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  • Fantasía épica e historia, sus preferencias

    Alexander García

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    Las sagas de novelas fantásticas formaron como lector a Xavier Ordeñana Rodríguez, que comenzó leyendo a los 15 años series como ‘El señor de los anillos’, de J. R. R Tolkien, y se enganchó con las aventuras de ‘Las crónicas de Narnia’, de C. S. Lewis o con las historias sobre ‘Harry Potter’, el niño mago. El primer libro de la saga de la británica J. K. Rowling cumplió en junio pasado 20 años desde su aparición y el director académico y de investigación de la Escuela de Posgrado en Administración de Empresas (Espae) de la Espol conserva de esa época el gusto por sumergirse en universos literarios de largo aliento.

    Aunque en los últimos quince años ha mudado en buena medida sus intereses hacía la novela histórica, incluso hacia la biografía, actualmente le sigue la pista a una saga de fantasía épica como ‘Canción de hielo y fuego’, del escritor estadounidense George R. R. Martin, en la que está basada la popular serie de televisión de HBO, ‘Juego de tronos’.

    Entre sus libros de cabecera están la ‘Trilogía del siglo’ del británico Ken Follett, que narra con historias familiares entrelazadas, los principales acontecimientos del siglo XX. Sigue a cinco familias de diferentes nacionalidades durante tres generaciones, de la Primera Guerra Mundial hasta el triunfo de Barack Obama en las elecciones de 2008. “Me gusta el componente histórico sin que sean libros meramente de historia”, dice Ordeñana, profesor investigador de economía y negocios internacionales de la Escuela Politécnica del Litoral.

    También le apasiona un autor como el estadounidense Paul Auster, del que destaca títulos como ‘La trilogía de Nueva York’ o ‘El libro de las ilusiones’, y algunas de sus novelas cortas. Son volúmenes que suele leer en inglés para practicar el idioma, además porque suele adquirir sus libros en Amazon y lee tanto en el formato físico como en el digital.

    Confiesa que leyó poco a los autores del ‘boom’ latinoamericano -su biblioteca está llena de autores anglosajones-, pero no deja de destacar las obras del premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez, aunque prefiere más que la magia de ‘Cien años de soledad’ la postura realista de ‘El amor en los tiempos del cólera’ o la contundente concisión de ‘Crónica de una muerte anunciada’.

    El catedrático, especializado en economía internacional, destaca de su rama de estudio textos sobre emprendedores como ‘Originales’, de Adam Grant, con una lectura psicológica sobre cómo la inconformidad mueve el mundo.

    Cita también a títulos como ‘El economista camuflado’, de Tim Harford, en el que ha encontrado inspiración “sobre cómo observar economía en las pequeñas cosas”, o ‘El fin del poder’, de Moisés Naím, “sobre la manera como han cambiando los balances de poder en la geopolítica mundial”.

    “La lectura te cambia la visión del mundo, hay que ampliar el rango más allá de los temas de tu profesión”, dice Ordeñana, quien con tres niños siente la necesidad de transmitirles el hábito de la lectura. “Es un desafío, porque las nuevas generaciones son de gratificaciones instantáneas”.

    Xavier Ordeñana, profesor investigador de la Escuela de Posgrado. Foto: Joffre Flores / LÍDERES
    Xavier Ordeñana, profesor investigador de la Escuela de Posgrado. Foto: Joffre Flores / LÍDERES
  • En el gasto la fantasía se impone

    Arturo Castillo, Motivador y profesor de técnicas psicorrelajantes

    Entre otros aspectos, el capitalismo se caracteriza por la forma cómo los sujetos gastan el dinero, por la manera cómo satisfacen sus necesidades, reales o ficticias. Retrata la relación de los individuos con los objetos.

    Consecuentemente, el consumismo se sustenta en comportamientos colectivos que configuran una cultura del dinero y del consumo. Nunca antes en la historia había existido tal cantidad de objetos, nunca antes tanta apetencia por comprar, las más de las veces, cosas que solo ocupan espacio en las ya abarrotadas casas de compradores compulsivos.

    Obviamente, las conductas colectivas se tienen por virtuosas, de ahí que quien no conviene con ellas es visto con sospecha, considerado raro.

    De otra parte, pese a la importancia que el asunto económico tiene en la vida de los sujetos, la sociedad no se ocupa de educarles en ese sentido. Los futuros ciudadanos deberían tener ciertas nociones de cómo lidiar con sus finanzas.

    En todo caso, la actual generación recibe mensajes ambiguos, contradicto-rios, respecto del tema económico. De una parte se habla de la importancia del ahorro como clave del éxito personal, pero a la vez se le tienta al dispendio, al endeudamiento esclavizante.

    En cuanto al mundo laboral, las empresas simplemente cumplen con la responsabilidad de retribuir el trabajo de sus empleados. No está dentro de sus atribuciones decir a sus trabajadores cómo gastar el sueldo. Sin embargo, sería un valioso aporte si organizaran charlas y talleres sobre el manejo de la economía doméstica, sobre cómo optimizar los recursos.

    Los departamentos de RR.HH. debieran contar con datos del endeudamiento de su gente, analizar sus hábitos de consumo, preguntarse por qué ciertos trabajadores recurren permanentemente a los préstamos y adelantos de los sobresueldos, por qué negocian sus vacaciones.

    Si un empleado que gana un sueldo modesto exhibe, por ejemplo, teléfonos costosos, adquiere novedosos aparatos electrónicos, viste ropa de marca, todo fuera de su verdadero estatus económico, pronto estará acosado por las deudas, que deberá cubrir a expensas del bienestar de su familia, de la calidad de la alimentación y vivienda, de la educación de sus hijos.

    El manejo económico es parte sustancial de la soberanía de los trabajadores, aun así, las compañías tienen también una responsabilidad social que cumplir. Ciertamente, no es fácil entrenar a alguien para que aprenda a refrenar los impulsos consumistas que la publicidad exacerba, para que se libere de la fantasía.