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  • El Pase del Niño inspiró su iniciativa de negocios

    Cristina Márquez. (I)
    redaccion@revistalideres.ec

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    El Diablo de Lata, uno de los siete personajes tradicionales del Pase del Niño, es el protagonista de sus creaciones. Sebastián Haro, un diseñador gráfico de 31 años, es el fundador de Artlequín, un emprendimiento que promueve el rescate de las tradiciones culturales de Riobamba.

    En la tienda virtual que se promociona en las redes sociales hay originales cojines, buffs, mascarillas, calcetines, camisetas, juguetes, ilustraciones y decoraciones. Los productos son manufacturados por Haro y su esposa, Gabriela Toapanta, quien también es diseñadora gráfica.

    El emprendimiento surgió en el 2013 y se oficializó en el 2016. La oferta incluye una variedad de accesorios inspirados en los personajes del Pase del Niño, en cuentos y leyendas, y en otras tradiciones de la localidad.

    Artlequín ofrece productos que cuestan entre USD 0,50 y 25. En el catálogo hay desde ‘stickers’ e imanes para la refrigeradora, hasta cuadros con ilustraciones personalizadas y cojines navideños. En las próximas semanas también presentarán una nueva línea de chaquetas y bolsos.

    Los productos inspirados en el Pase del Niño fueron los primeros en lanzarse al mercado y son los más demandados por los clientes.

    En el 2019, esa tradición fue reconocida como patrimonio cultural de Riobamba. Cada año atrae a decenas de turistas e investigadores que llegan a la urbe para documentar los cientos de corsos que recorren casi todas las calles de la ciudad.

    El interés que generó el Pase del Niño también incentivó el incremento de emprendimientos artesanales como Artlequín.

    “Siempre me atrajo el Pase del Niño. Desde que tengo uso de razón he participado en las festividades navideñas, siempre me he disfrazado de varios personajes y quise transmitir este gusto por una tradición local en mi marca”, cuenta el emprendedor.

    El proyecto surgió como un trabajo universitario. En el 2013 Haro tomó una clase de diseño en tres dimensiones y presentó como tarea final los personajes tradicionales convertidos en ‘Paper Toys’, unos juguetes de papel para niños.

    Su idea fue reconocida por sus docentes y los juguetes empezaron a exponerse en ferias de emprendimientos de distintas ciudades. Además, empezó a venderlos a través de sus redes sociales.

    Ese mismo año invirtió USD 200 en la compra de papel y otros insumos para la impresión de los pequeños juguetes armables.

    Tres años más tarde, Gabriela Toapanta se sumó al proyecto y su participación le dio un giro al emprendimiento.

    “Ella disfruta mucho del diseño en textiles y tenía nuevas ideas para que pudiéramos comercializar nuestras ilustraciones. Juntos decidimos crear nuevos productos y crecer”, cuenta Haro.

    Las camisetas y los cojines sublimados fueron los siguientes productos en ofertarse. Los jóvenes y aficionados a la tradición del Pase del Niño se convirtieron en su público objetivo.

    La diversificación de la oferta atrajo nuevos seguidores y pronto empezaron a recibir pedidos de varias ciudades del Ecuador. Algunos de sus clientes incluso les piden diseños inspirados en la Mama Negra de Latacunga y en los Diablos Huma de Cayambe.

    Para sumar nuevos productos a su catálogo, la pareja invirtió USD 12 000. Ellos adquirieron máquinas de sublimación y trabajan en la construcción de su primera tienda física, que se ubicará cerca del centro de Riobamba.

    “Sus creaciones son muy originales. He seguido su trabajo desde que se abrió la tienda virtual porque disfruto mucho de este estilo fresco que le dan a una tradición tan riobambeña», 
     cuenta Ana Guevara, una de sus clientas. 

    1200 dólares es la facturación mensual promedio del emprendimiento.

    El emprendimiento de Sebastián Haro se formalizó desde el 2016. En esta iniciativa cuenta con el apoyo de su esposa Gabriela Toapanta. Glenda Giacometti / LÍDERES
    El emprendimiento de Sebastián Haro se formalizó desde el 2016. En esta iniciativa cuenta con el apoyo de su esposa Gabriela Toapanta. Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Esta panadería se inspiró en un modelo europeo

    Giovany Astudillo

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    Hace 12 años, el ingeniero comercial Raúl López estudiaba una maestría en Francia. En las tiendas de ese país encontraba pan, pero no maestros panaderos. Desde entonces tenía curiosidad por saber cómo funcionaba ese modelo de negocio.

    Luego se casó con la ingeniera electrónica Pamela Mogrovejo y viajaron juntos para estudiar en España. Allí encontraron lo mismo que en Francia.

    En Madrid, un chino, que tenía un locales contó que recibía pan precocido y congelado y él solo tenía que hornearlo para tener pan fresco y que podía disponer de un stock de acuerdo con la demanda. Es decir, siempre podía tener pan caliente, de calidad y no tener desperdicios, cuenta López.

    Los esposos retornaron a Ecuador a finales del 2008. Desde entonces empezaron las investigaciones. Al año siguiente, López visitó la planta que un amigo montaba en Bogotá. Aprendió el proceso productivo porque no tenía conocimientos en panadería.
    El siguiente paso fue viajar a ferias en el exterior para identificar la maquinaria que requería. Fue a Alemania y a Estados Unidos.

    Al retorno tenía dos opciones. La primera era importar pan congelado desde Europa y completar el proceso en Ecuador y la otra era traer las máquinas y abrir la fábrica. Optaron por la segunda alternativa para generar trabajo y para no subvalorar la capacidad local de producir. El proyecto se materializó en el 2015, cuando empezaron la construcción de la planta y las primeras pruebas.

    Estas últimas duraron cerca de seis meses y estuvieron a cargo de expertos panificadores de España, Suiza y Francia. Cada uno tenía su especialidad, cuenta Mogrovejo. Ellos enseñaron todos los requerimientos para cada variedad.

    Los esposos aprendieron que lo más importante no es la receta, sino que el proceso debe ser estricto, para obtener resultados exitosos. Para garantizar la calidad, también se preocupan de
    las materias primas y de la higiene de la fábrica.

    En la construcción de la planta de Indupanifec y en la tecnología europea invirtieron USD 400 000. Tienen amasadoras, laminadoras, equipos que sirven para sanitizar y reposar la masa, congelador, entre otros. Al inicio solo usaban un cuarto de quintal de harina al día para producir y ahora entre cuatro y cinco diarios. Por cada uno obtienen de 1 200 a 1 400 panes, dependiendo de la variedad.

    La fábrica funciona en la parroquia azogueña de Javier Loyola. Empezaron con 40 opciones: pan de agua, integral, croissant, con quesillo, chocolate, baguette… En la actualidad cuentan con 80, y tienen galletería y hojaldres. En el caso de los panes tienen formatos grandes de 250 gramos y pequeños, de 60.

    El pasado 1 de febrero lanzaron la línea de panes andinos, con la intención de impulsar el uso de quinua, amaranto, chocho, máchica, centeno, avena, haba, salvado de trigo y maíz morado y amarillo. Fue un proyecto que tomó casi un año hasta concretarse.

    Son siete opciones como centeno con chocho, chía y linaza, maíz morado, maíz amarillo, entre otros. “Queremos que el cliente sepa que se puede innovar con productos tradicionales, ricos y nutritivos”, dice Mogrovejo.

    Esos panes se presentaron en un festival, que finalizó el 9 de este mes y se cumplió en las tres panaderías Pan del Día, que también pertenecen a Mogrovejo y López.

    Según López, la inversión en estos tres locales sirvió para llegar al consumidor final y saber cómo está la aceptación del producto. Una panadería está en la fábrica y dos en Challuabamba, en el norte de Cuenca. “Estos locales mejoraron la liquidez de la empresa”.

    Al inicio, los esposos se propusieron tener una empresa de triple impacto. El primero es lograr un beneficio económico. El segundo es aportar a la sociedad generando empleo y, finalmente, reduciendo la contaminación ambiental al no usar combustibles fósiles como el diésel y gas, sino equipos eléctricos de bajo consumo, tanto en la planta como en sus locales.

    A futuro tienen previsto abrir nuevos locales ya sea propios o con franquicias, e ingresar a Guayaquil. Según Adrián Carrasco, gerente de Comercial Arándano, que adquiere desde hace cerca de dos años, este pan tiene gran calidad, frescura y buen sabor.

    Los esposos Pamela Mogrovejo y Raúl López realizaron hasta el 9 de este mes la feria de panes andinos, en sus tres panaderías. Foto: Xavier Caivinagua para LÍDERES
    Los esposos Pamela Mogrovejo y Raúl López realizaron hasta el 9 de este mes la feria de panes andinos, en sus tres panaderías. Foto: Xavier Caivinagua para LÍDERES