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  • La ‘app’ para proteger al manglar ecuatoriano

    Redacción Quito

    (I)
    redaccion@revistalideres.ec

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    En Ecuador se podrán denunciar afectaciones al ecosistema del manglar a través de la aplicación Manglar App, que facilitará la comunicación entre comunidades e instituciones involucradas en la gestión del manglar.

    Se trata de una iniciativa impulsada por la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), con la participación de la Subsecretaría de Gestión de Gestión Marina y Costera del Ministerio del Ambiente, la Subsecretaría de Recursos Pesqueros del Ministerio de Producción y Comercio Exterior y organizaciones que trabajan bajo los Acuerdos de Uso Sustentable y Custodia de Manglar. La Corporación Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ) ha colaborado al proyecto con financiación y asistencia técnica para el desarrollo de la ‘app’.

    Mediante los Acuerdos de Uso Sustentable y Custodia de Manglar se concesiona a comunidades y organizaciones un área determinada de este ecosistema, para su aprovechamiento sustentable. De acuerdo con el Ministerio del Ambiente, hasta el año pasado, alrededor de 65 000 hectáreas de manglar se encontraban otorgadas bajo este mecanismo.

    Las comunidades que poseen dichos ‘acuerdos’ se comprometen a proteger este ecosistema con actividades de pesca sostenible y acuicultura, turismo sustentable o denuncia de actividades que afecten al mismo.

    Fabián Reyes, docente investigador de la UTPL involucrado en el proyecto, señala que para las comunidades es difícil custodiar el manglar y realizar los procesos de denuncia. “Al intentar realizar las denuncias se encuentran con varios inconvenientes. El tiempo que invierten en hacer la denuncia, los recursos invertidos, la falta de respuesta y transparencia de entidades de control a las denuncias presentadas, la inseguridad y falta de respaldo de las autoridades a la hora de poner la denuncia”.

    Las instituciones encargadas de la gestión del manglar y la atención de denuncias también enfrentan problemas, como el poco personal y la falta de equipamiento, o la deficiente coordinación entre instituciones, asegura el investigador de la UTPL.

    Con el objetivo de dar solución a estas problemáticas, surge la idea de desarrollar una aplicación que permita mejorar los procesos de gestión y control del manglar, así como facilitar los procesos de denuncia. “El objetivo del proyecto fue crear una aplicación Android e iOS, para la notificación y monitoreo de problemas ambientales en los manglares custodiados por organizaciones y usuarios tradicionales, y los esteros y mar aledaños a estas áreas”.

    Con Manglar App se busca disminuir los tiempos de denuncia y notificación, reducir costos y generar insumos para la gestión del manglar, como datos estadísticos para una mejor planificación de dicha gestión.

    Finalmente, se busca fortalecer las relaciones entre los actores involucrados en la gestión del manglar.

    La descarga

    Para usar Manglar App será necesario registrarse, para evitar la saturación de la ‘app’ y las denuncias falsas. Una vez registrado, el usuario puede realizar su denuncia según el tipo de anomalía: tala, contaminación, invasiones, delincuencia marítima, técnicas de pesca no permitidas, recolección de cangrejo en época de veda, etc.

    Para cada caso, existe un menú con los requerimientos mínimos para realizar la denuncia. Además, la interfaz cuenta con un botón de pánico para contactarse con el 911 y denunciar delitos flagrantes.

    Actualmente, el desarrollo de la ‘app’ ha superado la etapa de investigación y prototipado.

    Hasta el año pasado, alrededor de 65 000 hectáreas de manglar estaban concesionadas a comunidades. Foto: archivo / LÍDERES
    Hasta el año pasado, alrededor de 65 000 hectáreas de manglar estaban concesionadas a comunidades. Foto: archivo / LÍDERES
  • Estudiantes apoyan un plan en favor del manglar

    Marcel Bonilla

    redaccion@revistalideres.ec (I)

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    Cuarenta estudiantes de la carrera de Gestión ambiental de la Universidad Católica de Esmeraldas (Pucese) trabajan en el proyecto sustentable del manglar. Ellos cuentan con el apoyo de alrededor de 200 personas de cinco organizaciones del cantón Muisne.

    Asopesmar, Asopesanjocha, Asopesbunche, Asociación de producción pesquera Río Sálima y Asosertuvista (Asociación de Servicios Turísticos Bellavista), son parte del proceso desde hace dos años, a raíz del terremoto de abril del 2016 que afectó principalmente a Esmeraldas y Manabí.

    El proyecto tiene dos componentes: uno relacionado con el cuidado del manglar, y el segundo implica la ejecución de un estudio sobre variables pesquera en el cantón Muisne.

    El objetivo del trabajo es fortalecer las capacidades de las comunidades dedicadas a la extracción de la concha y pesca artesanal. Los estudiantes y sus colaboradores han aprendido a llenar los informes semestrales del trabajo que realizan sobre el cuidado del manglar.

    Los alumnos del séptimo ciclo de Gestión ambiental, con la ayuda de sus profesores, apoyan con asistencia técnica en comunidades que tienen áreas de manglar bajo su cuidado.
    El trabajo lo realizan los fines de semana dependiendo del cronograma de actividades que tenga cada una de las asociaciones de concheras, cuyos integrantes recibieron capacitación sobre la adecuada comercialización del producto.

    Los estudiantes también han participado del procesamiento de muestras, como parte de un estudio sobre recursos pesqueros, que se realiza con dos asociaciones de pescadores de la parroquia San José de Chamanga y Pedro Carbo.

    Sergio Ferney, uno de los alumnos que ha colaborado en este proceso de obtención de muestras de peces y conchas, dice que el aporte de sus compañeros de aula ha servido para identificar los problemas en las citadas comunidades y proponer alternativas.

    Este proyecto se articula con representantes de la cooperación alemana GIZ, que financia su ejecución con USD 43 000. El organismo también facilita a tres de sus técnicos para que trabajen con los 40 estudiantes y cinco docentes de la Pucese.

    Verónica Vernaza, catedrática de la universidad, explica que las concheras han realizado cursos de manejo de sistemas GPS, redacción de informes con una guía redactada por la Universidad, para que puedan denunciar en caso de tala de manglar.

    Las mujeres no solo extraen la concha, sino que la preparan y han sido ganadoras en tres ocasiones en concursos gastronómicos fuera de la provincia de Esmeraldas.
    Con ellas se hicieron croquetas y hamburguesas de pescado. En Asopesmar, de Pedro Carbo, cuentan con productos del mar empacados al vacío con su marca Red-Mangle-Muisne, y han empezado a comercializar a través de su centro de acopio.

    Sus 38 integrantes aprendieron a vender sus productos del mar y manglar, con la ayuda de la Universidad Católica de Esmeraldas, explica, Ramón Zambrano, represente legal de Asopesmar.

    Eduardo Rebolledo, catedrático de la Pucese se encargó del componente pesca con dos asociaciones de pescadores de Chamanga y Pedro Carbo, con los que se estimó las estadísticas y la oferta natural de recursos que tiene el sur de Muisne.

    Mientras un equipo de la universidad trabajaba en la obtención de las estadísticas, otro equipo de la GIZ buscaba en Quito el mercado para colocar la producción y evitar a los comerciantes intermediarios, que se llevan en ganancia el 75% del producto.

    Por eso se hizo un diagnóstico de registro pesquero que duró tres meses el año anterior, con el apoyo de los pescadores que debían llenar fichas sobre especies y tamaño del producto.

    El resultado determinó que en el sur se pescan 92 recursos distintos dentro del estuario Cojimíes. El recurso objetivo es el camarón y se pescaba más camarón hacia Chamanga que a Pedro Carbo, con el uso de mallas electrónicas Estas mallas fueron sometidas a un estudio con la finalidad de establecer cuál era la más adecuada para la captura de peces y camarón, con un menor impacto ambiental para las especies marinas.

    Estudiantes de la universidad y miembros de asociaciones trabajan en la zona del manglar levantando información
    Estudiantes de la universidad y miembros de asociaciones trabajan en la zona del manglar levantando información. Fotos: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • Un proyecto turístico junto al manglar del río Esmeraldas

    Marcel Bonilla

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    Desde la orilla se observa el verdor del mangle y los pescadores artesanales mientras reman sobre sus canoas para pescar en la desembocadura del río Esmeraldas.

    La brisa y un suave olor a naranjo se sienten a pocos metros de la reserva de manglar, donde anidan aves y es el hábitat de especies marinas como el bagre.

    Allí funciona Marina-Ecovida, un proyecto turístico inspirado en el manglar y aprovechado por nativos de la zona de Pianguapí y la isla Luis Vargas Torres.

    El manglar tiene una estrecha relación con el pueblo afro de Esmeraldas, porque es ahí donde se entretejen historias que han dado vida a leyendas y personajes históricos, explica la antropóloga Eunice Villegas, del Centro Internacional de Diversidad Cultural de Esmeraldas.

    Tras el lanzamiento del proyecto turístico hace dos meses, la acogida del sitio ha sido satisfactoria, porque ha permitido a los turistas navegar por el interior del manglar y observar pelícanos, garzas, piqueros, gaviotas y gaviotines, señala Rodrigo Albornoz, administrador del proyecto.

    Los guías nativos no solo hablan del manglar, también recuerdan las historias que identifican a los afroesmeraldeños como La Tunda y Riviel, dos de los personajes mitológicos de Esmeraldas.

    Tatiana Chacha, una de las visitantes, dice que la iniciativa permite disfrutar del manglar y conocer más de la cultura de Esmeraldas, porque durante el recorrido se puede observar a hombres con sus atarrayas y anzuelos.

    Este recorrido empieza desde la playa de Las Palmas, puede ser vía terrestre, en bicicletas, o por el mar a bordo de una lancha, hasta llegar a la desembocadura del río Esmeradas, en Tachina.

    Los dueños del proyecto han adecuado un puerto, donde se acodera una barcaza usada para el recorrido fluvial, con capacidad para 20 personas.

    Los turistas pueden degustar de un coctel de coco y conocer la belleza del río Esmeraldas.
    Entre las historias que se cuentan están el arribo de los españoles, que navegaron por ese río, y el 21 de septiembre de 1 526. El administrador del proyecto explica que la iniciativa surgió como una forma de mostrar la naturaleza expresada en el manglar, con una propuesta de cuidado a la ecología del sector.

    Por eso el proyecto turístico tiene una visión amplia de la cultura y el turismo, que deben ir de la mano aprovechando lo mítico de Esmeraldas y su gastronomía, que es parte de esta ruta turística, explica Rodrigo Albornoz.

    El viaje por el estuario termina con la degustación de una variedad de platos típicos, que se comparten a la orilla del río. Allí se degusta el tradicional tapa’o esmeraldeño, langostas al ajillo, cebiches de langostinos, concha y camarón, así como los encoca’os de cangrejo azul y de pescado.

    Martín Pineda, propietario del negocio, explica que el proyecto busca mantener la relación entre la cultura esmeraldeña y el turismo, aprovechando el manglar, y el rescate de una zona que sirve de amortiguamiento de la ciudad. Los turistas tienen pueden pasear en barcaza, recorrer en motos acuáticas y pescar en el muelle.

    La iniciativa surgió como una forma de mostrar la naturaleza expresada en el manglar, con una propuesta de cuidado al ecosistema. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
    La iniciativa surgió como una forma de mostrar la naturaleza expresada en el manglar, con una propuesta de cuidado al ecosistema. Foto: Marcel Bonilla / LÍDERES
  • Talleres sobre la cocina del manglar

    Redacción Quito

    Paolo Realpe Mina nació en Muisne y está radicado en Quito. Pero preserva la cultura de su pueblo día a día, sobre todo en el aspecto culinario. Desde los aceites de coco que elabora bajo la marca Alonso y Milena hasta los talleres de cocina, en donde Realpe recuerda el manglar y la cocina que surge de este ecosistema.

    La ciudad costera de la provincia de Esmeraldas comparte las recetas populares con el resto de la región, pero se destaca en el uso de ingredientes puros del manglar, como las conchas, el churopiacul (caracol que crece pegado a las raíces del manglar), la mapara o el pata de burro, entre otros.

    Para el taller que se realizó el pasado 19 de noviembre en Wayruro Orgánico, Realpe trabajó una preparación del tradicional ‘tapao’ con un pescado conocido como lisa, que puede llegar a pesar entre tres y cuatro libras. Un pescado fino que se cocina mejor en agua.

    Joana Fierro, socia de Wayruro, explica que la apertura a este tipo de talleres se dio por la necesidad de dar a conocer temáticas que involucran la cocina desde los productos. “Queríamos mostrar la realidad del manglar y de dónde viene la comida que estamos comiendo”. Realpe fue el cocinero que más se acoplaba a esta idea.

    Es que la gastronomía se cuela por varios aspectos de su vida. Se identifica como conchero de profesión y es este mismo ingrediente el que le lleva a recordar la importancia del manglar, su cocina y la afectación que ha recibido por la tala del manglar.
    “De pequeño cogía de 400 a 500 conchas en un día. El manglar existía en una extensión de 27 000 hectáreas”. Hoy reconoce que, como él, la gente de la comunidad emigró a las ciudades por la tala indiscriminada de los manglares. “La concha ahora es escasa. Está en un punto de extinción, nos quitaron nuestra cultura”.

    A través de la cocina, ambos organizadores consideran que se puede llegar a los comensales para que sean más conscientes en el momento de comprar. Sobre todo analizando de dónde llegan los ingredientes de cada plato y cómo trabajarlos de forma saludable.

    La gastronomía del manglar -dice Realpe- se caracteriza por una sencillez que aprovecha los sabores puros de cada ingrediente. En su mayoría los platillos se inician con un refrito de cebolla, pimiento, tomate y ajo. Para el ‘tapao’ se cocinan aparte los verdes y se deja marinar el pescado en limón, ajo y sal. Al juntar con el refrito los tres componentes mezclan sus sabores en un caldo.

    Así mismo, hay platos que son variantes de la cocina de la Costa, como la sopa de concha. Un plato que se sirve caliente en el que se cocinan el churopiacul y las conchas, con zumo de coco, verde rallado y el tradicional refrito.

    Las hierbas que dan sabor en la gastronomía popular son la chillangua o el chirarán, especias que crecen en la región de forma silvestre. Otro detalle que ayuda a recordar la cocina de Muisne, cuenta Realpe, es el coco. Además del jugo que se añade a los típicos encocados, está también el uso que le dan al aceite en la comunidad: desde hidratación hasta para la cocina.

    En Wayruro Orgánico se realizó el taller de cocina del Mar y del Manglar con platos como el ‘tapao’. Foto: Eduardo Terán / LÍDERES
    En Wayruro Orgánico se realizó el taller de cocina del Mar y del Manglar con platos como el ‘tapao’. Foto: Eduardo Terán / LÍDERES
  • Las recetas nacen del manglar costeño

    Redacción Quito

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    Las recetas ancestrales y tradicionales de Esmeraldas, Manabí, Santa Elena, Guayas y El Oro se elaboran en el restaurante Martín Pescador, ubicado en el norte de Quito.

    Esta iniciativa surgió en el 2009 como un centro de comercialización y revalorización de la cultura del ecosistema manglar dentro de la Coordinación Nacional de Defensa del Manglar (C-Condem), señala Marianeli Torres, coordinadora general de esta organización.

    Sin embargo, hace seis meses, Martín Pescador ahora es un emprendimiento independiente, aunque sigue los mismos valores de la organización que la creó: trabajar con una economía propia en la que se posicionan los productos frescos del manglar ecuatoriano. Además, enseña al consumidor todo el trabajo que las 80 organizaciones y comunas de las provincias mencionadas realizan para obtener, de manera directa y sin intermediarios, los mariscos, las conchas y el pescado desde zonas de los manglares en donde se puede llevar a cabo la pesca artesanal.

    María Augusta Luna, actual propietaria del restaurante Martín Pescador, indica que traer productos de pescadores y recolectores artesanales de la Costa para la preparación de más de 10 recetas ancestrales es el principalm valor agregado del ahora negocio familiar. Los platos que más se posicionan entre los clientes quiteños son el ensumaca’o de concha -que se prepara con coco-, camarones apanados, tapa’o de pescado entre otros. Además, el toque especial en el sabor de estos platos lo dan plantas originarias del manglar, como la chiyangua, el cimarrón o el chirarán, afirma Luna. Actualmente en Martín Pescador trabajan siete personas, y el local tiene un aforo de 80 personas.

    José Corozo, oriundo de Muisne (Esmeraldas), fue uno de los fundadores del concepto de restaurante, cuando Martín Pescador era de la C-Condem. Este esmeraldeño cuenta que aprendió los secretos de la comida típica de esta provincia desde muy niño, gracias a sus abuelos.

    “La recuperación de las recetas está en las especies”, señala el chef. Además, todo lo preparado en la cocina no usa químicos ni preservativos, e ingredientes como tomate riños y otros acompañados lo adquieren de fincas agroecológicas de organizaciones campesinas de Santo Domingo.

    Marianeli Torres, de la C-Condem, explica que pese a que Martín Pescador ahora es una iniciativa independiente de la coordinadora, el hecho de mantener la recuperación del sistema de economía propia de las organizaciones del manglar, ayuda a potenciar el manejo comunitario de estas actividades y del ecosistema.

    En la actualidad, a través de la C-Condem todavía se comercializa el producto fresco como camarones de estuario, conchas, pulpa de cangrejo de manglar a más de 100 clientes en Quito.

    Foto: Paúl Rivas/ LÍDERES José Corozo y María Augusta Luna revalorizan las recetas tradicionales del manglar ecuatoriano, en el restaurante Martín Pescador ubicado al norte de Quito.
    Foto: Paúl Rivas/ LÍDERES
    José Corozo y María Augusta Luna revalorizan las recetas tradicionales del manglar ecuatoriano, en el restaurante Martín Pescador ubicado al norte de Quito.