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  • Europa lidera la lucha contra las bolsas de plástico

    Agencia EFE

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    Europa encabeza las iniciativas legales contra las bolsas de plástico de un solo uso, un material que contribuye al vertido anual de unos 8 millones de toneladas de residuo contaminante al océano, aunque el 95 % de esos desperdicios procede de Asia y África.

    Un informe elaborado por varias universidades norteamericanas y publicado recientemente por la revista Science Advances certificaba que la humanidad ha generado unos 8 300 millones de toneladas métricas de plástico desde que comenzó su producción, distribución y venta a gran escala a mediados del siglo XX.

    Menos del 10% de esa cantidad ha sido reciclada: la mayor parte (un 79%) terminó en vertederos o directamente en el entorno natural y el resto, incinerada.

    En los últimos años la Unión Europea ha lanzado campañas de concienciación junto con normativas legales para afrontar este problema y en 2015 aprobó una directiva, ya en vigor, cuyo objetivo es que cada europeo use anualmente 40 bolsas de un solo uso en 2025. Desde mayo de 2018, además, los países comunitarios tienen obligación de informar sobre su consumo anual.

    La aplicación de esta directiva ha sido escalonada incluso en Bélgica, sede principal de las autoridades europeas, ya que Bruselas la aplica desde diciembre del 2017 pero Valonia lo hizo un año antes y Flandes, un año después.

    En Alemania, la disciplina ha dado sus frutos y, si en el 2015 cada ciudadano usaba 45 bolsas como media, en 2018 la cifra bajó a 24, según la Central Federal de Consumidores.

    Pero la ley no afecta a bolsas más delgadas, como las usadas para pesar frutas y verduras: en el 2018 los alemanes usaron 37 de este tipo por persona.

    Esta diferencia afecta a toda Europa, salvo excepciones como Francia, que prohibió las bolsas de plástico en julio del 2016 y las de frutas y verduras no fabricadas con material compostable en enero del 2017.

    En España, cerca del 20% de las 180 bolsas consumidas por ciudadano al año termina como residuo y por ello las organizaciones ecologistas han pedido más dureza en la aplicación de la ley, un año después de su entrada en vigor.

    Las estadísticas son peores en países de Europa central y del este como Polonia, donde la media es de 300 bolsas al año y, aun así, ha mejorado respecto de las 500 de hace diez años.
    Grecia es otro caso: en el 2017 consumía casi el doble que el promedio europeo de 269 por año y persona, aunque la entrada en vigor de una ecotasa en enero del año pasado ha reducido en un 85% su uso, según la Agencia Helena de Reciclaje.

    Esta medida, vinculada a la oferta alternativa de bolsas de papel o lona, ha sido también efectiva en Portugal, con reducción del 50%.

    Brexit aparte, en el 2015 entró en vigor en el Reino Unido la obligación de cobrar un mínimo de 5 peniques (5,5 céntimos de euro) por bolsa.

    África y Asia

    En realidad, el mayor problema no radica en Europa, como demuestra el estudio del Helmholtz Centre for Environmental Research de Leipzig (Alemania) que señala a África y, sobre todo, Asia como origen de hasta el 95 % de desechos plásticos más frecuentes: el polipropileno y el polietileno de alta y baja densidad.

    Los ríos que vierten más desperdicios al océano son Níger y Nilo en África y Yangtze, Xi, Dong, Zhujiang, Ganges, Brantas, Solo, Serayu, Progo y Citarum -este último río de Indonesia tiene el dudoso honor de ser el más contaminado del mundo- en Asia.

    Pese a ello, cada vez más países africanos aplican regulaciones para prohibir o restringir el uso de bolsas de plásticos y en la actualidad son 34, según el Programa de la ONU para el Medioambiente.

    El último en sumarse, el pasado 1 de junio, ha sido Tanzania, que prohíbe y multa por su importación, fabricación, comercialización y almacenamiento.

    En Asia la situación es más complicada y, aunque no faltan iniciativas en China e India, los dos países más poblados del mundo, el esfuerzo parece insuficiente.

    En China, las bolsas de plástico dejaron de ser gratuitas en el 2008, lo que según el Gobierno de Pekín, ha permitido reducir el consumo, hasta 2013, en unos 67 000 millones de unidades.

    Las autoridades impulsan ahora más medidas de reciclaje doméstico con multas incluidas, como las aplicadas a partir de esta semana en Shanghái.

    En India, la región de Sikkim

    fue la primera en prohibir bolsas de un solo uso en 1998 y buena parte de los estados que conforman esta república federal ha seguido el ejemplo.

    En América varios países se han sumado a la ola, como Colombia, que aplica un impuesto al uso de bolsas desde julio del 2017, gracias al cual en diciembre del 2018 el consumo se había reducido un 53% respecto de la media anual.

    Estados Unidos posee una regulación flexible que depende de normativas estatales e incluso locales. California fue el primer estado que prohibió las bolsas desechables en agosto del 2014.

    La Unión Europea aprobó una directiva que ya entró en vigor y cuyo objetivo es que cada europeo use anualmente 40 bolsas de un solo uso en el 2025. Foto: AFP
    La Unión Europea aprobó una directiva que ya entró en vigor y cuyo objetivo es que cada europeo use anualmente 40 bolsas de un solo uso en el 2025. Foto: AFP
  • Desde Holanda lucha por la equidad de género

    Pedro Maldonado

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    Hace unos 25 años hablar de equidad de género en las empresas y en la sociedad en general no era tan común como lo es ahora. Pero en 1995, la ecuatoriana-holandesa Diana van Maasdijk ya tenía claro que el tema sería fundamental en el mundo corporativo, así como en el día a día de las personas en distintos ámbitos.

    De padre holandés y madre ecuatoriana, esta mujer nacida en Quito, en 1971, ha vivido en Ecuador, Estados Unidos, Senegal, Perú, Holanda… Ese bagaje cultural, en el que se incluyen estudios universitarios en Nueva York y Washington, es la base de esta mujer, que lleva más de dos décadas enfocada en temas de alto impacto social, como la igualdad de género, el feminismo, el desarrollo y la lucha contra la pobreza.

    Van Maasdijk es la cofundadora y CEO de Equileap, una organización que mide el equilibrio de género en empresas a escala global  El tema de la equidad se grabó en ella desde la infancia, cuando su papá la llevaba a ella y a sus dos hermanos menores de cacería, a acampar en el Cotopaxi o a cualquier actividad fuera de casa. “No había ninguna diferencia por ser mujer”, cuenta en un salón de la casa de su madre, la escritora Edna Iturralde.

    Ese equilibrio, sin embargo, no era igual en la escuela o el colegio, en donde sí notaba una marcada diferencia en el trato y las actividades cotidianas. “Pero gracias a los valores que tuve en el hogar supe que las mujeres podíamos lograr las metas que nos planteáramos”.

    Casada con un ciudadano francés al que conoció en Estados Unidos, durante los estudios universitarios, Van Maasdijk recuerda que cuando cursó su master en desarrollo internacional ya sentía la necesidad de discutir sobre la igualdad de género.

    En 1995 esta mujer tuvo un desafío. Su pareja, que luego se convirtió en su esposo, consiguió un trabajo en Senegal. En el país africano estuvo un año, tiempo al que califica como muy duro pero al mismo tiempo una experiencia muy enriquecedora. “Se notaba mucho el colonialismo francés y se sentía la división racial, religiosa y de nacionalidad, era difícil entrar, ser parte de la cultura”.

    Empezó a buscar trabajo y luego de golpear varias puertas se conectó, gracias a su pasaporte holandés, con una organización no gubernamental que trabajaba en temas como la mortalidad materna. “Fue mi debut en lo que era desarrollo económico en un país como Senegal”. Esa experiencia fue un punto de inflexión para la carrera profesional de esta madre de tres varones que practica yoga con frecuencia para despejar la mente y recuperar energías.

    Van Maasdijk y su esposo terminaron sus trabajos en Senegal y se radicaron en Ámsterdam, en agosto de 1997. Allí esta ecuatoriana-holandesa se vinculó con World Population Foundation, una organización que trabajaba en temas como derechos sexuales y reproductivos, planificación familiar, entre otros temas. Su camino con las mujeres en situaciones vulnerables continuaba.

    Jo Andrews es la otra cofundadora de Equileap y describe a Van Maasdijk como una mujer extraordinaria. “Diana tiene el inusual talento de combinar un tremendo espíritu emprendedor con un profundo deseo de mejorar la calidad e vida de las mujeres. Además su enfoque es tratar de impactar en millones de mujeres a la vez. Lo está logrando con determinación y coraje”.

    Andrews recuerda que cuando fundaron Equileap las dos tuvieron que aprender sobre el mundo de las inversiones y las finanzas. “Diana demostró su capacidad e inteligencia y en cuestión de unos meses fuimos capaces de convencer a inversionistas para que con fíen en lo que hace Equileap”.

    Ximena Ferro conoce a Van Maasdijk desde la infancia y asegura que Diana tiene un corazón de oro y busca justicia en todo lo que hace. “Quiere que las mujeres tengan las mismas oportunidades laborales que los hombres”.

    Según Ferro, gracias al trabajo que realiza su amiga, multinacionales de todo el mundo han entendido la importancia de involucrar a las mujeres en cargos gerenciales. “En los próximos años veo a mi amiga dando un giro importante a escala mundial”.

    Van Maasdijk mira hacia atrás y siente que existen avances en el tema de la equidad de género, pero también reconoce que aún hay mucha tarea por delante. Cuenta que al ver los informes mundiales de brechas se encuentran disparidades. Como ejemplo indica que en Holanda la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 17%.

    “Me temo que no hay aún un verdadero cambio cultural y socioeconómico, aunque sí hay cambio de actitudes. La equidad no es solo buena para la sociedad, sino para la economía y el mundo”.

    Trabajo a favor del balance de género

    Como parte de su crecimiento profesional Diana Van Maasdijk se vinculó con el mundo de la banca. Fue directora de Filantropía en ABN Amro, en Holanda.

    Allí conoció y entendió cómo se utilizan las donaciones de los filántropos. Supo, por ejemplo, que estos benefactores dejaban en manos de los bancos parte de su dinero y que los intereses de esas inversiones se donaban. “Descubrí que había filántropos que no sabían que sus donaciones iban a temas sociales, mientras que sus inversiones iban al mismo tiempo a compañías que causaban el daño que ellos querían combatir”. Resultaba paradójico.

    Esa realidad motivó a esta ecuatoriana-holandesa a pensar en un modelo de inversiones de impacto social. Así fue que dejó su trabajo en el banco y fundó Equileap, en el 2016. Esta organización asentada en Ámsterdam recopila datos e información sobre la igualdad de género en el sector corporativo. Equileap procesa esa información, elabora índices y reportes sobre balance de género. Toda esa información se vende a empresas e inversionistas privados e institucionales.

    “Con el equipo creamos el modelo para calificar a las compañías midiendo temas como balance de género, brecha salarial, licencias de maternidad o paternidad. La idea es encontrar empresas que tengan un balance”.

    En el reporte de equidad de género del 2018 elaborado por la organización que dirige Diana Van Maasdijk se encuentran alrededor de 3 000 compañías que tienen una capitalización de mercado superior a dos billones de dólares y que están ubicadas en 23 países desarrollados.

    Las tres compañías líderes del listado del año pasado fueron General Motors (EE.UU.), L’Oreal (Francia) y Kering (Francia).

    A la izquierda Diana Van Maasdijk junto a Jo Andrews, cofundadora de Equileap. En las otras fotos aparece trabajando para la organización  MamaCash en el Ulambataar, Mongolia. Fotos: Vicente Costales / LÍDERES
    A la izquierda Diana Van Maasdijk junto a Jo Andrews, cofundadora de Equileap. En las otras fotos aparece trabajando para la organización MamaCash en el Ulambataar, Mongolia. Fotos: Vicente Costales / LÍDERES
  • Caridad Araujo lucha desde el BID para que se reduzca la inequidad

    Carolina Enriquez

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    La inquietud que le causaba mirar en los fríos amaneceres quiteños a niños que no podían ir a la escuela o que lo hacían en condiciones difíciles mientras ella se trasladaba abrigada en su recorrido escolar marcó mucho de lo que ahora es María Caridad Araujo.

    Esta economista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) supo desde la inocencia de la niñez que debía hacer algo para modificar la desigualdad existente. Al salir del colegio, consideró que la carrera de economía podría ayudar en ese objetivo.

    “Da un conjunto de herramientas rigurosas para entender la realidad social y , ojalá, para proponer políticas que te ayuden a corregir esa inequidad”, comenta. Se matriculó en la Universidad Católica.

    Le llamó la atención la posibilidad de estudiar la especialidad vinculada al medioambiente, porque se analiza la equidad que debe existir en el planeta entre una y otra generación. En 1997 se graduó y su siguiente paso fue realizar sus estudios de posgrado en esa rama.

    Gracias al apoyo de algunos familiares que le guiaron y su tenacidad por aprender más postuló a un programa de doctorado en la Universidad de Berkely, en California, y resultó aprobada. Para ello usó todos los ahorros que tenía.

    Durante todos los años de estudios universitarios ella trabajó en entidades vinculadas a lo social, el desarrollo, el medioambiente y la economía. Una de ellas fue la fundación Futuro Latinoamericano, donde se desarrollan diálogos de políticas para construcción de consensos y resolución de conflictos ambientales, en la que Yolanda Kakabdse fue su “mentora”.

    Esta última la define como una profesional que “no conoce la mediocridad”, que puede “combinar su conocimiento, con el amor al Ecuador y su interés por contribuir a las soluciones del país en los económico y social”, así como modelo para los jóvenes de hoy.

    María Caridad también trabajó en Ildis, el Ministerio de Finanzas y Cordes. Su paso por esta última institución le permitió, como ella dice, formar parte de la historia nacional. “Fui asistente de investigación del proyecto Gobernabilidad, para entender los problemas del Ecuador en esta área. Era la época en la que se formó la Asamblea Constituyente. Nuestro proyecto, de alguna forma, dejó de ser solo de investigación y pasó a ser un insumo en ese proceso”, recuerda.

    Tenía entonces 23 años y esas experiencias influyeron en su vida futura en EE.UU. Cuando llegó a Berkely quiso orientar su carrera al tema de recursos naturales, pero descubrió que allí se analizaban aspectos muy locales; el desarrollo, sin embargo, le llamó la atención y se especializó en ello.

    Su graduación como PHD en UC Berkeley. Foto: Cortesía BID y Archivo / LÍDERES
    Su graduación como PHD en UC Berkeley. Foto: Cortesía BID y Archivo / LÍDERES

    Ella destaca de esa época a sus compañeros, a quienes cataloga como muy inteligentes y dedicados. Son académicos destacados, a escala internacional, con quienes conformó un equipo de fútbol, mantiene una gran amistad y colabora todavía en proyectos.

    Una de ellas es Karen Macours, profesora en el programa de economía de Paris School of Economics. Ella destaca la experiencia de María Caridad y, sobre todo, la cercanía de ambas para involucrarse y resolver sus problemas.

    La época de Berkely también influyó en su vida personal, pues allí conoció a su esposo. Con el paso del tiempo las decisiones de uno se convirtieron en las de pareja; se casaron en 2002 y optaron por vivir y trabajar en Washington.

    En esa ciudad trabajó durante dos años como docente en el programa de maestría de políticas públicas de la Universidad de Georgetown. En ese tiempo, además, se vinculó con proyectos de investigación en el Banco Mundial, al que luego se unió definitivamente.

    Trabajó en temas de combate a la pobreza y educación en la zona sur de Asia (Mongolia, Camboya, Filipinas, etc.), Europa Central y en Ecuador. En el país participó en la evaluación del funcionamiento del bono de desarrollo humano.

    En 2009, sin embargo, recibió una invitación del BID para que forme parte del grupo. Ella estaba cuidando de sus hijas pequeñas y no tenía pensado un cambio.Tras una reunión analizó la opción, aplicó a la posición y se unió al equipo, pero con licencia del BM por cuatro años. Luego de ese tiempo renunció y se quedó permanentemente en el BID. “Desde el inicio me permitió impulsar proyectos innovadores. Siempre me dan desafíos”, comenta.

    María Caridad Araujo con  un grupo de ponentes. Foto: Cortesía BID y Archivo / LÍDERES
    María Caridad Araujo con un grupo de ponentes. Foto: Cortesía BID y Archivo / LÍDERES

    En el sitio desarrolla programas de protección social, combate a la pobreza y desarrollo infantil. Genera mecanismos para evitar que más personas vivan las necesidades que ella evidenció en la niñez.

    Su actual jefe y titular de la división de protección social y salud del BID, Ferdinando Regalia, destaca de María Caridad su visión estratégica y conocimiento técnico de la agenda de desarrollo humano en la región y a escala global.

    Datos

    Familia. Está casada y tiene dos hijas. Regresa siempre que puede a Ecuador. Tiene una relación especial con sus padres. Destaca sus virtudes.

    Actividades. Gusta mucho de la naturaleza y de la literatura. Cuida de las plantas que tiene en su jardín. Entre las cosas que más le gusta hacer es cocinar. Es reconocida en Washington por la preparación de fanesca de manera tradicional.

    María Caridad Araujo en las oficinas del BID en Quito. Foto: Cortesía BID y Archivo / LÍDERES
    María Caridad Araujo en las oficinas del BID en Quito. Foto: Cortesía BID y Archivo / LÍDERES