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  • Hacer una boda inolvidable es la motivación de madre e hija

    Redacción Quito

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    Las novias y el romance siempre apasionaron a María Beatriz Fiallos, diseñadora de modas.

    Su afición es tan grande que hizo su tesis enfocada en las novias de los años 20 e incluso se atrevería a ir a una iglesia para ver una boda, con solo la intención de admirar a la novia, aunque no la conozca.

    Su madre y socia, María Dolores Alarcón, tuvo la idea de enfocar el amor de María Beatriz por las novias y enfilarlo en un negocio. Así surgió Sweet Brides, que ya tiene dos años en el mercado.

    Hija y madre decidieron hacer complementos para novias, a fin de que su boda sea inolvidable hasta en el último detalle. Empezaron elaborando tocados de novia y ligas bordadas, con 15 unidades y tres docenas respectivamente. Han avanzado con otros artículos como ramos de novia, azahares, portaaros, canastas, entre otros.

    Para iniciar con su emprendimiento invirtieron USD 200, fondos con los que recorrieron Quito para buscar materiales durante un mes más o menos.

    Alarcón cuenta que el trabajo es duro porque lo realizan las dos solas y al ser totalmente a mano, cada artículo es único y personalizado. Por ello casi no cuentan con stock y la producción depende de la demanda. Según el pedido pueden tardarse unos ocho días laborables en entregarlo.

    Los complementos que ofrece Sweet Brides son confeccionados con materiales como encaje, hilo de joyero, cristales de murano, cuentas tornasoles, perlas de vidrio, flores de porcelana hechas a mano, ‘podesua’, randa o ‘guipur’ para las canastas, yute para los artículos más rústicos, armadores para el vestido, entre otros.

    En casos de pedidos especiales también elaboran productos con hilo de plata y perlas cultivadas o cristales Swarovski, pero son más costosos por el tipo de material.

    “Siempre pensamos en la comodidad de la novia, ya que si tiene 200 invitados, serán 200 abrazos, y ella debe sentirse bien a cada momento”, dice Alarcón, al explicar que sus tocados se pueden adaptar a todos los gustos, peinados y presupuestos, además de que se venden con una asesoría directa a cada cliente, a la que atienden en su casa.

    “Te puede gustar un tocado, pero a lo mejor no va con el vestido, o con el rostro, y ahí es especialista María Beatriz”, explica su madre, al indicar que la asesoría se ofrece sin costo adicional.

    “No tenemos local porque preferimos atender a nuestras novias en casa para que se sientan cómodas, que se vayan contentas con una buena atención, así no se concrete la venta”, dice Fiallos, al explicar que las citas pueden durar varias horas hasta encontrar justo lo que su cliente necesite.

    Hasta ahora han trabajado con alrededor de 200 novias de las ciudades de Quito, Guayaquil, Machala, Ibarra, Esmeraldas, Cuenca, Loja, Manta y en la Amazonía.

    Una de ellas es Cristina Carrera, quien contrajo matrimonio en mayo del 2016. Sweet Brides hizo el ramo, las ligas, los azahares de novio y padres y padrinos, los ramos de las damas, la almohada para los aros y el tocado.

    Carrera asegura que su experiencia fue excelente. “Enseguida entendieron que era lo que yo quería y cuáles eran mis gustos, hasta llegar al punto en superar mis expectativas”, comenta la mujer. Ella resalta además la puntualidad en la entrega de los productos y la calidad del servicio.

    El primer año de trabajo alcanzaron una venta aproximada de USD 7 000 y en el 2016 lograron aproximadamente USD 10 000.

    Los costos de sus productos varían según el modelo, pero por ejemplo los tocados van desde USD 25 a 100, las copas que son pintadas a mano están en un promedio de USD 60 a 70 el par, mientras que las ligas están cada una en USD 5, 8 y 12, según el modelo.

    María Beatriz Fiallos y María Dolores Alarcón trabajan a mano los accesorios que ofrecen para las bodas. Foto: Paúl Rivas / LÍDERES
    María Beatriz Fiallos y María Dolores Alarcón trabajan a mano los accesorios que ofrecen para las bodas. Foto: Paúl Rivas / LÍDERES
  • Madre e hija dan con la receta ideal en postres

    Redacción Quito

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    Galletas decoradas de manera artesanal al gusto de cada cliente; minipostres para compartir y ‘cheesecakes’ con sabores variados son la carta de presentación de Cream & Sugar.
    La iniciativa nació a fines del 2013. Desde los cinco años, Tatiana Guerrero -ahora de 17 y gestora del emprendimiento- desarrolló sus habilidades para la repostería.

    Su madre, Tatiana Mejía y quien se encarga de la parte administrativa del negocio, cuenta que inscribió a su hija en un curso de respostería a esa edad. En la primera clase sintió como que su hija hubiese “descubierto el agua tibia”, dice. Esto porque aprendió a hacer galletas con facilidad, sin ningún antecedente de temas culinarios en la familiar.

    Al ver estas habilidades, los padres de Tatiana Guerrero mantuvieron el apoyo para las capacitaciones en repostería. Y con el tiempo aprendió nuevas técnicas, explica la joven emprendedora.

    A sus 13 años, Tatiana Guerrero ya preparaba postres más elaborados y los vendía entre sus compañeros de clase en el Colegio Menor, ubicado en Cumbayá, al oriente de Quito.
    En su afán por tener un pequeño negocio, Tatiana Guerrero decidió darle forma a su “miniempresa” como ella la llama con una visión a largo plazo.

    Así nació Cream & Sugar, que desde entonces hasta la fecha ofrece de ‘cupcakes’, ‘cheesecakes’, tortas, ‘pies’, galletas, trufas y minipostres. Los sabores que utilizan para los productos son variados: se cuentan chocolate y frutas orgánicas, por ejemplo.

    Los ingredientes le dan el toque especial a la receta “secreta”. Y el valor agregado del emprendimiento está en los diseños y en los decorados hechos de manera artesanal: “nos gusta saber qué le gusta a nuestro cliente”.

    En la elaboración de los productos de Cream & Sugar, madre e hija no trabajan solas. En la parte operativa cuentan con la ayuda de otras tres personas.

    La capacidad de producción depende de la demanda, dice Guerrero. Por ejemplo, en Navidad las 20 unidades de galletas que elaboran a la semana se duplica.

    Jossette Vázquez, propietaria de Market Express, ubicado en Cumbayá vende los postres de Cream & Sugar hace tres meses.

    Para la temporada navideña el emprendimiento elaboró -de manera exclusiva- trufas con diseños navideños y ‘cheesecake’ de rompope. Vázquez cuenta que estos productos fueron un éxito total en ventas, aunque no precisó cifras.

    Jéssica Burbano, abogada de 33 años se convirtió en cliente de Cream & Sugar a inicios de diciembre pasado. Detalla que llegó al emprendimiento vía Facebook. Ella realizó un pedido que incluía galletas de choconieve, pasteles y los diseños perfectos le llamaron la atención. Por lo que mantendrá contacto con el negocio para pedidos futuros.

    El emprendimiento a la fecha cuenta con 50 clientes al mes y realiza envíos a escala nacional.
    Para este año que empieza, la emprendedora planea lanzar nuevos productos como ‘mousse’ de tres variedades de chocolate, nuevos sabores para tortas y la línea de barras.
    También, fortalecerá la imagen corporativa en redes sociales y en su página web.

    Tatiana Guerrero elabora recetas para postres y galletas de Cream & Sugar. Su madre es clave en el negocio. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    Tatiana Guerrero elabora recetas para postres y galletas de Cream & Sugar. Su madre es clave en el negocio. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Madre e hija dan forma y color al vidrio

    Redacción Guayaquil

    Bisutería, lámparas, bandejas, relojes y otras piezas elaboradas bajo la técnica de la vitrofusión es la oferta de Creart. El emprendimiento surgió en el 2008 en Guayaquil, como iniciativa de Priscila Linzán y su madre Nancy García.

    La vitrofusión consiste en someter al vidrio a altas temperaturas dentro de un horno para luego pintarlo con óxidos de colores y moldearlo. De esta manera, se crean piezas de distintas formas, tamaños y colores, explican ambas.

    La vinculación de estas emprendedoras con el arte empezó en 1996, cuando, a raíz de un accidente, Priscila Linzán empezó a tomar cursos artísticos como terapia. Aprendió técnicas como acrílico, óleo, acuarela y dibujo técnico, en instituciones como la Escuela de Bellas Artes y la Casa de la Cultura de Guayaquil .

    Así, la pintura se convirtió en un pasatiempo y pronto en un pequeño negocio. Linzán exponía y comercializaba sus obras de arte a conocidos y familiares como un ingreso adicional a su trabajo.

    Luego, en el 2005, con el fin de ampliar sus conocimientos, ella y su madre tomaron un curso básico de vitrofusión en Ceramicarma. En este estudio de cerámicas y manualidades se especializaron en vitrofusión avanzada en el 2006.

    En ese año empezaron a producir sus piezas, que pronto llamaron la atención de sus clientes y la venta de cuadros quedó a un lado. La producción de adornos de vitrofusión aumentaba, sin embargo, para elaborar las piezas alquilaban el horno en el sitio donde tomaron clases.

    Finalmente, en el 2008 realizaron un préstamo de USD 3 500 al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) y lo invirtieron para independizarse. El valor lo destinaron a la compra de un horno, vidrio, pinturas y pinceles especiales. Fue así que nació Creart.

    Las piezas las elaboran en su domicilio ubicado en el sur de Guayaquil. Su sistema de venta, dice García, es la participación en ferias y exposiciones de artesanías. Participan en unas cinco al año y en cada una llegan a vender hasta USD 1 000.

    El valor de las creaciones oscila entre los USD10 y 75. Las más vendidas son las botellas decorativas y los platones.

    Entre las exhibiciones en las que han participado constan Arco Iris de la Alianza Francesa (2009); El Mercadito, en el club Campestre La Vevenita (2011); Artsenal, realizada en el centro comercial Village Plaza (2012) y otras.

    Lo que llama la atención de sus creaciones es el colorido y el excelente acabado. Así opina Pilar Panchana, quien conoce a Linzán desde hace 20 años y es su cliente desde hace 15. “He adquirido diversas piezas elaboradas por ella y su madre. Muchos de sus adornos decoran mi hogar. Me gusta el estilo y los colores de las creaciones”, comenta Panchana.

    Esta opinión sobre el color es compartida por Adela Rodríguez. Ella es cliente de Creart desde el 2006. Dice que ha comprado gran variedad de productos, pero sus preferidos son los artes y anillos.

  • La cuna para su hija fue el inicio de su emprendimiento

    Redacción Quito

    Fabricio Herrera, como todo padre de familia, buscaba una cuna para su hija cuando su esposa estaba embarazada. Al no encontrar algo que atrajera su atención, decidió elaborarla él mismo; de esa manera dio vida a su iniciativa Aserrín Aserrán.

    Sus primeros diseños le permitieron promocionar su talento entre sus compañeros de trabajo. Seis meses después, en el 2010, renunció a su trabajo para dedicarse de lleno a su microempresa.

    Con una inversión de USD 15 000 -que obtuvo de la venta de un vehículo- compró la maquinaria para trabajar la madera y materia prima para instalar un taller. En esa época, junto con un colaborador, comenzó a elaborar muebles.

    Gracias a la calidad de sus productos, llegaron más clientes por lo que Herrera tuvo que expandir su negocio a un pequeño taller en Puembo.

    En la actualidad este emprendimiento cuenta con seis colaboradores y un local en Cumbayá, donde sus clientes pueden realizar sus pedidos.

    Al inicio su microempresa apuntaba a la elaboración de muebles lúdicos, pero por la demanda de sus clientes, se decidió por diversificar su oferta.

    El rango de precios oscila entre los USD 490 para una cuna y USD 1 400 para una litera y su facturación mensual alcanza los USD 10 000. «Depende del precio y de la complejidad del diseño. Por ejemplo elaboramos un buque con un caballito tallado a mano, una red de pescador y ventanas de buque reales», indica Herrera.

    A Andrea Jaramillo (una de sus clientes) lo que más le gustó de los artículos de Aserrín Aserrán fue la calidad de los muebles. «Mis hijos son inquietos pero los muebles siguen iguales que la primera vez que los trajeron a la casa».

    Para asegurar la calidad, esta iniciativa elabora sus muebles con madera de seike. Esta pasa por un proceso de secado de un año y cuenta con una provisión personal. Para esto realiza una inversión anual de USD 10 000, para tener su propio stock de materia prima.

    Dentro de sus tiempos de entrega, el negocio tiene un periodo de 30 días, pero puede elaborar muebles en un menor tiempo. «En una ocasión tuvimos que construir una cuna en una semana. No nos detenemos ante ningún reto», señala este emprendedor.

    Daniel Cárdenas compró un juego de dormitorio. Él señala que la eficiencia en la entrega de los productos hace que sea una empresa confiable. «Hicieron el diseño exactamente como lo pedí».

    Datos adicionales

    Redes sociales. La firma se promociona principalmente a través de redes sociales y de ‘boca a boca’.

    Proyectos. Elaboraron una casa del árbol con dos puentes colgantes. Para esta idea recibieron asesoría de un ingeniero civil.