El 50% de las personas que teletrabajó en Ecuador durante la emergencia sanitaria registró emociones positivas.
Así lo afirma el Estudio de teletrabajo y emociones durante la pandemia en Ecuador, elaborado por las empresas latinoamericanas Brinca, Estay y Krino, de agosto de 2020. Se hicieron 974 encuestas vía Internet, con cobertura a 550 empresas (grandes, medianas y pequeñas) de 20 sectores.
Entre las emociones positivas están alegría, confianza, sorpresa y anticipación para terminar las tareas.
Un 23% de los encuestados registró emociones neutras; mientras que un 27% negativas hacia el teletrabajo. En este último caso se encuentran ira, miedo, tristeza y aversión.
El 70% de los encuestados señaló que el teletrabajo le ha permitido conciliar la vida personal con la laboral. Sin embargo, existe un impacto, principalmente en las mujeres, debido a que deben combinar todas las actividades con los quehaceres del hogar.
El 69% pudo teletrabajar los cinco días hábiles de la semana. El 63% indicó que esta metodología se aplicó para todos los empleados; para quienes la han usado ha significado un cambio en el ritmo y los procesos de las actividades laborales.
Uno de los principales problemas del teletrabajar ha estado relacionado con los espacios del hogar en el que se lo hace. Si bien una buena parte de las personas ha desarrollado sus actividades en escritorios, otro número importante lo ha hecho en la mesa de la sala o del comedor.
Esto último representa un impacto para su salud física, ya que no hay condiciones ergonómicas.
Apenas dos de cada cinco indicaron que se sienten cómodos a la hora de teletrabajar.
Otros problemas que se han registrado están vinculados con una mala conexión de Internet y las exigencias del hogar mientras se realizan las actividades laborales.
Aunque la mayoría de gente asegura que se siente cansada, también dice que el teletrabajo le permite “ser”. Para el 92%, el teletrabajo ha sido una forma para contribuir a sacar adelante a la economía del país.
Imagen referencial. Un 23% de los encuestados registró emociones neutras; mientras que un 27% negativas hacia el teletrabajo. Foto: LÍDERES
La expresión inteligencia emocional está incluida hoy en el léxico de muchos, tanto de la gente corriente como de los intelectuales, los famosos o las empresas.
Pero no todo el mundo se refiere a lo mismo cuando utiliza esa expresión. Para algunos la inteligencia emocional es una especie de inteligencia más avanzada que la clásica, es decir, que la inteligencia analítica, la que miden los test que acaban dando un resultado en forma de coeficiente numérico.
Hay también quienes se refieren a la inteligencia emocional en negativo, como una incapacidad para controlar las emociones: “Se comporta como si no tuviera inteligencia emocional”. No faltan tampoco quienes creen que es un nuevo tipo de inteligencia recientemente inventada, pues, a fin de cuentas, el concepto de inteligencia no es absoluto, como lo son la talla o el peso de una persona.
Otros, por fin, ni siquiera sabemos a qué se refieren cuando hablan de ese tipo de inteligencia. Quizá por todo ello vale la pena intentar aclarar el concepto.
Hace algunos años que la popular revista anglosajona Time convirtió la portada de uno de sus números en una pregunta escrita con grandes caracteres y dirigida al gran público “¿Cuál es su coeficiente de inteligencia emocional?”. Ahí mismo, en caracteres mucho menores, se respondía: “No es su coeficiente de inteligencia. Ni siquiera es un número. Pero la inteligencia emocional puede ser el mejor predictor de éxito en la vida, redefiniendo lo que significa ser listo”. Eran los tiempos en que el periodista Daniel Goleman había publicado su conocida obra ‘Inteligencia Emocional’, haciendo creer a muchos que él la había creado o descubierto.
El concepto ha servido también para que muchos osaran desafiar a la evolución biológica del cerebro y las capacidades mentales anteponiendo la emoción a la razón, dándole primacía a la primera. Ciertamente, las emociones cambiaron el cerebro de los mamíferos hace 200 millones de años y perpetuaron una poderosa influencia de ellas que sigue viva en nuestra especie y nuestros días.
Pero hace muchos menos años, aunque no pocos, unos 60 millones, el cerebro de los primates desarrolló el neocórtex, la corteza cerebral moderna, un cúmulo de neuronas altamente organizadas y capaces de dominar al resto del cerebro. Ese desarrollo le confirió, aunque no siempre lo notemos, primacía a la razón, es decir, capacidad para dominar a los sentimientos.
Lo hizo de una manera muy especial. Cual fabuloso y perspicaz sujeto, la razón se propuso dominar a la emoción utilizando sus propias armas: una emoción solo la quita otra emoción, otra emoción que sea más fuerte y poderosa y/o incompatible con la que se quiere eliminar.
Cualquier persona que haya sufrido una crisis sentimental sabe muy bien que la mejor forma de superar esa crisis consiste no tanto en infravalorar la pérdida sino en cómo en suscitar un nuevo romance. Y para suscitar emociones incompatibles con las indeseables sirve la razón.
Bien utilizada, la razón siempre será más poderosa que las emociones. Ambas, razón y emoción, forman parte del sistema funcional que es la mente humana. Van juntas y se necesitan mutuamente. Inteligencia emocional es la capacidad de gestionar las emociones utilizando la razón. Las emociones son el imprescindible ejército que continuamente moviliza la razón.
El padre
Fue el emperador romano Marco Aurelio (121-180 DC), apodado ‘El Sabio’ y verdadero padre de la inteligencia emocional. En su imperecedera obra ‘Meditaciones’, tratado de inteligencia emocional, incluye la frase que todas las facultades de Psicología deberían esculpir con martillo y cincel sobre el mármol de su fachada: “La vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella”.
Nadie ha captado mejor que este genial filósofo de la antigua Roma la esencia evolutiva de la mente humana, la capacidad del razonamiento para modificar las emociones, el modo de ver la cosas. Esa capacidad, insiste Marco Aurelio, siempre está a nuestro alcance para facilitarnos la vida. Utilizando la neocorteza podemos hacer que encajen entre ellos nuestros razonamientos, nuestras emociones y nuestro comportamiento. Ese encaje es la verdadera esencia de la inteligencia emocional, una capacidad mental tan antigua como el propio Homo sapiens sapiens.
Emocional e inteligente ¿de veras?
Arturo Castillo Profesor de yoga y experto en RR.HH.
Sin duda, las emociones son una expresión visceral de los seres humanos, y dentro del proceso evolutivo, el sustrato más cercano a lo primitivo. Las emociones eran y son un aspecto irrefrenable de la conducta.
El proceso educativo está orientado a ‘civilizar’ a los sujetos; lo que entraña, implícitamente, aprender a reprimir ciertas emociones, potencialmente dañinas para la convivencia. De hecho, algunas emociones desafían el orden social.
El dualismo razón-emoción se originó en el ser humano el momento mismo en que tuvo conciencia de su existencia; cuando por primera vez fue capaz de verse a sí mismo actuando. Pero el intento de volverles a los sujetos emocionalmente inteligentes no es una idea moderna. Los filósofos griegos reflexionaron profusamente al respecto. Con refinamiento, hablaron de las emociones, ligadas a la moral de los sujetos.
De su parte, Charles Darwin publicó, en 1872, ‘La expresión de las emociones en el hombre y en los animales’. Su interés se centró en las emociones más esenciales, como el llanto, el sufrimiento, el desaliento, la pena, el abatimiento; el amor, el sentido del humor. Todo ello en función del proceso evolutivo del ser humano.
La inteligencia emocional viene a ser una especie de arreglo entre el aspecto más primigenio del individuo y su lado racional. Las emociones racionales pueden ser un auténtico fraude, como amar con la cabeza.
El filósofo José Antonio Marina, en su obra ‘La inteligencia fracasada. Teoría y práctica de la estupidez’, hace un provocativo repaso de la malograda inteligencia humana. Entonces, ¿conviene mezclar la cabeza y el corazón? No hay una respuesta definitiva, pero quizás se tiene que pensar bien antes de volverse emocionalmente inteligente.
La razón y la emoción forman parte del sistema funcional que es la mente humana. Las dos van juntas y se necesitan mutuamente. Foto: Ingimage
A Víctor Galarza siempre le interesó la posibilidad de medir las emociones de los consumidores. Desde que trabajó como ejecutivo en una aerolínea regional, este emprendedor ecuatoriano estuvo enfocado en medir las sensaciones de las personas cuando compran un bien o reciben un servicio.
Con esa ‘semilla’ en su mente tuvo un primer emprendimiento con uno de sus hermanos. Fue una consultora que consiguió algunos contratos, arrendó una oficina, pero que al final no superó el valle de la muerte que deben atravesar los emprendimientos para ser sostenibles y rentables.
Pero Galarza no desmayó en sus intentos y hace un año y medio volvió a la cancha de los emprendedores, no sin antes capacitarse en Perú sobre neuromarketing.
En el país vecino aprendió el manejo de equipos biométricos, que permiten hacer mediciones en la mente de los consumidores. Así empezó VHG5, en octubre del 2014, hace tres años. Los equipos son suecos y para su compra se invirtieron USD 43 000.
Para arrancar Galarza se asoció con su pareja Sophia Tapia, gastrónoma de profesión quien también tenía en mente emprender su propio negocio.
VHG5 tiene su base de operaciones en Quito. Esta consultora creó el concepto de la ‘neurocreatividad’, en el que se combinan las ventas, el marketing y la creatividad. “A nuestros clientes les explicamos cómo funciona el cerebro ante los estímulos externos de un producto y les sugerimos incorporar los resultados de la medición al discurso de ventas que tienen las empresas”, dicen Galarza y Tapia, mientras enseñan los equipos y el software que utilizan en las mediciones.
Los términos técnicos predominan en el servicio de este negocio. Pero en términos sencillos significa que al ver un producto con cientos de características, VHG5 trabaja para resaltar los beneficios de ese producto. “Ayudamos a que las empresas expliquen a sus clientes los beneficios de sus productos o servicios”.
Entre los clientes de este emprendimiento se encuentran empresas en sectores como el automotor, el farmacéutico, el agropecuario. También ofrecen servicios a universidades, empresas de seguros y cooperativas de ahorro.
Soraya Peñaherrera, representante de la cooperativa Cacpeco, que tiene su matriz en Latacunga (Cotopaxi), cuenta que trabajan con VHG5 en un proyecto con el personal de Negocios. La meta, dice esta ejecutiva, es mejorar las competencias comerciales. “Hasta el momento ha concluido con satisfacción dos etapas del mismo”, dice Peñaherrera.
La vocera de Cacpeco califica a Galarza y Tapia como un equipo muy profesional que le pone todo el entusiasmo para que las cosas salgan bien. “Los servicios de neuromarketing son prácticos y de fácil aplicación hasta ahora. Nos han parecido diferentes a lo que ofertan otros consultores”. Geraldine Araujo, Subgerente General de Consermin, también da buenas referencias de VHG5. “Víctor y Sophia son un equipo dinámico y eso se siente en su profesionalismo y en sus servicios. Según Araujo las técnicas utilizadas son muy interesantes e innovadoras.
“Recomiendo sus interesantes y diferentes servicios en temas organizacionales. Sus capacitaciones son geniales y muy practicas, y son amantes de la tecnología, lo cual les ayuda a comunicarse perfectamente”
Víctor Galarza y Sophia Tapia son los fundadores de VHG5, un negocio que se basa en el neuromarketing. Foto: Armando Prado / LÍDERES
El rostro humano posee 43 músculos. Gracias a ellos, logra realizar un sinnúmero de muecas que denotan alegría, tristeza, enfado, satisfacción… Estas señales son parte de la cotidianidad de las personas y son indispensables para las relaciones humanas.
Cada una de las expresiones brinda un sinnúmero de información. Por ejemplo, en las partidas de póquer los jugadores profesionales usan gafas oscuras y viseras, para no dejar que les descubran su lenguaje corporal, principalmente el de los ojos y la boca.
Pero, ¿se imagina aprovechar esa información para comprobar la satisfacción del usuario con un producto o servicio? Ahora, la lectura de las expresiones faciales también es una herramienta para los estudios de mercado.
Advance Consultora es una de las firmas que hace realidad esta posibilidad. La empresa incorporó a sus servicios un software denominado ‘Face reader’.
Esta tecnología, que fue desarrollada en Holanda, proporciona información a través de la lectura de las expresiones faciales, lo que permite determinar qué emoción tiene la persona cuando se le aplica algún tipo de estímulo.
Esta aplicación fue diseñada por la firma tecnológica holandesa Noldus, con apoyo de la Universidad de Wageningen de ese país. El software se basó en las teorías del psicólogo estadounidense Paul Ekman, especializado en el estudio de las emociones y los gestos.
Ekman definió las microexpresiones para identificar seis tipos de emociones que las considera universales en el ser humano: alegría, repugnancia, miedo, ira, tristeza y sorpresa.
Luis Pástor, gerente de Advance Consultora, firma que lleva 10 años en el mercado nacional, explica que el rostro humano emite 10 microexpresiones por segundo. Esta información es captada por medio de una cámara y posteriormente procesada por el software para descifrar la emoción de la persona.
La aplicación de este sistema puede ser efectiva para comprobar las reacciones ante nuevos productos, comerciales, nuevos empaques, etc. Pástor asegura que el sistema tiene una efectividad del 97% y aporta con información que no puede ser conseguida por otros estudios convencionales de mercado.
Durante este año, Advance Consultores ha usado el sistema en la introducción de nuevos alimentos y bebidas, como chocolates, licores, y más. También, para el análisis de spots de televisión de bancos, telefonía móvil, entre otros.
El año pasado Banco del Pacífico presentó su comercial para introducir el producto «Tu banco banco aquí». Emilio Moncayo, gerente de este producto, comente que usaron el ‘Face reader’, para verificar las reacciones de los clientes previo al lanzamiento al aire de la campaña. El resultado obtenido fue de alegría del espectador y pudo ser corroborado en las evaluaciones posteriores al lanzamiento .
Moncayo comenta que probaron en 25 personas en septiembre del año pasado y destaca la confiabilidad de los resultados de este sistema.
Otra opinión es la de Wendy Carrión, experta en Marketing. Ella asegura que este sistema es bastante efectivo y «necesario para los análisis de mercado».
La especialista señala que «con este tipo de tecnología nos apegamos a la realidad porque la persona no puede mentir como en las encuestas, no puede ocultar las reacciones».
La tecnología
Los costos. Un estudio por medio de esta tecnología puede costar en el mercado nacional entre USD 3 500 y 5 000.
La teoría. Ekman desarrolló una lista de emociones básicas a partir de investigaciones en individuos de la tribu de Papúa Nueva Guinea. Observó que los miembros de una cultura aislada de la Edad de Piedra son capaces de identificar con un alto grado de confiabilidad las expresiones emocionales.
La aplicación. La agencia de investigación Millward Brown anunció que sus clientes, Unilever y Coca-Cola, usarían la codificación facial durante todo el 2013 para estudiar a los compradores. En los anuncios del Súper Bowl se midió la respuesta de los espectadores.