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  • En Puembo se produce cerveza de herencia alemana

    Patricia González

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    En Bavaria, Alemania, la cerveza es una bebida arraigada en la cultura de ese país, incluso se consume junto con el desayuno. Allí vivió por cinco años, mientras estudiaba Administración de Empresas, Uli Hahl, un alemán de madre ecuatoriana, que reside en el Ecuador desde hace ocho años.

    La cerveza es parte de su cultura y herencia familiar -su bisabuelo tuvo una cervecería en Alemania a comienzos del siglo XX-. Durante su época universitaria, la elaboración de la bebida en casa se convirtió en un ‘hobby’.

    Cuando llegó al Ecuador se dio cuenta que al país le faltaba cultura cervecera. “La mayoría de las personas solo conocía la cerveza industrial”, comenta. Durante sus primeros años en el país, trabajó en negocios de importación, hasta que decidió emprender en la industria de la cerveza.

    El proyecto fue ideado hace cuatro años, junto con su socio Stefan Nestler, quien se sumó directamente desde Alemania. También se integraron como inversionistas tres primos de Hahl: Santiago Novillo, Andrés y Paúl Salas.

    Páramo Brauhaus (cervecería en alemán) arrancó operaciones en el 2014, en una casa en la parroquia de Puembo, en Quito, con una producción de 1500 litros de cerveza al mes. La inversión inicial que requirió el proyecto fue de USD 100 000.

    Un año después, se mudaron a una planta de mayores dimensiones, en Puembo, donde la producción actual es de 15 000 litros de cerveza al mes. Junto a la planta hay un restaurante de comida alemana, en el que atienden de viernes a domingo.

    La cerveza se compone de cuatro ingredientes básicos: agua, malta, lúpulo y levadura. Pero se pueden lograr diversos estilos, según las versiones de malta, lúpulo o levadura utilizados, y la temperatura a la cual se fermenta.

    Uli Hahl, gerente general de la cervecería, destaca la calidad de las cervezas artesanales que se producen en el país. Reconoce, no obstante, que aún falta experiencia y tecnología para lograr mejores productos.

    Páramo Brauhaus se inspira en la cerveza alemana. Desarrolla cerca de 15 estilos, siendo cinco los principales: Weissbier (rubia, de trigo, con toques de plátano), Altbier (roja y maltosa), Kölsch (rubia, refrescante), Pale Ale (aromática y frutal) y Stout (negra, con toques de café).

    Con la Pale Ale ganaron una medalla de plata en el concurso Cervezas de América, celebrado en Chile; donde también fueron merecedores de otra medalla de plata por una cerveza de temporada, denominada Weizenbock.

    Los productos de la cervecería se comercializan en locales de las cadenas Megamaxi y Supermaxi, en hoteles, bares y restaurantes. Entre las provincias de Pichincha y Guayas suma más de 50 clientes.

    En Birras, un restaurante-bar ubicado en el cantón de Samborondón (Guayas), se venden los productos de Páramo Brauhaus desde la inauguración del local, el pasado mayo. Semanalmente, Birras le compra 10 barriles.

    “Páramo se ha ganado un nombre en Birras. La gente llega para repetir el estilo de cerveza que más le gustó”, comenta Xavier Baquerizo, propietario.

    El estilo de mayor rotación en el local es Kolsch. La presentación de 300 mililitros en cualquier versión se vende a USD 3,50. La de 500 ml, a USD 6,50; mientras que la de 1 lt, en USD 9,99.

    En La Aurora, un restaurante localizado en el sector de La Floresta, en Quito, también se venden las cervezas Páramo Brauhaus, en todos sus estilos.

    “Es buena la rotación, porque el producto es de calidad y el precio también es competitivo”, resalta Diana Herrera, propietaria.

    El 2016, la cervecería facturó USD 450 000. Aunque el comienzo del año fue difícil, Hahl prevé un cierre de facturación superior al del pasado año, con buenas expectativas para el último trimestre. Para finales del 2017, la empresa cervecera proyecta comenzar a exportar a Alemania.

    Páramo Brauhaus produce 15 estilos de cerveza, en su mayoría inspirados en la cerveza alemana . Están en locales de Pichincha y Guayas. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Páramo Brauhaus produce 15 estilos de cerveza, en su mayoría inspirados en la cerveza alemana . Están en locales de Pichincha y Guayas. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • La fritada de cajón es una herencia kichwa

    Washington Benalcázar

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    Al igual que lo hacía su abuela y su madre, Nancy Cotacachi tomó la posta para elaborar fritadas de cajón, una de las delicias de la gastronomía indígena de la capital de Imbabura.

    Este plato de carne de cerdo se ofrece acompañado de papas cocinadas con cáscara y maíz tostado. El ají, molido en piedra y sazonado con cebolla larga, es el compañero infaltable del manjar.

    Según Hugo Benalcázar, director de la Escuela de Chefs GTH, es un plato de origen popular que ahora encanta a todos.

    Una de las características de este negocio es que los alimentos se guardan, hasta que son solicitados por los comensales, en pequeñas urnas de madera y vidrio. De ahí el nombre de fritadas de cajón.

    El local de Nancy Cotacachi lleva el nombre de Fritadas Eloy Alfaro N° 2. Es uno de los cinco últimos locales que aún quedan en la ciudad de Ibarra.

    La emprendedora, de 40 años de edad, instaló la picantería en el 2015, en un costado de la avenida Eloy Alfaro, antiguamente conocida como la Calle Larga.

    En este ramal se concentran la mayoría de este tipo de negocios. Cotacachi explica que varias propietarias de los lugares de expendio de las fritadas ibarreñas, como también se les conocen, son parientes que heredaron la receta de Rosa Elena Maiga, su abuela materna, que hoy tiene 93 años.

    Juan Carlos Morales es un cliente frecuente. Comenta que le atrae el sabor de la carne, que es sazonada con achiote molido en piedra.

    Otra característica es que, a comparación de otras fritadas, la carne es totalmente seca.
    Curiosamente los locales, de venta de las fritadas de cajón, atienden en horario vespertino. Nancy Cotacachi, que tiene su local frente a la Empresa de Movilidad del Norte, abrió en la mañana, para atraer al público.

    Sin embargo, no pudo romper la tradición de este platillo, que se ha constituido en una sobremesa de la tarde y noche.

    Desde ahí, Cotacachi abre las puertas de su emprendimiento de 16:00 a 19:00. El local, que tiene un diseño arquitectónico rústico, acoge masivamente a los amantes de esta golosina. Su propietaria calcula los ingresos diarios en aproximadamente USD 250.

    Ese monto incluye el capital para la compra de materia prima (carne, papas, maíz..), el pago del arriendo del local y utilidades.

    Para montar el negocio, Nancy Cotacachi, invirtió USD 6 000. Para ello recurrió a créditos en instituciones financieras.

    Está satisfecha porque tiene un negocio propio, que le permite mantener a su familia, y porque ha podido preservar viva esta tradición, que caracteriza a los kichwas de la ‘Ciudad Blanca’.
    Los indígenas de Ibarra son, en su mayoría, descendientes de migrantes que llegaron hace un siglo de localidades rurales, como Quinchuquí, cantón Otavalo.

    Las mujeres mantienen aún los trajes tradicionales del pueblo Otavalo, matizado con blusas blancas bordadas con figuras de colores, y los anacos (faldas) de tonos oscuros.

    De acuerdo con las crónicas históricas, los recién llegados se instalaron en los alrededores de la actual avenida Atahualpa, en Azaya y la avenida Eloy Alfaro.

    La mayoría eran carniceros expertos en la comercialización de cerdo y sus derivados.
    Algunas mujeres kichwas optaron por elaborar la fritada de cajón. La idea de guardarla en una urna era que la carne y sus guarniciones permanezcan calientes y libres del polvo.

    Nancy Cotacachi no es una improvisada. Hace dos años ganó el primer lugar durante la Feria Gastronómica Saberes y Sabores de Imbabura, organizado por la Dirección de Turismo y Cultura del Municipio de Ibarra.

    Comenta que la mayoría de sus clientes son imbabureños, de lunes a viernes, y turistas o ibarreños que han migrado, los sábados.

    Muchos le han recomendado abrir una sucursal. Está estudiando la posibilidad de instalar un nuevo local en Otavalo. Comenta que posiblemente el nombre será fritadas de cajón de Ibarra.

    La ibarreña Nancy Cotacachi inició su emprendimiento gastronómico familiar hace dos años, con préstamos. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    La ibarreña Nancy Cotacachi inició su emprendimiento gastronómico familiar hace dos años, con préstamos. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • Su plato tiene una herencia gastronómica de 100 años

    Redacción Quito

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    En Ibarra (Imbabura) casi todos conocen al Alpargate. Este restaurante de comida tradicional y sitio de eventos cuenta con una tradición de más de 100 años y durante todo ese tiempo ha logrado ser conocido gracias a su propuesta gastronómica denominada plato típico.

    El platillo reúne ingredientes andinos, como: carne colorada, queso amasado, mote, empanada de maqueño, chorizo artesanal, aguacate, encurtido y papas con mapahuira (manteca de cerdo).

    Wilson López, parte de la cuarta generación que está al frente del negocio, cuenta que este plato se ha ido consolidando con el tiempo. Además, como entrada se sirve con un pequeño plato de tostado, chochos y habas que puede ser acompañado de un ají molido en piedra. Y de postre el comensal recibe helado de paila, típico de Ibarra.

    Toda esta propuesta, cuenta López, se ha ido consolidando con el paso de las décadas. En principio, incluso, cuenta que el plato llevaba cuero y canguil.

    “Hemos depurado el plato con el paso de los años. Lo hemos mejorado para ofrecer un producto de buena calidad”, dice López.

    El local que maneja López es el tercero y lo abrió hace 15 años. En un terreno fruto de una herencia montó su restaurante y en principio recuerda que invirtió unos USD 500 para adquirir una cocina, sillas, mesas y demás insumos. Así nació El Alpargate de los Tejares.

    Con el paso de los años el negocio se fue consolidando y también se convirtió en un centro de eventos. El sitio ofrece la posibilidad de celebrar recepción de bodas, bautizos, eventos corporativos, etc. Cuenta con una capacidad para recibir a unas 250 personas y cuenta con áreas verdes para realizar encuentros al aire libre.

    Este negocio creció de la mano de toda una familia. La esposa de López, Margarita Aguirre, se encarga de la cocina. Sus hijos, Édison y Margarita López también ayudan en el restaurante los fines de semana. Su nuera, Belén Rivadeneira, también colabora ahora en el impulso de la marca.

    Los fines de semana, a El Alpargate de los Tejares llegan entre 150 a 200 comensales y gracias a ello sus ingresos netos ascienden, en promedio, a USD 2 200.

    La familia López Aguirre busca aprovechar la marca y expandir sus servicios. Entre los proyectos está convertir al sitio en una hostería para ofrecer también el servicio de hospedaje.

    Además, la marca tradicional también se promociona en redes sociales como Facebook e Instagram para atraer a nuevos comensales.

    Camilo Ponce, comunicador imbabureño, asegura que es cliente de El Alpargate desde que era niño. Ponce todavía acude al local debido a que el plato se ha convertido en una tradición y costumbre en muchas familias ibarreñas.

    Ponce comenta que incluso muchos exmandatarios y autoridades han pasado por el restaurante para degustar de la gastronomía ibarreña. Por ejemplo, el expresidente Jaime Roldós fue uno de sus clientes.

    Wilson López, propietario de El Alpargate de los Tejares, es parte de la cuarta generación que está al frente de este negocio. Foto: Sebastián Angulo / LÍDERES
    Wilson López, propietario de El Alpargate de los Tejares, es parte de la cuarta generación que está al frente de este negocio. Foto: Sebastián Angulo / LÍDERES
  • Tres generaciones de una fábrica de música

    Alberto Araujo   
    Contenido Intercultural (F)

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    Con un solo vistazo, un breve rasgado y sentir el peso en sus brazos, William Cavero conoce la calidad de una guitarra. Desde hace 40 años las vende en Quito y desde hace 35, las fabrica.

    Su negocio está ubicado en pleno Centro Histórico de Quito en las calles Flores y Pereira, a la vuelta del Colegio de los Sagrados Corazones y a media cuadra de la plaza de Santo Domingo.

    Único dependiente y vendedor en su local, con la ayuda de una pequeña lija Cavero arregla el mástil (brazo) de una guitarra. Solo lo acompaña el retrato de su madre que falleció años atrás y sus instrumentos de cuerda, viento y percusión que descansan sobre soportes, cuelgan de ganchos y duermen en vitrinas a la espera de un comprador: guitarras, charangos, bandolines, requintos, bombos, rondadores, bongos, maracas y chajchas.

    El oficio de elaborar instrumentos lo aprendió en su adolescencia de un tío en la ciudad de Catarama, su tierra natal ubicada en la provincia de Los Ríos, a pocos minutos de Guayaquil.
    Cuando llegó a los 18 años de edad, se desplazó a Quito para cumplir con el servicio militar y decidió radicarse en la capital.

    Ahí emprendió con el negocio de la venta de instrumentos musicales en el local del Centro Histórico, que desde hace 40 años arrienda a las religiosas de la Orden de los Sagrados Corazones.

    Pocos años después de tener el local, hacia finales de los años 70 y con la ayuda de un operario, se puso su primer taller.

    Para ello, adquirió maquinaria como sierras, lijadoras y herramientas varias para darle forma a la madera previamente tratada.

    La cuerdas para las guitarras, las compraba en Sangolquí y la madera de cedro y pino, la conseguía de proveedores locales.

    Poco a poco comenzó a crecer su negocio y ello dio lugar a la apertura de un segundo local y taller en la Mariana de Jesús y 10 de Agosto. Incluso con el incremento de sus ventas abrió un tercer taller en el sector de El Labrador.

    Llegó a tener a cargo hasta cuatro trabajadores que producían de cuatro a cinco guitarras semanalmente y unos 100 pares de maracas hechas de cuero cada mes, entre otros instrumentos de cuerda y de percusión.

    “El secreto está en la madera”, cuenta. Generalmente es de pino, pero hay de varias calidades. Incluso guitarras para artistas profesionales que superan los USD
    2 000 se fabrican con capulí.

    “El oficio era rentable hasta que llegaron las guitarras chinas con el inicio de la dolarización”, dice Cavero. “El mercado chino dañó todo. La gente se malenseñó a ver brillo, nada más. No calidad”.

    Los bajos precios de la producción en masa le obligaron a cerrar el local de la av. Mariana de Jesús y prescindir del servicio de los operarios del taller y los dependientes de los locales.
    Ahora solo él fabrica una o dos guitarras a la semana y unos cinco u ocho pares de maracas al año.

    Pero el oficio no morirá con él. William Cavero heredó a sus hijos el conocimiento para la fabricación de instrumentos musicales.

    Y para contrarrestar el ‘dumping’ musical de la China, compra guitarras a artesanos de Tizaleo con costos más económicos.

    Uno de sus clientes es Tarquino Cruz Ramírez, ambateño radicado en Guayaquil desde hace 25 años, que tiene un local de instrumentos folclóricos.

    Bombos, maracas y rondadores son de los productos ‘sello Cavero’ que más se cotiza. Pero sobre todo, Cruz destaca la calidad de los charangos, hechos a mano, con cuidado y buena madera.

    Uno de estos instrumentos puede costar entre USD 90 y 200. Mientras que los precios de las guitarras van desde los USD 70 hasta los 2 000.

    William Cavero es un artesano que elabora guitarras e instrumentos folclóricos de madera de cedro, pino y capulí desde hace 35 años. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
    William Cavero es un artesano que elabora guitarras e instrumentos folclóricos de madera de cedro, pino y capulí desde hace 35 años. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
  • Gremios empresariales reiteran pedido de archivo de leyes de plusvalía y herencia

    Evelyn Tapia

    “Sobre estos proyectos no cabe ningún tipo de diálogo ni discusión, ya el pueblo se ha pronunciado en las calles y redes sociales”. Fue así como Henry Kronfle, presidente del Comité Empresarial Ecuatoriano, junto a los representantes de otros 15 gremios empresariales nacionales, se sumaron la mañana del viernes 12 de junio del 2015 en Guayaquil al pedido de que se archiven los proyectos de Ley referentes al impuesto a la herencia y plusvalía que se tramitan en la Asamblea.

    El pedido se lanzó el 11 de junio del 2015, desde la Federación Nacional de Cámaras de Comercio y esta mañana, los empresarios reiteraron su solicitud.

    Enrique Pita, presidente de la Cámara de Construcción de Guayaquil, señaló que desde que se hizo el anuncio del impuesto a la plusvalía se han registrado interrupciones en los procesos de inversión y negociaciones dentro del sector de la vivienda.

    Mientras que Richard Martínez, presidente de la Federación Nacional de las Cámaras de Industrias del Ecuador, señaló que ya se estiman unos USD 300 millones de inversión que han sido paralizados por el anuncio, en el sector de la construcción, industria y comercio. “El 85% del empleo es generado por el sector privado, si a una empresa le va mal se va a afectar todo el desenvolvimiento de esa empresa, se afecta también el empleo”, dijo Martínez.

    Los empresarios también lamentaron que la estabilidad normativa que habían solicitado el pasado 2 de marzo en su reunión con el presidente Rafael Correa, no se esté dando en un año difícil para la economía.“Hacemos un llamado al Gobierno a no romper el diálogo, porque estos temas (los proyectos de Ley) deberían ser en consenso previo a su envío a la Asamblea Nacional”, señaló Kronfle.

    En la reunión, los empresarios afirmaron que no participarán ni convocarán a movilizaciones.

    Henry Kronfle, presidente del Comité Empresarial Ecuatoriano, junto a los representantes de otros 15 gremios empresariales nacionales, se sumaron al pedido de que se archiven los proyectos de Ley referentes al impuesto a la herencia y plusvalía. Foto: Arc
    Henry Kronfle, presidente del Comité Empresarial Ecuatoriano, junto a los representantes de otros 15 gremios empresariales nacionales, se sumaron al pedido de que se archiven los proyectos de Ley referentes al impuesto a la herencia y plusvalía. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.