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  • El cantón Rocafuerte es la fábrica de los dulces manabitas

    Redacción Guayaquil

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    El olor a canela y leche seduce a los clientes de Dulcería Los Almendros, ubicada en la vía de ingreso al cantón Rocafuerte, en Manabí.

    Este negocio se inició hace 20 años como una herencia familiar con los esposos Ondina Delgado y Jimmy Romero. Fue la madre de Ondina quien le enseñó la preparación hace 40 años. Ahora, 14 mujeres son las encargadas de preservar el sabor tradicional.

    Al entrar al local, los turistas nacionales y extranjeros se encuentran con 90 variedades. Entre las más solicitadas están los alfajores de chocolate, bocadillo, huevo moyo, bizcochuelo, manjares de leche, conitos. También ofertan dulces de frutas de guineo, piña, agua de coco, mamey, papaya; y de zanahoria y camote. Hay cocadas de diferentes colores: negra, blanca, roja, verde, de leche condensada; y helados.

    Las puertas de la dulcería están abiertas desde las 07:00 hasta las 20:00. Pero la jornada de Romero empieza a las 04:00. Se levanta a ordeñar las vacas para proveerse de la leche que necesitará para la elaboración de los dulces. También compra algo adicional a sus vecinos ganaderos.

    “Los turistas llegan a toda hora y de todas partes. Tenemos un promedio de 300 a 500 personas diarias que vienen a comprar”. El manabita señala que Rocafuerte es el único sitio donde se prepara el limón relleno.

    Este manjar se prepara por ocho días. Se parte el limón a la mitad y se saca lo agridulce, se sumerge alternativamente en agua fría y caliente hasta eliminar lo ácido. El relleno es de manjar de haba o arroz. Este dulce cuesta USD 1. Los demás varían entre 0,05 y 0,10.

    Los esposos recuerdan que empezaron con 10 variedades, pero que cada año crean nuevos productos. “Este año implementamos el alfajor de chocolate que venden en Argentina, ahora lo estamos haciendo aquí. Siempre estamos innovando, porque es lo que los clientes exigen”.

    Hace tres años, los productos se elaboraban artesanalmente en las estufas y hornos de barro. Pero por la demanda debieron invertir en hornos y cocinas industriales. “Solo se cambió el instrumento pero la receta y la elaboración mantienen la tradición”, dice Romero.

    El local se divide en dos secciones: en la parte delantera se exhiben y comercializan los dulces, helados y lácteos; mientras que en la parte de atrás se instaló una fábrica de alimentos, donde cada mujer sabe su labor y se divide la cocción, el horneado, la mezcla y la distribución.

    La preparación de dulces nació cuando llegaron las monjas oblatas, quienes enseñaron a las manabitas a elaborar los dulces con los productos que había en su entorno, como leche, harina, azúcar. “Mientras sus esposos estaban en el campo, ellas hacían dulces”, cuenta Concepción Solórzano, presidenta de la Asociación de Productores de Dulces de Rocafuerte (Asoprocar).

    Actualmente la mayor parte de la población utiliza esta actividad como sustento económico. A lo largo de la vía se observa cómo cada familia coloca una mesa fuera de su casa para ofertar sus productos. Asoprocar tiene 60 socios de pequeños y medianos negocios.

    La mayor parte de la población de Rocafuerte, en Manabí, tiene en los dulces su principal sustento económico. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
    La mayor parte de la población de Rocafuerte, en Manabí, tiene en los dulces su principal sustento económico. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
  • La solidaridad marca a estas recetas manabitas

    María Victoria Espinosa

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    El ají, refrito y aliño del negocio Picando ando conservan las recetas tradicionales manabitas. Los productos se elaboran en hornos de leña para conservar el sabor de los aliños que se preparan en las zonas montuvias de Manabí.

    El emprendimiento Picando ando nació a raíz del terremoto del 16 de abril de 2016. Lorena Castillo recuerda que Portoviejo estaba devastado. El departamento en el que vivía se desplomó y lo perdió todo. Así que debió dormir durante dos meses en un parque.

    Pese a que las donaciones llegaban hasta ese albergue, Castillo necesitaba mejorar la calidad de vida de sus dos hijos. Así que decidió hacer ají. “Dos meses antes del terremoto perdí mi trabajo y empecé a vender ají a mis amigos para sobrevivir”.

    Una amiga le regaló USD 5. Con ese dinero compró los ingredientes para hacer el ají nuevamente y ofertarlo a sus conocidos. Pero la Cámara de Comercio de Portoviejo había improvisado una rueda de negocios e invitó a los emprendedores de los albergues a que exhibieran sus productos.

    Castillo participó del evento con la intención de vender las tres botellas de ají natural, que había preparado con su madre Deysi Chávez en el garaje de la casa y envasado en frascos reciclados. Pero el emprendimiento llamó la atención de una firma privada, que le hizo un pedido de 100 botellas de ají. “Era una locura porque yo solo preparaba hasta cinco botellas en un día. Pero no tuve miedo y decidí intentarlo”.

    En esa rueda de negocios, los medios de comunicación hicieron varios reportajes que se subieron a las redes sociales y las personas empezaron a interesarse en el ají. El guayaquileño Reinaldo Bravo, la contactó a través de Facebook para hacerle una donación de materia prima para cumplir con el primer pedido.

    Las primeras ganancias fueron de USD 350. Ese dinero lo invirtió en mejorar las etiquetas y presentación de sus productos. A los 15 días participó en otra rueda de negocios organizada por la Prefectura de Manabí y la empresa privada. En este evento también exhibió un aliño casero y un ají fuerte y extra fuerte.

    Castillo consiguió en ese evento el apoyo de Supermaxi para obtener el registro sanitario y cuatro códigos de barra. “Esa donación fue importantísima porque la mayoría de emprendimientos fracasa por esos trámites”.

    Ya con los documentos en regla, Castillo pudo participar en más de 20 ferias a nivel nacional. Además, empezó a innovar con nuevos productos como un aliño gourmet para preparar las cenas navideñas, un refrito y ají de mango, maní y maracuyá.

    Almacenes Tía se interesó en el producto y le hizo un pedido de 540 frascos de ají y 200 de aliño en octubre del año pasado. A los 15 días realizó un nuevo pedido de 8 000 frascos de aliño y 5 500 frascos de ají. Desde entonces, lo surten cada mes.

    En la actualidad, la producción de Picando ando es quincenal de alrededor de 3 000 frascos de aliños, ají y refrito.

    María Elisa Bravo compra el ají en un Tía, en Quito. Para ella, los productos de Picando ando le traen recuerdos de su niñez. “El sabor del aliño es igual al que hacía mi abuelita”.

    Lorena Castillo es la propietaria de Picando ando, un emprendimiento que rescata las costumbres manabitas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
    Lorena Castillo es la propietaria de Picando ando, un emprendimiento que rescata las costumbres manabitas. Foto: Juan Carlos Pérez para LÍDERES
  • La dulce tradición que tienen los manabitas

    Bolívar Velasco

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    Una columna de recipientes con dulces en su interior se exhiben en las perchas de los negocios manabitas apostados en las vías de Flavio Alfaro, Manabí.

    El olor que emanan estos aperitivos se percibe a metros de distancia, y no hay quien se resista a probarlos cuando se pasa por esos lugares. En el sitio La Crespa tienen fama los troliches, el manjar, los suspiros y las roscas.

    Casi todos son el resultado de la mezcla de panela, leche y miel. Pero en las vitrinas cada dulce tiene un aspecto distinto y así se vuelven irresistibles al paladar de los clientes que llegan en cantidades a “endulzar la vida”.

    Con esa frase, Flavio Mendoza evoca el origen de esta actividad, que es parte de una de las tradiciones del montuvio manabita.

    Él, por ejemplo, aprendió a elaborar los dulces ancestrales en hornos de barro, en los que la leña era el elemento central para la cocción del producto.

    Hace 40 años, cuando se inició en esta actividad, el trabajo no era fácil, pues debía ir a las fincas de las zonas rurales a cortar la madera necesaria para activar el horno.

    Desmontar los trozos de la leña con machete no era tan complicado como si lo era llevar la carga al hombro o montarla en un burro.

    Había que recorrer largas distancias y sortear caminos difíciles, pero era una prueba que debían pasar todos los que deseaban incursionar en la elaboración de los dulces típicos manabitas.

    La idea de entonces era que se conozca cómo se daba la cadena de la producción, hasta llegar al paladar del cliente. Nada sencillo para quien ve el producto empacado en una tarrina o dentro de una funda, como era la presentación de esos años, recuerda Mendoza con alegría.

    En la provincia manabita no hay persona o familia que tenga vínculo con la ruta de los dulces.
    El cantón Rocafuerte es el más conocido por esta tradición, aunque también hay establecimientos en Flavio Alfaro.

    Solo en Rocafuerte, 146 familias elaboran 300 variedades de dulces, según el Municipio.
    En esa lista están los huevos moyos, bocadillos, troliches, galleta de almidón, limón relleno, alfajores, dulces de camote, papaya, suspiro y cocadas. Pero hay costumbres alrededor de estos aperitivos que han cambiado con los años en las familias manabitas.

    Ahora ya no caminan a sitios distantes para conseguir la leña. Les basta un horno a gas o el que traen incorporadas las cocinas para hacer realidad esos deliciosos ‘manjares’, reconoce Bella Napa, emprendedora de La Crespa.

    Su elaboración mantiene intacta esta costumbre que surgió como un plus de la gastronomía manabita, dice el historiador Ramiro Molina.

    El montuvio del pasado acostumbraba preparar dulces para que sean consumidos luego de una cena especial. A manera de postre, se los servía para cerrar con buen sabor luego de la ingesta de una comida típica.

    Así el dulce dio un salto a los negocios a partir de esa tradición dentro del hogar, según Molina.
    No obstante, el origen de esta actividad se la atribuye a las enseñanzas de las religiosas franciscanas y mercedarias que empezaron a elaborarlos en el siglo XIX.

    Ellas prepararon los primeros modelos de alfajor, que es el dulce de más larga data en la provincia.

    Se trata de una composición de harina, azúcar, leche, yemas de huevo, soya y vainilla.
    Su presentación final es como una moneda de USD 1 triplicada en tamaño. Esto lo cuenta Juan Ramón Urdánigo, presidente de la Asociación de Productores y Comerciantes Artesanales de dulces de Rocafuerte.

    Su organización, cada año realiza un festival para resaltar el valor histórico de los dulces. Su mensaje es llevar los aperitivos tradicionales a los sitios más remotos del país y el mundo.
    Es precisamente lo que hacen con sus emprendimientos en la vía Rocafuerte-Portoviejo. Los turistas no dudan en llevarlos para ir degustando o por encargo.

    Flavio Mendoza, elabora variedades de dulces manabitas hace 34 años, en el cantón Flavio Alfaro. Foto: Juan Carlos Pérez /LÍDERES
    Flavio Mendoza, elabora variedades de dulces manabitas hace 34 años, en el cantón Flavio Alfaro. Foto: Juan Carlos Pérez /LÍDERES