Etiqueta: desigualdad

  • La pandemia puede agravar la desigualdad, dice el Nobel de Economía Angus Deaton

    Agencia AFP

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    La pandemia de coronavirus reveló las enormes desigualdades que hay en el mundo, que pueden agravarse aún más, advierte el británico Angus Deaton, premio Nobel de Economía y profesor en la universidad estadounidense de Princeton.

    Lo más urgente es reformar el sistema de salud en Estados Unidos y limitar el monopolio de las grandes empresas de tecnología en el mundo poscovid, explica en una entrevista a la AFP .

    ¿Qué reveló la pandemia de coronavirus sobre las desigualdades?
    Se ha comparado a las pandemias con rayos X que todavía hacen más visibles las desigualdades preexistentes.

    La gente más cualificada tiene empleos que puede seguir ejerciendo casi de la misma manera. Nosotros podemos hablar con la gente por Zoom y que nos paguen igual. En cambio, en el caso de los trabajadores menos cualificados, los llamados trabajadores esenciales (repartidores, conductores, cajeros, personal médico…) , arriesgan su vida a causa de la covid-19, los otros corren el riesgo de perder su empleo.

    La tasa de mortalidad también aumentó para las personas sin ningún título de estudios superiores -sobre todo los trabajadores esenciales expuestos, porque no están confinados-, mientras que baja para los graduados en [educación] superior. Y esto va a empeorar.

    Asimismo, hay un aspecto racial en estas desigualdades. […] También en eso el covid-19 empeoró: las tasas de mortalidad son mucho más altas para los afroestadounidenses que para los blancos. Y, cuando observamos el conjunto -aunque nadie hubiera podido predecir las revueltas [ocurridas en Estados Unidos tras la muerte de George Floyd, un afroestadounidense asfixiado por un policía blanco]-, no se puede decir que esto no tenga nada que ver con la covid-19.

    ¿Cuáles son los cambios necesarios en el mundo poscovid?
    Somos unos cuantos que esperamos que el sistema médico estadounidense en su forma actual sea una víctima [de la pandemia], la gente se dará cuenta de que esto no puede durar, porque quien pierde su empleo pierde también su seguro médico, justo cuanto más falta le hace. Hay mucha gente que se ha curado de la covid-19 y que de repente se encuentra con unas facturas médicas enormes que no puede pagar. Incluso la gente que tiene seguro, pues cada vez más aseguradoras tienen exenciones o reducen las coberturas.

    Hay muchos sistemas diferentes [para aportar una cobertura universal manteniendo los costes bajo control]. Estados Unidos podría elegir «el sistema canadiense, el sistema francés, el suizo, el alemán, el holandés. Cualquier cosa es mejor que pretender que el mercado puede proveer un sistema de salud, porque no es así. Y eso conlleva una […] gran transferencia de dinero de la gente ordinaria hacia otros más ricos. Y esto fue un vector de destrucciones y de desigualdades importante. […] Uno de los escollos en Estados Unidos para un mejor Estado del Bienestar fue la cuestión racial, quizá el movimiento actual de manifestaciones [Black Lives Matter] cambie eso.

    Pero lo más probable es que nada cambie y, en ese caso, la pandemia habrá agravado las desigualdades.

    ¿Qué otras medidas se pueden tomar para intentar reducir las desigualdades?
    Me preocupa mucho que el paro dure demasiado tiempo y que esto refuerce la parte del capital en el PIB [respecto a la del trabajo]. Tengo miedo de que las grandes empresas tecnológicas prosperen mientras que otras empresas más pequeñas quiebran y de que una consolidación industrial todavía más amplia en Estados Unidos y en Europa agrave las desigualdades. Cuando tenemos empresas cada vez más monopolísticas, se va marcando el camino para que el PIB sea redistribuido hacia los capitalistas. A menos que el sistema se hunda y que tengamos una reforma importante, los indicadores se orientan hacia un agravamiento de las desigualdades. Así, debemos hacer urgentemente leyes anticárteles contra las ‘big tech’ [las grandes empresas tecnológicas] y también contra los métodos policiales en los barrios desfavorecidos.

    Una imagen de archivo del premio Nobel de Economía Angus Deaton. Foto: AFP
    Una imagen de archivo del premio Nobel de Economía Angus Deaton. Foto: AFP
  • Compras en línea resaltan la desigualdad en Cuba en medio del coronavirus

    Agencia Reuters

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    La pandemia de coronavirus está revelando un incremento de la desigualdad en Cuba, debido a que una mayor escasez ha obligado a la mayoría de los ciudadanos a pasar horas en largas filas para comprar productos básicos, mientras los más acomodados los adquieren por Internet.

    La llegada de la pandemia ha sumido a Cuba en su peor crisis económica desde la caída en la década de 1990 de la Unión Soviética, su antiguo benefactor, pero la flexibilización económica de las últimas tres décadas significa que no todos los cubanos han sido afectados de la misma manera.

    Durante más de un año, los compradores han enfrentado largas filas para obtener productos básicos debido al deterioro de la situación económica de Cuba, en gran parte por la implosión de su aliado socialista Venezuela y las sanciones más estrictas impuestas por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

    Actualmente, la enfermedad ha detenido el turismo, ralentizado las remesas y ha aumentado los costos de transporte de carga.

    La escasez se ha generalizado a pesar de la acción decisiva del Gobierno que ha disminuido los nuevos casos de coronavirus a menos de 15 por día.

    Gente hace fila para retirar productos, algunos comprados en línea, en medio de las preocupaciones por la propagación del COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, en el centro de La Habana, Cuba. 25 de mayo, 2020.
    Gente hace fila para retirar productos, algunos comprados en línea, en medio de las preocupaciones por la propagación del COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, en el centro de La Habana, Cuba. 25 de mayo, 2020. Foto: Reuters

    Para contrarrestar las filas, el Estado cubano, que tiene el monopolio de las telecomunicaciones y los servicios minoristas, busca alentar las compras en línea. Sin embargo, muchos cubanos simplemente no pueden pagar el servicio.

    «No tengo Internet. No gano el dinero para poder obtener cualquier tipo de comida a través de Internet», dijo José Ángel González, un joven que buscaba en La Habana una tienda sin una fila muy larga. Según el Gobierno, el 40 por ciento de la población no tiene servicio de telefonía celular, y mucho menos Internet.

    Reuters estima que se necesitaría el equivalente en moneda local de unos 10 dólares por mes para comprar en línea, en un país donde el salario mensual promedio es equivalente a unos 45 dólares.

    Yainelis, una empleada estatal y madre soltera de tres hijos en la oriental provincia de Granma, dijo que tenía problemas para llegar a fin de mes con su salario de unos 500 pesos cubanos.

    «Solía ​​tener algunas gallinas en el patio trasero para huevos, pero ahora nos las hemos comido todas», dijo. «Ahora, algunos días, solo es con el arroz de la ración mensual y lentejas», añadió.

    Desigualdad

    Cuba, dependiente de importaciones, abrió a regañadientes la puerta a los crecientes niveles de desigualdad -un hecho que la revolución cubana de 1959 intentó eliminar- al comenzar a atraer divisas para comprar alimentos y combustible durante la depresión posterior a la era soviética. Antes casi todos los cubanos recibían ingresos relativamente similares.

    Gente hace fila para comprar comida en el centro de La Habana, Cuba. Foto: Reuters
    Gente hace fila para comprar comida en el centro de La Habana, Cuba. Foto: Reuters

    La isla caribeña, cuya moneda no tiene valor fuera del país, desarrolló el turismo internacional, se abrió a la inversión extranjera, aprobó algunas pequeñas empresas y alentó a cubanos en el extranjero a visitar y enviar dinero a familiares.

    «Recibo dinero de mi hermana en Miami. Su ayuda es un gran alivio en estos días pues hay que buscar mucho por comida», dijo la maestra de la escuela primaria, Imilsis Labrada, mientras hacía fila en una oficina de Western Union en La Habana.

    Expertos sobre Cuba estiman que al menos el 40 por ciento de la población recibe remesas del exterior, que en total ascienden a unos pocos miles de millones de dólares anuales, pero que aumentan considerablemente su poder adquisitivo.

    Estos cubanos, y los que trabajan en el sector privado más lucrativo, representan la mayoría de los compradores en línea. Mientras, los empleados estatales, el 70 por ciento de la fuerza laboral, no puede pagar el servicio «on line», al menos que también reciban remesas. 

    Gente hace fila para retirar productos, algunos comprados en línea, en medio de las preocupaciones por la propagación del COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, en el centro de La Habana, Cuba. 25 de mayo, 2020.
    Gente hace fila para retirar productos, algunos comprados en línea, en medio de las preocupaciones por la propagación del COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, en el centro de La Habana, Cuba. 25 de mayo, 2020. Foto: Reuters
  • La desigualdad y el boleto de metro

    Columna de Luis Alberto Moreno, presidente del BID

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    Si hay un servicio público que simbolice la frustración popular manifestada en las masivas protestas en América Latina, se trata del transporte urbano.

    En nuestra región, donde ocho de cada 10 personas viven en ciudades, el transporte siempre ha sido una fuente de conflictos. Los buses, trenes y metros van atiborrados. Los horarios no se cumplen. Y, para muchos usuarios, las tarifas son demasiado caras.

    Sin embargo, esos mismos medios de locomoción dan acceso a lugares de empleo, comercio, educación, salud y recreo.

    En nuestra región, dos de los movimientos de protesta más emblemáticos de la última década – en Brasil en el 2013 y en Chile el año pasado – fueron detonados por aumentos en las tarifas de buses y el metro, respectivamente. En otros países hemos visto grandes estallidos sociales por alzas en el precio de la gasolina.

    ¿Cómo analizamos estos fenómenos desde el Banco Interamericano de Desarrollo, que en las últimas tres décadas ayudó a financiar decenas de sistemas de transporte urbano en la región?

    Por un lado, nos enorgullece haber apoyado soluciones pioneras como los buses de tránsito rápido, una innovación nacida en la ciudad brasileña de Curitiba que luego se propagó por el mundo. Hoy también estamos impulsando grandes proyectos con enorme potencial como el metro de Bogotá.

    Por otro lado, las recientes protestas nos obligan a considerar cómo podrían evolucionar los sistemas de transporte para atacar más directamente a la desigualdad, sin descuidar su sostenibilidad financiera.

    En casi todos los países del mundo los sistemas de transporte público generan grandes déficits operativos. En países industrializados los gobiernos siempre han subsidiado estos servicios, en parte porque son vistos como un bien público que hace que sus ciudades sean más productivas, limpias y vivibles.

    En Washington, donde el BID tiene su sede central, el metro no cubre ni mitad de sus costos mediante el cobro de boletos y abonos. La diferencia se financia mayormente con subsidios de los estados y municipios de la región.

    En América Latina, en cambio, muchos gobiernos no tienen capacidad financiera para subsidiar el transporte público. Algunos subsidian la gasolina, una opción que paradójicamente beneficia más a las personas pudientes que tienen un automóvil.

    Muchos de los sistemas de transporte que ayudamos a financiar intentan recuperar sus gastos de inversión y operación mediante la tarifa. En algunas ciudades latinoamericanas, estas tarifas pueden superar el 10% de los ingresos de los hogares de menores ingresos, comparado con un promedio de 7,5% entre el quintil más pobre en ciudades europeas.

    En este contexto, no debe sorprendernos que las personas se indignen ante aumentos de tarifas o directamente se rehúsen a pagarlas. Hemos visto cómo algunos sistemas han caído en crisis porque la evasión genera déficits que se traducen en falta de mantenimiento y demoras, restándole confiabilidad al servicio público e impulsando el uso de vehículos privados.

    Para evaluar esta trampa, tendríamos que dejar de pensar en los subsidios al transporte como una pérdida de recursos, y considerarlos más bien como inversiones estratégicas que generar grandes réditos económicos, sociales y ambientales.

    Además, debemos aprovechar las nuevas tecnologías para asegurar que los subsidios vayan a los segmentos más necesitados de la población en vez de “fugarse” a los bolsillos de los más pudientes, como suele suceder en la actualidad.

    Asimismo, tenemos que entender mejor cómo y cuándo la gente decide viajar en un medio de transporte, para luego diseñar sistemas que reflejen las verdaderas prioridades de la gente, sus derechos como usuarios y su disposición a pagar por un servicio digno. A su vez, esto podría ser un primer paso hacia reconfigurar nuestras ciudades para que la vivienda, la seguridad, los espacios verdes y el transporte estén disponibles y sean asequibles para todos.

    El transporte público cumple y seguirá cumpliendo un papel clave en el desarrollo de nuestra región. Es imperativo convertir este servicio en un catalizador de oportunidades para los millones de personas que aún aspiran a una vida mejor.

    Según Luis Alberto Moreno, el transporte es un sector importante en la región. Foto: captura de pantalla cuenta Twitter @MiguelG47697163
    Según Luis Alberto Moreno, el transporte es un sector importante en la región. Foto: captura de pantalla cuenta Twitter @MiguelG47697163
  • Una oportunidad histórica para concretar reformas fiscales

    Luis Alberto Moreno, presidente del BID

    Si bien las protestas que han sacudido a varios países latinoamericanos y caribeños estallaron ostensiblemente contra decisiones de gobiernos como las alzas de precios del transporte público, su motivo fundamental es la frustración popular por la persistencia de la desigualdad.

    Aunque en todas las sociedades hay disparidades entre ricos y pobres, éstas son mucho más pronunciadas en nuestra región, que cuenta con ocho de los 20 países más desiguales del mundo.

    En las naciones industrializadas, los impuestos y el gasto social han demostrado ser herramientas eficaces para reducir la inequidad. En los países miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), por ejemplo, estas políticas reducen la disparidad de ingreso disponible en un promedio de casi 40%.

    En contraste; en América Latina los impuestos y el gasto social reducen la desigualdad en apenas 5%, en promedio.

    En parte, esto se debe a que los gobiernos latinoamericanos recaudan proporcionalmente menos por impuestos y gastan menos en servicios sociales que los países de la OCDE. Pero también es porque las políticas fiscales son menos progresivas en nuestra región y porque la calidad de nuestro gasto público aún es muy mala.

    Del lado de los ingresos, América Latina y el Caribe recaudan 23,3% del PIB mediante impuestos, comparado con 34,4% en países de la OCDE (Argentina y Brasil son notables excepciones porque recaudan algo más que el promedio de la OCDE). Dado que casi la mitad de los trabajadores en América Latina están en la economía informal, la recaudación por impuestos a los ingresos es baja. Pero incluso en el decil de ingresos más altos, la gente paga apenas 4,8% de sus ingresos en impuestos sobre la renta, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. En la Unión Europea, dicha cifra es casi cuatro veces mayor, y el contribuyente del decil más alto paga un promedio de 21,3% de sus ingresos.

    Durante décadas, los gobiernos latinoamericanos han optado por gravar el consumo, por ejemplo, con el impuesto al valor agregado, como su principal fuente de ingresos. Estos impuestos, aunque son fáciles de recaudar, tienden a ser regresivos, dado que los hogares más pobres dedican una mayor proporción de sus ingresos al consumo. En nuestra región, los impuestos como el IVA representan en promedio el 48,5% de la recaudación total, comparado con 32,4% en la OCDE.

    Esta distorsión se magnifica por el hecho de que, en nuestra región, el gasto social además tiende a favorecer a los ricos. En promedio, el 75% del gasto social se concentra en pensiones que benefician a familias de ingresos medianos y altos además de en subsidios y productos
    que los hogares de bajos ingresos consumen menos, como la educación universitaria y la gasolina.

    Hasta los programas sociales específicamente diseñados para favorecer a los más pobres, como las transferencias monetarias condicionadas a la escolarización de los niños, padecen de “fugas” que permiten que algunas familias de mayores ingresos reciban beneficios indebidamente. En promedio, 40% de tales recursos terminan en los bolsillos de personas que no están en la pobreza.

    Los servicios sociales no basados en transferencias monetarias, como la educación y la salud, han mejorado muchísimo el bienestar humano en la región. Pero los resultados y la calidad de esos servicios siguen siendo tremendamente desiguales.

    En evaluaciones internacionales como las pruebas PISA, los resultados educativos de América Latina figuran entre los peores en las tablas internacionales. Sólo quienes pueden costear colegios privados se desempeñan mejor. Y la tasa de mortalidad infantil entre los pobres duplica la de los ricos.

    No podemos postergar más el tipo de reformas que hagan más progresivas nuestras políticas fiscales, ya sea evitando “fugas” en programas existentes o eliminando ventajas impositivas que principalmente benefician a grandes firmas o a familias pudientes.

    Muchos de nuestros gobiernos hoy cuentan con sistemas de información fiscal y social que harían mucho más factibles tales reformas que en el pasado. Aunque siempre habrá intereses creados que se opondrán a tales cambios, la crisis actual nos da una oportunidad para generar el tipo de consenso necesario para encarar reformas audaces.

    Hace pocos años, México aprovechó un momento similar para poner en marcha una reforma impositiva progresiva como parte de un amplio acuerdo multipartidario. Los ingresos fiscales aumentaron en un notable 3,4% del PIB sin que fuese necesario aumentar significativamente el IVA. En cambio, recortaron los subsidios que beneficiaban a los ricos u aumentaron los impuestos a los ingresos y a los dividendos de acciones. Como resultado, el 70% de lo recaudado por esta reforma vino del 20% más rico de la población.

    No hay razón para pensar que un esfuerzo igualmente ambicioso no funcionaría en otros países de la región, incluso cuando las circunstancias particulares varíen de país en país. De México a Chile, la gente clama por el cambio. El BID ha apoyado muchas reformas fiscales y de egresos que ayudaron a aumentar la calidad del gasto público. Estamos listos para ayudar a los gobiernos a emprender ese camino.

    Manifestantes y Carabineros se enfrentan el viernes 14 de febrero del 2020 en las inmediaciones a la Plaza Italia, en Santiago (Chile). América Latina cuenta con ocho de los 20 países más desiguales del mundo. Foto: EFE
    Manifestantes y Carabineros se enfrentan el viernes 14 de febrero del 2020 en las inmediaciones a la Plaza Italia, en Santiago (Chile). América Latina cuenta con ocho de los 20 países más desiguales del mundo. Foto: EFE
  • Mayor productividad, más brecha salarial

    Diana Serrano

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    Las empresas buscan retener el talento humano con una oferta de beneficios económicos y emocionales, pero aquellas que logren mejorar sus índices de productividad frente a otras compañías de su sector serán las que tengan éxito.

    Esa es la conclusión de un artículo de investigación de Harvard Business Review (HBR), publicado en abril de este año, que señala que las brechas de productividad entre empresas incrementan la desigualdad en los sueldos.

    “Mientras se distancian las empresas en términos de productividad, también se vuelven más desiguales en la manera en la que pagan a sus trabajadores”.

    En la región, según resultados de generación de mayor utilidad, las empresas más productivas son las de los sectores de servicios, tecnología, telecomunicaciones y, últimamente, exportadoras, explica Roberto Estrada, socio de Deloitte Consulting.

    Para el experto, existen tres elementos importantes que contribuyen en el aumento de la productividad de las empresas. El primero es el uso de sistemas informáticos ágiles y modernos “que permitan a las personas realizar su trabajo de una manera precisa y reduciendo actividades manuales”.

    El segundo es el desarrollo de la tecnología como la robótica e inteligencia artificial, que ayudan a la automatización de los procesos y reducen las tareas operativas. Y finalmente menciona la incorporación del capital intelectual; es decir, el nivel de desarrollo y conocimiento de los colaboradores. Estos avances, aunque son positivos, han aumentado la brecha de productividad y, por ende, las desigualdades salariales.

    Según el informe de HBR, desde principios de la década del 2000, la brecha de productividad se amplió, debido a que las empresas no podía mantener el ritmo de las compañías de mediano tamaño, las cuales con mayor agilidad y capacidad de cambio, pudieron adaptarse a las necesidades y exigencias del mercado.

    Fue por eso que entre el 2001 y el 2012, la brecha salarial entre las empresas que ofrecieron los sueldos más altos y bajos aumentó más de un 12%.

    Este crecimiento, según HBR, podría explicar casi la mitad del aumento de las diferencias salariales. Otros factores que influyen son de carácter interno como la desigualdad a nivel de empresa.  Si bien es cierto que los sueldos deben estar acorde con la formación, conocimientos y experiencia de los trabajadores, algunas compañías determinan los pagos simplemente por un cargo.

    Por ejemplo, altos ejecutivos de las empresas que cotizan en el S&P 500 de Wall Street recibieron hasta 347 veces más que la media de sus trabajadores en el 2016, según datos de los sindicatos.

    Un estudio del New Economics Foundation determina que la escala de diferencias salariales óptima es de 1 a 8 y, en casos excepcionales, puede llegar de 1 a 20. La elevación sobre esta cifra acentúa el sentimiento de injusticia, la brecha social y la falta de involucramiento de los empleados.

    Para Estrada, las brechas no son necesariamente un mal indicador, ya que existen empleados con la misma profesión y que ejercen actividades mas o menos equivalentes, pero con niveles de desempeño completamente diferentes.

    “Eso justifica que los salarios sean distintos, lo cual es muy bueno para elevar la productividad de la empresa”, afirma el estudio.

    Para evitar problemas de desigualdad e inconformidad de los trabajadores, Estrada recomienda que las políticas salariales de las empresas productivas, tengan beneficios adicionales, como programas de reconocimiento, jornadas de trabajo flexibles, capacitación, buen ambiente laboral, programas de coaching y mentoría y otros.

    Según Marisol Arenas, gerente de Mercadeo y Comunicaciones de Adecco, el personal capacitado, motivado y por ende más productivo, se pueden alcanzar mejores salarios ya que la empresa recibe mayores ingresos.

    Ecuador ocupa la casilla 97, con 3.91 puntos en el Índice de Competitividad Global 2017 del Foro Económico Mundial. Su posición ha empeorado respecto al informe 2016 en el que obtuvo 4.07 punto en la ubicación 76.

    Arenas señala que hay que alinear a los colaboradores con los objetivos y metas de la empresa, para aumentar la competitividad. Por su parte, HBR recomienda a las empresas adaptarse a las nuevas condiciones del mercado. Esto implica mayor inversión en tecnología, innovación en los procesos de producción y mejores condiciones laborales.

    Empleados con la misma formación y experiencia pueden tener grandes diferencias de sueldo, según la productividad de la firma en la que trabajen. Ilustración: Ingimage
    Empleados con la misma formación y experiencia pueden tener grandes diferencias de sueldo, según la productividad de la firma en la que trabajen. Ilustración: Ingimage
  • América Latina es la región ‘más desigual’ del mundo, según expertos

    Agencia AFP

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    América Latina no es la región más pobre del mundo pero sí «la más desigual», un «problema lacerante» en un continente donde crece el «mal humor» por la corrupción y la «cultura del privilegio», subrayaron el viernes en París participantes en un foro económico sobre el subcontinente.

    «Hay democracia, pero nos falta bienestar» constató Angel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, en el Foro económico América Latina y Caribe, organizado cada año en París por la propia OCDE y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en la sede del Ministerio francés de economía.

    El 10% más rico tiene ingresos decenas de veces más altos que el 10% más pobre, lo que es «un problema lacerante» en América Latina, aseguró Gurría.»América Latina no es la más pobre, pero sí la más desigual» de las regiones del planeta, ilustró el responsable del organismo.

    Pese al buen desempeño económico del continente hasta 2013 –luego se ha producido una «pérdida de potencia», según la OCDE–, la «gente en América Latina está de mal humor, hay un malestar», dictaminó Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL.

    Y no solamente por las desigualdades, sino por «la corrupción, por la impunidad debido a la falta de instituciones y por la cultura del privilegio» aún imperantes en la región, afirmó la directiva de la CEPAL.

    En América Latina habría «fondos ilícitos», producto de evasión (ilegal) o elusión fiscal por un valor de USD 150 000 millones, suma casi similar a las inversiones extranjeras directas (USD 158 000 millones) y muy superior a lo que los Estados perciben en remesas (USD 63 000 millones). Por ello «necesitamos nuevas reglas de juego en cuestiones tributarias» constató Bárcena.

    Corrupción escondida en ineficiencia

    El presidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís, que clausuró el Foro, afirmó sobre la corrupción que América Latina necesita «sistemas transparentes que rindan cuentas». «La corrupción se esconde en la ineficiencia» aseguró.

    Solís también reconoció que las desigualdades constituyen uno de los grandes problemas en América Latina. «Los sectores público y privado deben trabajar juntos en favor de una mejor cohesion social», y ésta debe acoplarse a un «desarrollo sostenible».

    Una visión alternativa de la economía, y de los retos para superar la desigualdad, vino en este foro del ministro boliviano de Economía, Luis Alberto Arce. «No creemos en el mercado» porque «al mercado no le interesa que los bolivianos puedan comer», afirmó.

    «Nosotros hacemos políticas económicas para resolver los problemas de la población, no para tener buenos datos» macroeconómicos, afirmó Arce ante un auditorio de políticos, economistas y empresarios, a los que explicó el «cambio de modelo» operado en Bolivia desde 2006, cuando llegó Evo Morales a la presidencia.

    Bárcena, de la CEPAL, elogió este cambio de modelo. Como muchos de los otros intervinientes en el foro, Bárcena expresó su preocupación por la baja competitividad de la economía latinoamericana, pero advirtió: «Un incremento de la productividad no se obtiene pagando menos a los trabajadores». 

    Angel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, en su intervención en el Foro económico América Latina y el Caribe. Foto: AFP
    Angel Gurría, secretario general de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, en su intervención en el Foro económico América Latina y el Caribe. Foto: AFP
  • China y América Latina, una relación jugosa pero desigual

    Agencia AFP

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    La visita del primer ministro chino a América Latina, que termina este martes (26 de mayo) en Chile, permitió afirmar una relación jugosa para la economía de esta región en desaceleración, pero que sigue siendo desigual.

    El viaje de Li Keqiang fue fructífero sobre todo para Brasil, con el que selló acuerdos de inversión y cooperación por USD 53 000 millones, fundamentalmente en infraestructura. Además de Chile, donde anunció la instalación del primer banco de liquidación en yuan de Sudamérica, Li también visitó Colombia y Perú.

    En julio de 2014 fue el presidente chino el que recorrió Brasil, Argentina, Venezuela y Cuba, ilustrando el papel del gigante asiático como principal socio comercial de la región. «Xi Jinping fue muy claro sobre esto en los últimos meses: que China contribuirá con mucho más a la región, traerá miles de millones más en los próximos años, pese a la desaceleración del crecimiento en los dos lados del Pacífico», señaló a la AFP Margaret Myers, directora del programa China y América Latina del centro de estudios Diálogo Interamericano de Washington.

    Según el balance realizado a fines de 2014 por este centro y la universidad de Boston, China otorgó desde 2005 más de USD 119 000 millones en préstamos a países o empresas de Latinoamérica, de los cuales 22 100 millones en 2014. El primer beneficiario fue Venezuela, que recibió USD 56 300 millones, seguido de Brasil (USD 22 000 millones) y Argentina (USD 19 000 millones).

    ¿Cuál es el interés de la región para China?

    Que es una fuente casi inagotable de materias primas y recursos naturales. Al mismo tiempo, América Latina importa productos manufacturados chinos. Y aunque la relación «sigue siendo desequilibrada», según Myers «hay una pequeña diversificación». «Lo vemos un poco más en la exportación de bienes con valor agregado a China; por ejemplo, vemos mucho vino chileno exportado, café procesado, chocolate, muchos bienes agrícolas con valor agregado, algunos servicios también», indicó.

    Pero esto todavía es insuficiente, lamentó la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), Alicia Bárcena. «Tan solo cinco productos, todos primarios, representaron 75% del valor de los envíos regionales a China en 2013. La inversión china en la región refuerza este patrón, ya que entre 2010 y 2013 casi 90% de ella se dirigió a actividades extractivas, particularmente minería e hidrocarburos», subrayó en una columna en el diario El País de Madrid.  

    ‘Malestar’

    Con la caída de los precios de las materias primas el desequilibrio de la relación se profundizó: desestabilizada, el crecimiento de la región frenó brutalmente. Pero en un momento en el que la economía china también se desacelera, la relación entre los dos socios se profundiza y amplía», aseguró Joao Augusto de Castro Neves, director de América Latina del gabinete de asesores Eurasia Group.

    «Del lado chino, el entorno de menor crecimiento económico vuelve su economía menos dependiente de los recursos naturales, sus prioridades están cambiando, de facilitar la importación de commodities a facilitar la exportación de sus capacidades industriales», explicó. Eso explica su interés en los proyectos de infraestructura en Latinoamérica, añadió.

    Entre los acuerdos firmados en los últimos días entre Pekín y Brasilia el más ambicioso es la construcción de un corredor ferroviario y marítimo para unir Brasil con Perú, de forma de enviar a menor costo, a través del océano Pacífico, el mineral de hierro y la soja hacia China.

    «Esta nueva estrategia china converge con esta urgencia de los países latinoamericanos por buscar nuevas inversiones y nuevas fuentes de financiamiento», estimó De Castro Neves. Pero antes de profundizar la relación «habrá obstáculos», advirtió, recordando «los antecedentes chinos en Africa, por ejemplo, de que tienden a imponer algunas condiciones poco realistas en materia de trabajo y medio ambiente».

    En Latinoamérica, «en la medida en que esa presencia china empieza a hacerse más evidente comienza a sentirse también algún tipo de malestar», observó Carlos Malamud, especialista en la región del instituto Real Elcano de Madrid.

    En Nicaragua, defensores del medio ambiente y comunidades locales luchan desde hace meses contra el proyecto del canal interoceánico de Hong Kong Nicaragua Canal Development (HKND). En el sur de Perú, un obrero murió el lunes (25 de mayo) en enfrentamientos entre policía y manifestantes que denunciaban despidos «arbitrarios» en una mina de la china Shougang.

    Según un estudio de universidades en Argentina, en Perú y Estados Unidos «el comercio y las inversiones chinas en América Latina desde el inicio del siglo XXI fueron un factor importante de degradación ambiental en la región y también una fuente de conflictos sociales significativos».

    «La relación con China es evidentemente beneficiosa para América Latina pero los latinoamericanos deben ser más cuidadosos a la hora de negociar esta relación», estima Malamud, que les recomienda aliarse para tener más peso.

    El primer ministro chino, Li Keqiang, realizó una gira por Latinoamérica. La visita incluyó Brasil, Colombia, Perú y Chile. En la foto el primer ministro junto a la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, y la secretaria ejecutiva de la Cepla, Alicia Barc
    El primer ministro chino, Li Keqiang, realizó una gira por Latinoamérica. La visita incluyó Brasil, Colombia, Perú y Chile. En la foto el primer ministro junto a la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, y la secretaria ejecutiva de la Cepla, Alicia Barcena. Foto: AFP
  • Educación de calidad, clave contra la pobreza y desigualdad, según expertos

    Agencia EFE

    Expertos latinoamericanos apostaron este martes (19 de mayo) por la educación de calidad como elemento clave para desarrollar un modelo productivo que consiga la disminución de la pobreza y la desigualdad en la región.

    Rebeca Grynspan, secretaria general iberoamericana, Mario Pezzi, representante de la OCDE, y Mario Cimoli (CEPAL), junto a Germán Ríos (CAF) y Jesús Gracia, secretario de Estado español de Cooperación Internacional, participaron en una jornada sobre las Perspectivas económicas de América Latina en 2015, organizada por la Segib.

    El punto de partida fue el informe elaborado con la colaboración de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).

    Grynspan destacó que la educación de calidad será «clave» para llegar a la «equidad», una asignatura pendiente en América Latina, en su opinión, pese al crecimiento económico de los primeros diez años del siglo XXI.

    Recalcó que el informe apuesta por alinear mejor la oferta de capital humano más formado, con las necesidades de un sector productivo más centrado en la innovación y en la tecnología, superando una economía basada en la explotación de las materias primas.

    Por su parte, Cimoli explicó que la reducción de la desigualdad y los índices de pobreza no se consigue sólo con políticas sociales, sino que es «fundamental» la educación para poder aumentar la productividad. «Se ha dicho eduque, eduque, eduque, pero si la estructura productiva es la misma, todos esos educados van a acabar manejando un taxi», dijo el representante de CEPAL.

    Subrayó que «ningún país de América Latina puede hacerlo solo», por lo que apostó por un modelo de integración regional. Los participantes recordaron el crecimiento económico que vivió América Latina en la primera década del siglo XXI, que ha generado una clase media más pujante, pero también señalaron la ralentización económica que vive la región desde 2012.

    El propio informe sobre perspectivas económicas de América Latina recoge que en 2014 el crecimiento en la región fue menor del 1,5 % y prevé para 2015 una recuperación de entre el 2 y el 2,5 % muy por debajo de la media de años anteriores.

    No obstante, la secretaria general iberoamericana afirmó que «si bien hay una desaceleración, no hay una crisis generalizada» en América Latina. Según Pezzini, las clases medias son más exigentes frente a los poderes políticos y «colocan a los gobiernos en una situación de evaluación continua».

    El representante de la OCDE alertó de la posibilidad de que se rompa el «contrato social» entre los gobernantes y la ciudadanía, que, dijo, «tiene una especial sensibilidad ante la corrupción y el deterioro institucional». «Necesitamos una nueva agenda de crecimiento inclusivo», opinó Pezzini.

    Por su parte, Germán Ríos reafirmó el apoyo del CAF a los países de América Latina para que puedan crecer a tasas superiores al 4 % con el fin de mejorar la vida de los ciudadanos. Jesús Gracia destacó la estrecha relación que tiene España con América Latina, que calificó de «natural» y los vínculos económicos, sociales y culturales que tiene este país con la región.

    La educación de calidad es la clave para salir de la pobreza. Foto referencial: Pixabay
    La educación de calidad es la clave para salir de la pobreza. Foto referencial: Pixabay
  • La inseguridad y la desigualdad inquietan a la juventud latinoamericana

    Agencia EFE

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    La inseguridad y la desigualdad son dos de los principales factores que inquietan a los jóvenes latinoamericanos en la actualidad, según analizaron este miércoles, 6 de mayo de 2015, varios expertos en un acto celebrado en la Casa de América, en Madrid.

    «La desigualdad es la marca registrada de Latinoamérica», dijo Paulo Speller, secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, quien aseguró, no obstante, que en los últimos años se está viviendo en la región «un proceso de crecimiento impresionante» en materia educativa.

    En el marco del Foro Latinoamérica Global, que se celebra esta semana en la Casa de América en Madrid y que cuenta con el apoyo del Foro Económico Mundial, se celebró este miércoles un debate centrado la situación de los jóvenes en América Latina y los desafíos que enfrentan.

    Alejo Ramírez, secretario general de la Organización Iberoamericana de Juventud, situó «la violencia e inseguridad» como el principal foco de preocupación de los jóvenes latinoamericanos y resaltó la desigualdad que existe «no sólo en el desarrollo sino en la inversión social» en los países de la zona.

    Los ciudadanos entre 15 y 29 años representan cerca de un 25% de la población de la región y «sólo se les destina el 10% de la inversión social», que alcanzó casi el 23% del PIB en 2014, explicó Ramírez citando un informe de ese año.

    «América Latina es la región más joven del mundo» y los jóvenes «son optimistas, creen en la integración regional y son muy críticos con la educación», añadió Ramírez.

    Varios oradores coincidieron en la necesidad de mejorar la educación y garantizar a los estudiantes el acceso a las tecnologías digitales de la comunicación para evitar la brecha digital y el desempleo y favorecer una mayor integración laboral futura.

    Alejandra Espinoza, joven activista nicaragüense de movimientos juveniles en Latinoamérica y quien participó en el encuentro, considera que «la democracia está amenazada» en países como Venezuela o Nicaragua y existen «viejos fantasmas de las dictaduras» que se están manifestando en su generación.

    Ante esto y para generar un cambio, la activista propuso tanto una buena organización de los grupos juveniles como «una transformación ética individual». Destacó también la importancia de que estos movimientos pongan «nuevas reglas de juego» y mantengan la «filosofía de resistencia no violenta» como la llevada hasta el momento en la mayoría de los casos.

    Espinoza denunció la ausencia de «libertad de expresión» que se refleja en «los cortes de Internet» y «la vigilancia en el uso de las comunicaciones». Criticó, asimismo, la falta de respuesta por parte de los gobiernos ante casos como la censura a los salvadoreños o los asesinatos de estudiantes mexicanos. 

    Latinoamerica es la región más joven del mundo, según expertos. Foto referencial: Pixabay
    Latinoamerica es la región más joven del mundo, según expertos. Foto referencial: Pixabay