Las finanzas sostenibles van ganando espacio en América Latina. Uno de sus instrumentos son los bonos verdes, tendencia a la que se sumó recientemente Ecuador con la primera emisión de este tipo en el mercado bursátil.
La Bolsa de Valores de Quito define a los bonos verdes como un instrumento de deuda de renta fija negociado en el mercado de valores, con dos particularidades: Los recursos deben estar destinados a actividades que contribuyan a la mitigación o adaptación al cambio climático y el destino de los mismos y su uso debe ser verificado por un tercer actor autorizado.
Las emisiones de estos papeles, detalla la entidad en su Guía de bonos verdes y sociales para Ecuador, deben regirse por los Principios de Bonos Verdes, diseñados por el International Capital Markets Association (ICMA).
Los recursos pueden destinarse a proyectos sobre energía renovable, transporte limpio, agricultura, manejo de desechos y aguas residuales, TICs, entre otras áreas con impacto en la sociedad.
La primera emisión de bonos verdes en el país la realizó Banco Pichincha el pasado diciembre, por USD 150 millones. Los inversores fueron BID Invest (miembro del Grupo Banco Interamericano de Desarrollo), Corporación Financiera Internacional y Proparco (Institución financiera de la Agencia Francesa de Desarrollo).
Los fondos se destinaron a los Biocréditos que la entidad otorga para proyectos con beneficios ambientales medibles. “Con la emisión del bono verde se estima que en cinco años el banco llegue a desembolsar créditos verdes por un monto total aproximado de USD 600 millones”, señala Gema Sacristán, directora general de Negocios del BID Invest, entidad que brindó asistencia técnica en la estructuración del bono.
Sacristán explica que la rentabilidad de estos instrumentos financieros se mide, al igual que en otros bonos, con base en el nivel de riesgo. El papel emitido por el Banco Pichincha tiene un plazo de cinco años y una tasa de rendimiento del 3,9%.
“Lo interesante es que es una inversión que garantiza el uso de fondos y por ende ofrece beneficios ambientales medibles, lo cual genera rentabilidad medioambiental e impacto en el desarrollo. Esto a su vez genera confianza a los inversores y al mercado”, añade la vocera de BID Invest.
¿Cuál es el valor agregado para una empresa emisora de bonos verdes?
Mónica Torresano Melo, profesora IDE Business School y presidenta de SostenIR – Fábrica de la Sostenibilidad, señala algunos beneficios: Contribuir al desarrollo sostenible y lucha contra el cambio climático, mejorar la reputación de la organización, generar fuentes novedosas de financiamiento, contar con inversores y socios con visiones compartidas, y fortalecer la cultura de la organización en temas de sostenibilidad.
Los bonos verdes forman parte de los llamados bonos temáticos, que incluyen también sociales y sostenibles. La directora de Negocios del BID Invest adelantó que para este año esperan apoyar en la estructuración e inversión en un bono social de género y otro bono social de inclusión financiera con dos actores del sector financiero del país. El organismo ha invertido en 10 bonos temáticos en América Latina y el Caribe, por un valor de USD 800 millones.
La primera emisión de bonos verdes en el país la realizó Banco Pichincha el pasado diciembre, por USD 150 millones. Foto: Cortesía
El acceso a información y comunicación es el aspecto en que más ha mejorado Ecuador durante el último año. Así lo señala el Índice de Progreso Social, publicado por Deloitte.
El estudio mide las necesidades básicas, los fundamentos del bienestar y las oportunidades que brinda un país para los ciudadanos. La nación en la mejor posición dentro del estudio fue Noruega y la peor, Sudán del Sur.
Hasta el 2018 se incluyó información de 142 países; mientras que el año pasado fueron 149.
Este dato es fundamental para analizar la posición en la que se encuentra Ecuador, dice Camila Hernández, gerenta de Desarrollo Sostenible de Deloitte. Si la comparación se hace tomando en cuenta el progreso social, el país mejoró al pasar de la posición 59 a la 52, mientras que si se toma en cuenta el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita empeoró, al bajar del puesto 76 al 80.
“Hay que considerar que se han sumado más países. No se debe entender el análisis linealmente, como un ranking. Es una muestra más exhaustiva , lo que nos hace más o menos competitivos en los tres ejes que mide el índice”, explica la vocera de la consultora.
En el segmento de acceso a información y comunicación, Ecuador pasó del puesto 83 al 68. Vinicio Carrión, director de Imaginar, Centro de Investigación para la Sociedad de la Información, cree que esta mejora responde a un tema global. Cada vez hay más gente que tiene acceso a la Internet, a la telefonía móvil, entre otros.
“No solo acceden las personas con nivel adquisitivo alto sino todas las demás. Los avances han permitido que la tecnología se vuelva más asequible y barata. Seguramente, en los próximos años seguirá mejorando. Lo que sí se debe tomar en cuenta es cómo se usarán esos progresos para lograr la prosperidad social”.
Para el 2018, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el porcentaje de hogares con acceso a Internet era de 37,2%; esto implica un importante crecimiento en un lustro; en el 2013, la cifra alcanzó un 28,3%. Una mejora de 7,7 puntos porcentuales se registró en el mismo periodo en cuanto a la proporción de personas con teléfono celular activado.
No obstante estos resultados positivos, existen otros que generan preocupación. Dentro del subsegmento vinculado a acceso a gobierno en línea, Ecuador pasó del puesto 66 al 76.
Esto último, de acuerdo con la Encuesta de Gobierno en Línea de las Naciones Unidas del 2018, se refiere a la disponibilidad de herramientas de participación electrónica en los portales del Gobierno para provisión de información en Internet; consulta electrónica, que implica organización de consultas públicas en línea; y toma de decisiones electrónicas para involucrar a los ciudadanos en los procesos de decisión.
En cuanto a salud y bienestar, el país registró una baja al pasar del puesto 38 al 54. Sin embargo, el Índice determina que el país se desempeña comparativamente bien en cuanto a las expectativas de vida hasta los 60 años.
En otros segmentos, los resultados son buenos respecto de igualdad de género en poder político y en libertad de expresión. El desempeño es relativamente malo con relación con acceso a la justicia, matrimonio temprano, tasa de homicidios, etc.
Para Hernández, es importante que el Gobierno -a escala nacional y local-, la empresa privada, las organizaciones no gubernamentales, etc., puedan utilizar el Índice cómo una métrica válida para gestionar inversiones, estrategias, tomas de decisiones y comunicaciones. “Es una manera tangible de aterrizar cómo estos actores están generando valor real en la sociedad, apoyando al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), etc”.
De hecho, en la región ya existen casos de aplicación del Índice a través de empresas. Los hay en Brasil, Colombia y Costa Rica. Se busca generar el primer caso práctico en Ecuador.
La puntuación mundial mejoró en cinco años
Medir el progreso social es un imperativo. Así lo señalan los Nobel de Economía Joseph Stiglitz y Amartya Sen, junto al economista francés Jean-Paul Fitoussi en el libro ‘Mismeasuring Our Lives: Why GDP Doesn’t Add Up’.
“En una sociedad cada vez más orientada a la medición del desempeño, tener las métricas correctas importa mucho. Lo que medimos afecta lo que decidimos y hacemos. Si usamos malas mediciones, impulsaremos las prioridades equivocadas”, dicen estos tres expertos sobre la importancia de medir el desarrollo y el bienestar de las personas.
Esos conceptos sirven de marco para el Índice de Progreso Social, publicado por la organización Social Imperative Progress (SPI) con el apoyo de Deloitte y Skoll Foundation. Al progreso social se lo define como la capacidad de una sociedad de satisfacer las necesidades humanas fundamentales de sus ciudadanos, de establecer cimientos que permitan mejorar y mantener la calidad de vida de sus ciudadanos y comunidades, y de crear las oportunidades para que todos los individuos alcancen su pleno potencial. Es, para diferentes expertos, una definición ambiciosa.
Los resultados del 2019, así como los de los cinco años anteriores, reflejan que el mundo en general está mejorando. Desde el inicio del SPI, en el año 2014, el mundo ha pasado de una puntuación de 62,16 a 64,47 sobre 100.
El mayor progreso se ha logrado con el Acceso a la Información y a las Comunicaciones (71,74), que mejoró con 11,49 puntos en los últimos seis años.
El reporte advierte sin embargo que el progreso es lento y desigual. “El mundo está mostrando un rendimiento inferior comparado con lo que el promedio mundial del PBI per cápita sugiere que es posible”.
A escala global, los países nórdicos están en los primeros lugares del índice. Noruega tiene el mejor desempeño mundial seguido por Dinamarca, Suiza, Finlandia y Suecia. En América latina, los mejor posicionados son Costa Rica (35), Chile (37) Uruguay (41), Argentina (42) y Panamá (47).
El índice mide 12 pilares: nutrición, agua y saneamiento, vivienda, seguridad personal, acceso a conocimientos básicos, acceso a comunicaciones, salud y bienestar, calidad ambiental, derechos de las personas, libertad personal, inclusión y acceso a educación superior. Desde el 2014 hasta el 2019, el mundo ha mejorado más en el acceso a comunicaciones, acceso a educación superior, agua y saneamiento, y vivienda. ¿Por qué es importante esta información? Deloitte señala que las complejidades del siglo XXI requieren nuevas medidas para el progreso. “Confiar solo en la riqueza o el PBI de un país crea una imagen incompleta del desarrollo humano y social”.
La firma consultora añade que siendo como un mapa, el Índice del Progreso Social puede ayudar a identificar sistemáticamente una estrategia hacia un crecimiento responsable e inclusivo mediante la priorización de las necesidades más apremiantes para la sociedad.
“Las empresas pueden apoyar mejor a los gobiernos y a las organizaciones sin fines de lucro en la búsqueda de soluciones para acortar brechas. Los desafíos sociales son oportunidades para las empresas que entienden que el cambio sostenible puede encontrarse a través de servicios y productos innovadores”.
Datos
Desde 2014, el puntaje promedio mundial ha mejorado en 2,27 puntos. Los mayores avances están en Burkina Faso, Costa de Marfil, Sri Lanka, Ghana y Tanzania. Los mayores retrocesos, en cambio, están en Nicaragua, Estados Unidos, Brasil y Sudán del Sur. Estados Unidos es el único país del G7 que ha retrocedido en el progreso social.
El Índice de Progreso Social de Deloitte mide las necesidades básicas, los fundamentos del bienestar y las oportunidades de un país para la gente. En el 2018 se hizo en 149 países. Ecuador registró los mejores resultados en acceso a la información y la comunicación. Foto: Freepik.es
Levantarse por la mañana y hacer deporte permite que el día fluya con más energía. Algunos ‘gadgets’ complementan los hábitos saludables para sacar provecho de ellos. Desde utilizar la energía producida por el cuerpo hasta conocer los niveles de hidratación, los accesorios son ilimitados.
La mayoría de elementos se combinan con aplicaciones móviles que se adaptan a cualquier tipo de deporte y ritmo de vida.
El AMPY por ejemplo es un dispositivo que se coloca sobre las piernas, brazos o cintura. Este es un cargador que transforma el movimiento del cuerpo en energía para cargar dispositivos como celulares. Mientras más se mueve la persona más carga guardará.
Las pulseras inteligentes también son útiles. La Nike Fuel Band hace un seguimiento de las actividades del día con sensores de movimiento. Hasta cuenta el número de pasos que da la persona.
La Push Band, por su parte, ayuda a mejorar el entrenamiento con análisis del ejercicio que se realiza y el área que se desea transformar. Ofrece recomendaciones basadas en la fuerza y velocidad que el usuario realiza.
Entre los ‘gadgets’ especializados está el Zepp Tennis, un sensor que se adhiere a la raqueta. Analiza la posición de saque y se conecta con una ‘app’ a la que envía la data. Mantiene registro de los golpes y mide el poder de los lanzamientos.
También existe The Hug, una pulsera que mide el consumo de agua para mantener los niveles de hidratación. La información se envía a una ‘app’ que calcula cuánto debería consumirse en base al género, peso y edad, alertando con notificaciones cuando no se ha consumido lo suficiente.
Por último, el Ulock, pensado para los ciclistas, es un candado resistente a cortes, taladros y golpes. Se abre a través de una ‘app’.
La moda cambia constantemente y lo realmente importante a la hora de vestir es definir el “estilo de cada persona”. Así lo considera Gabriela Becerra, quien junto con Patricio Nieto, emprendieron en Sista & Co., una firma de asesoría de imagen y ‘personal shopper’.
En septiembre del 2011 empezaron a estructurar este negocio a partir de sus profesiones y afinidades mutuas: el diseño de modas. El nombre provino del anglicismo ‘sista’ (abreviación de ‘sister’), que se traduce como hermana y que también se usa para referirse a una amiga entrañable. “Pensamos en una tienda de ropa y accesorios. El negocio -aclara Nieto- tomó un giro cuando identificamos que la asesoría de imagen era un mercado potencial”.
El ‘personal shopper’ ayuda al usuario a determinar los colores, tipo de prendas, peinados… que beneficien a su ‘look’. “Enseñamos a los clientes a comprar inteligentemente y a aprovechar bien su dinero”, indica Nieto.
En octubre pasado, los socios invirtieron USD 2 800 para especializarse como ‘personal shopper’ en el Style Institute de Lima (Perú),
Erika Hervas terminó sus estudios universitarios y contrató uno de los tres paquetes de servicios de Sista & Co. “En enero opté por el paquete básico. Patricio y Gabriela fueron a mi casa y tardaron unas cuatro horas en la asesoría. Me entrevistaron y analizaron mi guardarropas para seleccionar qué podría utilizar con mi nuevo estilo”, según indica.
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Es necesario, explica Becerra, conocer la personalidad y las actividades que desempeña cada cliente. De allí, se realiza el estudio de colores para establecer las tonalidades que benefician al cliente dependiendo de su contextura física, piel, cabello, entre otros. En el ‘fondocloset’ se selecciona qué prendas no le favorecen y qué se debería donar. Una costurera los acompaña y se encarga de ceñir o ensanchar los vestidos que van a acordes con el nuevo look, explica Nieto.
Como último paso, en el paquete básico -que va desde los USD 150- los ‘personal shopper’ se encargan de acompañar al contratante a las boutiques tanto de centros comerciales como pulgueros o huecas de ropa importada, que ofertan prendas a bajos costos para “enseñar” a comprar al usuario según el presupuesto con el que cuente.
Este negocio atiende entre 12 y 15 clientes al mes. Omar Echeverría es uno de ellos; en marzo pasado optó por el paquete completo de USD 250. Aparte de la asesoría y el ‘personal shopper’, el cliente recibió una asesoría integral de belleza en Cristhian Játiva VIP y un álbum fotográfico con Byron Vera. “En EE.UU. el ‘personal shopper’ es un servicio cotizado por el ritmo de vida que no te permite pasar horas en las tiendas sin la certeza de que eso te irá bien”, indica este cliente.
Al mes, Sista & Co. factura entre USD 1 500 y 2 000, y cuenta con dos colaboradores. Como parte de su idea original del negocio mantienen una línea de accesorios y bisutería para mujer.