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  • Las aguas más finas del mundo se catan en Ecuador

    Agencia AFP

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    Las mejores brotan de los glaciares o las montañas. Al igual que el vino, el agua se ha convertido en una marca de distinción en el mundo, y en Ecuador se buscan las más finas entre todas.

    En un singular y prestigioso concurso, el International Fine Water Tasting Competition, se elegirán las mejores aguas, que al beberse no alteren el sabor de los alimentos, explican los organizadores.

    Alrededor de 45 reconocidas marcas de agua embotellada de 23 países como Francia, Estados Unidos, Portugal, Chile, Perú y Colombia se disputan las medallas de oro, plata y bronce en siete categorías, la mayoría de acuerdo a la cantidad de minerales, que va desde súper bajo hasta alto.

    “Lo que se busca al final de maridar un plato es quedar totalmente neutro, que nada se superponga, que el agua complemente al plato y que el plato se complemente con el agua”, dice el chef ecuatoriano Juan Carlos Ordóñez.

    “Es interesante ver cómo ciertas características del agua se van relacionando con distintos platos para llegar a un equilibrio entre sí”, agregó el experto gastronómico tras una exigente cata que se desarrolló el martes en Machachi, en el centro andino de Ecuador y de donde emana un agua mineral que triunfó el año pasado.

    En botellas de varias y vistosas formas, aguas con sellos como Snasa (Noruega) , Beloka (Australia) , Veen (Finlandia) y Agua de las misiones Gourmet (Argentina) fueron degustadas por un jurado en la planta de la empresa multilatina de bebidas Tesalia en Machachi, cuya Güitig cosechó el oro en 2017 como la mejor agua naturalmente gasificada.

    Mientras el precio local de 500 ml de la premiada Güitig es de 60 centavos de dólar, 750 ml de Veen puede cotizarse en 40 dólares en el mercado internacional, de acuerdo con sommeliers de agua.

    Organizada por la Fine Water Society, los resultados y la premiación de la competencia de 2018 se darán este miércoles por la noche en el puerto de Guayaquil (suroeste) tras hacerse en Guangzhou, China, en los dos últimos años y emigrar por primera vez a América.

    “Un mundo nuevo” 

    “Presten atención a la boca cuando beban agua, al gusto del agua” , dice el sommelier argentino Horacio Bustos, quien junto a Ordóñez y tres expertos de Italia, Estados Unidos y Alemania integra el jurado del considerado más importante concurso de aguas finas del planeta.

    Agregó que como con el vino y otras bebidas, al catar el agua se toman en cuenta “los aspectos visual, olfativo, gustativo. Si el agua tiene brillo, mineralidad, alcalinidad”.

    “Si tiene un pH abajo de 7, es ácida el agua; si tiene arriba de 7, es alcalina. Eso es importante para entender qué tipo de características encontramos en la boca. Es difícil porque es sutil, pero sí se pueden identificar las propiedades”, indicó Bustos, director del Círculo de Té Argentino Gyokuro.

    “Hay clases de agua muy diferentes y lo que le estamos diciendo a la gente es: pongan atención al agua, el agua es un producto natural, debe provenir de una fuente real, no de una fábrica, y si lo haces, descubrirás un mundo nuevo”, manifestó Michael Mascha. Este estadounidense, juez y uno de los fundadores de la Fine Water Society añadió que de esa forma “puedes integrar este mundo a un contexto epicúreo y combinar comida, vino y agua”.

    Pero su fuente de procedencia, ya sea glaciar o montañosa, también le da sus particularidades: “El origen da cualidades organolépticas de los productos”, de acuerdo con María Isabel Parra, ejecutiva de Tesalia.

    Y más aún, la calidad del agua mineral se refleja en la perfección de la forma de las burbujas que emanan producto de la carga de CO2 que posee. “Tienen que ser tipo champán” , enfatizó.

    El experto en aguas finas y miembro del panel de jueces, Martin Riese de Alemania, participa en la Competencia Internacional de Cata de Agua de Fine Waters 2018, en Machachi, Ecuador, el 22 de mayo de 2018.  Foto: AFP
    El experto en aguas finas y miembro del panel de jueces, Martin Riese de Alemania, participa en la Competencia Internacional de Cata de Agua de Fine Waters 2018, en Machachi, Ecuador, el 22 de mayo de 2018. Foto: AFP
  • Artesanías finas con el toque de comunidades nacionales

    Redacción Quito

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    Artesanías fines hechas con insumos de comunidades autóctonas del Ecuador más el diseño de Ivonne Durán es lo que se halla en Maquipura.

    Esta boutique nació en el 2008. Durán elaboraba manualidades y las vendía a otros almacenes, pero creció y decidió tener algo propio. Comenzó con ropa artesanal.
    En la tienda se observan diferentes productos como carteras, chales, correas, etc., hechas con macanas; telares, bisutería con tagua, coco, entre otros materiales. No faltan sombreros de paja toquilla, adornos para la decoración hechos con metales como la plata o peltre y otros productos.

    Al inicio, Durán mostraba su oferta para sus amigos y familiares. Sin embargo, fue creciendo y en los primeros años consiguió alrededor de 300 clientes, mientras que en la actualidad tiene entre 700 y 800, que son eventuales.

    La esencia del negocio, además de económico, es social y cultural. A Durán siempre le ha gustado dar trabajo a otras personas por lo que trabaja con representantes de diferentes comunidades del país como los saraguros o habitantes de Tigua (Cotopaxi), Sígsig (Azuay) y otras comunidades.

    Durán cuenta con 30 proveedores a escala nacional. Una de ellas es Carmen Vera, quien le provee a Maquipura “de macanas y paños. De lana, de hilo mercerizado. Es buena compradora”.

    Todos los materiales de los productos que se comercializan en Maquipura son 100% nacionales.

    La base de los tapices, por ejemplo, está hecha en telar de cintura por los saraguros, con lana de borrego en los colores que yo les indique. El diseño y las figuras están a cargo de Durán.

    Entre la temática de estos se encuentran pájaros de la Amazonía o Galápagos, árbol de la vida, etc. Mientras que en los adornos hechos con metal se observan figuras precolombinas como las Venus de Valdivia en sacacorchos o aretes con figuras de petroglifos.

    Incluso, en las cajas en las que se venden los productos consta un pequeño folleto con datos históricos de los diferentes productos. “Mis clientes son nacionales, no extranjeros. Compran para regalarles a los visitantes”, indica.

    Hasta el 2014 la facturación al año era de unos de USD 50 000, pero luego bajó a USD 12 000. El bajón va de la mano de la compleja situación económica del país.

    Algunos talleres, cuenta Durán, incluso han cerrado. Es por ello que a inicios del año anterior creó un grupo de Facebook con diferentes artesanos al que denominó Thapachacuy, que traducido al español es hacer nido, con el fin de impulsar sus ventas en ferias.

    Uno de los encuentros más destacados ha sido el que desarrollaron en el Club Jacarandá en diciembre . Allí tuvieron el apoyo, incluso, de empresas de comida y otras para atraer al público.

    La Cámara de Comercio de Quito (CCQ), de la cual Maquipura es socia, destacó a este negocio y a la iniciativa de Thapachachuy. “Todos han unido sus esfuerzos para poner a consideración de la comunidad excelentes oportunidades de negocios, sin intermediarios de ningún tipo”.

    Durán siente que debe seguir impulsando las acciones de este grupo y apoyar en el desarrollo de los artesanos integrantes.

    Ivonne Durán es la propietaria de Maquipura. Ella ha impulsado la creación del grupo de artesanos denominado Thapachacuy. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Ivonne Durán es la propietaria de Maquipura. Ella ha impulsado la creación del grupo de artesanos denominado Thapachacuy. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Esta pareja funde sus ideas en finas joyas a la medida del cliente

    Redacción Quito

    Karina López recuerda que hace dos años, Jorge Jaramillo le pidió que fuera su esposa y le entregó un anillo de oro blanco, de 18 kilates. Antes de que esto suceda, Jaramillo le solicitó a Aldo Guayasamín, diseñador de joyas, que elabore una pieza para esa ocasión.

    A partir de ese hecho, este matrimonio se convirtió en cliente de Aldo Guayasamín Diseños y Joyas, un emprendimiento que lleva siete años en el mercado.

    Guayasamín comenta que combinar y fundir metales es su pasión y oficio. Por medio de esta actividad, él manufactura aretes, collares, pulseras, anillos portarretrato…, en materiales como plata, oro, cobre, bronce, latón, entre otros.

    Este quiteño de 27 años instaló su taller en su casa ubicada en Nayón (nororiente de Quito); su nombre y apellido se convirtieron en la marca para comercializar sus creaciones plasmadas en joyas. El emprendimiento lo inició en 2005, junto a su esposa y socia Soledad Velasco.

    Pero el origen de este negocio se remonta cuando Guayasamín tenía 18 años de edad y decidió viajar por Latinoamérica. Su objetivo, como él mismo lo indica, fue “encontrarse consigo mismo”.

    Luego de su travesía por la región llegó a Guaraparí, estado de Espíritu Santo en Brasil, en 2002. Ahí aprendió la orfebrería. Esta actividad le ayudó a permanecer en esa nación durante unos tres años.

    De regresó al país, en 2005, conoció a su esposa, quien estudió en España un curso de repujado en metales (una rama de la orfebrería). En esa época juntos invirtieron aproximadamente USD 7 000; con este monto compraron herramientas y materia prima. Ahora tienen una facturación mensual entre USD 650 y 850.

    Guayasamín comenta que decidieron crear la marca con su apellido, debido al reconocimiento que este tiene en la sociedad ecuatoriana. Él define su público como hombres y mujeres entre los 22 y 70 años, de clases media y media alta.

    La realización de las joyas le puede tomar desde unas cuatro horas, en casos de piezas básicas; o inclusive, seis días para diseños complejos. El proceso conlleva trabajar en aleaciones de metales, realizar diseños, incrustar piedras preciosas, etc.

    Los precios de las obras varían de acuerdo con el metal con el que las elabora. Se ubican entre los USD 15, si es de latón, por ejemplo; hasta pueden costar 1 800, cuando son de oro blanco, con diamantes que se importan desde Rusia.

    Liliana Hallo, diseñadora de interiores, cuenta que encontró a Aldo Guayasamín Diseños y Joyas en la feria Alaja, que se realizó hace tres semanas en el Centro de Arte Contemporáneo, en Quito. Ella destaca la diversidad de modelos. En esa ocasión compró unos aretes y anillos de plata que le costaron unos USD 70.

    Mientras que Bernarda Pérez, consultora para un organismo internacional, realizó un pedido de manufacturación de un anillo en oro blanco. Pérez sostiene que le brindaron asesoría completa y que quedó satisfecha con el trabajo final. Por la joya pagó unos USD 800.