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  • La cuna portátil con íconos étnicos, el plus de Ayllu Maki

    Redacción Sierra Norte

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    Jaime Yacelga creció observando cómo sus padres elaboraban telas de vistosos colores. El sonido del telar de madera era parte del hogar en la comunidad indígena Agato, en el cantón Otavalo (Imbabura).

    Ahí, Miguel Yacelga y Rosa Santillán, progenitores de Jaime, producían sacos, cobijas y ponchos de lana. Las prendas eran enviadas a Canadá, Estados Unidos, Japón y países de Europa.

    Jaime es el último de cinco hermanos. El artesano, de 42 años, unió esos elementos artesanales para iniciar el emprendimiento Artesanías Ayllu Maki (Manos Familiares, en español).

    Se trata de un taller que ahora se especializa en la fabricación de cunas portátiles. También, elabora sillas, que se cuelgan en forma de hamaca, gorros, bolsos…

    “Siempre me gustó elaborar cosas diferentes, pero útiles”, comenta Yacelga. Así surgió el portabebé, conocido como moisés, en referencia al canasto en el que fue hallado el personaje bíblico, en el río Nilo, cuando era un bebé.

    Para darle un valor agregado al catre utiliza las telas de algodón con diseños étnicos, que se producen en los telares artesanales de la comuna de Peguche.

    Pero estas cunas tienen una característica: son plegables. Con ello, su creador busca brindar comodidad a los padres de los infantes, cuando se movilizan de un lugar a otro.
    Aunque no es un diseñador industrial, tiene mucha creatividad. Al parecer, una década viajando por Norteamérica, donde se desempeñaba como comerciante de artesanías, le permitió recopilar ideas que ahora está poniendo en práctica en Ayllu Maki.

    Cuando tenía 15 años, Jaime empezó a dar los primeros pasos en la innovación. Recuerda que diseñó y confeccionó chompas que eran elaboradas con cobija de lana.
    La idea del portabebé surgió del pedido que le hizo otro comerciante indígena, que con su familia iba a viajar a Panamá.

    Sin embargo, en perfeccionar este cesto ligero se demoró ocho meses. El diseño, explica, se inspiró en la forma como se abre y cierra la concha o caparazón de los moluscos.
    La estructura del moisés es flexible. Para ello, Fabián Chiza, sobrino del emprendedor, le sugirió que utilice una manguera rígida que se usa en las redes de agua potable. Esta tarea está a cargo de un proveedor. Mientras que, el recubrimiento de tela, es elaborado por otro artesano.

    Cada semana producen entre 70 a 80 canastillas. Cada una la comercializa a USD 25. Los pedidos al por mayor tienen descuento.

    Por lo pronto, ha enviado muestras a Estados Unidos, Italia, México, Panamá y Colombia.
    También ha participado en ferias en el país. Esas son otras vitrinas para promocionar su producto. Recuerda que en una reciente exhibición, que se efectuó en Quito, en febrero, vendió 50 de las 100 unidades que llevó.

    Por ahora, Jaime Yacelga apunta a patentar su diseño ante el organismo pertinente. También alista maletas para ir a Canadá.

    En Otavalo (calles Quito 8-30 y Sucre) funciona de Artesanía Ayllu Maki. El establecimiento es atendido por el emprendedor Jaime Yacelga. José Luis Rosales /LÍDERES
    En Otavalo (calles Quito 8-30 y Sucre) funciona de Artesanía Ayllu Maki. El establecimiento es atendido por el emprendedor Jaime Yacelga. José Luis Rosales /LÍDERES
  • La cuna para su hija fue el inicio de su emprendimiento

    Redacción Quito

    Fabricio Herrera, como todo padre de familia, buscaba una cuna para su hija cuando su esposa estaba embarazada. Al no encontrar algo que atrajera su atención, decidió elaborarla él mismo; de esa manera dio vida a su iniciativa Aserrín Aserrán.

    Sus primeros diseños le permitieron promocionar su talento entre sus compañeros de trabajo. Seis meses después, en el 2010, renunció a su trabajo para dedicarse de lleno a su microempresa.

    Con una inversión de USD 15 000 -que obtuvo de la venta de un vehículo- compró la maquinaria para trabajar la madera y materia prima para instalar un taller. En esa época, junto con un colaborador, comenzó a elaborar muebles.

    Gracias a la calidad de sus productos, llegaron más clientes por lo que Herrera tuvo que expandir su negocio a un pequeño taller en Puembo.

    En la actualidad este emprendimiento cuenta con seis colaboradores y un local en Cumbayá, donde sus clientes pueden realizar sus pedidos.

    Al inicio su microempresa apuntaba a la elaboración de muebles lúdicos, pero por la demanda de sus clientes, se decidió por diversificar su oferta.

    El rango de precios oscila entre los USD 490 para una cuna y USD 1 400 para una litera y su facturación mensual alcanza los USD 10 000. «Depende del precio y de la complejidad del diseño. Por ejemplo elaboramos un buque con un caballito tallado a mano, una red de pescador y ventanas de buque reales», indica Herrera.

    A Andrea Jaramillo (una de sus clientes) lo que más le gustó de los artículos de Aserrín Aserrán fue la calidad de los muebles. «Mis hijos son inquietos pero los muebles siguen iguales que la primera vez que los trajeron a la casa».

    Para asegurar la calidad, esta iniciativa elabora sus muebles con madera de seike. Esta pasa por un proceso de secado de un año y cuenta con una provisión personal. Para esto realiza una inversión anual de USD 10 000, para tener su propio stock de materia prima.

    Dentro de sus tiempos de entrega, el negocio tiene un periodo de 30 días, pero puede elaborar muebles en un menor tiempo. «En una ocasión tuvimos que construir una cuna en una semana. No nos detenemos ante ningún reto», señala este emprendedor.

    Daniel Cárdenas compró un juego de dormitorio. Él señala que la eficiencia en la entrega de los productos hace que sea una empresa confiable. «Hicieron el diseño exactamente como lo pedí».

    Datos adicionales

    Redes sociales. La firma se promociona principalmente a través de redes sociales y de ‘boca a boca’.

    Proyectos. Elaboraron una casa del árbol con dos puentes colgantes. Para esta idea recibieron asesoría de un ingeniero civil.