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  • En la industria musical la globalización es sinónimo de rentabilidad

    Desirée Yépez
    Redacción Revistalideres.ec

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    Beyoncé y Prince son algunos de los nombres que destacan en la carrera publicitaria de Yvette Noel-Schure. Su tarea consiste en la capacidad de visionar cómo un artista ataca y se posiciona en determinado nicho de mercado.

    Por tal motivo fue bautizada en Hollywood como la ‘publicista de las estrellas‘. También es fundadora de Schure Media Group, una agencia de publicidad que desarrolla estrategias para aplicarse en la industria de la música.

    A través de una entrevista concedida a Elmundo.es, la experta abordó la importancia de la innovación en los tiempos actuales de la industria del espectáculo.

    Su ‘teoría’ de negocios apunta a lo global. Se sostiene en que hoy en día el mundo es más pequeño de lo que se piensa. “Con Internet y el social media todos estamos mucho más conectados y más fácilmente que antes. Tenemos que pensar globalmente y eso va más allá de la música”, explica. Y añade que eso incluye el medio ambiente, los conflictos sociales, la salud… “Hasta hace unos años se solía pensar: si estás en América, estás en América, si estás en Europa, en Europa, pero eso ya no será así”.

    La experiencia de trabajo de la publicista nacida en Granada (Mar Caribe) incluye la responsabilidad de la imagen de Mariah Carey cuando era esposa del magnate de Sony Music, Tommy Mottola. También trabajó junto Prince en la estrategia de lanzamiento de Musicology, en 2004. Actualmente integra el círculo de negocios más cercano a Beyoncé, artista que, desde su perspectiva, está posicionada como una de las mujeres más influyentes del mundo. Y para ella el éxito en sus carreras se debe a su capacidad de innovación.

    Yvette Noel-Schure cita el caso de la exDestiny’s Child. Sostiene que en términos de emprendimiento, Beyoncé fue capaz de sacar un álbum sin ninguna publicidad ni mercadeo previos, pero teniendo todo listo cuando el álbum salió a la venta, fue un movimiento muy inteligente. Llevó a muchos artistas a adoptar más desafíos. En sus palabras sacudió la industria entera. El álbum, ‘Beyoncé’, se viralizó a través de iTunes en diciembre de 2013.

    Sobre Prince destaca la estrategia del lanzamiento cuando, en 2004, el artista presentó Musicology. El mecanismo de difusión llamó la atención porque incluyó un ticket en cada álbum. Es decir, quienes pagaban por el cd estaban facultados para ingresar al concierto.

    “Cuando rompemos barreras y hacemos las cosas accesibles a todo el mundo, tenemos una mejor comunicación entre nosotros”, enfatiza la publicista de las estrellas. Para ella, el ser global es sinónimo de rentabilidad. “Desde el punto de vista del negocio tiene sentido, porque si te conviertes en alguien relevante a escala global… harás más dinero”.

    Schure también apuesta por los revolucionarios, aquellos que toman riesgos, los primeros que cambian lo establecido, que generan transformaciones. No duda en afirmar que la persona más arriesgada es Beyoncé, una artista capaz de sacudir el sistema.

    La experta también vaticina sobre el futuro del negocio del entretenimiento, para quien el consumo de música continuará siendo más digital. “La gente reproducirá en streaming más música de la que se descargará. No sentirá la necesidad de tenerla de una forma tangible, dejará menos espacio en su smartphone para documentos descargados. Aunque la tecnología está cambiando, es un comercio, y se debe pagar por ello. Espero que los jóvenes entiendan eso”, concluye.

    La publicista de Beyoncé considera que la artista, en términos de emprendimiento, fue capaz de sacar un álbum sin ninguna publicidad ni mercadeo previos, sacudiendo a la industria. Foto: Frederic J. Brown/ AFP
    La publicista de Beyoncé considera que la artista, en términos de emprendimiento, fue capaz de sacar un álbum sin ninguna publicidad ni mercadeo previos, sacudiendo a la industria. Foto: Frederic J. Brown/ AFP
  • A la industria musical todavía le falta ritmo

    Leonardo Gómez y Xavier Montero. Redacción Quito / LÍDERES

    El músico ecuatoriano está obligado a ser su propio productor, publicista, mánager y, en ocasiones, hasta él mismo vende sus discos para percibir ingresos, o los regala para difundir su trabajo.

    Esto sucede por la falta de empresas especializadas en el sector como productoras, editoras, disqueras y otros actores que aportan con la industria.

    Así lo sostiene Javier López, director de Emprendimiento e Industria Fonográfica del Ministerio de Cultura. El funcionario explica que la falta de estos actores en la industria fue un problema que inició a finales de la década de 1990 cuando la piratería, la aparición de portales para descarga gratuita de música en la Internet, la comercialización masiva de CD en blanco y la crisis bancaria, entre otros factores, provocaron la desaparición de empresas del sector.

    Desde el año 2000, pocas bandas han logrado internacionalizar su trabajo por la falta de inversión y de entidades de apoyo para el artista. La venta de discos ya no es rentable en la actualidad para el músico que intenta asegurar sus ingresos en los conciertos, de donde obtiene más ganancias; también se apoya en el cobro de regalías por derechos de autor.

    El grupo Tomback, por ejemplo, optó por dejar que sus seguidores descarguen gratis su música para dar a conocer su música. Mientras que el cantautor Fernando Pacheco, asegura que sus ingresos provienen del cobro de los derechos.

    En busca de estrategias, muchos músicos optaron por construir sus propios estudios de grabación para grabar sus discos. En estos sitios la hora de grabación puede costar desde los USD 20 por hora y se han convertido en una fuente de ingresos alternativa.

    En Ecuador no existe un registro actualizado para conocer cuántos estudios de grabación, fábricas de discos y otras empresas relacionadas a este sector existen en el país. En un reporte que el Servicio de Rentas Internas (SRI) presentó en el 2012 al Ministerio de Cultura, y que fue difundido en el libro ‘Diagnóstico y políticas para el desarrollo de la industria fonográfica ecuatoriana’, publicado en abril pasado, se indica que de las 59 empresas agrupadas bajo el concepto de música, solo 31 reportan datos a nivel de ingresos, pasivos, patrimonio y pago de impuestos, para el 2009.

    La llegada a mercados internacionales es otro pendiente y los casos son contados. El guitarrista Hittar Cuesta, por ejemplo, pudo llevar su disco a las tiendas europeas en el 2005 gracias a una serie de gestiones personales que lo llevaron a una disquera en los Estados Unidos.

    Asimismo, el grupo de percusión Tomback, pudo despegar participando en festivales como el FIMU de Francia, en donde pudieron grabar un dvd que será distribuido en ese país.

    Recién en el 2011 el sector público y el privado comenzaron a buscar nuevas alternativas para levantar una industria carente de actores comerciales, como promotores, inversionistas y disqueras…

    Esto se produjo según Luis Villamarín, cantautor y productor musical, producto del impulso que tuvo el sector desde el 2009 con la aparición de carreras universitarias para músicos.

    Actualmente, la Universidad San Francisco de Quito, la Universidad de las Américas y la Universidad de los Hemisferios ofertan la carrera de Música. «Con la profesionalización aparecieron nuevos talentos y entonces las empresas volvieron a mirar la industria ecuatoriana», asegura Villamarín.

    En el país existen cerca de 5 000 músicos, según la Dirección de Emprendimiento e Industria Fonográfica. De estos, solo 1 057 músicos y 192 intérpretes se constan en los registros de la Federación Nacional de Artistas Profesionales del Ecuador (Fenarpe).

    La Sociedad de Autores del Ecuador (Sayce) es la encargada del cobro de los pagos por derechos de autor de acuerdo a un pliego tarifario publicado en el Registro Oficial en marzo del 2012. Allí se establecen rubros de hasta el 8% de la ganancia neta por la reproducción de un tema original en un concierto.

    «Pero por un acuerdo verbal con los empresarios solo se cobra el 5%«, asegura David Checa, actual director de Sayce. Es por eso que el año pasado, esta entidad entregó a los artistas afiliados unos USD 1,2 millones por el pago de derechos de autor.

    Este 5% es el porcentaje más bajo de América Latina. En Argentina, por ejemplo, el rubro es del 12%; en Colombia, del 8%; y en Chile, del 10%.


    La producción corre a cargo del artista

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    Santiago Villalba
    es un guitarrista profesional con trayectoria en el mundo del rock ecuatoriano. Para grabar su disco como solista invirtió algo más de USD 8 000.

    Villalba admite que es una inversión modesta a comparación de otras producciones. El disco, que aspira estar listo y empacado para finales en este año, lo compuso y produjo él mismo. Con ese monto pudo pagar a otros músicos, el alquiler de un estudio de grabación, el diseño de la caja del disco y el primer tiraje de mil ejemplares. La distribución y promoción del mismo es una tarea que aun está por definirse.

    En el país, ocupar un estudio puede costar desde USD 20 la hora. Según el grupo musical o el solista, grabar una canción puede demorar un promedio de ocho a diez horas o más, si se decide grabar instrumento por instrumento. La fabricación del disco más la impresión de la caja puede costar en el país desde USD 2 200 para un tiraje de unos 1 000 discos.

    Ana Lucía Vallejo, vinculada la industria musical, explica que para que un músico pueda llegar al mercado en cualquier país requiere el apoyo de un gran equipo humano, para que se encargue de la producción, comercialización y publicidad. Esto mientras el músico se concentra únicamente en crear su música.

    «En el país  no existen productores, tampoco editoras, ni disqueras. Existen muchas falencias que impiden al músico llegar al mercado sobre todo en la ausencia de personal especializado», explica Vallejo.

    Otro artista, Danilo Parra, enfatiza en que existen músicos, productores y cantantes capaces de crear material musical de calidad. Pero insiste en que falta inversión. «A mí, como artista, me tocó formar una pequeña productora con mi familia y costear la producción de discos, mezclas y pasterizados», señala.

    Las grabaciones de sus canciones las realiza en Ecuador y el proceso de mezcla en Buenos Aires o Miami y el masterizado o depuración en Italia. «Los equipos que se utilizan para hacer ese proceso tienen costos que superan el USD 1 millón. En el país las productoras no las pueden costear, por ello hay que hacerlo afuera». Esto es necesario para que un disco pueda competir con artistas como Shakira o Juan Luis Guerra.

    Parra dirige el estudio ParraMon, en las que sus hermanos Viviana y Daniel y otros artistas independientes graban sus discos y realizan diferentes propuestas audiovisuales.

    Main Disk y Global son de las pocas empresas ecuatorianas que fabrican discos en el país. Álvaro Pinto es el jefe de Producción de la primera y asegura que en su empresa cada mes se fabrica en promedio 30 000 discos. «El 50% son de música chicha y el resto son de bandas de rock, vallenatos, salsa y baladas».


    La música se vende en la red y en la tarima

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    La evasión del pago por derechos de autor ocasionan pérdidas de hasta USD 7 millones a la industria musical ecuatoriana, cada año, según estimaciones de la Sayce. Mientras que la piratería le produce pérdidas de hasta USD 177 millones, según estimaciones del Instituto Ecuatoriano de la Propiedad Intelectual (IEPI).

    Esto ha obligado a los artistas a buscar alternativas para percibir ingresos. Una de ellas es la de regalar sus discos para ganar difusión y así darse a conocer, con la esperanza de que luego tener contratos para conciertos.

    Ana Lucía Vallejo, manager musical, asegura que quienes más se benefician de este tipo de estrategias son los cantantes de música popular, por el número de gente que estos atraen. «Hay artistas que incluso regalan el disco al pirata para que lo masifique y así darse a conocer».

    Pero esto perjudica a otros artistas como Paúl Egas, percusionista de Tomback. Él cuenta que en el 2006 los discos de su grupo tenían demanda, pero actualmente esa venta es complicada. «Por eso nuestros temas se pueden descargar gratis en nuestra página web».

    En cada concierto, el músico puede cobrar no solo por la presentación, sino también por los derecho de difusión de la música de su autoría.
    De acuerdo al pliego tarifario de la Sayce. Los organizadores de un concierto deben pagar el 8% de la ganancia neta del evento. «Pero por un acuerdo verbal solo pagan el 5%», asegura David Checa, director  general de la Sayce.

    «Muchos músicos se presentan hasta gratis en los conciertos con la esperanza de ganar dinero por el cobro de derechos de autor», asegura.
    En el país 2 220 tiendas informales se enfrentan a 24 tiendas formales de música a nivel nacional, según el IEPI. Es por eso que muchas agrupaciones prefieren vender su música por internet.

    Un ejemplo es la banda de música experimental Munn, que vende su disco por la Internet a USD 7. En el mercado se puede encontrar una oferta de canciones que van desde USD 0,25, hasta un dólar en portales de compras como Amazon, iTunes, Spotify en donde el 50% de lo vendido va para el artista y el otro 50% se divide entre editorial, discográfica y manager.

    Otros músicos, asegura Vallejo, tocan para diferentes bandas a manera de respaldo en conciertos de artistas nacionales como internacionales. «Si viene, Marco Antonio Solís, por ejemplo, acá hay un baterista que ya lo conoce y toca con el cuando viene».

    Para Vladimir Albornoz, guitarrista profesional, esto no es una actividad rentable y es demasiado agotador. «He tocado hasta con cinco bandas al mismo tiempo, en una época. Hay otras formas de percibir ingresos. Dictando clases de música, por ejemplo».


    Un artículo de la ley alienta a los músicos

    La recientemente aprobada Ley de Comunicación (finales del pasado junio), renueva la esperanza de fortalecer a la industria musical ecuatoriana. El artículo 103 se refiere a la difusión de los contenidos musicales en los medios de comunicación.

    «En los casos de las estaciones de radiodifusión sonora que emitan programas musicales, la música producida, compuesta o ejecutada en Ecuador deberá representar al menos el 50% de los contenidos musicales emitidos en todos sus horarios, con el pago de los derechos de autor conforme se establece en la ley. Están exentas de la obligación referida al 50% de los contenidos musicales, las estaciones de carácter temático o especializado», reza el documento oficial.

    Para el artista guayaquileño Danilo Parra, la nueva Ley de Comunicación es una oportunidad para los artistas ecuatorianos, «especialmente para los independientes para tener proyección».

    El apoyo por parte de las radios -dice Parra-, ha sido fundamental en su carrera de artista, aunque reconoce que han existido vicios en muchas emisoras, pues les cerraron oportunidades a decenas de artistas. En las últimas fiestas de Guayaquil, las julianas, se contrataron artistas internacionales para los diferentes actos del Gobierno central y local.

    La cuestión para este artista es que existe un documento con el que se podría exigir igualdad de espacios en todos los aspectos. «La Ley de Comunicación no va a generar un antes y un después; crear un nivel de conciencia obligada en los medios no va a hacer que estos cambien su estilo de programación», indica el productor y cantautor Lucho Rueda. Él acota que los artistas que van a tener oportunidades de que sus canciones sean escuchadas son aquellos que han sonado siempre.

    Rueda cree que para artistas poco conocidos, la Ley no generará algún cambio, aunque aclara que es una herramienta para incentivar la industria. «El nivel de producción musical es de calidad, aunque existen artistas que por falta de recursos no pueden producir sus discos de manera profesional».

    Desde el lado gubernamental, uno de los motivos para el desarrollo e impulso de este articulado está relacionado con la experiencia cultural de Argentina. En ese país se registraron trabas para transmitir canciones en inglés, durante los conflictos relacionados con las islas Malvinas. El régimen totalitario, según declaraciones del Ministro de Cultura, Francisco Velasco, hechas a finales de junio, habría promovido indirectamente el surgir del rock argentino durante las décadas subsiguientes.

    En cuanto al mercado local, producir una canción toma alrededor de 20 horas. Rueda cuenta con un estudio propio, algo común entre los artistas nacionales, en el que cada hora cuesta unos USD 25.

    Para el guitarrista Hittar Cuesta, la producción de su tercer disco Dream Machine fue un trabajo arduo que realizó en su estudio, en San Rafael, al suroriente de Quito, y a los Estados Unidos en donde grabó la batería.

    Para él incluir a los músicos en la Ley de Comunicación fue un error pues en dicha normativa no se podrá dar un tratamiento exhaustivo al tema. «Para eso debieron cambiar la Ley de Cultura. Acá hace falta una entidad reguladora que apoye a los músicos y su trabajo«.