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  • Ellos rescatan una tradición manabita en La Choza

    María Victoria Espinosa (F) 
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    Los secretos de la comida manabita aún se conservan en el restaurante La Choza, ubicado en el cantón Flavio Alfaro, Manabí.

    Hace 10 años, los hermanos Clemente y Líder Zambrano decidieron regresar a la ciudad que los vio nacer: Flavio Alfaro.

    Ellos vendían comida manabita en los poblados de Tandapi y Alluriquín, en la vía Alóag-Santo Domingo por más de 20 años. “Sentíamos que cada vez nos alejábamos más de nuestras costumbres y nuestra familia. Por eso regresamos”, señala Clemente.

    En La Bramadora, un recinto ubicado a tres kilómetros de Flavio Alfaro, en la vía El Carmen-Chone, decidieron armar una choza, basándose en los conocimientos ancestrales sobre la construcción. Utilizaron troncos de laurel, caña guadúa y paja toquilla. Desde hace 10 años conservan la misma estructura, aunque le han hecho algunos cambios.

    En esa construcción y equipamiento del restaurante invirtieron USD 5 000. Desde que los hermanos abrieron el negocio, uno de sus objetivos fue rescatar las costumbres gastronómicas de Manabí. Por ello, las recetas conservan el toque secreto de las abuelas manabitas. “En cada plato se respeta la tradición y la sazón criolla”, afirma Líder.

    El desayuno criollo se compone de dos bolones pequeños, con estofado de carne, huevo y ensalada. Mientras que el ranchero viene acompañado con chorizo. Los precios de los platos varían entre USD 3 y 7.

    En La Choza también se puede encontrar cuajada (suero blanco de la leche) acompañado con plátano asado y sal prieta (fusión entre harina de maíz, maní tostado y especias), longaniza manabita, caldo y seco de gallina, pescado, cebiches, entre otros.

    Clemente señala que los ingredientes que ocupan en los platillos son 100% manabitas. Antes de servirle la comida a los clientes se les brinda, a manera de aperitivo, pedazos de plátano verde asado con sal prieta y maní.

    Él afirma que ese es uno de los secretos para que la comida sea especial. “Cuando teníamos el comedor en Tandapi, la comida era rica. Pero no igual a la de La Choza, porque los ingredientes no venían de nuestra tierra”.

    Los proveedores son productores y graneros de la zona, que abastecen de carne, leche, legumbre y otros insumos al restaurante.

    La variedad de más de 15 platillos autóctonos conquistan a unos 100 comensales, que visitan a diario el restaurante.

    José Intriago es uno de ellos. Él desayuna en La Choza tres veces a la semana, desde hace un año. “Desde el terremoto debemos movilizarnos de El Carmen a Portoviejo. Siempre paramos aquí por el sabor”.

    Clemente explica que luego del terremoto del 16 de abril del 2016, la clientela bajó a 20 por día. Además, la infraestructura resultó afectada. Por ello debieron invertir USD 15 000 en la reconstrucción de los baños, en mejorar el piso y reforzar la estructura de madera. “Fue desesperante, pero gracias a Dios nos recuperamos rápidamente”.

    Clemente recuerda que tardaron más de dos meses en recuperarse. Pero poco a poco la clientela regresó. “A raíz del terremoto, el sentimiento de pertenencia afloró en los manabitas y ahora se valora más nuestra cultura”.

    Carmen Zambrano, de Flavio Alfaro, visita el restaurante los fines de semana con su familia. Ella asegura que el sabor es auténtico de Manabí. “Venimos porque me recuerda a la comida de mi abuela. En cada plato se siente el sabor de hogar”, comentó.

    Desde hace unos ocho meses, los hermanos Zambrano lograron recuperar a su clientela. Al mes reciben hasta a 5 000 clientes. Por eso aumentaron el número de trabajadores de seis a 10.

    Ellos se encargan de la atención al cliente, las compras, el aseo y de preparar los alimentos. “Trabajamos mucho para que los empleados tengan un buen trato a las personas para demostrar la amabilidad, carisma y la simpatía que nos caracteriza a los manabitas”, señala Líder.

    Los hermanos Clemente y Líder Zambrano son los propietarios del restaurante La Choza, ubicado en el recinto La Bramadora de Flavio Alfaro. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    Los hermanos Clemente y Líder Zambrano son los propietarios del restaurante La Choza, ubicado en el recinto La Bramadora de Flavio Alfaro. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • El sabor manabita, en un empaque

    María Victoria Espinosa

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    Tras cinco meses de pruebas, Michael Garretty logró reunir en un envase los sabores típicos de Manabí.

    El café molido, la sal prieta y el maní quebrado se distribuyen en Azuay, Guayas, Pichincha y Manabí bajo el sello de Nostalgia. Una marca que busca recordar las tradiciones gastronómicas ancestrales manabitas.

    Los productos conservan el olor, sabor y textura de las recetas milenarias. Así lo aseguró la manabita Pamela Reina, quien dejó su provincia natal hace ya 20 años. “He vivido en Quito y en Santo Domingo y he encontrado productos como la sal prieta. Pero solo Nostalgia me trasladó hacia mi infancia y la comida de mi abuela”, señala esta mujer.

    Garretty explica que para darle un toque ancestral a su marca, el proceso de producción, desde la recolección de frutos hasta el empaquetado, se hace en Manabí. “Es un producto pensado para conquistar al manabita que vive lejos de su tierra. La idea del empaque es que incluso se pueda llevar como un souvenir a otras partes del mundo”, dice el emprendedor.

    Otra de las ventajas de que el producto se haga en Manabí es que indirectamente se generan unas 80 plazas de trabajo en los agricultores de las zonas rurales de Portoviejo como Abdón Calderón, El Rodeo y del cantón Tosagua. Además, de forma directa, en la elaboración del producto se involucran 20 personas.

    El emprendimiento nació en el 2015 con un capital de USD 10 000. Garretty recuerda que vivía en Guayaquil y añoraba los sabores típicos de su natal Manabí. Así que retornó e inició una investigación para dar con las recetas típicas que más les podrían gustar a los ecuatorianos. “Los productos reúnen los ingredientes de las recetas originales, pero tienen un moderno y práctico empaque, que se transportar fácilmente”.

    Garretty señala que la inspiración para crear este negocio nació de la añoranza por la comida de su abuela Maruja Zambrano y la admiración por su bisabuelo Luis Arboleda Martínez, quien tenía una fábrica de galletas, chocolate y la fábrica de hielo La Sirena. “Él siempre estaba buscando nuevas máquinas para mejorar la producción e innovar”.

    El primer producto que salió al mercado -a principios del 2016- fue el café tostado y molido, en una presentación de 250 gramos. “Es un café rubio, sin mezclas y con poca acidez, que hace que el olor se perciba mejor”.

    Luego se impulsó la creación de la sal prieta, que es una fusión entre harina de maíz, maní tostado y especias. “Este producto se consigue en los mercados de abastos en tarrinas o fundas plásticas. Nuestra marca se consigue en los supermercados y es utilizada en la gastronomía gourmet”.

    Pero Garretty recuerda que encontrar la fórmula perfecta no fue fácil porque se debía buscar un sabor autóctono, pero con una textura atractiva y sin exceso de grasa. “Nos basamos en las recetas y secretos familiares”.

    En la actualidad, en la sede de Nostalgia también se elabora mantequilla de maní, frutos secos, frutas deshidratadas y leche de almendras de varios sabores como el chocolate.

    En Manta los productos se los puede conseguir en la cafetería Grocerry, en el centro de la ciudad. Este espacio fue creado por Garretty para impulsar a Nostalgia, pero también otros productos de emprendedores del país. En el segundo piso se están construyendo un espacio para que los artistas expongan su arte.

    Michael Garretty es el propietario de Nostalgia, una microempresa de Manta que elabora y vende productos como la mantequilla de maní y el café. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    Michael Garretty es el propietario de Nostalgia, una microempresa de Manta que elabora y vende productos como la mantequilla de maní y el café. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • El cacao manabita se hace bombón en Cuenca

    Redacción Cuenca

    Un local de 30 m² alberga una oferta de 100 tipos de chocolate, en el centro de la capital azuaya. Caramelo, maracuyá, amareto, naranja, manjar, crema, menta… son algunos de los rellenos de los bombones que comercializa la iniciativa Chocolatino.

    Además del local céntrico, este emprendimiento abrió -el año pasado- un segundo punto de venta en el Mall del Río. Su facturación promedio mensual bordea los USD 4 000 y elabora unos 30 000 chocolates cada semana.

    El negocio se inició en el 2007 como un pasatiempo para Juan David Vintimilla, quien es su gerente. Su hermano Cornelio le enseñó a preparar los bombones para consumo personal y empezó a receptar pedidos de amigos y familiares. Con esa acogida identificó una oportunidad de negocio e invirtió USD 2 000 en moldes y pailas para preparar los chocolates.

    Al inicio, las ventas bordeaban los USD 800 al mes y tenía un empleado. Conforme crecieron los pedidos, Vintimilla invirtió otros USD 8 000 para arrendar el local en el centro y realizar adecuaciones. Un año después, destinó una cantidad similar y arrendó otro local en el Mall del Río (sur). Hoy tiene nueve empleados.

    Carolina Crespo es una de las clientas de Chocolatino. Esta cuencana rescata la variedad y frescura de los bombones. Dice que acude una vez a la semana y cada vez encuentra nuevas opciones.

    Eso no es casualidad, ya que Vintimilla señala que invierte cerca de USD 2 000 al año en la creación de nuevos sabores y moldes de diferentes formas, como corazones, flores, mariposas, pirámides…

    La selección del cacao es un proceso clave para la calidad del chocolate. Por eso, cada seis meses Vintimilla viaja a la provincia de Manabí para adquirir el producto. Joselito Mendoza cultiva este grano y vende, desde el 2009, a Chocolatino. “Es cumplido con los pagos y busca comprar a diferentes agricultores, para promover un comercio justo, sin monopolizar”.

    Además de chocolates, este negocio oferta helados con frutas y salsas de chocolate blanco o negro. Esta diversificación es para atraer a un segmento del consumidor diferente, dice Vintimilla.

    Uno de los productos estrella de esta iniciativa es el chocolate de taza, que es un bombón adherido a una cuchara de palo de 15 cm. Este chocolate se introduce en un pocillo de leche a 32 grados centígrados y se bate por un minuto. El resultado es la bebida caliente de cacao.

    Cecilia Andrade compra unas 10 unidades al mes del chocolate de taza, para preparar cuando recibe visita. Le gusta por la simplicidad, el sabor y porque “queda el recuerdo de la cuchara de palo”.

    Esta consumidora dice que gasta unos USD 6 al mes en adquirir este producto.

  • La sazón manabita se moviliza en cuenca

    Redacción Cuenca

    La herencia de Diego Jaramillo, por parte de su abuela Blanca Carvallo, fue la receta para elaborar empanadas de verde con sazón manabita.

    En el 2010, este cuencano y su esposa Gabriela Tamayo iniciaron el emprendimiento Empanadas de Verde, que oferta esta preparación rellena de queso o carne con tres variedades de ají. Sus ventas promedian los USD 800 mensuales.

    Jaramillo recuerda que desde el 2007, junto a Tamayo, preparaba las empanadas de verde en su casa y los comensales “se asombraban con el sabor”. Esa admiración se volvió recurrente, por lo que esta pareja invirtió USD 400 para adquirir implementos de acero inoxidable y un ‘carrito’ para vender este producto en diferentes puntos en el sur de Cuenca.

    Jaramillo identificó que aunque en la capital azuaya sí existían negocios que ofertaban las empanadas de verde, en algunos faltaba formalidad. Por esa razón se concentró en el mercado de su negocio: desarrolló un logo, que imprimió en servilletas, papelería, uniformes de trabajo, entre otros artículos. También, contrató a una persona para atender el negocio. Al inicio, las ventas bordeaban los USD 300 al mes.

    En julio del 2011, Jaramillo y Tamayo abrieron un local en la zona de San Roque (centro de Cuenca), que mantuvieron durante más de un año. Pero, no funcionó. La pareja cree que quizá se debe a que las empanadas son “para llevar o ir comiendo en el camino”, por esa razón funciona mejor venderlas en el ‘carrito’.

    Para Sofía Chica, no importa cómo o dónde se comercializan estas empanadas mientras sean de esta firma. Esta guayaquileña destaca el sabor, textura crujiente, calidad y la atención. “Mis preferidas son las empanadas rellenas de queso”.

    Carlos Serrano es otro cliente. Según él, los tres tipos de ají (encebollado, jalapeño y salsa de chile) atraen al cliente. Este cuencano indica que los lugares donde ha comido este producto cambian el sabor, tamaño, ají… “He comido en este lugar por más de un año y los estándares en el sabor y calidad se mantienen”.

    Jaramillo dice que aunque el plátano verde casi ha duplicado su precio desde el 2010, su receta no modifica los ingredientes, para fidelizar a sus clientes.

    En la av. Remigio Crespo, durante las mañanas, Tamayo produce las empanadas que pueden ser hasta unas 50 al día, según la temporada. Desde las 16:00 hasta las 19:00, de lunes a viernes, Danny Villalta, el colaborador de Empanadas de Verde, las comercializa.

    Jaramillo indica que este año diversificarán la oferta. Venderán sánduches de pernil en otro ‘carrito’, con otro logo y colores distintos. “La idea es mantenerse en el negocio comercializando productos preparados con calidad”.

  • El alimento manabita gana espacio en tiendas de guayaquil

    Redacción Guayaquil

    La salprieta, el queso manaba, los alfajores, el suero de leche, el maní y el café son productos tradicionales de Manabí. El particular sabor de estos alimentos hace que estos sean vendidos en diferentes ciudades del país.

    En Guayaquil, por ejemplo, en el sector de Sauces y Guayacanes (norte) existen unas ocho tiendas dedicadas exclusivamente a la venta de estos productos.

    Una de ellas es Productos Manabitas JR, propiedad de Mercedes Chiriboga. Ella llegó desde Manabí hace unos 20 años, para radicarse en el Puerto Principal. Hace un año montó su negocio, en donde el queso fresco y duro proveniente de Chone, junto con la salprieta son los productos que tienen mayor demanda.

    Diariamente vende unas 60 libras de queso, que oferta a USD 2,50 y USD 2,70, dependiendo de la variedad.

    La demanda de estos productos hizo que Chiriboga instalara otra tienda en el centro de Guayaquil, que registra ventas similares de queso, y al menos unas 10 porciones diarias de salprieta.

    En el sector de Guayacanes, Diana Gómez tiene un negocio con la misma variedad de productos, desde hace tres años. Allí, la venta de manjares provenientes de Manta son los más solicitados.

    En promedio, ella calcula que al menos el 50% de sus clientes son manabitas o de padres que crecieron en esa provincia. La otra mitad son guayaquileños que gustan de comer y preparar comidas con la sazón manabita.

    Otros productos, como la chicha para sazonar las comidas, también tienen demanda. Martha García vive en Sauces 5 y afirma que para preparar sopa prefiere comprar queso manabita. «Es casi una tradición, además del buen sabor».

    Según el último Censo de Población del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en los últimos cinco años, 20 882 personas salieron de Manabí para radicarse en Guayas.

    Raquel Zambrano compra semanalmente manjares manabas, confites y alfajores, a los que destina unos USD 10.

    En el sector Samanes (norte) Dairon León atiende un local que tiene unos siete años vendiendo este tipo de productos. Afirma que en los últimos cinco años este tipo de tiendas tienen mayor demanda y más presencia en la ciudad.

    Los actores de este tipo de negocios calculan que en las zonas norte y sur de Guayaquil existen unas 20 tiendas.

    Queso y salprieta

    La demanda. El queso duro es usado normalmente para preparar sopas. La libra va desde USD 2,50, al igual que el queso fresco.

    Los platos. La salprieta se sirve en platos de carne o con maduro.