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  • La cocada mantiene su sabor esmeraldeño

    Marcel Bonilla

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    La producción de cocada en Esmeraldas se ha convertido en la fuente de ingresos económicos de decenas de familias afroesmeraldeñas durante muchos años. En los patios de las casas, los afros que migraron de poblaciones de San Lorenzo, en el norte de la provincia de Esmeraldas, atizan con leñas los fogones de cemento para cocinar el coco con la azúcar.

    Una paila de bronce es colocada en el caldero a temperatura de 100 °C, para derretir la azúcar y posteriormente poner coco raspado, acompañado de anís y canela. Jefferson Mina produce cocadas desde hace 20 años en el sur de la ciudad de Esmeraldas, y entre sus principales clientes están los turistas que visitan los balnearios de Atacames.

    Su pequeña empresa de preparación y distribución de cocadas la conforman diez personas de su familia, las que cumplen funciones específicas; raspan hasta 500 cocos con pequeñas raspadoras construidas artesanalmente.

    En el patio de la casa de Mina uno de sus hermanos mueve la paila para evitar que se queme el producto, y dos personas se encargan de empacar al vacío, en pequeños platillos de plástico y en fundas plásticas.

    Él explica que esta actividad la aprendió siendo muy niño en San Javier, una población rural de San Lorenzo, en donde sus padres hacían cocadas para compartir en familia.

    Cuando llegó a Esmeraldas en busca de trabajo, y no lo encontraba, vio la oportunidad de producir cocadas para vender en ciudades de la Sierra, como Riobamba y Cuenca. Y también en las playas del sur de la provincia. Desde entonces, él se dedica a ese oficio.

    El promedio de producción de cocadas es de 3 000 fundas, cada 15 días durante la temporada baja de turistas de la Sierra; es decir marzo, abril y mayo. Mientras que, en temporada alta, la producción de duplica, explica.

    De acuerdo con un subregistro de la Asociación de Expendedores de Cocadas Esmeraldas, unas 180 familias se dedican a la producción de este producto tradicional para vender en los balnearios de Atacames, Súa, Tonsupa, Same, Quito y Ambato.

    En los últimos años, los fabricantes de cocadas han variado su oferta, pues, no solamente elaboran la llamada cocada negra, también están la cocada blanca, preparada con coco y leche.

    Miguel Nazareno elabora cocadas de forma artesanal y su principal mercado es Cuenca desde hace 10 años. En ocho días vende hasta 1 200 cocadas en USD 1 cada una. Él recorre con su producto en los buses y los sitios de mayor concentración.

    Según Nazareno, los habitantes de la Sierra gustan del producto porque se lo hace con coco de leche dulce, cosechado en la isla de Limones, sitios de donde proviene el 50% del producto utilizado en la producción artesanal.

    Las iniciativas productivas que conservan la tradición ancestral han tenido el respaldo de la Superintendencia del Poder de Control del Mercado, mediante la ayuda a los dueños de las iniciativas. A ellos los orientan para que obtengan su registro sanitario y puedan vender sus productos en tiendas.

    La Agencia de Regulación y Control Sanitario (Arcsa) asesora a quienes se dedican a elaborar cocadas y otras iniciativas productivas. Lo hacen para que tengan su etiquetado y registro sanitario para competir en el mercado nacional. Como una forma de fomentar el trabajo de cientos de cocaderos ancestrales, se han programado ferias inclusivas en las que se muestran los productos en diferentes presentaciones, algunos con etiquetados.

    Al proceso de ayuda se ha sumado del Ministerio de la Producción en Esmeraldas, con capacitaciones sobre atención al cliente y también sobre la manera de hacer mucho más atractivas las presentaciones de las cocadas.

    La familia de Bolívar Ortiz, que tienen un puesto de cocadas en el centro, se capacita en esos temas, pero insisten en que mantendrán la forma artesanal de producir utilizando los fogones de cemento y la leña como combustible.

    Bolívar Ortiz es uno de los productores y comerciantes de este dulce artesanal, en la ciudad de Esmeraldas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    Bolívar Ortiz es uno de los productores y comerciantes de este dulce artesanal, en la ciudad de Esmeraldas. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • Una década con el sabor esmeraldeño como bandera

    Redacción Quito

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    Su horario de trabajo es habitualmente de 09:00 a 18:00, pero las lluvias de esta temporada a veces les obliga a detener su negocio más temprano.

    Están ubicados estratégicamente en varios puntos de la ciudad de Quito, principalmente en los exteriores de las administraciones zonales del Municipio.

    Se los puede ver con una sonrisa amplia, detrás de un carrito de acero inoxidable ofreciendo las delicias que provienen del coco. Son los 16 miembros activos de la Asociación Coco y Sabor, que en 2017 cumple 10 años de vida.

    Pese a que la Asociación tiene una década de conformada, el trabajo de estas personas en Quito se remonta mucho más atrás.

    Emenegildo Quintero, el presidente de la Asociación, cuenta que hace más o menos 25 años muchos esmeraldeños trabajaban en la capital de forma precaria.

    Ellos vendían agua de coco en carretas, recorriendo la ciudad desde San Roque hasta 46 puntos diferentes, sin mayores garantías de trabajo. Pero eso cambió.

    Con la constitución de la Asociación -en el 2007- se logró acceder a capacitaciones en ConQuito, enplanes de negocio, creación de microempresas, marketing, manipulación de alimentos, etc. Allí se capacitaron 46 personas, sin embargo el grupo se fue achicando hasta quedar en 22 socios.

    Luego vino la legalización de la marca Coco y Sabor, en el Instituto Ecuatoriano de Propiedad Intelectual (IEPI), así como la obtención del RUC.

    También consiguieron acceder a créditos para pasar de las carretas a los coches, con el respaldo del Municipio de la capital.

    Solo para esta herramienta de trabajo se necesitó de una inversión de USD 1 600 hace seis años.

    A lo que se suma otros montos en materiales como vasos, envases, uniformes, etc., que dan un total de USD 2 000 invertido por cada socio.

    La inversión ya se recuperó y de acuerdo a su plan de negocios, se prevé empezar pronto con una nueva fase que es abrir sus propios restaurantes de Coco y Sabor, donde se pueda ofrecer platos propios de la provincia verde, como encocados, tapados y otros alimentos de la gastronomía esmeraldeña.

    Otra idea que tienen es lograr que el Estado les facilite tierras, sea en venta, alquiler, comodato u otra condición, para cultivar más coco, ampliando la producción nacional del fruto.

    Mientras tanto, en los carritos de Coco y Sabor se puede encontrar coco entero, jugo, cocada, chicharrón y aceite de coco.

    Cada socio se hace cargo de 400 cocos al mes, es decir 6 400 frutos que se le compra a un proveedor específico que los trae directo de las zonas de Esmeraldas, La Concordia y La Unión.

    “Nuestro único problema es la lluvia”, comenta Quintero, al asegurar que en los días de sol las ventas son muy buenas. Él afirma que sus clientes los prefieren porque hay una garantía de atención, higiene y calidad.

    Los precios que manejan son de vasos de jugo de 50 y 75 centavos, y de USD 1, botellas de USD 1,25, el balde de jugo de 20 litros en USD 65, cocadas de 50 centavos y de USD 1, chicharrón de coco en USD 1 y el aceite de coco en USD 5.

    Cristian Montenegro, conductor, es un asiduo consumidor de los productos de Coco y Sabor. “Siempre que paso por el Playón les compro un juguito”, dice Montenegro, al confirmar que paga sin problema 25 centavos más de lo que ofrecen otras personas en la calle, porque el confía en la calidad del producto.

    “Son muy cuidadosos con la manipulación y eso es importante”, asegura el cliente.
    Fredy Govea, es uno de los socios de Coco y Sabor, que se ubica en la García Moreno y Bolívar.

    Él asegura que desde que está en la Asociación su vida es diferente porque antes trabajaba solo determinado tiempo y volvía a hacerlo cuando la plata se acababa. “Iba y venía y nunca tenía nada”, dice, al afirmar que ahora tiene un ritmo de trabajo que le permite ahorrar y capacitarse constantemente.

    Los socios venden alrededor de 400 cocos al mes, cada uno, en presentaciones como jugo, cocada y otras. Ellos recorren las calles de Quito. Foto: Facebook
    Los socios venden alrededor de 400 cocos al mes, cada uno, en presentaciones como jugo, cocada y otras. Ellos recorren las calles de Quito. Foto: Facebook