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  • Un grupo de kichwas le apuesta al cacao

    Mayra Pacheco

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    Los habitantes de la comunidad kichwa Samona Yuturi, en Aguarico, provincia de Orellana, decidieron innovar. En este caserío asentado a orillas del río Napo, junto a la selva amazónica, se instaló una pequeña planta industrial para procesar cacao.

    A pesar de que la mayoría de pobladores se dedica a sembrar verde, yuca, frutas y a criar aves de corral o peces, un grupo de 18 personas que pertenece a la Corporación Choco Samona Yuturi desarrolló nuevas habilidades. Ellos aprendieron a operar una maquinaria especial para transformar a la pepa de cacao en barras de chocolate.

    En la planta de 60 metros cuadrados, ubicada cerca del acceso principal de este caserío, se cumple con todos los procesos para elaborar una tableta de chocolate con cacao puro.
    La materia prima proviene de pequeños cultivos que están cerca de la zona aledaña al Parque Nacional Yasuní, uno de los sitios con mayor biodiversidad del país.

    Estos granos son seleccionados manualmente en bandejas amplias. Ahí se retiran las impurezas antes de que pase a la máquina tostadora. Una vez que el cacao está en su punto, va a la trituradora para convertirlo en una pasta de contextura fina y espesa.

    Después este producto se coloca en unos moldes rectangulares y se espera a que el chocolate se vuelva compacto. Esta tarea que puede resultar complicada, porque la temperatura en esta zona supera, a veces, los 30 grados centígrados, se realiza sin contratiempos, desde hace siete años.

    Cada semana se procesan alrededor de cinco quintales de cacao orgánico. En cada uno de estos se invierte USD 120. Los proveedores son de la comunidad Sinchi Chicta, que está cerca de Samona Yuturi. Igual a orillas del río Napo.

    En la preparación de Choco Samona no se incluye ningún otro ingrediente adicional. Por sus características, este producto se emplea para preparar el tradicional chocolate en leche. Cada barra de 200 gramos rinde para cuatro litros, menciona Abel Macanilla, integrante de la Corporación Choco Samona Yuturi.

    Pero, además, funciona para repostería. Con Choco Samona se pueden hacer pasteles, bombones, chocobananas, helados y otras preparaciones.

    Las barras de este chocolate se entregan bajo pedido. También se ofrece el producto en ferias que se han realizado en Orellana y Tena. Actualmente, Petroamazonas -que opera dos campos petroleros cerca de esta zona- define otras estrategias. Junto con esta comunidad indígena se planifica una exposición en Quito. La fecha y lugar están por definirse.

    En promedio, cada semana salen entre 100 y 150 barras de chocolate con dirección a Pichincha y Chimborazo. El producto se envía vía courier a los clientes.

    En Guano, Chimborazo, estas barras de cacao son recibidas por Anette Hitz. Ella es integrante de la Finca El Molino. En este lugar, cada fin de semana, se venden productos 100% orgánicos.

    Por esto, Hitz incluyó Choco Samona. Ella considera que la materia prima que se emplea para elaborar estas barras de cacao es de calidad. “Los clientes que consumen este producto están totalmente satisfechos”.

    La venta directa, en cambio, es menos frecuente, debido a la ubicación geográfica de la comunidad Samona Yuturi.

    Para llegar a esta localidad, las personas deben abordar embarcaciones en el Coca, Orellana. Este desplazamiento toma unas ocho horas, pero el costo del transporte es alto. Para el viaje de ida y vuelta se destina USD 24.

    Por esto, la Corporación Choco Samona Yuturi analiza mecanismos para vender en mayor volumen. Rommel Sánchez, técnico agropecuario que trabaja para Petroamazonas y brinda asesoría a esta comunidad, comenta que la meta es tramitar en el 2018 las certificaciones que avalen que el cacao es 100% orgánico para exportar este producto.

    A Macanilla esta idea le ilusiona. Él nunca se imaginó trabajar en una empresa, porque apenas terminó la escuela. Pero esto no ha sido un límite.

    Para aprender a operar las máquinas siguió al pie de la letra las indicaciones de los técnicos que instalaron estos equipos. Lo mismo hace con los procesos de producción implementados.
    “Yo nunca pensé que iba a producir barra de chocolate. Me siento satisfecho y quiero seguir mejorando”, precisa Macanilla.

    En la implementación de la Corporación Choco Samona Yuturi, aparte de la comunidad indígena participaron Petroamazonas y la Agencia Alemana de Cooperación GIZ. Para este proyecto se han invertido alrededor de USD 300 000 en las instalaciones. Pero la meta en el 2018 es ampliar la planta para estar en condiciones de aumentar la producción.

    La petrolera estatal apoya a las comunidades que están cerca de la zona donde opera campos de crudo, a manera de compensación social. El objetivo es impulsar el desarrollo de emprendimientos, para que estos pobladores no se vuelvan dependientes de la actividad petrolera. Actualmente, se trabaja con alrededor de 300 familias, informa Crystiam Cevallos, gerente de responsabilidad integral de Petroamazonas.

    Abel Macanilla (centro) es parte de esta empresa conformada por una comunidad de indígenas kichwas. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
    Abel Macanilla (centro) es parte de esta empresa conformada por una comunidad de indígenas kichwas. Foto: Julio Estrella / LÍDERES
  • Mujeres kichwas dinamizan Cotacachi

    José Luis Rosales

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    Una feria de productos orgánicos, la elaboración de artesanías, la guía de turistas, el servicio de alimentación.

    Esas son algunas de las alternativas económicas que impulsa el Comité Central de Mujeres de la Unión de Organizaciones Campesinas Indígenas de Cotacachi (Unorcac), en Imbabura.
    La entidad tiene dos décadas de trayectoria y aglutina a 30 organizaciones. Son 400 mujeres, la mayoría kichwas, que están organizadas, explica Magdalena Fueres, vicepresidenta del Comité.

    La preparación de alimentos es el principal rubro de ingresos económicos de esta organización comunitaria.

    Las emprendedoras son las responsables, por ejemplo, de proveer la comida para 140 niños de los Centros Infantiles del Buen Vivir (CIBV) de las comunas Tunibamba, Calera y Santa Bárbara.

    El servicio permite mantener ocho plazas de trabajo, por lo que las socias se turnan para ocuparlas. Las damas se encargan de la preparación y distribución de desayuno, refrigerio y almuerzo.

    Por este servicio tienen un contrato de USD 5 000 al mes, explica Fueres. La mayor parte se va en la compra de víveres y transporte. Y una parte va para las trabajadoras.

    La anterior semana, Rosa Cachiguango, vecina de la parcialidad de Italqui, estuvo de turno en la cocina, que funciona en una casa ubicada en el barrio La Banda.

    En el inmueble, conocido como Jambi Mascaric (Buscando la salud), también funciona un comedor, de lunes a viernes.

    El miércoles pasado se ofrecía como menú sopa de quinua y un platillo de llapingachos, carne y ensalada y jugo de mora. Cada almuerzo lo venden en USD 2,25.

    Los domingos, en este mismo sitio, funciona la feria la Pachamama nos Alimenta, que aglutina a 260 campesinas.

    La mayoría llega con productos que cultivan en sus huertas, explica Carmen Farinango, una de las responsables de esta vitrina.

    Los consumidores pueden adquirir, entre las 05:30 y 10:00, alverja, choclo, fréjol, una variedad de hortalizas y legumbres. También, frutas como mora, uvilla, tomate de árbol, claudia, durazno.

    En uno de los puestos de venta, Carmen Taya ofrecía acelga, col, rábano, remolacha, lechuga y culantro, que trajo desde la comunidad de Tunibamba.

    La mujer, que viste un anaco de color negro y una blusa blanca con rosas bordadas, comenta que es más conveniente vender su cosecha directamente a los consumidores. Calcula que cada semana gana entre USD 40 y 50.

    “El objetivo de la feria es que las compañeras aporten a la economía familiar”, explica Fueres.
    Otra de las líneas en la que ha incursionado la organización es el turismo. El Jardín Etnobotánico, situado en la comuna de Turuco, es uno de los principales atractivos. Ahí se producen plantas nativas, agrícolas y medicinales.

    En este vergel, que es parte de la Ruta del Conocimiento, también se difunden rituales andinos de purificación y demostración del parto vertical, según la promoción que realiza la operadora turística Runa Tupari.

    El Comité Central de Mujeres de la Unorcac también maneja una caja de ahorro, que funciona entre las socias.

    La idea es entregar créditos emergentes, de USD 200 a 300, para alentar pequeñas iniciativas o destinadas a salud y educación.

    Quizá uno de los proyectos más ambiciosos de las emprendedoras es industrializar la chicha de jora.

    Esta bebida, que se la elabora con cinco variedades de maíz, se ofrece en celebraciones colectivas como el Inti Raymi (Fiesta del Sol) o fiestas familiares.

    “Ha sido un proceso difícil”, reconoce Fueres. Por lo pronto, ya cuentan con la primera línea de producción. Esta incluye la recepción de la materia prima, la molienda de los granos germinados de maíz. Para ello se ha hecho un análisis sobre la bebida.

    Lo que hace falta es implementar la fase de elaboración y envasado del néctar. El limitante, por el momento, es la falta de maquinaria. Trabajan en ello.

    La organización

    Servicios.  A las socias también ofrece asesoramiento en economía familiar, acceso a crédito y pago de deudas.

    Crecimiento. La Feria la Pachamama nos Alimenta tiene planes de ampliación. Adecúan un nuevo espacio físico.

    Gastronomía. Las mujeres preservan la variedad de preparación de productos de maíz, mashua, camote, amaranto.

    Turismo. La atención de grupos, de 10 a 15 visitantes, al Jardín Etnobotánico de la Unorcac tiene un costo de USD 60.

    Semillas.  Las mujeres son las encargadas de conservar las semillas para las siembras.

    Mujeres de 300 organizaciones integran la Unión de Organizaciones Campesinas Indígenas de Cotacachi.  Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    Mujeres de 300 organizaciones integran la Unión de Organizaciones Campesinas Indígenas de Cotacachi. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES