Etiqueta: manda

  • Trabajo e incentivo ¿la plata manda?

    Arturo Castillo

    Relacionadas

    Por naturaleza, las relaciones entre los seres humanos son asimétricas. La desigualdad se expresa, para empezar, en el ámbito microsocial de la familia.

    El amor paterno, pretendidamente equitativo, siempre favorece, consciente o inconsciente, a alguno de los hijos, lo que genera episodios de celos y disputas, que pueden marcar la existencia entera de aquellos que se sintieron emocionalmente desfavorecidos.

    El entorno escolar es particularmente proclive a las iniquidades, en virtud de que todo el sistema reposa en la psicología del premio-castigo, en la competitividad, con la consecuente generación de complejos, inseguridad y hostilidad hacia la autoridad.

    En el mundo laboral, el esquema se repite, o más bien constituye una extensión del proceso educativo formal. Se busca incesantemente el trabajador ideal, cuyo perfil es un dechado de virtudes, pero se hace muy poco para construir entornos gratos, empresas con un sentido humano. Lógicamente, las compañías buscan seleccionar personal con el mayor índice de inteligencia académica, con los valores más elevados, con la mejor hoja de servicio y experiencia; pero, muchas veces no saben cómo retener ese talento.

    Solo una política consistente de incentivos y un entorno laboral gratificante son capaces de generar fidelidad hacia la empresa. Claro está, mantener a los sujetos emocional y psicológicamente estimulados, de manera que su rendimiento alcance los más elevados estándares, es una tarea que exige no solo contar con los recursos materiales necesarios, sino principalmente disponer del recurso de la imaginación y de un mediano conocimiento de la conducta humana.

    El ser humano es una criatura crónicamente insatisfecha; no existe, consecuentemente, una regla, una fórmula que haga que los individuos experimenten un estado de satisfacción continuo y duradero. Está claro, además, que el dinero no logra comprar o alquilar una buena actitud, el aprecio por el trabajo y por la organización; es decir, un vehemente deseo de dar lo mejor de sí mismo.

    En todo caso, las políticas de incentivos son de gran importancia, no solo como un mecanismo de retención del talento, sino como una expresión concreta de la voluntad de generar equilibrio en la relación empresa-trabajadores.

    El espectro de beneficios debe cubrir las necesidades materiales, anímicas y también intelectuales de los individuos.

    Aunque los incentivos económicos son importantes para la generalidad de los trabajadores, aspectos inmediatos y cotidianos, como el clima laboral y la calidad de la comunicación, los estilos de liderazgo y de interacción, abonan para lograr estabilidad y un compromiso de largo alcance hacia la compañía. La experiencia demuestra que pese a todos los esfuerzos, el asunto de las brechas es insalvable. Lo concreto es que no todos los trabajadores de una organización son iguales, de modo que una política de aplicación general no hace justicia.

    La jerarquía dentro de la empresa o compañía, el grado de responsabilidad, los méritos académicos, tienen un peso concreto cuando se trata de implementar beneficios. Es obvio, la empresa quiere incentivar lo que considera superlativo, lo excepcional.

    No obstante, el trabajador promedio, aquel que tiene una escasa iniciativa, que experimenta momentos de desidia y de pereza, que no se anima a ir más allá de las tareas asignadas por la organización, será quien más exija que la empresa retribuya su esfuerzo.

    Finalmente, más allá de los factores externos, solo la automotivación es capaz de provocar en la persona un sentimiento de gozo, de despertar en su ánimo el deseo de servir a la vida. En ese caso, el regateo de los incentivos pasa a un segundo plano.

    Los problemas relacionados con el comportamiento organizacional juegan un papel fundamental a la hora de retener el talento humano en las empresas. Ilustración: Ingimage
    Los problemas relacionados con el comportamiento organizacional juegan un papel fundamental a la hora de retener el talento humano en las empresas. Ilustración: Ingimage
  • En la decoración rústica manda ‘El rey del moyuyo’

    Redacción Guayaquil

    Dos perros mestizos resguardan el taller de Bonifacio Crespín ‘El Rey del Moyuyo’, ubicado en el sector El Arenal, a 92 km al suroccidente de Guayaquil, en la vía a Posorja.

    Crespín explica que la elaboración de muebles y decoraciones con ramas de moyuyo -un arbusto grande cuyas ramas alcanzan los 25 cm de diámetro-, es un legado de José Lázaro, otro artesano de Playas, a quien conoció hace 40 años.

    Los canes se han acostumbrado a las más de 40 personas que visitan sus ‘dominios’ los fines de semana. En agosto y septiembre, como de diciembre a marzo, se alcanzan ventas de hasta 40 muebles.

    Algunos de sus trabajos, como balcones o puertas, se exhiben en casas particulares, hosterías y centros turísticos apostados a la vía Playas – Puerto Engabao.

    Los costos de las artesanías van desde los USD 35, por una cava para 10 vinos, hasta los USD 250, por un comedor de cuatro taburetes. “Para los acabados, formas circulares y tejidos, uso bejuco (lianas secas)”, explica Crespín, al preguntarle sobre otros valores agregados que proporciona a sus obras.

    Marcia Valdivieso interrumpe esta ‘audiencia’ con ‘El Rey del Moyuyo’, para retirar el mueble lavadero que contrató hace una semana. “Lo colocaré en mi casa del valle de Yunguilla (Azuay) -indica Valdivieso-. Tengo 13 artículos, como candelabros y macetas”.

    La materia prima de este emprendimiento, en el cual trabajan seis familiares de Crespín, yace bajo el custodio de un cuervo. El ave camina entre los maderos que provienen desde Cerecita y Progreso. Se secan tres meses a la intemperie (27º centígrados) antes de ser clasificados por tamaños. Con el bejuco se trabaja al mes y medio de cortado.

    Luego de la construcción o de la instalación a domicilio del pedido se aplican hasta dos capas de barniz, para fijar los acabados en cada artesanía.

    “La madera de moyuyo resiste a todo clima”, así lo asegura Mayra Sánchez, una clienta que compró su primer mueble de ‘El Rey’ hace 15 años, cuando iniciaba su vida matrimonial. “Son una excelente opción para quienes gustan de lo rústico”.

    Crespín entrega su última obra y comenta que el arbusto es generoso. Sus frutos, en forma de bayas, se machacan para obtener un líquido pegajoso. “Dicen que los antiguos (sus antepasados) fijaban su cabello con este líquido. Ahora también lo usan para bisuterías”.