Etiqueta: hecho

  • Un aliño hecho con plantas tradicionales

    Marcel Bonilla

    Contenido intercultural

    Relacionadas

    Cuatro clases de aliños se preparan en Esmeraldas mediante la utilización de plantas tradicionales como la chillangua, orégano, albahaca y chirarán.

    La marca de aliños La Kosta recoge los secretos tradicionales de las prácticas gastronómicas ancestrales de la parroquia Tachina, de donde es originaria su propietaria Karol Valencia.

    Esta iniciativa parte de una receta tradicional que esta emprendedora aprendió desde niña y que hace dos años decidió ponerla en marcha con la ayuda del Ministerio de Industrias.

    A través de esa institución se logró obtener las notificaciones sanitarias, ser parte de procesos de posicionamiento de la marca del producto y presentarse en las ruedas de negocios.

    Los productos de la marca La Kosta están hechos para adobar mariscos y pescado, que son parte de la dieta en Esmeraldas. También para carnes blancas y rojas, con un sazonador parrillero, así como el chimichurri picante, elaborado a base de ají seco deshidratado.

    Estos son productos gourmet con un toque de ancestralidad, en el que se recoge antiguas costumbres de cocinar mediante el uso de sus propias plantas para condimentar el tapa’o de pescado.

    Esta iniciativa recoge secretos tradicionales de las prácticas gastronómicas ancestrales de Tachina. Foto: Marcel Bonilla/ LÍDERES
    Esta iniciativa recoge secretos tradicionales de las prácticas gastronómicas ancestrales de Tachina. Foto: Marcel Bonilla/ LÍDERES

    Las plantas, base de la materia prima, se cosechan en la parroquia Tachina, una población rural de Esmeraldas dedicada ancestralmente al cultivo en pequeños huertos familiares.

    Valencia explica que la propuesta surgió como parte de un emprendimiento de asados; allí condimentaba con sus propios aliños que gustaba a sus clientes.

    Después de dejar el negocio de asados se dedicó a dar vida a su receta de aliños con plantas con asesorías técnicas hasta conseguir el aval de la Agencia de Regulación y Control Sanitario (Arcsa), hasta implementar un área donde funciona su negocio.

    La inversión realizada en los últimos tres años supera los USD 8 000. El dinero sirvió para la construcción de un área donde se preparan los aliños, elaboración de etiquetas, compra de recipientes de vidrio, máquinas para el envasado al vacío y en saché.

    La producción mensual es de 400 unidades de 250 gramos, y tiene un costo de USD 3,75. Su comercialización se realiza en las tiendas de Esmeraldas y dos más en valle de Los Chillos, al oriente de Quito, donde ya tiene mercado.

    La duración de los productos es de seis meses en frascos de vidrio y saché. “Esta es una muy buena alternativa para la cocina esmeraldeña y del país con aliños naturales”, señala Gabriela Zambrano, directora del Ministerio de Industrias en Esmeraldas.

    Desde hace un mes empezó la elaboración de un plan de negocios con la ayuda de la Dirección de Fomento Productivo de la Prefectura de Esmeraldas, que aporta con USD 3 400 en el levantamiento de la información, que permite abrirle un mayor mercado.

    Con el plan se bajarán los costos de producción. Por ahora son altos debido a que no se produce en grandes cantidades. El plan permitirá mejorar la producción y llegar hacia otros mercados.

    Raúl Quintero, técnico de fomento productivo de la Prefectura, explica que trabajan en el posicionamiento de la marca, mejorar su presentación, bajar de costo, empaque y optimización del proceso de producción.

    Mientras dure la investigación se harán planes de mejoras para la sostenibilidad del emprendimiento y aumentar el volumen de producción. Karol Valencia dice que dar valor agregado a la producción de plantas que se produce en el recinto El Tigre de Tachina-Esmeraldas permitirá a las familias conservar la tradición de seguir sembrando chillangua, chirarán y albahaca.

    Karol Valencia es la creadora de los aliños que llevan la marca La Kosta. Foto: Marcel Bonilla/ LÍDERES
    Karol Valencia es la creadora de los aliños que llevan la marca La Kosta. Foto: Marcel Bonilla/ LÍDERES
  • El empastado artesanal hecho en Guaytacama

    Redacción Quito

    Relacionadas

    Un helado de leche cubierto con una capa de chocolate crocante. Esa es la carta de presentación de La Chalupita.

    Este emprendimiento familiar elabora “empastados” de chocolate y helados de frutas.
    Luis Aníbal Chancusig, de 53 años y su esposa, María Luisa Casa de 52 están detrás de este trabajo. Ambos afirman que el valor agregado de su producto está en el sabor de la crema artesanal de leche que elaboran para la paleta.

    La Chalupita está ubicada en la parroquia de Guaytacama -perteneciente al cantón Latacunga- en Cotopaxi. Luis Aníbal Chancusig detalla que su emprendimiento lleva 13 años en este sector.

    El arte de hacer helados Chancusig lo aprendió en 1978, cuando trabajó en una empresa privada que elaboraba lácteos.

    En la firma, este emprendedor se encargaba de empacar los quesos y envasar helados y mantequilla. Trabajó en la empresa hasta el 2002, año en el que tenía un solo objetivo: emprender en un negocio propio de helados.

    Doce meses después, en el 2013, y luego de planificar todo el proyecto, Luis Aníbal Chancusig y su esposa crearon su emprendimiento de helados llamado, en principio, La Paisanita.

    Para esto consiguieron un predio en el centro de Guaytacama en el que instalaron una pequeña planta para procesar la leche y otros derivados. Esto lo costearon con un crédito con una entidad financiera pública.

    Chancusig señala que en el 2009 cambiaron de nombre su emprendimiento por el de La Chalupita. El nombre es un juego de palabras entre las iniciales de los apellidos de la familia, detalla María Luisa Casa. Para el 2010 readecuaron la actual planta que consta de un área de procesamiento de leche y crema de leche, máquinas que preparan el chocolate y las frutas; refrigeradoras y una empacadora. Para esto invirtieron alrededor de USD 20 000.

    Para la elaboración de los empastados La Chalupita, el emprendedor explica que utiliza ollas industriales o marmitas, como las llama Luis. También, tienen máquinas para enfriar, mezclar y pasteurizar la leche. Asimismo, utilizan los moldes para formar el empastado.

    La capacidad de producción de la planta es de 5 000 unidades de helados por semana. Para eso usan 300 litros de leche.

    En toda la cadena productiva trabajan los cinco hijos de Luis Aníbal y María Luisa. Por ejemplo, Alex Chancusig, de 25 años, se encarga de empacar el producto y entregarlo en los diferentes puntos de venta en el país.

    En empaques, su proveedor es Plastifull, firma ubicada en Quitumbe, en el sur de Quito.
    Daniel López, gerente de la empresa, indica que el acercamiento con La Chalupita se realizó en el 2013, durante un viaje a Otavalo.

    “La consistencia, cremosidad y resistencia en el chocolate me llamó la atención por lo que enseguida me comuniqué con el emprendedor”. Dos semanas después concretaron el negocio y Plastifull se convirtió en su proveedor de empaques.

    Con el tiempo, La Chalupita consolidó clientes en Guaytacama, en Otavalo y en Ibarra; vende el producto en tiendas y cadenas de supermercado.

    Para el 2017, el emprendimiento quiere introducir nuevos sabores y formatos. Además, elaborará un helado ‘light’.

    Alex Chancusig, María Luisa Casa y Luis Aníbal Chancusig son los responsables de La Chalupita. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Alex Chancusig, María Luisa Casa y Luis Aníbal Chancusig son los responsables de La Chalupita. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Bernal Hats, un negocio hecho de pura paja

    Ivanna Zauzich / Redacción Cuenca

    Unos 2 000 sombreros de paja toquilla reposan en un taller en el centro de Cuenca. Hay blancos, negros, rosados, de hombre y de mujer… Están listos para ser empacados y exportados hacia EE.UU., Alemania, Inglaterra y otros 15 países donde se comercializan.

    La firma detrás de este negocio se llama Bernal Hats, que funciona desde 1987 en la capital azuaya. El año pasado facturó cerca de USD 130 000.

    El gerente de esta iniciativa cuencana, Hugo Bernal, creció entre los sombreros de paja toquilla, porque su padre, abuelo y bisabuelo trabajaban en este segmento productivo. Ellos tejían el sombrero campana (sin terminar para darle la forma), que era comercializado a firmas estadounidenses, que le daban valor agregado con cintas y tejidos y lo vendían más caro.

    Bernal identificó una oportunidad de negocio e invirtió 6 millones de sucres (unos USD 10 000 al cambio en 1987), para adquirir tejidos e iniciar la producción. Este cuencano y su esposa, Elsa Aguirre eran los únicos empleados.

    Ellos compraban las piezas campana a los artesanos de Manabí y Cuenca. Agregaban su tejido y teñían; así crearon sus propios diseños. Bernal no solo heredó de su padre la pasión por los sombreros, sino los contactos de empresarios que llevaban estos productos al exterior.

    Se comunicó con ellos y envió sus productos a Australia y EE.UU., en 1987. Su facturación promedio anual era de 36 000 sucres (unos USD 180 al cambio de ese año). Conforme crecía el negocio, también los destinos a los que Bernal Hats exporta. Por mencionar algunos: Suiza, Japón, Brasil, Colombia…

    [[OBJECT]]

    A pesar de esa acogida en otros destinos, la crisis bancaria de 1999 en Ecuador fue un tropiezo para Bernal Hats. Sus proveedores -que son artesanos- emigraron hacia España y EE.UU., y era difícil encontrar manos que elaboraran los sombreros. No obstante, “los retos surgen para fortalecernos y encontramos nuevos talentos con los que aún trabajamos”.

    De eso da fe Julia López, quien vende los sombreros campana a esta firma. Destaca la seriedad y transparencia de este emprendedor. Los pedidos crecen o bajan de acuerdo con la temporada, “pero se preocupa, porque tengamos trabajo y pagar bien nuestra labor”.

    La relación es positiva con sus proveedores y con clientes. Chris Rodríguez compra cerca de 40 sombreros que comercializa durante el verano (entre junio y agosto) en Nueva York. Hace ocho años conoció el producto por un amigo y lo compró para su tienda de artesanías. “Esta marca tiene acogida por la calidad de su tejido y diseños diferentes”.

    Desde el 2009, Bernal apostó por impulsar su producto en el mercado nacional. Desde ese año ha invertido más de USD 15 000 para arrendar tres locales (centro, sur y noreste de Cuenca), en donde exhibe sus creaciones. Además, desde abril pasado se sumó a la iniciativa Rikuna, que agremia a 15 firmas cuencanas de cerámica, chocolate, joyería en plata, vitrofusión, cuero, aluminio…

    La presidenta de Rikuna, Silvia Di Rosa, explica que invitaron a Bernal Hats a integrarse por su trayectoria en el mercado y porque su producto, al igual que los otros socios, refleja la identidad cuencana. “La calidad de estos sombreros es excelente y la acogida ha sido igual”.

    Teresa García visitó Cuenca en agosto pasado y compró una cartera de paja toquilla y cuero de Bernal Hats. Destaca la calidad del tejido y diseño. “Se suele pensar que los bolsos extranjeros son mejores, pero la artesanía local no tiene que envidiar a otros países”.

    En la actualidad, Bernal Hats tiene tres empleados que le dan los detalles finales al producto. Los sombreros campana son comprados a más de 30 artesanos en Cuenca y Montecristi.

    Más sobre la firma

    • La calidad. Esta se mide por la cantidad de fibras en cada pulgada. Los sombreros de Bernal Hats tienen entre 13 y 53 fibras por pulgada
    • Los otros productos. Carteras, billeteras, monederos, portacheques, adornos, entre otros.

    LA INSIGNIA

    ‘La calidad en un espacio familiar

    Verónica Carchipulla / área de prensa

    Me desempeño en el área de prensa, es decir, donde se le da forma a los sombreros. Trabajo hace más de un año, y aunque es poco tiempo he aprendido cosas valiosas sobre este oficio. Los sombreros de paja toquilla son una herencia cultural de Cuenca y disfruto aprendiendo sobre su elaboración. Además, me da mucho orgullo que nuestro trabajo sea admirado en 18 países a escala mundial.

    La empresa es pequeña y familiar y eso nos hace sentir como en el hogar. El Gerente es amable y eso se refleja en el ambiente laboral que es libre de presiones.

    Bernal Hats es una firma en la que prepondera la calidad sobre la cantidad, por eso el trabajo es calmado para hacerlo bien. Eso da la oportunidad de aprender y hacer un buen trabajo.

    Un sombrero de paja toquilla de nuestra calidad es una obra de arte. Se necesita tiempo para tejer, teñir, revisar… para que el producto final sea perfecto y los clientes se sientan satisfechos con el producto. Generar ese bienestar en el consumidor es nuestra tarea.