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  • La panela montuvia se llenó de sabor

    María Victoria Espinosa

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    El emprendimiento Panelabitas encontró la fórmula para mantener una tradición y darle un toque más actual al mismo tiempo: esta iniciativa combinó el tradicional sabor de la panela elaborada por los montuvios manabitas y el extracto de menta, maracuyá, naranja y limón, para convertirla en un caramelo energizante.

    La idea de saborizar la panela nació hace dos años, cuando Daniel Salinas, gerente de Panelabitas, descubrió que en Pichincha, un cantón de Manabí, 60 familias se dedican a la producción de caña de azúcar y elaboran panela, que se distribuye en bloques en ese cantón. “El sabor era único, pero no tenían facilidades para distribuirla en la provincia y producirla a mayor escala”, dice el emprendedor.

    Salinas señala que la panela de Pichincha era de muy buena calidad, pero que los bloques eran muy grandes y dificultaban su manipulación y corte. “A mí me recomendaron consumirla por una gastritis que tenía, pero no era fácil de diluir en las bebidas”.

    Salinas se asoció con la familia Mendoza, que lleva 80 años elaborando panela en Pichincha, Manabí. Con ellos, en su pequeña planta artesanal se hicieron los primeros estudios de solubilidad, para lograr una fórmula que sin dejar de ser orgánica ni perder el sabor típico tuviera mejor textura y fuera fácil de diluir en agua, jugos o bebidas calientes.

    De ahí nació el primer sabor, que se distribuyó en cubitos de panela que se podían consumir como caramelo o utilizarlos para endulzar las bebidas. “Estábamos emocionados por lo logrado, pero sentíamos que podíamos mejorar. Así que tratamos de innovar”.

    En la planta, los estudios continuaron y pronto la panela empezó a mezclarse con el extracto de la maracuyá y posteriormente con el de naranja y limón. “Escogimos estos sabores, porque son los que más se consumen en Ecuador”.

    María José Zambrano consume el producto de Panelabitas hace dos meses. Ella lo consiguió en un supermercado de Manta. Esta joven manabita señala que lo utiliza como energizante cuando va al gimnasio. “En una botella de agua agregó un cubito con sabor a maracuyá y lo consumo mientras hago ejercicio. Solo tiene 30 calorías y es un producto orgánico”.

    La inversión inicial para levantar este negocio fue de unos USD 10 000, que se utilizaron adecuar la planta, mejorar los trapiches en los que se extrae la caña de azúcar, así como para adquirir los envases, etiquetas y tramitar permisos.

    La producción diaria con la que empezaron fue de 100 cajas. Pero en un año ya ha aumentado a 300 cajas al día. La proyección del emprendimiento es ingresar a las cadenas de supermercados del país. “Ya tenemos los permisos sanitarios y hemos logrado posicionar el producto en la provincia. Estamos en negociaciones”.

    Foto: Facebook
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  • La palma de coco integra a la familia montuvia manabita

    Redacción Santo Domingo

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    Alrededor de la producción del fruto de la palma de coco gira otra de las tradiciones de los montuvios.

    Los miembros de este grupo étnico desarrollaron en el campo la destreza de cultivar y cosechar este producto como una forma de alentar el uso del tradicional machete en las labores agrícolas.

    Jorge Carvajal, oriundo del cantón Rocafuerte, en Manabí, cuenta que tradicionalmente ese objeto corto punzante ha facilitado la cosecha de diversos productos en las fincas y haciendas.

    Es por eso que se hizo muy útil, por ejemplo, para descender desde las palmas de coco los diferentes racimos del producto.

    En Manabí la demanda del coco es alta debido a los abundantes terrenos con esos sembríos.

    En esa provincia hay 1 489 hectáreas de plantaciones de coco y es la segunda jurisdicción a escala nacional con la mayor cantidad de plantas por debajo de Esmeraldas, según el Ministerio de Agricultura, Ganadería Acuacultura y Pesca. El clima tropical y subtropical de esa zona facilita la expansión. Ahí crecen las variedades enano, gigante y el híbrido.
    Todas se aprovechan para el consumo y el comercio.

    Lúber Zambrano sabe que para cosechar el coco debe vestir la indumentaria típica del montuvio.

    Él utiliza la camisa de mangas largas de tela y un pantalón sencillo acompañado de un sombrero de paja toquilla.

    De esa forma acude cada semana a su finca en el sitio la ‘recta’ hacia Rocafuerte donde tiene media hectárea de esa plantación.

    Luce ese atuendo tradicional del montuvio para mantener la costumbre de sus antepasados.

    También, lo usa para protegerse de las picaduras de insectos y de los cambios del clima en la Costa.

    En el cantón Rocafuerte existen unas 200 hectáreas con sembríos de palma de coco.
    Los montuvios de la zona aprovechan la cosecha que llega cada dos meses para vender el fruto a los comerciantes manabitas.

    En la vía a Rocafuerte hay unos 80 emprendimientos de venta de agua de coco helada o al clima.

    Los locales están bajo pequeñas chozas construidas con pilares de caña guadúa y paja toquilla, que son elementos característicos del entorno de este grupo étnico de la provincia manabita.

    En las pequeñas covachas hay un congelador, una mesa y sillas para que los clientes que viajan a Portoviejo tomen un descanso mientras degustan del agua de coco. Quienes prefieren beberla en el trayecto piden la presentación en botella de medio litro.

    Jorge Carvajal asegura que esta idea nació como una forma de darle comodidad al cliente.
    “Para sostener un coco se necesitan las dos manos. Para una botella empleas una e incluso es más fácil digerirla”.

    La presentación en botella cuesta USD 1, mientras que el coco original 0,75.
    José Vélez, otro comerciante, dice que sus ventas dependen en gran medida del clima.
    En un día soleado vende hasta 100 botellas, pero en tiempo de lluvias salen 30 unidades.
    Los vendedores aprovechan las paradas de buses y semáforos para llamar la atención y así ofrecer su producto.

    Jorge Carvajal envasa  el agua de coco en botellas de plástico con capacidad para medio litro. Su negocio lo tiene en Rocafuerte, Manabí. Foto: Katherine Delgado para LÍDERES
    Jorge Carvajal envasa el agua de coco en botellas de plástico con capacidad para medio litro. Su negocio lo tiene en Rocafuerte, Manabí. Foto: Katherine Delgado para LÍDERES