lo mezcla con soya para que sea soluble en el clima frío como el serrano. La otra presentación se llama Nuestro Sabor y es aceite de palma africana. Esta se distribuirá en la Costa.

    Según Ancupa, la recolección de la fruta para la extracción se realiza en la zona sur del país y se procesa en una planta en Quevedo (Los Ríos).

    Carlos Chávez, directivo de Ancupa, afirmó – durante el lanzamiento del producto – que luego de un año de trabajo coordinado con el Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) se hace realidad el sueño de tener un aceite propio de los palmicultores.

    La productora María Loor, afirma que el nuevo producto es una esperanza para el sector. Ella tiene su plantación en el sector Monterrey, en La Concordia, y asegura que hace unos siete años ya había perdido sus cultivos. “Con mucho miedo empecé otra vez pero a través de la asociatividad y gracias a eso logramos sacar adelante un proyecto que era solo un sueño”.

    Sin embargo, Loor señala que aún hace falta mucho para que el sector se recupere y que hay poca ayuda gubernamental para obtener créditos bancarios.

    De hecho, pese a los esfuerzos de esta área económica, en el 2019 la producción nacional sufrió una caída debido a factores climáticos y la PC, que ha afectado a 11 de 13 cantones dedicados a la actividad. Se prevé que el año va a cerrar con una producción de 401 000 toneladas métricas de aceite de palma.

    Las exportaciones de ese producto también se han visto afectadas porque el mayor comprador es Colombia – con un 78% el año pasado y entre enero y julio del 2019, con un 82% – ha tenido un fuerte crecimiento en los últimos años, según el MAG.

    Esta cartera de Estado afirma que se creó el Comité Interinstitucional de Seguimiento de Palma Sostenible, que está conformado por el Gobierno, el sector privado y la sociedad civil. El organismo busca abrir nuevos mercados como la Unión Europea. Pero para eso debe certificarse y cumplir los estándares internacionales de sostenibilidad que exige el Parlamento Europeo y la Comisión Europea sobre la producción de la palma sin deforestación.

    El MAG también informó que se trabaja en un proyecto para que los productores puedan acceder a créditos en la banca pública con un plazo de hasta 15 años y períodos de gracia de hasta cinco años.

    En La Concordia, los productores han retomado la actividad debido a que la creación de la marca de aceite les abre un nuevo mercado para vender su materia prima. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    En La Concordia, los productores han retomado la actividad debido a que la creación de la marca de aceite les abre un nuevo mercado para vender su materia prima. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • Incentivó el emprendimiento en una comunidad de Riobamba

    Cristina Marquez

    (F)
    Contenido Intercultural

    Relacionadas

    Juan Carlos Caisaguano es considerado un ejemplo de superación personal y un precursor de fuentes de empleo en su comunidad natal: La Esperanza. Se trata de un pequeño poblado agrícola situado cerca a San Luis, en Riobamba.

    A sus 29 años, él es el dueño de cultivos de mora e invernaderos de pimiento y tomate de árbol, y es uno de los emprendedores beneficiados de los créditos productivos que entregó BanEcuador, la semana pasada, en Chimborazo.

    Usualmente viste su ropa de trabajo: unos pantalones gruesos, una chompa de manga larga para minimizar los cortes en las manos y una gorra para protegerse del sol del mediodía. Su rutina diaria se inicia a las 05:00 y dedica la mayor parte de su tiempo al cuidado de sus moras de castilla.

    “Hay que podarlas y cuidarlas bien. Cosechamos moras tres veces a la semana y es el producto que nos da el sustento diario, porque los otros cultivos son de ciclo más largo, mientras que las moras las vendemos cada semana”, cuenta mientras camina por los surcos de la plantación de 3 500 metros cuadrados.

    Durante la cosecha, le ayudan su esposa y otras seis familias, quienes también dependen del éxito de las plantaciones para subsistir. La meta de Juan Carlos es mejorar la calidad de sus cultivos y ampliarlos para llegar con sus moras a más mercados del país.

    Actualmente todo el producto se vende en el mercado mayorista de Riobamba. Cada semana se comercializan en promedio 300 cajas de moras y el valor varía de acuerdo a la temporada, cuando hay una producción alta cuesta USD 4 la caja y, en noviembre, se comercializa hasta en USD 9.

    Según Juan Carlos, la mora siempre es rentable, pero la temporada que genera los mejores ingresos es la primera semana de noviembre, cuando todas las familias la buscan para preparar la tradicional colada morada.

    El éxito que ha logrado con sus moras le motivó a conseguir un crédito para ampliar la producción y adquirir un nuevo espacio.

    BanEcuador le entregó la semana pasada un cheque por USD 20 000. El crédito es parte de una campaña de incentivos productivos que lanzó esa institución.

    “Este tipo de emprendimientos, que generan empleo y le ayudan a las familias a crecer, son nuestra prioridad”, dijo Carlos Luis Tamayo, gerente general de BanEcuador. 18 emprendimientos de Chimborazo recibieron en conjunto USD 70 000 en créditos.

    El dinero le permitirá a Juan Carlos incrementar al menos 1 000 plantas de mora, que al momento es su producto estrella. Él también tiene un invernadero de 1000 metros con pimientos verdes y otro de 800 metros con plantas de tomate de árbol.

    “Nadie me enseñó a trabajar la mora. Tuve que conseguir empleos y miraba cómo los técnicos cuidaban los cultivos, así fui aprendiendo para tener mi propio negocio”, cuenta el emprendedor.

    Él trabaja en campos agrícolas desde su infancia. Sus padres también son agricultores. Ellos le mostraron cómo trabajar la tierra y siempre le motivaron a tener un ingreso propio.

    A los 14 años trabajaba como jornalero en invernaderos de otros productores y fue en esa época cuando empezó a memorizar cada sugerencia de los técnicos para tener cultivos prósperos y rentables. Sólo un año después había reunido dinero suficiente para hacer su primera inversión: una casa propia y terrenos.

    “Desde pequeñito vimos que era diferente. Siempre ahorraba su dinero y en lugar de gastarlo en golosinas como otros niños, él se compraba ropa y cosas para la casa”, dice orgulloso su padre.

    Con una casa construida y un emprendimiento agrícola siendo aún adolescente, Juan Carlos se convirtió en el ejemplo a seguir de los vecinos de la comunidad.

    A los 18 años, contrajo matrimonio con Mónica Tiuquinga. Juntos tienen tres niños pequeños.
    “Yo sólo pude terminar la escuela. Quiero que mis hijos lleguen a la universidad, por ellos trabajo”, dice Juan Carlos, quien tiene como meta seguir creciendo.

    Los datos

    San Luis es una parroquia rural de Riobamba donde predomina el emprendimiento agrícola. La mayoría de habitantes depende de sus salarios como jornaleros en invernaderos de tomate riñón.

    La familia Caisaguano obtuvo un crédito productivo con beneficios como interés reducido y un tiempo de gracia.

    BanEcuador entregó los incentivos crediticios a asociaciones comunitarias y emprendedores jóvenes de la provincia de Chimborazo.

    La mora es uno de los cultivos de moda en Chimborazo, debido a su buen rendimiento y rentabilidad.

    Juan Carlos y su esposa trabajan todos los días en su plantación de moras. Dan empleo a otras seis familias. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Juan Carlos y su esposa trabajan todos los días en su plantación de moras. Dan empleo a otras seis familias. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Menos zonas de cultivo por el cambio del clima

    Agencia EFE

    Menos lugares para cultivar alimentos, agua de peor calidad y más migraciones. Científicos del mundo alertaron de las consecuencias del deterioro de los suelos en el planeta, de los que depende 95% de la producción de alimentos.

    La degradación de la tierra no es una cuestión de nicho. Actualmente, afecta a muchas partes del mundo y a muchas personas, dijo Robert Watson, presidente de la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES).

    Este organismo independiente, que reúne a 129 estados, lanzará en la ciudad colombiana de Medellín el primer reporte global sobre la situación de los suelos del planeta.

    El texto fue realizado por más de 100 expertos voluntarios de 45 países, tras una investigación de tres años y con base en centenares de publicaciones científicas.

    El texto es de importancia en momentos en que está en vilo el futuro de la humanidad por el calentamiento global y la sobreexplotación de la biodiversidad.

    La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que 95% de los alimentos para humanos son producidos de forma directa o indirecta en los suelos.

    Con una población que va a exceder los 9 mil millones de personas en el 2050, los impactos del cambio climático y la lucha por los recursos naturales, la FAO considera fundamental la “habilidad” de los humanos para elevar la calidad de los alimentos usando los terrenos cultivados.

    “El daño en las tierras puede afectar a la capacidad para producir comida, puede degradar la calidad del agua, no habrá más superficies productivas así que (las personas) pueden perder sus medios de subsistencia. A menudo la gente tendrá que migrar mientras la tierra se degrada”, dijo Watson.

    El diagnóstico fue aprobado el sábado en la plenaria del sexto encuentro de Ipbes, en el que participaron autoridades de 116 de los Estados miembro de la organización y más de 750 científicos. Las soluciones que sugieren los especialistas no son vinculantes.

    Como degradación de los suelos se considera la conversión de cualquier vegetación nativa a terrenos productivos, cuya sobreexplotación o uso inadecuado causa pérdida de nutrientes y los vuelve improductivos.

    La elaboración del texto fue un pedido de la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación ante la falta de documentación científica sobre esta problemática.

    Las pocas indagaciones científicas al respecto aseguran que los esfuerzos de la humanidad pueden no ser suficientes para hacer frente a este desafío.

    Un estudio publicado en diciembre en el periódico Nature Climate Change concluye que más de un cuarto de la superficie de la Tierra va a ser significativamente más seca, pese a que se manejen los límites del calentamiento global estipulados en el acuerdo de París, de 2 grados.

    La indagación considera como una amenaza mayor la aridez, la degradación de suelos y la pérdida de plantas y árboles, que son claves para absorber el dióxido de carbono, uno de los contribuyentes al calentamiento global.

    También aumentan las sequías y los incendios.

    La nueva publicación de Ipbes, con sede en Bonn (Alemania), se suma al lanzamiento de cuatro reportes sobre biodiversidad.

    Los más de 550 expertos que los elaboraron concluyeron que el aumento de las temperaturas y la sobreexplotación de la naturaleza son unas de las mayores amenazas para el planeta en este momento.

    La sexta reunión de esta organización culmina este lunes en Medellín, la segunda ciudad de Colombia, uno de los países con mayor biodiversidad.

    Una imagen de la sequía que se vivió en las zonas de cultivo de la Sierra central en los últimos años. La tierra se volvió prácticamente arenosa. Foto: Archivo / LÍDERES
    Una imagen de la sequía que se vivió en las zonas de cultivo de la Sierra central en los últimos años. La tierra se volvió prácticamente arenosa. Foto: Archivo / LÍDERES
  • El cultivo de maíz ha sido constante los últimos años

    Maria Angelina Castillo

    Relacionadas

    Durante el 2017, en Ecuador se produjeron cerca de 1,2 millones de toneladas de maíz en las más de 200 000 hectáreas sembradas en el país, de acuerdo con estadísticas de la Corporación Tierra Fértil, en el cantón Ventanas, Los Ríos.

    La producción se ha mantenido en cifras constantes durante los últimos tres años, con repuntes en Loja, Los Ríos y Santa Elena.

    César Vizcarra, presidente de Tierra Fértil, cuenta que la producción en el 2017 fue buena a pesar de la enfermedad que azotó las plantaciones del cereal.

    La plaga más común fue el gusano cogollero, que cuando ataca plantas jóvenes puede generar un daño irreversible. Según Vizcarra, afectó unas 80 000 hectáreas.

    Ante la plaga, el Ministerio de Agricultura y Ganadería suscribió la resolución de Declaratoria de Emergencia 046-2017, que consistió en apoyar con un programa de fumigación y control de plagas y hongos de alto riesgo fitosanitario. El exceso de humedad incidió en Guayas y Los Ríos.

    Según el Ministerio, en el invierno del año pasado el rendimiento del cultivo de maíz duro seco (con 13% de humedad y 1% de impureza) fue de 5,51 toneladas por hectárea (t/ha). En promedio, fue inferior al mismo ciclo del 2016.

    El Oro fue la provincia que superó el promedio nacional con 7,63 t/ha, mientras que la de menor fue Guayas con 4,50 t/ha.

    Entre los factores que permitieron buenos resultados de producción estuvo el de los tipos de semilla. Las más comunes fueron Dekalb 7088 (17%), Trueno NB 7443 (16%) y Somma 105 (14%).

    Según  los productores, hay aún en stock unas 20 000 toneladas de la cosecha del año pasado. Foto: Mario Faustos / LÍDERES
    Según los productores, hay aún en stock unas 20 000 toneladas de la cosecha del año pasado. Foto: Mario Faustos / LÍDERES

    Los cantones de Manabí se caracterizaron por utilizar híbridos como Insignia-105. Mientras que en Ventanas, el 88% de los agricultores trabaja con semilla certificada, que es la que han empleado durante los últimos tres años, pues genera 1,35 t/ha, un rendimiento superior a la reciclada.

    Para Vizcarra, en la buena producción influye también el uso de insumos de calidad, como fertilizantes con potasio, nitrógeno, fósforo y zinc para las plantas. Asegura que no todos los agricultores tienen las posibilidades económicas para nutrir las plantaciones como es debido.
    Los costos de producción ascienden a USD 1 800 por ha. El precio de venta del quintal -cuenta Vizcarra- varía entre USD 16 y 17, a pesar de que el precio mínimo de sustentación es de USD 14,90.

    “Las condiciones de mercado dieron para un mejor precio. Eso lo aprovechó el productor”.
    Más del 90% de la producción nacional la compra el sector industrial, en particular avicultores, porcicultores y camaroneros.

    Pronaca consume 30%, un porcentaje similar la Asociación de Fabricantes de Balanceados de Ambato (Afaba) y el otro 30%, Aprobal. En su mayoría, estos compradores están en la Costa.

    En el sector muchos son pequeños productores. Ellos poseen no más de 10 hectáreas y constituyen cerca de 75% de los cerca de 150 000 productores en el país. Pocos cuentan con tecnificación.

    Vizcarra sostiene que hace falta maquinaria y sistemas de riego a través de pozos profundos y canalización: “Hay formas de hacerlo, pero no hay la decisión política”.

    Según el MAG, solo un 15% tuvo acceso a riego el año pasado.

    Pero la tecnificación no es el único problema de los maiceros. Henry Peña, presidente de la Corporación Nacional de Maiceros, señala que requieren apoyo en temas como el almacenamiento.

    De la cosecha del 2017, que finalizó el 30 de diciembre, existe en stock cerca de 20 000 toneladas.

    Los maiceros advierten que el invierno comenzará en marzo y el grano almacenado podría chocar con la nueva producción. A esto hay que sumar, dice Peña, que el año pasado se autorizó la importación de unas 100 000 toneladas de cereales. Esperan dialogar sobre esto con el MAG.

    Trabajadores agrícolas del cantón Mocache, ubicado en la provincia de Los Ríos, durante  las labores de fumigación de las siembras del cereal. La producción del 2017 fue bastante alta. Fotos: Mario Faustos / LÍDERES
    Trabajadores agrícolas del cantón Mocache, ubicado en la provincia de Los Ríos, durante las labores de fumigación de las siembras del cereal. La producción del 2017 fue bastante alta. Fotos: Mario Faustos / LÍDERES
  • En Imbabura se promueve el cultivo de la uvilla silvestre

    Redacción Sierra Norte

    Relacionadas

    Cada martes, pequeños productores de 12 comunidades de la parroquia San Pablo del Lago, en Otavalo, (Imbabura) llegan, uno a uno, con sus cosechas de uvillas.

    Campesinas como Luz María Cazco, de 37 años, vieron en el cultivo de este fruto, pequeño y de sabor agridulce, una alternativa dentro de su producción agrícola.

    La mayor parte de su vida en su terreno, de media hectárea, ha cultivado únicamente maíz. Desde hace un año empezó a florecer la planta de uchuva. Esta semana logró recolectar 31,5 kilos, que entregó en el centro de acopio, ubicado en el centro del poblado.

    Cazco es uno de los 200 productores de la Asociación Pacta Purisunchi (Caminemos Juntos, en español), que se constituyó hace cuatro años. A más de maíz, la zona ha sido una productora tradicional de cebada y trigo, por lo que uno de los objetivos es diversificar la tierra para mejorar las condiciones de vida de los campesinos de la zona, explica Fausto Proaño, gerente de la Asociación.

    Por eso, cuando la empresa Tierra Fértil llegó con la propuesta de desarrollar el cultivo de la uvilla no quisieron desaprovecharla.

    Proaño recuerda que al inicio arrancaron con una veintena de agricultores. Sin embargo, tras las primeras cosechas se fueron sumando más campesinos.

    “Ellos no le daban la importancia a la uvilla por tratarse de una planta que crece de forma silvestre”. Sin embargo, en esta localidad le han podio adaptar sin inconveniente a los 2 900 metros.

    Las primeras siembras se hicieron con la variedad manzana, pero ahora también se ha introducido la redonda. Los asociados fueros capacitados sobre el manejo técnico de la planta.
    Cazco señala que les enseñaron cómo prevenir enfermedades.

    La asociación alcanza una producción de 1,5 a 2 toneladas, por semana. Todo el producto, que es previamente seleccionado, se entrega a la firma Tierra Fértil.

    Una imagen del trabajo de los campesinos que forman parte de la Asociación Pacta Purusinchi,  quienes producen uvilla en Imbabura. Foto: Francisco Espinoza/para LÍDERES
    Una imagen del trabajo de los campesinos que forman parte de la Asociación Pacta Purusinchi, quienes producen uvilla en Imbabura. Foto: Francisco Espinoza/para LÍDERES
  • Estabilidad en el cultivo de fréjol

    Redacción Quito

    Relacionadas

    Entre el 2014 y el año pasado, la producción de fréjol se mantuvo estable, con un ligero crecimiento. Según datos del Banco Central del Ecuador (BCE), el crecimiento fue de 3% en el año pasado; cifra similar a la del 2015 

    Aunque el clima sí influyó en la producción de este y otros cultivos, las zonas más afectadas en la siembra de esta leguminosa estuvieron en el Litoral, de acuerdo al informe de la entidad estatal.

    Para el presidente de la Cámara de la Agricultura de la Primera Zona, Rodrigo Gómez de la Torre, la producción de fréjol se ha mantenido estable entre el 2014 y 2016, debido a las capacitaciones y tecnificaciones que recibieron los agricultores.

    En el cantón Patate (Tungurahua), por ejemplo, la cosecha de esta leguminosa no presentó cambios. Y los productores de Pallatanga (Chimborazo) cosecharon un 10% más que el período anterior, de acuerdo al BCE.

    Mientras que en el cantón Chunchi (Chimborazo) el volumen de producción fue menor, aunque el estudio del BCE no precisa cifras. El mismo documento indica que se espera una mejora en la producción este año porque los productores cuentan con asistencia técnica, como ‘kits’ de cultivo, que es financiado por el Gobierno en un 30%.

    En el Ecuador, Imbabura y Carchi son las provincias en las cuales predomina la producción de fréjol. Pero también hay cultivos de la leguminosa en Chimborazo, Bolívar, Azuay, Loja, Guayas, Pichincha, Tungurahua, Cotopaxi, Los Ríos, Manabí, Cañar, Napo y Morona Santiago.

    En estas provincias se produjeron 6 127 toneladas de fréjol seco en el 2015, según los datos publicados en el Sistema de Información del Agro, del Ministerio de Agricultura, Ganadería, Acuacultura y Pesca (Magap).

    Mientras que el fréjol tierno (en vaina) fue de 9 324 toneladas en ese mismo año, incluyendo otras provincias como Santo Domingo de los Tsáchilas y Sucumbíos.

    El jefe de Gestión Ambiental y Desarrollo Económico del Municipio de Mira (Carchi), Jairo Buitrón, indica que en esta zona existen 2 000 hectáreas ubicadas en la zona de la cuenca baja del río Mira, para la producción de fréjol. Allí, aproximadamente 500 agricultores se dedican a esta actividad campestre.

    En este sector se cultivan dos variedades de fréjol: el calima negro que tiene color vino y manchas blancas; y el negro.

    En la cuenca baja del río Mira, la cosecha de la leguminosa es cada tres o cuatro meses, indica Buitrón. No obstante, el año pasado sí se presentó una reducción -aunque el funcionario no preciso cifras- debido a que los agricultores migraron del campo a la ciudad y otros se dedicaron a cultivos, como el aguacate.

    Otro problema que se presentó en el sector el año pasado fue el costo de producción frente a la ganancia. Buitrón detalla que para cultivar de 15 a 20 quintales de fréjol, al agricultor le cuesta USD 1 200. El rubro se destina para el mantenimiento de los predios, compra de insumos entre otros.

    La venta de un quintal de fréjol en el mercado en promedio es de USD 30: “no representa ninguna ganancia para el agricultor”, manifiesta Buitrón.

    Patricio Pérez, creador del centro de acopio de leguminosas en el caserío Písquer -ubicado en Mira-, indica que el lugar funciona desde el 2007. El proyecto se desarrolló en conjunto con una organización no gubernamental extranjera.

    La idea del centro de acopio es recolectar todo lo producido por los agricultores para venderlos directamente, sin la intervención del intermediario. También se recolectan otros granos como maíz.

    Desde el 2007 hasta el 2014, todo el fréjol ubicado en este centro sirvió para las exportaciones hechas a Colombia, detalla Pérez.

    Sin embargo, el año pasado se dejó de recoger el grano debido a que la actividad ya no representa un ingreso para los agricultores. Y esto se debe, según Pérez, a que el costo de producción se encareció.

    El centro de acopio tiene algunas metas para los próximos años. La primera es implementar tecnología para la transformación del fréjol. Y posteriormente el objetivo es retomar mercados como el colombiano para ubicar el producto local.

    Para este año, los 100 agricultores que trabajan con fréjol están procesando sus cultivos para cosecharlos en junio próximo, detalla Pérez. Con esto también esperan una recuperación para venderlo en los principales mercados del norte del país.

    En la zona de Coñaqui, en el cantón Urcuquí (Imbabura) se cultiva el fréjol. El año pasado la producción se mantuvo similar a la del 2015 y esto se debe a la capacitación de los agricultores. Para LÍDERES: Francisco Espinoza
    En la zona de Coñaqui, en el cantón Urcuquí (Imbabura) se cultiva el fréjol. El año pasado la producción se mantuvo similar a la del 2015 y esto se debe a la capacitación de los agricultores. Para LÍDERES: Francisco Espinoza
  • El agua para el cultivo se cosecha con su producto

    Redacción Quito

    (I)
    La falta

    La falta de agua para sus cultivos de palma africana en Quinindé, Esmeraldas, se convirtió en una oportunidad de negocios para Miguel Cueva. Al no tener opciones de riego, él encontró una agrotecnología con origen en EE.UU. que no había sido introducida nunca en Ecuador y así nació Cosecha de Lluvia.

    Este emprendimiento comercializa un hidrorretenedor que almacena agua de tal manera que, cuando viene la lluvia o riego, el líquido queda en su interior. El producto es un poliacrilato de potasio que por cada gramo puede retener hasta medio litro de agua.

    “En contraste con una esponja, este producto retiene el líquido y solo cuando las raíces de la planta hacen contacto con el gel estas pueden absorber el agua y los nutrientes”, explica Cueva.

    Debido a que está conformado por potasio, la planta no se ve afectada ya que este es un nutriente importante. Incluso, cuando la partícula termina su vida útil a los cinco años, al ser insoluble no se absorbe por la planta.

    La tecnología fue creada en Japón a mediados del siglo XX. Sin embargo, no se utilizaba en Ecuador debido a que las estaciones, hace algunos años, eran más marcadas. “Ahora no se sabe con precisión cuándo va a llover, entonces este producto es una gran ayuda”, agrega Cueva.

    Sus operaciones se iniciaron en 2015 con una inversión de USD 10 000. La primera importación fue de una tonelada de producto y la estrategia de ventas era visitar a cada agricultor y hacer pruebas. Cueva recuerda que uno de los primeros problemas fue que había incredulidad en las personas.

    “No entendían cómo en un gramo podía retener tanta agua y estuvimos a punto de cerrar la por que no había ventas”, explica.

    Pero una vez que los usuarios empezaron a atestiguar sobre el producto, las ventas incrementaron. Hasta la fecha su facturación sobrepasa el 600% de la inicial con un monto promedio mensual de USD 4 000. El emprendimiento cuenta con distribuidores en todo el país excepto las provincias de Chimborazo, Tungurahua y de la región Amazónica.

    Al escuchar del producto, Salomón Gordillo, ganadero de Machachi, decidió probar en una hectárea en su hacienda. El objetivo era mejorar el crecimiento y calidad del pasto para alimentar a su ganado lechero.

    “Anteriormente debía regar una vez por semana por cinco horas pero ahora lo hago una vez al mes. El ahorro que he obtenido es sustancial, aproximadamente reduje el 75% del consumo de agua solo en esa hectárea”, asegura Gordillo. Debido a que el producto está fuera de stock, el ganadero no pudo comprar más pero espera ampliar el uso a dos hectáreas más, próximamente.

    La dosis depende de los litros de agua que el agricultor desee almacenar. Cueva explica que trabajando con plantas de cacao en El Empalme, en Guayas, utilizaron 10 gramos por planta bajo 40 grados de temperatura y 10 horas de luz diarias. El resultado fue 21 días sin tener que realizar riegos.

    En viveros o camas de cultivo más pequeños, un gramo se debe utilizar por kilo de suelo para lograr casi un mes de agua.

    La utilización depende de la estación y el objetivo esperado. En casos en los que el agua es escasa se debe sembrar la planta con más producto, lo cual asegurará que en las lluvias o riegos se maximice la retención. En casos en los que el agua es abundante, el uso puede reemplazar mano de obra o sistemas de riego más costosos.

    El producto se comercializa a través de visitas y asesoramiento personalizado a un precio de
    USD 30 por kilogramo.

    Miguel Cueva es el fundador de Cosecha de Lluvia. Su experiencia en la finca de la familia en Quinindé le dio la idea para iniciar su empresa. Foto: Foto: Vicente Costales/ LÍDERES
    Miguel Cueva es el fundador de Cosecha de Lluvia. Su experiencia en la finca de la familia en Quinindé le dio la idea para iniciar su empresa. Foto: Foto: Vicente Costales/ LÍDERES
  • El cultivo de maracuyá necesita tecnificarse

    Evelyn Tapia (I)
    redaccion@revistalideres.ec

    La fruta de la pasión, que en Ecuador se cultiva sobre todo en Manabí, Esmeraldas, Los Ríos y Guayas, tiene una alta demanda en EE.UU. y Europa, con énfasis en Países Bajos, por el concentrado sabor ácido que en estos países es considerado “exótico”.

    Más conocida como maracuyá, esta fruta es cultivada principalmente por pequeños productores, pues el 80% de los casi 6 800 agricultores que se dedican a esta actividad está en ese rango.

    Aunque Brasil es el mayor productor de la fruta, Ecuador lidera la exportación de Latinoamérica, debido a que el ‘gigante de la región’ destina la mayor parte de su producción al consumo local.

    De acuerdo con los últimos datos del Ministerio de Agricultura Ganadería y Pesca (Magap), hasta el 2012 se contabilizaron 4 286 hectáreas de cultivo de maracuyá, o ‘passiflora edulis’.
    Alberto Santos, ingeniero agrónomo que se dedica a investigar el maracuyá desde la época de los setenta, cuenta que la tasa de productividad a escala nacional es de 11 toneladas por hectárea, debido a la falta de tecnificación.

    Este especialista utiliza un proceso de análisis y selección de semilla, con base en los porcentajes de pulpa, el peso y los grados brix de la fruta (azúcares y acidez), para desarrollar plantas con más tiempo de vida en campo y con más productividad por hectárea.

    “Las plantas sin tecnificación tienen un año de vida y mueren, además se presentan casos en los cuales la fruta está hueca, es grande, pero tiene poca pulpa en el interior. Lastimosamente no todos los agricultores tienen los recursos necesarios”, explica Santos.

    En las 50 hectáreas de la empresa Ecuanatropics S.A., ubicadas en Sacachún, provincia de Santa Elena, el maracuyá que se cultiva dos veces por semana nace de semillas que pasaron por este proceso de selección.

    De ahí que la productividad que se alcanza es de 18 toneladas por hectárea. Cada semana, esta empresa cultiva 50 000 kilos de fruta y genera 70 plazas de trabajo.

    Eduardo Aguilar, gerente de la empresa que tiene tres años, asegura que los buenos resultados de sus plantaciones también obedecen a las inversiones en mejoramiento de cultivo. Por ejemplo, se implementó un sistema de riego que representó USD 10 000 en inversión por hectárea.

    “Tenemos el objetivo de romper con la media de productividad nacional y llegar a las 20 toneladas por año. Nosotros por nuestro tamaño no tenemos intermediarios y vendemos directamente al exportador”, cuenta Aguilar, que aspira crecer a un centenar de hectáreas en el corto plazo.

    Su caso contrasta, sin embargo, con el de buena parte de los agricultores pequeños que no pueden vender directamente a las empresas exportadoras, por logística, distancia, entre otros problemas.

    Las firmas exportadoras son las que convierten la fruta en pulpa concentrada o jugo para ser exportado, debido a que en el extranjero solo se consume la fruta de esa manera. Eso sucede, porque este producto no resiste largos períodos en los traslados sin perder su frescura.

    Noé Intriago, presidente de la Asociación de Productores de Maracuyá y Papaya del Ecuador añade que “el sector vive inestabilidad”, por los precios.

    “Los pequeños productores perdemos por los intermediarios. A nosotros nos cuesta 36 centavos por kilo producir la fruta en el campo y lo que se está pagando a los productores es 30 centavos”, señala Intriago.

    Los precios de este producto no se regulan según una tabla indexada o un precio mínimo, como sucede con otros productos como el banano o la carne, sino que se regulan de acuerdo con los picos de productividad. Cuando hay más oferta de fruta, los precios caen.

    Además, dependiendo del tipo de cadena, un intermediario puede quedarse en promedio hasta con un 10% de ganancia.

    La propuesta del gremio al que Intriago representa es que se gestionen mecanismos para promover la asociatividad, de manera que los pequeños productores, juntos, puedan vender a las empresas exportadoras.

    En noviembre del año pasado, en Guayaquil se llevó a cabo un taller para diseñar una hoja de ruta y establecer un acuerdo estratégico para desarrollar un plan de mejora competitiva del maracuyá, organizado por Corpei en conjunto con el Ministerio de Comercio Exterior y el Magap.

    Allí, el principal pedido de los representantes del sector productor fue que el Magap controle los precios que se le pagan al productor, pero esto todavía no se logra, cuenta Intriago.

    El Plan de Mejora Competitiva busca además posicionar el producto en nuevos mercados como Qatar y Europa del Este. Asimismo, mejorar la calidad de la fruta mediante asistencia técnica y desarrollo de líneas de crédito orientadas a la tecnificación.

    Maracuya
    En la provincia de Santa Elena, la empresa Ecuanatropics S.A. cultiva hace tres años la fruta de la pasión en una extensión de 50 hectáreas y genera alrededor de 70 plazas de trabajo. Foto: Gabriel Proaño para LÍDERES