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  • Klayart diseña bisutería con motivos étnicos

    Mayra Pacheco

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    Observar por décadas que las mujeres otavaleñas usaban el mismo diseño de accesorios motivó a Claudia Lema Vásquez, también oriunda de Otavalo, a innovar. Ella decidió elaborar esta bisutería, pero con un toque más moderno.

    Lema, quien es propietaria de Klayart, decidió hace cuatro años, confeccionar hualcas (collares), manillas, aretes, binchas. En cada una de estas piezas incluye elementos que hacen referencia a este grupo étnico de la provincia de Imbabura. Aunque sus diseños son más novedosos tienen el mismo fin: hacer que las mujeres se destaquen y “brillen”. 

    Para confeccionar estos productos, Lema menciona que emplea piedras de fantasía importadas, mullos, cintas. En los diseños priman los colores dorado, turquesa y coral, que son los que caracterizan el atuendo de las mujeres otavaleñas.

    En estos accesorios, esta mujer de 40 años reproduce las formas de los textiles que se hacen en los telares artesanales. Pero, en lugar de utilizar hilos forma líneas y otras figuras con mullos de diversos colores y tamaños.

    Los materiales que emplea para esta bisutería son de mejor calidad. Para ensartar la pedrería, en lugar de hilo ocupa unos alambres delgados que son bañados en oro ‘golfi’. Esto garantiza que las piezas conserven su brillo y color. Lema asegura que no se vuelven oscuras con el paso del tiempo.

    “Pensaba que la bisutería de las mujeres otavaleñas se debía modernizar. Soy otavaleña y sentí que debía hacer algo”, precisa esta emprendedora, quien también elabora alpargatas con tacones.

    El proceso de confección de esta bisutería es manual, por lo que no se hacen diseños en masa. En este proceso participan sus familiares. En total, en Klayart trabajan cuatro personas. Estas joyas de fantasía se encuentran desde USD 8 los aretes. Las hualcas pueden llegar a costar hasta USD 80. Y el precio de las manillas va desde los USD 15.

    En las hualcas (collares) priman los colores dorado, turquesa y coral.  La producción es artesanal, en el proceso participa la familia de Lema. Foto: Cortesía, Claudia Lema
    En las hualcas (collares) priman los colores dorado, turquesa y coral. La producción es artesanal, en el proceso participa la familia de Lema. Foto: Cortesía, Claudia Lema

    La venta de esta bisutería se realiza, principalmente, en Otavalo. La tienda de Klayart funciona en la calle Bolívar, entre Quito y Neptalí Ordónez. La atención es de lunes a sábado, de 09:00 a 19:00, y también se reciben pedidos vía redes sociales: Facebook, Twitter e Instagram. En estas se puede encontrar ejemplos del trabajo que hace Lema.

    Los accesorios de Klayart son apreciados por mujeres otavaleñas, extranjeras y mestizas. Lema define a sus piezas como bisutería moderna con esencia indígena.  Jenny González, cliente de Klayart, comenta que compró hace un par de meses una hualca, porque le llamó la atención el diseño y consideró que sería un complemento perfecto para su vestuario.

    González utiliza esta pieza junto con blusas que tienen diseños étnicos o con ropa casual monocromática. “Cada que uso la hualca causa sensación. Es una joya de fantasía muy bonita, de buena calidad y sobre todo rescata la identidad de los otavaleños”.

    Víctor Hugo Artieda, diseñador de la imagen de Klayart, ha constatado que esta marca tiene mucha acogida. En las ocasiones que ha visitado el local, ha encontrada varias personas interesadas en adquirir estas joyas de fantasía o las alpargatas. “Es un trabajo novedoso en comparación con los accesorios que se utilizan tradicionalmente”.

    Las piezas vienen en soportes de cartón impresos con la marca Klayart, que son fabricados por Artieda. En estos insumos complementarios se emplea cartulinas con texturas y figuras decorativas alusivas a los diseños de la bisutería. De estos materiales, Lema solicita cada mes alrededor de 200 o 300 cartulinas con su distintivo. Cada centena tiene un costo promedio de USD 10.

    Claudia Lema elabora joyas de fantasía inspirada en los accesorios que usan las mujeres otavaleñas. Foto: Cortesía, Claudia Lema
    Claudia Lema elabora joyas de fantasía inspirada en los accesorios que usan las mujeres otavaleñas. Foto: Cortesía, Claudia Lema
  • Zapatos que combinan la moda con detalles étnicos

    Redacción Quito  (F) 
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    Una tendencia híbrida. Así se puede definir al concepto de calzado en Moshi Boots.
    John Córdova es el creador y diseñador de esta marca que nació en noviembre de 2014.
    Él proviene de una familia de diseñadores de ropa, en especial en el material del cuero.

    Córdova explica que durante muchos años trabajó independientemente. En esta modalidad fue contratado por una empresa hace 10 años para realizar una línea de bolsos. Este diseñador presentó el accesorio solicitado junto a un par de zapatos como complemento.

    Al final los zapatos se vendieron más que los bolsos y la empresa le pidió que se concentre en la producción de calzado.

    Córdova recuerda que después de este acercamiento en la producción de zapatos decidió reunir todo el capital que poseía y abrir su propio emprendimiento de moda con una inversión de USD 10 000. La tienda está ubicada en el tradicional y barrio de La Floresta.

    Este artesano explica que desde un comienzo sus creaciones se vendieron bien debido a que su público objetivo se encontraba en este medio de artistas y generadores de cultura.

    La decoración de la tienda maneja productos en su mayoría reciclados como las estanterías y sillas. El exterior está decorado con graffities del artista llamado “maldito cuervo”.

    La primera producción de la marca consistió en una línea de botas, una mezcla del diseño industrial con un toque hipster, expresado en varios colores para combinar en diversos atuendos. Además, Moshi participa activamente en las ferias de ese barrio.

    Posterior a esa la línea de botas, el diseñador creó una colección étnica desde marzo de 2015. Para ese proyecto utilizó materiales como shigras y tejidos otavaleños. “La línea étnica proporcionó identidad de país a Moshi” asegura Córdova.

    Estos detalles tradicionales de culturas indígenas se hicieron presentes en botas, zapatos tipo vans, estilo casual, entre otros.

    El producto también se encuentra en tiendas de diseño como DaVinci’s Closet y Artesanía Urbana. Además, también se vende en tiendas de otras ciudades como Cuenca y Galápagos.
    Córdova explica que esta línea étnica se vende bien en Galápagos. Los turistas de esta zona compran un aproximado de 50 zapatos mensuales.

    Moshi Boots
    realiza zapatos bajo pedido, con la especificación del cliente según el tipo de pie, el material y color.

    Evelyn Cueva
    conoció a esta marca en Facebook. Ella destaca que los zapatos son innovadores al estar basados en las preferencias de los clientes.

    Esta personalización hizo que la marca produzca en estos años alrededor de 300 diseños distintos de zapatos y botas.

    Actualmente el emprendimiento tiene a 12 empleados y vende al mes un aproximado de 300 pares, esto deja una facturación alrededor de USD 15 000 mensuales.

    Este año la marca sacó a la venta una línea de mochilas étnicas. Estas mochilas de cuero utilizan chumbis, este material es la faja tradicional de los indígenas.

    John Córdova y Gabi Córdova son los creadores de los zapatos y las mochilas. Su local está en el sector de La Floresta, en el norte de Quito. Foto: Galo  Paguay / LÍDERES
    John Córdova y Gabi Córdova son los creadores de los zapatos y las mochilas. Su local está en el sector de La Floresta, en el norte de Quito. Foto: Galo Paguay / LÍDERES
  • Los tejidos étnicos destacan en estos zapatos

    Mayra Pacheco

    El trabajo que hacen artesanos indígenas en telares o bordados marca la diferencia en el calzado que diseña Verónica Díaz, propietaria de la tienda Veri’d.

    Desde hace seis años, en las alpargatas, sandalias y zapatos de tacón de esta marca se combinan telas ecuatorianas con textiles de figuras étnicas y bordados que se realizan en comunidades de Otavalo, Zuleta, Gualaceo, Guano, Saraguro y otros sitios.

    Para los terminados se emplean fibras naturales como la cabuya o el yute. El propósito de esta emprendedora es aprovechar al máximo el trabajo de los artesanos ecuatorianos.

    Al experimentar, en sus trabajos anteriores, que la gente extranjera valoraba las artesanías que se confeccionan en Ecuador, Díaz decidió aplicar sus conocimientos en diseño de modas y empezó en el 2013 a confeccionar calzado casual con un toque étnico.

    Actualmente, entre sus diseños tiene zapatos para mujeres, principalmente. Entre los modelos que ofrece están alpargatas, botines, sandalias, tacones altos tipo magnolia. Estos tienen piezas de textiles artesanales que destacan. Para satisfacer el gusto de todas sus clientes se utilizan colores brillantes o tonos neutros.

    La búsqueda y compra de estos materiales se hace mientras Díaz visita los distintos rincones del país. “Cada vez que viajo por Ecuador pienso que esta tela va a quedar bien en una alpargata”.

    Cuando esta emprendedora conoce cómo trabajan las personas de las comunidades hace los pedidos para luego elaborar sus creaciones. Tiene al menos ocho artesanos que entregan este tipo de textiles étnicos.

    En Imbabura, por ejemplo, esta diseñadora adquiere textiles artesanales a Matilde Lema.
    Esta tejedora, quien tiene su taller en Peguche, comenta que la propietaria de Veri’d propone diseños y también compra los telares ya elaborados. Estos se realizan con técnicas ancestrales.

    Los textiles de Lema se hacen a mano aplicando técnicas que aprendió de sus generaciones pasadas. Incluso, algunos de los telares de madera son heredados de los padres y abuelos de Lema.

    Por el detalle de su trabajo, cada metro de este telar cuesta, en promedio, entre USD 15 o 25. De estos textiles, Díaz adquiere alrededor de 20 metros cada mes.

    Con esta materia prima, en Quito, otro grupo de siete artesanos confecciona los zapatos, según los diseños de Díaz. En el proceso de elaboración se prioriza el uso de productos ecuatorianos.

    Veri’d no elabora zapatos en serie para ofrecer diversidad. Produce máximo 12 pares del mismo modelo en cada colección. También se realiza diseños personalizados, bajo pedido. En toda esta etapa participan siete personas.

    Este calzado se ofrece en el Centro Comercial Cumbayá, en el local 16; y en Galería Ecuador, en Quito. Cuestan entre USD 37 hasta USD 55. Veri’d factura, en promedio, USD 5 000 cada mes.

    Para Carolina Yánez, cliente de esta tienda, estos zapatos étnicos son originales y rescatan las tradiciones del país. Jeaneth Laines, otra compradora, agrega que este calzado es cómodo y sus materiales son resistentes.

    Por esto, otras personas han aprovechado también su visita a Ecuador para llevarse un par de estos zapatos a Nuevo México, Nueva York, Miami, España, Alemania, Perú, Chile y otros países.

    Otros accesorios

    Los zapatos étnicos de Veri’d han sido parte de desfiles importantes como Runway, organizado por la revista Vogue, en el Paseo San Francisco. También en eventos de Galería Ecuador y Quito Turismo.

    Para complementar el estilo de estos zapatos, la marca ofrece camisetas, chaquetas y otros accesorios relacionados con el enfoque étnico.

    En mayo se presentará una nueva colección de zapatos dirigida para caballeros y niños. En estos se mantendrán los diseños étnicos.

    Verónica Díaz   incluye en sus diseños de calzado tejidos que se elaboran en comunidades indígenas y emplea materiales tradicionales como el yute. Foto: Mayra Pacheco / LÍDERES
    Verónica Díaz incluye en sus diseños de calzado tejidos que se elaboran en comunidades indígenas y emplea materiales tradicionales como el yute. Foto: Mayra Pacheco / LÍDERES
  • La cuna portátil con íconos étnicos, el plus de Ayllu Maki

    Redacción Sierra Norte

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    Jaime Yacelga creció observando cómo sus padres elaboraban telas de vistosos colores. El sonido del telar de madera era parte del hogar en la comunidad indígena Agato, en el cantón Otavalo (Imbabura).

    Ahí, Miguel Yacelga y Rosa Santillán, progenitores de Jaime, producían sacos, cobijas y ponchos de lana. Las prendas eran enviadas a Canadá, Estados Unidos, Japón y países de Europa.

    Jaime es el último de cinco hermanos. El artesano, de 42 años, unió esos elementos artesanales para iniciar el emprendimiento Artesanías Ayllu Maki (Manos Familiares, en español).

    Se trata de un taller que ahora se especializa en la fabricación de cunas portátiles. También, elabora sillas, que se cuelgan en forma de hamaca, gorros, bolsos…

    “Siempre me gustó elaborar cosas diferentes, pero útiles”, comenta Yacelga. Así surgió el portabebé, conocido como moisés, en referencia al canasto en el que fue hallado el personaje bíblico, en el río Nilo, cuando era un bebé.

    Para darle un valor agregado al catre utiliza las telas de algodón con diseños étnicos, que se producen en los telares artesanales de la comuna de Peguche.

    Pero estas cunas tienen una característica: son plegables. Con ello, su creador busca brindar comodidad a los padres de los infantes, cuando se movilizan de un lugar a otro.
    Aunque no es un diseñador industrial, tiene mucha creatividad. Al parecer, una década viajando por Norteamérica, donde se desempeñaba como comerciante de artesanías, le permitió recopilar ideas que ahora está poniendo en práctica en Ayllu Maki.

    Cuando tenía 15 años, Jaime empezó a dar los primeros pasos en la innovación. Recuerda que diseñó y confeccionó chompas que eran elaboradas con cobija de lana.
    La idea del portabebé surgió del pedido que le hizo otro comerciante indígena, que con su familia iba a viajar a Panamá.

    Sin embargo, en perfeccionar este cesto ligero se demoró ocho meses. El diseño, explica, se inspiró en la forma como se abre y cierra la concha o caparazón de los moluscos.
    La estructura del moisés es flexible. Para ello, Fabián Chiza, sobrino del emprendedor, le sugirió que utilice una manguera rígida que se usa en las redes de agua potable. Esta tarea está a cargo de un proveedor. Mientras que, el recubrimiento de tela, es elaborado por otro artesano.

    Cada semana producen entre 70 a 80 canastillas. Cada una la comercializa a USD 25. Los pedidos al por mayor tienen descuento.

    Por lo pronto, ha enviado muestras a Estados Unidos, Italia, México, Panamá y Colombia.
    También ha participado en ferias en el país. Esas son otras vitrinas para promocionar su producto. Recuerda que en una reciente exhibición, que se efectuó en Quito, en febrero, vendió 50 de las 100 unidades que llevó.

    Por ahora, Jaime Yacelga apunta a patentar su diseño ante el organismo pertinente. También alista maletas para ir a Canadá.

    En Otavalo (calles Quito 8-30 y Sucre) funciona de Artesanía Ayllu Maki. El establecimiento es atendido por el emprendedor Jaime Yacelga. José Luis Rosales /LÍDERES
    En Otavalo (calles Quito 8-30 y Sucre) funciona de Artesanía Ayllu Maki. El establecimiento es atendido por el emprendedor Jaime Yacelga. José Luis Rosales /LÍDERES
  • Un bar mezcla gastronomía con detalles étnicos

    José Luis Rosales

    En junio del año pasado retornó al país, luego de estudiar una maestría en Negocios, en España, el ingeniero en alimentos Joaquín Purtscher. Vino con la idea de establecer su propio negocio.

    La iniciativa gira entorno a la línea de venta de cerveza artesanal, que produce su familia en Caranqui, una parroquia del sur de Ibarra. Ahí, en una planta se elabora la bebida bajo la marca Caran.

    La firma de la cerveza es un apócope en homenaje a Caranqui. El nombre viene de una anécdota familiar, se cuenta en la página web de la cervecería. El suizo Óscar Purtscher, fundador de la empresa de lácteos Flor de los Alpes (Floralp) y abuelo de Joaquín, adoptó el nombre de ‘Caranqui Libre’, como una versión local del famoso coctel cubano.

    Joaquín heredó del patriarca de la familia el gusto por experimentar con propuestas nuevas. La idea es atar el turismo con productos locales, como la cerveza.

    En Otavalo, asegura, encontró un buen nicho de mercado. Para ofrecer la refrescante bebida creó la Cava Caran-Beer Experiencie, un local con diseños que resaltan íconos de la cultura Kichwa local. El novedoso bar está ubicado frente Plaza de Ponchos, considerado el mercado artesanal más grande de Sudamérica, que es un imán para viajeros que vienen de todas partes del mundo.

    En el diseño del establecimiento se cuidaron detalles. “No se trata solo de un bar, sino también es una especie de museo en el que los clientes pueden conocer la historia y el proceso de elaboración de la bebida de cebada”, explica el arquitecto Sebastián Narváez.

    El dibujo de los murales estuvo a cargo del artista kichwa Álvaro Córdova. El hábil grafitero otavaleño, conocido con el seudónimo de ‘T-naz’, plasmó a una joven mujer indígena bebiendo chicha. También, hizo una imitación de la chakana o cruz andina.

    Para instalar este negocio se invirtieron USD 30 000. El sitio abrió sus puertas hace dos meses.

    Purtscher explica que la propuesta no solo seduce a turistas extranjeros, sino también a los vecinos de la urbe.

    La idea de abrir este establecimiento surgió luego de un festival de la cerveza artesanal, que se realizó en este cantón imbabureño, el año pasado.

    Purtscher asegura que la cerveza Caran tiene acogida. En el mercado se comercializan tres variedades: Chonera (Lager), Colorado (Ale) y Esmeraldas (Black Ale). Además, hay dos bebidas especiales que son elaboradas con frutos locales. Una tiene como ingrediente la tuna, que florece en el caluroso valle del Chota.

    La otra es una cerveza negra que lleva un jarabe de higo. Esta última, tiene 8,5° y es una de las más solicitadas, comenta Joaquín.

    Sin embargo, en la Cava Caran no solo se puede degustar una de esas cinco bebidas. También se ofrece un menú con platillos que tiene entre sus ingredientes un tipo de cerveza o alguno de los componentes que se utilizan para preparar la bebida artesanal.

    Pero, indiscutiblemente la golosina del lugar es la hamburguesa de higo morlaca. Está compuesta por carne, tocino, salsa de higo con cerveza artesanal, lechuga y tomate, señala Cristian Fuentes, de Zapote Gourmet. Esta firma de consultoría gastronómica se encargó del desarrollo del concepto del negocio y el manejo de la marca, explica el chef.

    En el caso de la carta de Cava Caran, agrega, hay una fusión de la gastronomía local con recetas urbanas de Argentina y Estados Unidos. “Es comida rápida, pero con un toque gourmet”.

    La siguiente meta de Cava es replicar la iniciativa en otras urbes del país con potencial turístico.

    Joaquín Purtscher es el fundador  de Cava Caran-Beer Experiencie, en Otavalo. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    Joaquín Purtscher es el fundador de Cava Caran-Beer Experiencie, en Otavalo. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • Cerámicas con diseños étnicos y contemporáneos

    José Luis Rosales

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    Como un centro para motivar a nuevos emprendedores se concibió a la Casa de la Cerámica de San Antonio de Ibarra.

    Desde julio de 2013, el taller y la galería funcionan en la casa Daniel Reyes, situada en el centro de esta parroquia, cuna de hábiles escultores y talladores de la madera.

    Es una propuesta orientada a diversificar la producción artesanal local, explica Andrea Heredia, titular de la Asociación El Hormiguero, grupo a cargo de la administración del establecimiento.

    “Es importante no solo por el área productiva sino también para difundir, desarrollar y revalorizar el arte ancestral de la alfarería”.

    Por eso, esta idea de negocio que incluye un centro de formación y capacitación recibió el respaldo de la Junta Parroquial local y la Agencia de Cooperación Internacional de Corea del Sur (Koica).

    Este ente apoyó para la construcción y el equipamiento de la Casa de la Cerámica. El inmueble, de una sola planta y ladrillo visto, fue levantado en la parte posterior del edificio patrimonial.

    El taller está equipado con cuatro tornos y dos hornos eléctricos, una máquina procesadora de material, moldes… Heredia indica que el aporte internacional bordeó los USD 30 000.

    Koica además envió una voluntaria para que comparta la técnica surcoreana para el modelado del barro. Este método exige el uso de arcillas puras y la cocción de las piezas sobre los 1 500 grados centígrados, comenta Karla Bossano, exalumna y dueña del taller La Estancia del Arte, que funciona en la vecina parroquia de Chaltura (Antonio Ante).

    También, resalta los diseños y matices de gran atractivo. Esos conocimientos los adquirió de Zixon Chun Lee, que laboró en esta localidad hasta enero pasado.

    El Centro de Formación y Experimentación en Cerámica ofrece cursos permanentes para niños y adultos. Las clases son prácticas y se imparten los lunes y martes. Según el instructor Diego Buitrón, los participantes pueden aprender a reconocer el tipo de materia prima que se necesita y elaborar objetos de alta complejidad. Todo depende del nivel que curse.

    Para cada fase, asegura, escogen una temática distinta. Han elaborado piezas inspiradas en las estaciones climáticas, planetas, astros, animales… De cada modalidad dependerá la técnica que se emplee como cordel, molde, plancha y torno eléctrico.

    Por su visión social, la Casa de la Cerámica también ofrece el servicio de horno para la cocción de piezas. Tiene un costo de USD 10, por un grupo de piezas horneadas.
    Los integrantes de la Asociación El Hormiguero, que son egresados del Instituto de Artes Plásticas Daniel Reyes de San Antonio, están satisfechos con lo que han obtenido hasta el momento.

    Andrea Heredia rememora que el primer emprendimiento lo instalaron en Otavalo, con el apoyo de la Unión Europea. Ese proyecto estuvo dirigido al rescate de la alfarería con diseños étnicos. Entre los primeros objetos se realizaron réplicas de la cultura Pasto y luego de la Karanki. Las piezas eran comercializadas en el Museo Mindalae, en Quito.
    Ahora este tipo de cerámica se ofrecerá en las vitrinas artesanales del Centro Cultural El Cuartel de la capital imbabureña.

    Antony Bravo, Andrea Heredia y Diego Buitrón impulsan la Casa de la Cerámica, en San Antonio de Ibarra. Foto: Francisco Espinoza para LiÍDERES
    Antony Bravo, Andrea Heredia y Diego Buitrón impulsan la Casa de la Cerámica, en San Antonio de Ibarra. Foto: Francisco Espinoza para LiÍDERES