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  • Diez familias son el eje de Callimanta

    Giovany Astudillo

    Callimanta es una expresión kichwa que significa cosechar de forma pareja sin desperdiciar nada. Esa palabra fue pronunciada por moradores de la zona de AlgarroboTutucán, en el cantón azuayo de Paute, cuando participaban en la cosecha de guayabas.

    Desde entonces, Callimanta fue escogida como la marca de los productos de la asociación que formaron 10 familias del sector. Hace un año iniciaron la elaboración de los condimentos denominados finas hierbas y de las presentaciones de quinua y quinola.
    “Ese nombre lo seleccionamos porque engloba nuestra filosofía de participación y crecimiento conjunto y que todos nos beneficiemos de forma pareja”, señala el directivo Patricio Coronel.

    Al inicio el objetivo era adquirir cinco libras semanales a cada uno de los socios; en la actualidad, compran 50 libras a cada uno. Su estrategia inicial para lograr el crecimiento de las ventas fue participar en degustaciones y ferias gastronómicas en Cuenca, Guayaquil y Quito. “El cliente identificó la potencialidad del condimento de finas hierbas”, agrega Coronel.

    Este producto está elaborado con hierbas como tomillo, orégano, cebollín, culantro, perejil, albahaca y romero, combinado con pepa de sambo y sal marina.

    Según Coronel, la intención fue usar productos propios de la región para ofrecer un sabor andino, que sirva para preparar carnes de res, mariscos, pollo, papas… y con técnicas de cocina como la parrilla, estofado, horno…

    “Es una base que ocupaban antes nuestras abuelitas y que se conocía como el refrito. Ahora, nosotros lo hacemos con deshidratación”, asegura Coronel, quien es chef profesional.

    En el caso de la quinua y la quinola otra meta, dice Coronel, es colaborar con las 17 organizaciones de productores de las comunidades pauteñas de Guarainag, Chicán y Tomebamba, porque el proyecto de Callimanta surgió con la visión social y mejorar la calidad de vida de los agricultores, dice Coronel.

    “Con ellos se pensó en como generar un producto y nació la idea de hacer un insumo que evite al consumidor todo el proceso engorroso que se requiere para tener lista la quinua”, agrega.

    La quinua es deshidratada y se puede colocar directamente en la olla. Según Coronel, el objetivo de los productores es potencializar el consumo de este alimento entre las familias para que aprovechen sus proteínas.

    Además, el objetivo es que sea un producto de fácil preparación y generar recetarios y talleres con asociaciones, empresas…

    En el caso de la quinola es una granola tradicional fortalecida con quinua deshidratada. Tiene avena, trigo, cardamomo, naranja y pepa de sambo.

    La asociación cuenta con una planta de deshidratación, que tiene una capacidad de 200 kilos al día. En la actualidad, utilizan 150 a la semana, que se distribuye en finas hierbas, quinola y la quinua.

    “Nuestras expectativas es aumentar la producción para cumplir la demanda para ingresar a los grandes supermercados del país”, señala Coronel.

    En la planta de producción invirtieron USD 120 000, que fueron financiados con un préstamo de BanEcuador y con recursos propios. El equipamiento fue instalado en la zona de Algarrobo-Tutucán. Acoplaron la estructura de una cabaña para cumplir con las buenas prácticas de manufactura.

    Son más de 200 metros cuadrados para la elaboración. Tienen tres lavaderos para desinfectar las plantas que llegan. Además, las áreas para picar, deshidratar, molino industrial, empacadora y selladora. En el segundo piso tienen un ‘showroom’ para que lleguen los interesados puedan participar de degustaciones.

    Las familias cultivan tomillo, orégano, cebollín, culantro, perejil, albahaca y romero (izq.). María Villalta y Carlos Toma trabajan en la planta de deshidratación de esta asociación. Fotos: Xavier Caivinagua para LÍDERES
    Las familias cultivan tomillo, orégano, cebollín, culantro, perejil, albahaca y romero (izq.). María Villalta y Carlos Toma trabajan en la planta de deshidratación de esta asociación. Fotos: Xavier Caivinagua para LÍDERES
  • Diez socios creen en la comida funcional

    Cristina Marquez

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    Las propiedades curativas de las flores y el alto contenido nutricional de los alimentos funcionales, es decir que promueven el correcto funcionamiento del cuerpo, son la fortaleza de los productos que se elaboran en Asoproil.

    Esta organización, integrada por 10 socios de Licán, una parroquia de Riobamba, busca recuperar la comida ancestral y posicionar sus recetas en el mercado vegetariano y entre clientes que optan por comida saludable.

    La empresa oferta pasteles integrales, una mezcla de harinas de seis alimentos andinos denominada Ako y Phallcha, una bebida saludable hecha a base de extractos de al menos unas 80 variedades de plantas de la Sierra y la Amazonía.

    Todos los productos son resultado de una fusión de conocimientos ancestrales y una meticulosa investigación científica. De hecho, esa fusión de ideas motivó la creación del emprendimiento.

    Margoth Yaulema heredó conocimientos y recetas de sus abuelos. Luego su hijo José Guamán, que se preparaba para convertirse en médico, estudió los activos químicos de las plantas que se usaban en las preparaciones.

    Sus descubrimientos le sorprendieron, por lo que en su hogar se improvisó un pequeño laboratorio científico para analizar las recetas familiares. Así surgió el producto estrella de la empresa: Phallcha. Se trata de una bebida saludable recomendada para personas con diabetes, hígado graso, colesterol, triglicéridos altos, gastritis y otros padecimientos.

    Según la investigación, las plantas como la malva, la manzanilla, tienen propiedades que estimulan las células beta del páncreas, aportan energía al cuerpo, reducen la producción de insulina y actúan como desintoxicantes naturales. La bebida se presentó y triunfó en concursos científicos, incluso en la universidad Yachay.

    En el 2007, decidieron empezar un negocio familiar. La bebida se bautizó con el nombre Pallcha, un término kichwa que significa la magia y misterio de las flores.

    Cuando la empresa se inició, ellos elaboraban cinco litros a la semana y los comercializaban por USD 1. Sus primeros clientes fueron sus familiares y amigos cercanos, pero en poco tiempo y sin necesidad de publicidad, los pedidos se habían triplicado.

    Para el 2014, el emprendimiento se formalizó como una microempresa familiar, a la que denominaron Horeb Terra, y empezaron a distribuir sus productos en ferias artesanales y otras organizadas por el Ministerio de Agricultura.

    La empresa tuvo tanto éxito que decidieron convertirla en una asociación. Se integraron 10 socios, quienes forman parte de la familia; también se sumó una nueva línea de producción. La mezcla de harinas y pasteles hechos con esta misma materia prima se incluyeron en el menú en julio del 2016.

    Actualmente producen al mes 800 litros de Phallcha, que se comercializan en presentaciones de medio litro, dos litros y un galón. También, 1 000 libras de Ako, que se vende en presentaciones de 350 y 225 gramos.

    La meta de este año es industrializar parte del proceso, que actualmente se hace de forma artesanal, para cubrir la gran demanda de productos. Los socios invirtieron cerca de USD 10 000 en la adquisición de maquinarias como hornos, pasteurizadores, envasadores y etiquetadores.

    En tres meses inaugurarán una nueva planta de producción. Ya cuentan con registros sanitarios y esperan participar en ruedas de negocios, e ingresar a cadenas de supermercados.

    Nelson Guamán, Margoth Yaulema y José Guamán son los responsables del crecimiento de Asoproil, una asociación de Riobamba. Foto: Raúl Díaz para LÍDERES
    Nelson Guamán, Margoth Yaulema y José Guamán son los responsables del crecimiento de Asoproil, una asociación de Riobamba. Foto: Raúl Díaz para LÍDERES