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  • La harina de trigo es su base

    Redacción Quito

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    La harina de trigo es el alma y el corazón de una empresa quiteña desde hace casi 80 años. Este insumo es una especie de cimiento en el que se asienta La Industria Harinera, fundada en 1938.

    Su primer centro de operaciones estuvo en el sector de La Floresta. Para 1948 a empresa entró en crisis y cambió de dueños: los hermanos Tobar Donoso se pusieron al frente de la compañía que se mantuvo en el barrio mencionado hasta la década de 1970. En ese período la marca Santa Lucía fue la tarjeta de presentación de la empresa en panaderías y hogares. El producto se distribuía en pequeños sobres.

    Para 1978 la empresa vivió su primer cambio de domicilio. Ese año se construyó el molino en el sector de San Bartolo, en el sur de Quito. La empresa y la ciudad habían crecido y era necesaria una nueva ubicación.

    El molino se instaló en un terreno de 10 800 metros cuadrados. El mercado ecuatoriano atravesaba una expansión y los consumidores se volvían más exigentes. Nuevas marcas y competidores llegaron y afectaron la evolución de esta compañía. Sus socios decidieron darle un nuevo giro a la firma y empezaron un proceso de modernización.

    El actual gerente de la empresa, Rafael Serrano, cuenta que la marca perdió espacio en el mercado. El sector se ha movido mucho en los últimos 20 años. “Vimos empresas consolidadas y otras que se fusionaron, perdieron espacio o desaparecieron”. En ese contexto los socios trabajaron duro e invirtieron capital para volver competitiva a la compañía, que hasta hace poco usaba máquinas de la década de 1950 y que ahora son parte de la historia de la firma.

    En este recorrido, la empresa ha sorteado obstáculos. Uno fue la elevación del precio del trigo en los mercados internacionales en el 2008. Otro desafío se dio cuando las políticas adoptadas por las autoridades afectaron al negocio con la pérdida de mercado.

    Estos y otros retos se superaron con el apoyo de los socios y con el manejo de conceptos como solidaridad, respeto e innovación, explica Serrano. Estos valores se advierten al recorrer sus instalaciones: el trato familiar y las bromas son parte del día a día.

    En la planta de San Bartolo, la moderna maquinaria europea reluce. Pero también es posible observar máquinas antiguas, algunas de madera, y que guardan buena parte de la historia de esta compañía, que trabaja con trigo importado desde Canadá.

    Una de las más recientes estrategias aplicadas fue habilitar un nuevo molino en el sur de Quito, en el sector de Turubamba. Allí, con una inversión de USD 10 millones, se adquirió un terreno y se levantó un nuevo molino, cuya construcción tomó dos años.

    Con las nuevas instalaciones aumentó la capacidad de producción (pasó de 50 toneladas por día a 120 toneladas). “Las ventas crecieron un 60% y podemos atender la demanda. Hoy, la empresa atiende al sector industrial, a panaderos y a hogares”.

    En el proceso de modernización y recuperación de mercado también se lanzaron al mercado premezclas para elaborar tortas caseras, así como para preparar pancakes y galletas.

    Otra estrategia fue lanzar al mercado la marca Delipan, que surgió luego de que la empresa -que llevaba ese mismo nombre y que era parte de La Industria Harinera- se liquidara por no ser rentable. Delipan surgió como un negocio de galletas y su objetivo fue convertirse en una cadena de panaderías. Pero los planes no funcionaron. Entonces se decidió aprovechar la mano de obra (40 personas) y la maquinaria. Hoy la marca gana espacio en supermercados, estaciones de servicio y tiendas. “Se pudo hacer eso porque hubo voluntad y recursos”, explica Serrano.

    El esfuerzo de la empresa es reconocido. La Cámara de Industrias y Producción la condecoró a inicios de diciembre por “su destacada labor a favor del desarrollo económico y progreso del país, sustentada en sus indicadores de gestión y prácticas responsables”.

    El gremio destaca la trayectoria, la generación de empleo, la innovación, el esfuerzo, la constancia y la inversión en infraestructura.

    La empresa abastece con harina de trigo al Gremio de Maestros de Taller en Panadería y Pastelería de Pichincha. Su presidente, William Cevallos, destaca el producto que ofrece La Industria Harinera. “Nos ofrecen harina de calidad, con aroma y sabor diferente”.

    Uno de los trabajadores de La Industria Harinera revisa los paquetes de la harina Santa Lucía que se elabora en la planta, ubicada en el sector de San Bartolo, en Quito. Fotos: Galo Paguay / LÍDERES
    Uno de los trabajadores de La Industria Harinera revisa los paquetes de la harina Santa Lucía que se elabora en la planta, ubicada en el sector de San Bartolo, en Quito. Fotos: Galo Paguay / LÍDERES
  • Las exportaciones de harina de pescado caen

    Redacción Guayaquil

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    Entre enero y agosto del 2017, el valor FOB de las exportaciones de harina de pescado cayó 7% en Ecuador con respecto al mismo período de 2016, al pasar de USD 96 millones a 90 millones, según la Federación Ecuatoriana de Exportadores (Fedexpor).

    Si bien el año pasado el sector registró un crecimiento de 32% y alcanzó una cifra récord de exportación: USD 158 millones FOB, la tendencia ha ido a la baja y se estima que la caída seguirá.

    Iván Ontaneda, presidente del Directorio de Fedexpor, asegura que varios sectores mostraron un incremento en su producción debido a una buena temporada de pesca. Pero que no existe sostenibilidad en el tiempo. “El crecimiento es esporádico por factores exógenos, no por competitividad”.

    Este es uno de los factores, aunado a los altos costos de producción, que afectan la industria de la harina de pescado. Ontaneda explica que en una economía dolarizada como la ecuatoriana producir es más costoso. Esto se suma a una falta de tecnificación y la necesidad de generar más créditos.

    El vocero de Fedexpor agrega que los incentivos en los países vecinos contribuyen a que desarrollen una potente política exportadora desde hace al menos 15 años: “Nosotros en la harina de pescado nos mantenemos y luchamos por no caer, pero somos inestables en productividad”.

    De acuerdo con la Cámara Nacional de Pesquería (CNP), la harina de pescado es el segundo producto pesquero de mayor importancia en el país. Representó 12% de las exportaciones del sector en 2016 y 1,4% de las no petroleras en el mismo año.

    El sector generó USD 273 millones en 2016 en ventas totales, incluyendo exportaciones y comercialización en el mercado local.

    Además, cerca de 40% de su producción abastece la industria interna de balanceados, como la camaronera.

    El año pasado, las compras globales de harina de pescado ascendieron a 2,87 millones de toneladas. De estas, el principal mercado ha sido China, que alcanzó 38% de participación y calcula 59% en este año. Japón se ubicó en el segundo lugar con 12% .

    Del total, Ecuador generó 4% de las exportaciones mundiales (113 740 toneladas), según la CNP.

    Esto representó un crecimiento para el país y lo ubicó en el puesto nueve entre los exportadores de harina de pescado. Sin embargo, el país no se acerca a exportadores como Perú, que tuvo el 25% del mercado con 643 836 toneladas en 2016; y otros como Chile (8%) y Dinamarca (7%), Vietnam y Estados Unidos.

    Bajo esa coyuntura, la caída que ha venido mostrando en el país durante 2017 preocupa al sector.

    Empresa Pesquera Polar es el principal exportador de harina de pescado, con USD 27,8 millones, de acuerdo con Fedexpor. Su director, Carlos Ernesto Cacao, asegura que la caída en la producción ha sido alrededor de 40% con relación al año anterior.

    Este empresario afirma que en ello influyeron las condiciones oceanográficas y climáticas de esta temporada. Cacao considera que el descenso ha sido más evidente durante el segundo semestre y calcula que la producción bajará a la mitad de la que hubo en el período anterior.

    La falta de tecnificación del sector también afecta. Por ejemplo, algunas empresas aún utilizan el viejo método del secado con fuego directo, mientras que en otros países se apunta al secado con aire caliente.

    En el país, las primeras empresas exportadoras de harina de pescado surgieron en la década de los años ochenta. Es un producto elaborado principalmente con peces pequeños, oleaginosos (que almacenan aceite) y huesudos, como la anchoveta. Son sometidos a etapas de cocción, prensado, secado, enfriado, molienda y envasado.

    Por su alto nivel nutritivo, la harina de pescado se utiliza para la alimentación de peces y crustáceos, además de la ganadería.

    El director de Pesquera Polar asegura que por la baja en la productividad y una mayor demanda interna de harina de pescado (dado el crecimiento del sector camaronero), Ecuador se convirtió en importador del producto. Cacao añade que el país ha importado de Perú cerca de 9 000 toneladas de harina de pescado.

    Empresa Pesquera Polar es de las principales exportadoras del país en su área de acuerdo con cifras de la Federación Ecuatoriana de Exportadores. Su planta está en Salango, Manabí. Foto: cortesía Empresa Pesquera Polar
    Empresa Pesquera Polar es de las principales exportadoras del país en su área de acuerdo con cifras de la Federación Ecuatoriana de Exportadores. Su planta está en Salango, Manabí. Foto: cortesía Empresa Pesquera Polar
  • 48 000 toneladas de harina consume el país

    Modesto Moreta  (I)  redaccion@revistalideres.ec

    La industria molinera, el año pasado, importó unas 624 000 toneladas de trigo para abastecer a las firmas productoras de fideos, pastas, galletas y de panificación en el país. La producción local logró 3 000 toneladas, que representan el 2% de la demanda nacional.

    Según un estudio elaborado por la Asociación Ecuatoriana de Molineros (Asemol), anualmente la demanda de trigo se incrementa entre el 2 y el 3%. Según el informe, de cada tonelada de trigo que se muele el 78% es harina, es decir, se obtienen 468 000 toneladas. El resto fueron subproductos como afrechillo y cáscara de trigo, que fue comercializado a las fábricas productoras de balanceados.

    Diego Córdoba, presidente de Asemol, explica que el gremio trabaja en la ejecución de un proyecto para incrementar el número de hectáreas de trigo en el país con una inversión de USD 200 000. La idea es llegar a producir 5 000 hectáreas en el largo plazo. “Lo que buscamos es contar con una semilla de calidad para distribuirla a los agricultores y fomentar la producción interna”.

    El dirigente asegura que el 98% del grano que se muele actualmente es importado de Canadá y EE.UU., los principales mercados de abastecimiento. Cita por ejemplo, que las 13 empresas que integran la Asociación anualmente importan 400 000 toneladas de Canadá, 200 000 de EE.UU. y el resto de otros países. Eso generó 24 000 puestos de empleo directos e indirectos a escala nacional.

    El costo por tonelada del grano extranjero es de USD 300 y para el trigo nacional, USD 480. “La idea es pagar buenos precios para incentivar al agricultor a que trabaje en la producción del grano”, señala Córdoba.

    Las provincias que más consumen la harina son Pichincha, Guayas, Azuay y Tungurahua. “Para el próximo año, las importaciones serán casi similares, porque normalmente el crecimiento de la industria molinera es similar al de la población. Creemos que el próximo año será un año complicado”, menciona Córdoba.

    En la actualidad la provincia de Bolívar es una de las mayores productoras de trigo, le siguen Cotopaxi, Imbabura y Carchi.

    Una de las empresas insignias de Ambato es Molinos Miraflores que funciona hace 330 años. Al momento procesa 800 quintales al día que son distribuidos y comercializados en los mercados de Ambato, Latacunga, Francisco de Orellana, Riobamba, Tena, Quito, Guayaquil y otras ciudades.

    Raúl Lara, su gerente, menciona que Molinos Miraflores pasó por todos los tipos de sociedad reconocidos en un principio por el Código Civil y luego por la Ley de Compañías. En 1983, esta firma se constituyó como Sociedad Anónima. Según el ejecutivo, el proceso de crecimiento tuvo un despegue en el 2010.

    “Hemos crecido en un 60% con relación a las cifras registradas en el 2007. Esto se debe a la calidad del producto. Hemos ingresado a los mercados que anteriormente eran ocupados por otras marcas”, señala Lara.

    En el 2008, se invirtió USD 1 millón en la adquisición de equipos de última generación para la molienda. En la actualidad produce 60 toneladas por día. El valor agregado de Molinos Miraflores fue asumir la distribución de grasas, azúcar y demás insumos básicos para la panificación. “La idea es servirles con todos los insumos para que no se paralice el trabajo”.

    Eso les permitió aumentar sus ventas de harina en el país y subir a 49 el número de empleados directos y más de 1 200 indirectos. Además de la importación de las 2 300 toneladas de trigo cada dos meses del Canadá, se adquieren 100 toneladas del grano nacional.
    Otra de las empresas del sector es Molinos San Luis de Carchi.

    Esta procesa 8 000 de las 624 000 toneladas importadas. Produce entre 10 000 y 12 000 sacos de harina mensuales. Allí trabajan más de 500 personas en forma directa e indirecta. Los principales mercados a los que llega con su producción son Carchi, Imbabura, Pichincha, Cotopaxi, Chimborazo, y Tungurahua.

    Raúl Lara, gerente de Molinos Miraflores de Ambato, abastece con su harina a Ambato, Latacunga, Puyo, Francisco de Orellana, Riobamba, Tena, Quito, Guayaquil y otras ciudades. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES.
    Raúl Lara, gerente de Molinos Miraflores de Ambato, abastece con su harina a Ambato, Latacunga, Puyo, Francisco de Orellana, Riobamba, Tena, Quito, Guayaquil y otras ciudades. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES.