Etiqueta: dinamiza

  • El emprendimiento inclusivo se dinamiza mediante alianzas

    Carolina Enriquez

    y Pedro Maldonado
    (I)

    Relacionadas

    Lograr una mejor calidad de vida en grupos vulnerables es el principal objetivo que tienen los emprendimientos inclusivos.

    Se trata de iniciativas empresariales que crean retorno para todas las personas involucradas, es decir para la compañía que desarrolla un negocio como para la denominada base de la pirámide, en donde se encuentran las personas que viven, principalmente, en países en desarrollo y cuya renta per cápita anual está debajo de USD 1 500.

    Fulvia Farinelli, directora de asuntos económicos de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad, por sus siglas en inglés), explica que durante los últimos años se ha producido un cambio de paradigma con relación al emprendimiento. Ya no se ve como algo que solo contribuye al crecimiento financiero, sino como un medio que permite la inclusión social, la reducción de la pobreza y el respeto del ambiente.

    “Un negocio inclusivo quiere ser comercialmente viable pero tener un impacto social, principalmente para quienes más lo necesitan. Se emprende para resolver un problema de la comunidad o del ambiente”, explica Farinelli.

    Los ejemplos destacados se hallan a escala global. Un ejemplo es una empresa de producción de toallas higiénicas reutilizables, a bajo costo, en Tanzania. Muchas jóvenes dejaban de estudiar ante la falta de este producto; sin embargo, la iniciativa permitió resolver un problema social y de salud y, a la par, obtener réditos económicos.

    En Ecuador se cuentan emprendimientos inclusivos que trabajan con comunidades alejadas de las ciudades, pero que tienen un impacto social. Según el Instituto de Economía Popular y Solidaria (IEPS), en el país existen 14 936 organizaciones que realizan prácticas económicas basadas en la cooperación y la reciprocidad; la provincia con mayor porcentaje es Guayas con (16,94%) de Organizaciones de la Economía Popular y Solidaria, seguido por Pichincha (13,47%) y Manabí (10,47%).

    En Ecuador la Unctad promueve políticas y estrategias para el emprendimiento, así como difusión de capacidades empresariales blandas. Para ello tiene dos aliados: la Alianza para el Emprendimiento y la Innovación (AEI) y ConQuito, con el programa Empretec, respectivamente.

    Con esta última entidad trabajó, por ejemplo, en talleres de emprendimiento para personas del país en condiciones de vulnerabilidad y migrantes y refugiados.

    Daniela Ugazzi, coordinadora de Desarrollo Territorial de ConQuito, dice que se cuenta con otros programas para impulsar los negocios inclusivos y así apoyar a 11 grupos prioritarios, establecidos en la Constitución.

    Entre estos se encuentra Agricultura Urbana Participativa, destinado a gente que no tiene acceso a una alimentación sostenible y digna. Más del 84% de los beneficiarios son mujeres, principalmente jefas de hogar; quienes desarrollan huertos, venden los productos y obtienen un ingreso.

    Con el Programa de Emprendimientos Solidarios e Inclusivos (Pesi) se atiende a personas que no tienen los recursos para capacitarse y emprender. Con la ayuda del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y HIAS (una organización de apoyo para refugiados) han atendido a migrantes y refugiados, así como a ecuatorianos.

    En una década, según Ugazzi, más de 600 000 personas se han beneficiado de proyectos para impulsar negocios inclusivos.

    Gremios entre los que se encuentra la Cámara de Comercio de Quito (CCQ) también apoyan negocios inclusivos. Carlos Zaldumbide, director de la entidad, explica que, junto a la Embajada de EE.UU., patrocinan el Programa Academy for Women Entrepreneur (AWE). Este permite construir su plan de negocio a mujeres que tienen su emprendimiento, con metodologías de aprendizajes interactivos.

    El trabajo con el proveedor es crucial

    En el emprendimiento inclusivo uno de los puntos cruciales es el trabajo con los proveedores. Por lo general, estos son pequeños agricultores o productores que se convierten en un punto vital de la cadena de valor de empresas con impacto social y ambiental.

    Waykana es un ejemplo de trabajo sostenido con proveedores. Este emprendimiento elabora té de guayusa, que se exporta hoy en día a cerca de 15 países de Europa y América del Norte. El trabajo de esta pequeña empresa fundada en el 2015 ha sido reconocido por la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad), que en el 2018 la catalogó como emprendimiento Scale Up de impacto social.

    Demetrio Santander, cofundador de Waykana, explica que el concepto inclusivo es parte de la filosofía de la empresa que dirige. Este emprendedor detalla que en los inicios Waykana trabajó con más de 500 agricultores de la Amazonía que proveían la guayusa. “Al principio veíamos otros modelos, simulábamos, pero vimos que no se generaba un impacto mayor, sino marginal”.

    El problema, según cuenta Santander, fue que se trabajaba con demasiados agricultores, a los que se compraba muy poco producto (cerca de USD 200), “con una cadena de valor que no era de alto nivel”.

    Juan David Gómez y Demetrio Santander fundaron Waykana. En la imagen aparecen junto a un grupo de agricultores que producen guayusa en la Amazonía. Foto: cortesía
    Juan David Gómez y Demetrio Santander fundaron Waykana. En la imagen aparecen junto a un grupo de agricultores que producen guayusa en la Amazonía. Foto: cortesía

    Luego Waykana cambió el modelo. Redujo el número de proveedores pero se aseguró de hacer compras periódicas y planificadas, pagando un mejor precio. Hoy trabaja con 150 pequeños productores de guayusa a los que se paga entre USD 200 y USD 300. “Así se les garantiza un ingreso que permite generar un cambio económico en sus familias”, indica Santander.

    ¿Qué dicen los agricultores? Santander cuenta que están motivados y quieren mantenerse en la cadena de valor. El reto para ellos es ofrecer guayusa orgánica, pero saben que su producto es de calidad y con demanda asegurada.

    Gracias a ese trabajo, el té de guayusa de Waykana cuenta con certificaciones orgánicas y sellos de calidad que le permiten abrirse mercados en el extranjero.

    Otro caso de emprendimiento inclusivo es Looop, una iniciativa que desde el 2016 elabora zapatos (para la montaña y la ciudad) y ropa con un estilo urbano y montañero, apoyándose en tres talleres de calzado y dos de confección, que se encuentran en Pichincha y en Tungurahua.

    Jimena Romero y Javier Porta, fundadores de Looop, explican que la idea es que los artesanos con los que trabajan conozcan nuevos materiales y desarrollen productos por su cuenta. “No pueden usar el mismo diseño de los zapatos y chompas que vendemos, pero aprenden procesos y técnicas. Eso les da oportunidades en el mercado”.

    Las integrantes de Tandalla Warmis, en San Juan, Chimborazo, se benefician del trabajo de Looop. Estas agricultoras reciben recursos e impermeables para su trabajo en el campo.
    Las integrantes de Tandalla Warmis, en San Juan, Chimborazo, se benefician del trabajo de Looop. Estas agricultoras reciben recursos e impermeables para su trabajo en el campo.

    Este negocio se maneja con conceptos de comercio justo e impacto social. Por eso, el 3% de sus ventas se destina a campañas sociales. Romero y Porta detallan que las donaciones se transparentan al ser parte del plan de Pequeñas Donaciones implementado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Este programa ofrece recursos para mejorar las condiciones de vida de pequeñas comunidades.

    Looop también trabaja con Greencrowds Ecuador, organización que promueve el  emprendimiento sostenible. Gracias a esta alianza, esta pequeña empresa llega a asociaciones como Tandalla Warmis, en San Juan, Chimborazo. Las 17 mujeres de este grupo elaboran yogur de mashua, un tubérculo de los Andes, gracias a los recursos que llegan de Greencrowds y Looop.

    En Andes Kinkuna el desarrollo de proveedores también es vital. Ellos son fundamentales para esta empresa biotecnológica que elabora suplementos alimenticios, según cuenta Xavier Larreátegui, gerente general de la compañía.

    En los procesos de esta empresa se utilizan mortiño, chochos, uvillas, piñas, guayusa, maca y otros alimentos que tienen nutrientes muy bien valorados. Estos frutos se convierten en suplementos, luego de pasar por procesos técnicos como hidrolización o bioencapsulación.

    Para esto, dice Larreátegui, la empresa cuenta con pequeños productores como Alcides Sacatoro, quien vive en una comunidad cercana a Sigchos, en Cotopaxi. “Él y otros agricultores cuidan con esmero los campos de mortiño o de chochos”.

    Lo mismo ocurre con productores de uvilla en Tungurahua, piña en Los Ríos o maca en Azuay.

    El vocero de Andes Kinkuna cuenta que la empresa les facilita a sus proveedores -entre 15 y 20- normas de manufactura para garantizar la calidad del producto final. “Los proveedores tienen un ingreso estable y saben que tienen un cliente que les compra con ­regularidad”.

    Según Larreátegui, crear negocios de largo plazo solo es posible siendo inclusivos con proveedores, clientes, el equipo. “Eso permite crecer con estabilidad”.

    El consumidor

    Los emprendimientos inclusivos saben que los consumidores cada vez son más exigentes, lo que obliga a ofrecer productos sostenibles y que generen impacto social positivo.

    En Looop, por ejemplo, cuentan que los clientes consultan sobre el origen de la materia prima, así como las condiciones de trabajo en las que se producen las prendas y los calzados. Esto se da entre compradores que oscilan entre 20 y 40 años.

    En Waykana apuntan a los jóvenes. Su vocero, Demetrio Santander, explica que este segmento de la población tiene estándares de calidad muy altos. En su caso las ventas de este té de guayusa se duplican cada año.

    Migrantes y refugiados son parte de la agenda global de inclusión

    El trabajo decente, seguro y sin riesgos es el octavo Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) que impulsa la ONU. Allí se considera también a los trabajadores migrantes, en especial a mujeres, y las personas con empleos precarios.

    Bajo ese contexto, a finales del 2018 se lanzó la Guía de Políticas sobre Emprendimientos para Migrantes y Refugiados. Este documento es el producto de la colaboración entre la Unctad, la Oficina para los Refugiafos de la ONU (Acnur) y el Organismo de las Naciones Unidas para la Migración (OIM).

    La intención es clara. La guía ofrece orientación práctica a los países de acogida de refugiados a fin de asegurar que los migrantes y refugiados puedan usar sus habilidades para desarrollar medios de subsistencia y contribuir a las economías y a las comunidades de acogida.

    “La creación de oportunidades económicas para todos, con el objeto de no dejar a nadie atrás, es una prioridad de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030,” declaró en su momento la Secretaria General Adjunta de la Unctad, Isabelle Durant.

    La guía enfatiza en la importancia de la evolución de los ecosistemas de emprendimiento para ser inclusivos con los migrantes y los refugiados en lugar de crear programas separados o paralelos adaptados a estos grupos.

    Según la ONU, la migración internacional ha crecido en escala y complejidad desde el cambio de siglo. El número de migrantes internacionales llegó a 258 millones en el 2017, en comparación con 173 millones en 2000. Además el número de migrantes internacionales creció más rápido que la población mundial. En el 2000 el 2,8% de la población era migrante, mientas que en el 2017 la cifra subió a 3,4%.

    Por su parte, el número de personas que huyen de la guerra, la persecución y los conflictos superó los 70 millones en 2018, el nivel más alto del que Acnur tiene constancia en sus casi 70 años de historia.

    Los huertos urbanos, que producen alimentos para  el consumo sano de poblaciones vulnerables, son parte del proyecto de Agricultura Urbana (Agrupar) de Conquito. Foto: archivo / LÍDERES
    Los huertos urbanos, que producen alimentos para el consumo sano de poblaciones vulnerables, son parte del proyecto de Agricultura Urbana (Agrupar) de Conquito. Foto: archivo / LÍDERES
  • Este negocio se dinamiza con sus tres líneas de camisas

    Washington Paspuel

    Relacionadas

    Un pequeño local, ubicado en el norte de Quito, cercano a la zona financiera y comercial de la capital, es el espacio donde Eduardo Mera recibe a sus clientes, entre los que están funcionarios públicos, empleados privados y empresarios.

    Allí Mera se siente a gusto. Una estantería permite exhibir las camisas que piensa junto a su esposa Rosa Garzón, compañera de trabajo en el negocio de la confección de camisas para hombres.

    Los diseños muestran colores tradicionales como el blanco o el celeste, pero también se encuentran tonos modernos, como rosas o grises, así como diseños que lucen rayas verticales.

    Mera empezó este emprendimiento en el 2000. El negocio arrancó con una oferta que la distingue de la competencia hasta la fecha: camisas hechas a la medida del cliente. Para esto Mera recibe a sus clientes en el local o los visita en sus lugares de trabajo u hogares para tomar las medidas, escoger los colores y los detalles como el cuello, el tipo de botones, los puños, entre otros.

    Esa estrategia permitió que la marca Eduardo Mera sea reconocida en el mercado, así como fidelizar a sus compradores. Pero para seguir compitiendo Mera adoptó nuevas tácticas empresariales.

    Desde septiembre, esta pequeña empresa textil empezó a utilizar la tela italiana Albino. Estas camisas son de alta gama y están pensadas en hombres que buscan un producto de alta calidad, explica Mera.

    Un catálogo que está en el local permite que el cliente revise la textura del material. Es una tela que las usan marcas ‘top’ a escala global en mercados como Italia, España, Francia o Inglaterra.

    La segunda estrategia consiste en las camisas preelaboradas. “No son en serie, elaboramos unas cuatro o cinco camisas en tallas tradicionales como small, medium o large. Además, incluyen detalles como los botones personalizados o ciertos bordados que van en las telas”, explica este emprendedor que en sus inicios conoció de cerca las dificultades que tiene el emprendimiento.

    Esta línea es la de una camisa más económica “que nos permite buscar nuevo mercado y hacer algo de contrapeso ante las marcas extranjeras y el producto importado”, agrega Garzón.

    Estas tres líneas son hoy en día el eje de este negocio para mantenerse en el mercado y enfrentar la desaceleración de la economía ecuatoriana. Los diseños son ideados por Mera y Garzón; y la confección se cumple en un taller que la pareja de esposos tiene en el sector de El Condado, en el norte de Quito. Allí trabajan en la actualidad cinco personas encargadas de la elaboración de las camisas para hombres.

    La materia prima que utiliza la marca está conformada por telas importadas que la pareja adquiere a importadores o distribuidores ecuatorianos. “Son telas de Brasil, Perú, Colombia , India y otros países”, dice Mera, mientras revisa una vitrina en la que se exhiben cuellos y puños, también elaborados bajo pedido de los clientes.

    Cada mes, este negocio elabora entre 500 y 600 camisas, lo que le permite facturar un promedio de USD 10 000. Ese nivel de ventas se ha estabilizado en los últimos dos años, pero no ha desanimado a la pareja emprendedora.

    Garzón sostiene que para enfrentar la situación económica mejoraron los procesos, apuntaron a telas de mayor calidad, bajaron precios. Además se mantuvo el número de empleados en el taller de confección.

    La capacitación también sirvió para conocer nuevas tendencias del mercado. Mera y Garzón han asistido a ferias, como las que organiza la Cámara de la Pequeña y Mediana Empresa de Pichincha.

    Las redes sociales se convirtieron en un aliado de este negocio. Desde el año pasado cuenta con un perfil en Facebook, en el que reciben sugerencias de los clientes. Ese canal permite estar conectado con los compradores.

    Otro cambio implicó el cambio de logo, que lleva el nombre Eduardo Mera, acompañado de la frase ‘hand made’ o hecho a mano, traducido al español.

    Planes y clientes

    Los clientes que llegan tienen un perfil claro: hombres que gustan de lucir una camisa de calidad, hecha a mano. “En la línea más económica hemos sumado clientes, mientras que en los diseños personalizados o con la tela italiana” hemos fidelizado.

    Para el próximo año la pareja planea seguir compitiendo con un producto diferenciado. Además, piensan contratar un sexto trabajador para el taller para incrementar la producción.

    El trabajo para la pareja no se detiene. Su día se desarrolla entre el local, las visitas de los clientes, la supervisión del taller y los planes para seguir creciendo y compitiendo en el mundo textil. “Contamos con la confianza de los clientes, algunos incluso nos dicen que hagamos los diseños a nuestro gusto. Eso es muy importante para nosotros”, dice Garzón con entusiasmo.

    PRECIOS

    Las camisas de Eduardo Mera están divididas en tres segmentos.
    El primero es  el de las camisas preelaboradas; estas tienen un precio de USD 38. De estas se producen cuatro por talla y sigue siendo una camisa diferenciada.

    El segundo  es el de las camisas a la medida, con un valor que promedia los USD 45.
    Las camisas  elaboradas con la tela italiana son las más costosas: USD 130.

    El local de Eduardo Mera  está ubicado en la calle Italia, en el norte de Quito. Allí reciben a los clientes que buscan sus camisas.

    Eduardo Mera empezó con su negocio de camisas en el 2000. Hoy cuenta con un taller y un equipo de trabajo de cinco personas. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
    Eduardo Mera empezó con su negocio de camisas en el 2000. Hoy cuenta con un taller y un equipo de trabajo de cinco personas. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
  • El trueque dinamiza productos y servicios

    Washington Benálcazar Redacción Sierra Norte / LÍDERES

    El intercambio de mercaderías y de servicios sin usar dinero, es decir el trueque, es una práctica que crece en el país. El criterio se desprende del Encuentro Nacional del Movimiento de Economía Social y Solidaria, que se realizó del 21 al 23 de marzo en Pimampiro, Imbabura.

    En la cita, en la que participaron 150 representantes de organizaciones sociales y comunitarias, se compartieron experiencias en torno a esta dinámica, en donde el dinero no tiene cabida.

    Rocío Cachimuel, presidenta de la Federación de Indígenas y Campesinos de Imbabura (FICI), explicó que el trueque de productos agropecuarios es una práctica milenaria que aún sobrevive en las comunidades indígenas de Imbabura. «Los intercambios de los granos tiernos, como el maíz, arveja, habas…, por ejemplo, se realiza en los días previos a la Semana Santa. Y de los granos secos en las fiestas del Inti Raymi, en junio».

    María Encalada, de Redes Sol, de Cuenca, comenta que 80 familias, que integran la organización, están trabajando en la producción de hortalizas, tejidos de hilo y artesanías en hierro forjado. Esos productos, asegura, se venden en ferias solidarias. Pero también sirven para que los socios, que elaboran un determinado producto, puedan intercambiarlos por otro que necesiten.

    Según Carmen Quishpe, de la asociación Vida Sana, de Pujilí, las organizaciones de los actores sociales, que no tiene fines de lucro, les permite cultivar valores como la solidaridad y el intercambio justo. Los socios de Vida Sana producen en huertos familiares hortalizas y verduras que primero sirven para alimentar a sus familias y el excedente para la venta o intercambio.

    «El trueque no es más que una relación de necesidades. Implica que alguien tiene lo que otro necesita», detalla Verónica Proaño, que presentó en el taller un trabajo del Sistema de la Investigación de la Problemática Agraria del Ecuador (Sipae) en torno a esta práctica que mantienen los pueblos afrodescendientes del valle del Chota con los indígenas de la zona alta de Pimampiro.

    Para Proaño, lo más importante es que la relación de intercambio se da a partir del valor del uso de un producto y no del dinero. Eso, precisamente, fue posible ver en Pimampiro, en donde cientos de campesinos intercambiaban los productos de la zona cálida, como yuca, plátano, guayabas, caña…, con las papas, maíz, fréjol… de la zona fría. «Hay un regateo de las partes que permite un acuerdo satisfactorio para todos».

    Otra experiencia curiosa fue la que impulsa el colectivo La Trueka, de Quito. A diferencia del resto de iniciativas, que intercambian productos tangibles, ellos ofrecen servicios, habilidades y conocimientos.

    Al finalizar el encuentro, los 150 participantes se comprometieron a replicar las experiencias de sus respectivas localidades. «Lo de Pimampiro se trata de iniciativas en donde tiene importancia el bienestar de las personas antes que las ganancias económicas», explica Rolando Cangas, uno de los organizadores.

    Rosa Murillo, de la agrupación Canasta Comunitaria Utopía, de Riobamba, en Chimborazo, explica que se han librado de los intermediarios de alimentos. Con acuerdos con agricultores de la Sierra y la Costa logran adquirir productos de mejor calidad a menor precio.

    El año nacional del trueque

    Una declaración. Este 2013 fue declarado como el Año Nacional del Trueque, por los Movimiento de Economía Social y Solidaria , reunidos en Pimampiro.

    En Imbabura. En esta provincia se desarrollan tres programas de comercialización entre productores y consumidores, ferias solidarias, la venta directa de productos a restaurantes y el trueque.

    Experiencias. En el encuentro se compartieron prácticas como las de Vida Sana, de Pujilí, en Cotopaxi. En esta organización, 17 madres de familia cultivan papas, hortalizas, hierbas aromáticas, entre otros productos, para el autoconsumo y la comercialización en ferias solidarias.

    Otro ejemplo de trueque. Desde Quito llegó al encuentro de Pimampiro La Trueka. Se trata de un colectivo que intercambia servicios. Una de sus representantes, Ana Paulina Ramírez señaló, por ejemplo, que Mishelle O. Fried ofrece clases de nutrición a cambio de un parqueadero en Quito. Estas y otras son iniciativas que tienen cada vez mayor acogida en distintas ciudades.

  • La oferta de seguridad industrial se dinamiza

    Redacción guayaquil

    La oferta de ambulancias, sirenas, cascos, kit de seguridad, entre otros, tiene mayor demanda en el país, según Mario Vallejo, gerente general de Grupo Vallejo. Esta es una firma que da consultorías sobre seguridad industrial.   Por ello, este grupo organizó la VI Expo FireSecurity 2013, que contó con 13 expositores de diferentes instrumentos, artículos y software de seguridad industrial. Además, se dictaron conferencias de salud ocupacional y prevención de incendios. La exposición se cumplió entre el 15 y el 17 de mayo.

    En el marco de la feria se dieron a conocer las nuevas tendencias en seguridad para las empresas. Una de ellas son los nuevos sistemas en sirenas, para patrullas, ambulancias y motobombas. En Ecuador, la firma americana Whelen oferta estos productos.

    Según Luis Escalante, representante de Whelen en Ecuador, la inversión de la compañía en el país está cerca de los USD 10 millones. «La mayor demanda es por parte de los bomberos, policías y otras instituciones que requieren este producto» puntualiza Escalante. La ventas para este año tienen previsto un crecimiento del 10%. Esto porque las exigencias en calidad de parte de las empresas cada vez es mayor, asegura Escalante.

    En cambio los camiones para bomberos, los usados en aeropuertos para el embarque de pasajeros y las ambulancias se ofertan por parte de Naffco, una firma con sede en Dubái.

    Desde febrero de este año esta compañía promociona sus productos para captar el mercado ecuatoriano. Grupo Vallejo la representa en Ecuador. La inversión en el mercado ecuatoriano ocurre principalmente por la demanda del sector público. «Estamos tratando de entrar a Ecuador (…) los países de América Latina como Chile, Brasil, Panamá son los que mayormente están demandando estos productos», cuenta Leandro Khaled, director de exportación de Naffco.

    Él estima vender 200 ambulancias al sector público, en los próximos tres meses. Revela que aún están en fase de promoción de sus productos.

    Para Khaled, Ecuador es un mercado singular. «La tendencia en el resto del mundo es exigir artículos con normas europeas, pero Ecuador y otros países sudamericanos optan por adquirir aquellos que tengan certificaciones estadounidenses», analiza.

    Las capacitaciones y asesorías en seguridad industrial también son parte de la oferta en el tema de seguridad. Principalmente de las empresas grandes.

    Nelson Panchana, gerente general de Multiserco, creó hace dos años la división de Seguridad Industrial en esa compañía. «Las empresas están invirtiendo desde hace cuatro años en seguridad, la demanda va creciendo» dice.

    Además, acota que mensualmente dicta unas 15 capacitaciones relacionadas con la prevención de riesgos y la seguridad en las empresas.

    Multiserco promociona desde enero un kit de seguridad en USD 80. El kit contiene gafas, una pequeña linterna, un pito y una mascarilla que contiene un filtro que permite respirar durante 15 minutos en caso de incendio. «Este tipo de equipo es nuevo en el país, todas las empresas deberían tenerlo» señala.

    Panchana afirma que la inversión para el 2013 se incrementará en 80% más que el año pasado. En el 2012, la inversión de la compañía superó los USD 100 000 en la división de seguridad industrial.

    LA CIFRA:
    13 expositores participaron en la feria que se cumplió en Guayaquil