El Taller Sin Fronteras de propiedad de los hermanos Gálvez guarda 19 años de historia. Son dos salas contiguas. En una, hay una gran estantería de madera con sus trabajos más recientes: piezas a escala que retratan la identidad nacional. En la otra, una máquina de corte láser, de gran tamaño, que ha reducido los tiempos para la elaboración de cada pieza a solo minutos.
Fue en 1997, ante la escasez de ofertas estables de empleo, cuando Arnaldo y Nelson Gálvez decidieron emprender, junto a un amigo que los acompañó por poco tiempo, un proyecto de artesanía. Un año después ya habían instalado un taller en su propia casa, ubicada en el sector Ferroviaria Alta, al sur de Quito.
Los primeros trabajos fueron figuras de Disney, elaboradas en esponja. Luego, cambiaron a espuma flex, material con el que las piezas adquirieron solidez. Hasta que, finalmente, el insumo para la elaboración de las figuras infantiles fue la madera tríplex.
La inversión inicial de este emprendimiento fue de 1 millón de sucres (cerca de USD 40). Posteriormente, gracias a un préstamo, invirtieron en maquinarias y materia prima para la elaboración de sus piezas artesanales.
Las figuras de los hermanos Gálvez, acompañadas de murales, decoraron espacios infantiles en hospitales, colegios y hasta dormitorios particulares.
En los últimos años, Taller Sin Fronteras evolucionó a la realización de piezas con identidad local. La historia y tradiciones del Ecuador fueron la base para la creación de personajes propios, que representan la cultura local, como el Sanjuanero, figura inspirada en el aruchico y el colibrí.
Estos personajes autóctonos ambientados en paisajes locales dieron color a 18 salas lúdicas de las Unidades Judiciales de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia, ubicadas en todo el país.
La identidad nacional también la trasladaron a la elaboración de juguetes, inspirados en hechos emblemáticos. Fue el caso del Telégrafo 1, el primer avión que surcó los andes ecuatorianos, o del Andino, el primer vehículo ensamblado en el país. Y, desde el año pasado, a la confección de casas patrimoniales e iglesias, como la de El Belén, en el sector de La Alameda, en Quito.
La empresa Dismade, distribuidora maderera, es una de sus clientes. “El trabajo es de primera calidad, cuidan mucho los detalles. Les gusta explorar el país y nuestra identidad, eso me atrae mucho”, dice Pilar Aizaga, propietaria de firma, que en 2016 realizó alrededor de 20 pedidos.
En los últimos meses, la situación económica, entre otros factores, los obligó a vender sus productos en las calles de la capital. Nelson, quien se encarga de la comercialización, lo lamenta. “En la calles, el producto pierde valor. Le gente pide menos de lo que vale una pieza”, manifiesta.
El Tren de Alfaro a escala y el Sanjuanero, personaje creado, son dos productos del Taller Sin Fronteras. Foto: Pavel Calahorrano / LÍDERES
Los dos hermanos menores de la familia, Danilo y Andrés Pontón, no quisieron quedarse atrás en su familia que se ha dedicado a los negocios por décadas y decidieron emprender por su cuenta.
La familia Pontón Romero es propietaria de la florícola Decoflor, ubicada en Lasso (Cotopaxi), que posee una finca de 150 hectáreas, de las cuales 75 sirven para el cultivo de flores. Por esta razón, Danilo y Andrés pensaron que el resto del terreno podría aprovecharse de mejor manera y decidieron apostar por la industria porcícola con el apoyo de su padre, Lizandro Pontón.
Para iniciar con su proyecto invirtieron unos USD 42 000 de sus ahorros que destinaron a implementar la granja porcina.
En principio, cuenta Danilo Pontón, el proyecto buscaba producir carne de cerdo para la comercialización a cadenas de restaurantes. Como parte de la logística de su negocio instalaron un centro de distribución en el sector de La Luz (norte de Quito) para llegar a sus clientes.
No obstante, al centro que sería solo un punto de abastecimiento, llegaron vecinos del sector demandando carne de cerdo al por menor. Los dos socios accedieron a vender al menudeo al cliente final y, poco a poco, se convirtió en un modo de venta habitual.
Pero los clientes ya no solo pedían carne de cerdo. También preguntaban por otro tipo de cárnicos como res y pollo.
Danilo comenta que notaron que vender al por menor resultó más rentable. Otra de las ventajas de comercializar al consumidor final era que el pago lo recibían inmediatamente, mientras que las cadenas de restaurantes o franquicias se demoraban en abonar por sus pedidos hasta 20 días.
“Nos dimos cuenta que el mismo volumen que nos pedían ellos se puede vender en el lapso de un día y cobrábamos ese momento”, asegura el emprendedor.
Con esos resultados, los hermanos Pontón apostaron por instalar un local comercial que se dedique exclusivamente a la comercialización de cárnicos. Así, el 15 de febrero del año pasado abrió sus puertas El Sueco.
El negocio buscó proveedores para distribuir más ítems. Por ejemplo, ganaderos de Santo Domingo de los Tsáchilas le entregan carne de res de la raza Angus. Lo propio Pollo Andino. Para abrir su primer local, Pontón cuenta que proveedores, gracias a su confianza, le vendieron a crédito insumos y herramientas de trabajo, como frigoríficos. “Abrimos el local casi sin dinero”, dice Pontón.
La apuesta por la carnicería dio resultados y gracias a las ventas abrieron otro local el 15 de noviembre del año pasado, que está ubicado en el sector de la avenida Real Audiencia (norte de Quito).
Pero ahora no solo comercializan cárnicos. El Sueco ha incrementado su portafolio de productos a embutidos, pescados y mariscos que les proveen productores de Manabí. Actualmente, entre los dos locales su facturación promedio mensual está entre USD 2 0 000 y 30 000. Mientras que las ventas a restaurantes ascienden a cerca de USD 10 000 al mes.
El Parrillero Asador, que cuenta con dos locales en los centros comerciales El Recreo y Quicentro Sur, es cliente de El Sueco. Francisco Fonseca, su propietario, sostiene que la carne es de “excelente calidad”. Mientras Cristian Molina, propietario del restaurante Toribio, destaca el manejo de las carnes, los cortes y los costos de los productos.
Danilo Pontón, uno de los propietarios de El Sueco, en su local ubicado en la avenida Real Audiencia, en el norte de Quito, que abrió sus puertas el 15 noviembre del año pasado. Foto: Paúl RIvas / LÍDERES
Cajas fuertes, muebles y equipos blindados para entidades financieras y empresas. Esta es la carta de presentación de Soracom, un emprendimiento familiar que se dedica a la elaboración de estos artefactos.
La iniciativa surgió con la intención de cubrir un nuevo nicho de negocios en el segmento de cajas fuertes, indica Lenin Chacua, gerente propietario de la empresa.
El quiteño de 29 años cuenta que siempre tuvo la visión de tener una empresa propia. Al graduarse en Ingeniería en Telemática -área que brinda conocimientos en Telecomunicaciones e Informática- en la desaparecida Universidad Tecnológica América, consiguió su primer trabajo en una firma afín al negocio de las cajas fuertes.
Sus competencias estaban en el área de ventas: “me encargué de vender cajas fuertes en Quito”.
Sin embargo, la firma para la cual trabajaba quebró en el 2013, detalla Chacua. Durante unos meses, el quiteño empezó a ofrecer el servicio en mantenimiento de las cajas fuertes de manera independiente hasta que en ese mismo año decidió abrir su propio negocio: Soracom. Para esto, invirtió un capital inicial de USD 400.
Con el dinero adquirió las planchas blindadas para iniciar la elaboración de las cajas fuertes. Con la idea de aumentar su capacidad de producción, Chacua alquiló una planta de producción que se ubica actualmente en el sector de Marianitas, en Calderón, en el norte de Quito. En este proceso, se sumó al proyecto Anderson Chacua, asistente administrativo de Soracom y hermano de Lenin.
Entre ambos contrataron a dos personas más para la elaboración de las cajas fuertes, muebles blindados como archiveros, sistemas de seguridad biométricos, separadores, vidrios blindados y otros artículos de seguridad interna.
La primera producción de Soracom, a escala industrial, se dio en el 2014. Elaboraron 14 archivadores cortafuegos; estos están elaborados con un material resistente al fuego. Además, son blindados.
Luego pasaron a la fabricación de las cajas de seguridad, su producto estrella.
Anderson Chacua cuenta que para fabricar las cajas de seguridad, utilizan las planchas metálicas blindadas. A estas se les da la forma, de acuerdo al tamaño o diseño del cliente; se aplica una capa gruesa de cemento y se la vuelve a revestir de placas metálicas.
El proceso de producción lleva de tres a cinco días, máximo; y en la planta los emprendedores cuidan que todos los detalles sean perfectos, dice Chacua.
Para esto adquirieron materiales como las planchas de acero, con certificaciones internacionales. Las compras se hacen con importadores locales.
Disaceros es una de los proveedores de Soracom. En esta distribuidora se vende materiales de construcción y acero. Diego Villegas, su propietario cuenta que los dueños de Soracom se acercaron a su local ubicado en el sector de Marianitas (Calderón), hace un año, para comprar planchas laminadas en caliente.
El material es el adecuado para la fabricación de las cajas fuertes. Esto porque es producido, calentado y presionado por medio de unos rodillos especiales industriales; lo que le da mayor flexibilidad al momento de manipular las planchas en el armado de las cajas fuertes, dice. Por la calidad del producto y la buena relación comercial entre ambas firmas, ahora Soracom también adquiere tuberías y electrodos para la elaboración de cajas fuertes. Las compras se hacen cada dos meses, cuenta Villegas.
Cada 15 días, Soracom invierte USD 300 para la adquisición de la materia prima. En cuanto a captación de clientes, el trabajo de ventas en Soracom inició puerta a puerta explica Lenin Chacua. El emprendedor detalla que armaron unas cajas de exhibición para visitar cooperativas de ahorro y crédito, entidades bancarias y empresas.
Hasta la fecha, la firma tiene un total de 25 clientes, de los cuales 18 están en el sector bancario. El resto son firmas de seguridad, comercio, entre otras.
La Cooperativa de Ahorro y Crédito San Francisco hace tres años adquiere cajas fuertes, puertas blindadas de bóvedas a Soracom. La entidad confió en la empresa quiteña por la seriedad de los emprendedores y la calidad del producto. Por eso adquieren cajas para todas sus agencias.
Nino Cando, asistente de Proveeduría de la Cooperativa, también indica que las cajas fuertes cumplen con los estándares y certificaciones que solicitan las autoridades competentes. Otro cliente es la Cooperativa de Ahorro y Crédito Tulcán Ltda. Juan Carlos Rosero, supervisor de Seguridades Físicas, explica que a través de un concurso público contrataron los servicios de Soracom. Esta iniciativa fabricó, para la entidad financiera, cajas fuertes y muebles blindados. También, está a cargo de las capacitaciones y mantenimientos.
Para este año, Soracom tiene algunos proyectos en mente. El primero es crear puntos de venta directos en algunas ciudades del país, como en Ambato una de las ciudades en las que tienen mayor demanda de sus productos.
También, invertirá un aproximado de USD 50 000 para comprar maquinaria con la última tecnología; estas herramientas les permitirá mejorar su proceso de producción. Lenin Chacua cuenta que comprarán cortadoras y dobladoras de planchas metálicas.
Otra estrategia es abrir una sección de capacitación y mantenimiento para sus clientes; con esto el servicio será integral dice el representante de la firma.
Soracom, a la fecha, creó nueve plazas de trabajo directo, distribuidas en el área de ventas y producción. Igualmente quieren implementar una nueva área de producción en Quito. Para esto están revisando locaciones y sitios estratégicos.
Lenin y Anderson Chacua están frente a Soracom, una empresa que se especializa en elaborar cajas fuertes. Foto: Patricio Terán/ LÍDERES
Los hermanos Guillermo e Iker Echeverría, de origen vasco e hijos de un expiloto de automóviles, han canalizado su pasión por la velocidad fabricando el primer auto ultra ligero mexicano de exportación, un biplaza con genética de vehículo de carreras y homologado para su uso en la calle.
El Vuhl 05 tiene un peso total de apenas 695 kilogramos y puede alcanzar una velocidad de hasta 245 kilómetros por hora. Con 285 caballos de fuerza, 4 cilindros turbo, seis velocidades y para pasar de 0 a 100 kilómetros por hora tarda apenas 3,45 segundos, su poder proviene de una versión de 2 litros del motor Turbo EcoBoost DOHC Ford.
Su estructura proporciona un inigualable nivel de protección para los ocupantes y cumple con las especificaciones de la norma de transporte europeo.
«Invertimos tres años en planear y desarrollar un coche hecho para el mercado global», explicó el hermano mayor, Guillermo, de 34 años y diseñador industrial, en una entrevista con Efe en la ciudad mexicana de Querétaro (centro), donde está la nave industrial en la que se fabrica este prototipo.
El recinto pertenece al Aeroclúster Querétaro, compuesto por gigantes del sector aeroespacial como Safrán, Airbus, Delta y Bombardier.
De hecho, para la construcción del prototipo se emplean materiales de esa poderosa industria mexicana, que en la actualidad acapara casi la mitad de la inversión extranjera directa del país.
«Su chasis de aluminio va pegado con remaches como sucede con los aviones, no tiene soldadura y esa es tecnología aeroespacial aplicada», dice Iker, el hermano menor, de 31 años y que ganó en 2007 el premio de diseño industrial mexicano Quórum cuando todavía era un estudiante.
Actualmente está en la fase final de construcción el séptimo vehículo que se irá a Kuwait. Los vehículos son personalizados y están numerados. Compiten en el segmento de autos como el BAC Mono, el Ariel Atom, el KTM X-Bow.
El 90% de sus competidores se encuentra en el Reino Unido por lo que probaron suerte ahí para dar a conocer su creación.
«Quisimos asistir al Goodwood Festival of Speed en Inglaterra. Ahí acude la prensa especializada que nos calificó muy bien y colocó al Vuhl entre los mejores en su clase», comenta Guillermo.
De 20 fabricantes, la prensa especializada los colocó en el segundo o tercer puesto, narra. La apuesta funcionó y comenzaron a llegar los pedidos. Para el 2016 ya tienen 25 coches vendidos y su objetivo es llegar a producir 60 al año.
«Los compradores de estos coches son personas que tienen pasión por la velocidad y ya tienen muchos coches como el Lamborghini o el Porsche. Necesitan tener lo nuevo, lo exclusivo», detalla Iker.
El costo de los vehículos que produce y exporta esta pequeña empresa, que cuenta con solo 22 empleados, oscila entre los 114 000 y 160 000 dólares.
De los 100 proveedores con los que trabajan para construir el biplaza, el 51 % son mexicanos, lo que les ha permitido disminuir costos al instalarse en la zona de desarrollo aeroespacial de Querétaro, y el resto son ingleses, austríacos o franceses.
Para financiar su aventura, los Echeverría contaron con el apoyo de entidades gubernamentales mexicanas como Proméxico, que les ayudó a comercializar fuera del país, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y el Gobierno del Estado de Querétaro. También han invertido las ganancias que generan con su consultora, que realiza diseño industrial de botellas, casas de bajo costo, invernaderos solares, entre muchos otros proyectos.
Los hermanos han comenzado a buscar asociarse con concesionarios para exhibir su creación y ampliar el negocio. Ya cuentan con una sede a las afueras de Londres, y próximamente podrían abrir en la capital mexicana, Emiratos Árabes, Estados Unidos y China.
En México existe otro antecedente de incursión en la fabricación de automóviles con la marca Mastretta MXT, el primer coupé de tamaño medio diseñado y producido en el país.
Su producción, que actualmente se encuentra detenida, comenzó en 2011. Los hermanos Echeverría participaron en ese proceso y aprendieron de la experiencia.
El Vuhl 05 tiene un peso total de apenas 695 kilogramos y puede alcanzar una velocidad de hasta 245 kilómetros por hora. Foto: AFP