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  • Una iniciativa cultural germina en el Carchi

    José Luis Rosales

    (F)
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    Las muñecas Meibi y Neibi, personajes de un cuento de la comunidad afrochoteña de La Concepción, en Carchi, son los recientes artículos de un emprendimiento cultural.

    Casa Editora R&R, del escritor Ramiro Cabrera y su esposa Rosem Tamayo, publica textos didácticos que están basados en la tradición oral y la mitología de los pueblos ancestrales.

    En el 2013 desarrollaron una monografía en La Concepción, cantón Mira, una parroquia con población mayoritariamente afrodescendiente.

    Las mujeres y maestras de la localidad compartieron sus saberes, la mayoría han sido transmitidos de padres a hijos de forma oral.

    Después de esa experiencia, Cabrera escribió el cuento ‘Meibi y Neibi & El Árbol de las Palabras’.

    El relato se basa en dos hermanas gemelas, hijas de Coronita Ogonaga. “Eran idénticas, como dos gotitas de agua, sus ojos eran brillantes como dos estrellas en la noche, eran alegres y juguetonas”.

    Cuando aún eran niñas, las afrochoteñas tenían la costumbre de ir a jugar en un frondoso árbol de ceibo. En su adolescencia empezaron a soñar que ese macizo tenía en sus ramas palabras que susurraban con el viento.

    Por eso, decidieron llamarle El Árbol de las Palabras. Así fueron aprendiendo sobre música, danza, medicina y comida tradicional de sus ancestros.

    Como el centenario árbol, que inspiró una parte de este cuento, hay tres ejemplares en las localidades de La Concepción y Chamanal, en Carchi.

    El cuento tiene el apoyo del Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura José de la Cuadra, una iniciativa del Ministerio de Cultura que busca fomentar el consumo de lectura en el país.

    Tamayo se capacitó en técnicas de lectoescritura. Ahí aprendió que hay formas lúdicas para atraer a los lectores de más corta edad.

    La editora también recuerda que las mujeres de La Concepción tienen un lema: “Hay que enseñar queriendo y aprender haciendo”.

    Así surgió la idea de personalizar a las hermanas Meibi y Neibi, para dar valor agregado al libro. Para eso, les recomendaron que acudiesen a la Unidad Educativa Municipal 1 de Mayo, de Tulcán.

    Este plantel educativo forma bachilleres técnicos en la Industria de la Confección. Actualmente hay 78 estudiantes.

    Los chicos aprender a diseñar y confeccionar ropa deportiva, uniformes, trajes casuales y de gala. Sin embargo, la elaboración de estas muñecas de trapo puso a prueba a las hábiles estudiantes y a sus profesores.

    Rosem Tamayo entregó un prototipo de las muñecas y en el aula la diseñaron con parámetros técnicos. Las figuras fueron confeccionadas por seis estudiantes, bajo la guía de la profesora del área técnica, Lourdes Paguay.

    En el proceso de elaboración se cuidaron todos los detalles. La pareja va incluida en un bolso que está elaborado en tela cambrela.

    Meibi luce un traje de color lila, Neibi, en cambio, lleva puesto un vestido rosado.

    Winston Erazo, rector del establecimiento, explica que tienen planes para conformar una empresa para ofrecer el servicio de confección.

    Previamente, los rasgos de los rostros de las muñecas fueron realizados por la diseñadora gráfica, Andrea Rosero. Los bordados pertenecen a Juan Carlos Herrera.

    Otros datos

    El cuento ‘Meibi y Neibi & El Árbol de las Palabras’ se vende en librerías de Carchi e Imbabura o al 099 785 7247.

    El kit de las muñecas Meibi y Neibi y el cuento tiene un costo de USD 32.

    El próximo año tienen previsto publicar dos libros de antropología y cinco cuentos.

    Antes editaron el texto ‘Camilita Piarpuesán’, sobre la identidad indígena Pasto. También cuentan con un estudio sobre los apellidos Pasto.

    Rosem Tamayo, editora, Winston Erazo, rector de la Unidad Educativa Municipal 1 de Mayo, y las estudiantes. Foto: cortesía
    Rosem Tamayo, editora, Winston Erazo, rector de la Unidad Educativa Municipal 1 de Mayo, y las estudiantes. Foto: cortesía
  • La confección de muñecas les abrió mercado

    REDACCIÓN SIERRA NORTE  
    Contenido intercultural

    Muñecas que lucen el vestuario tradicional de la mujer kichwa otavalo se entregaron como recuerdos a autoridades e invitados a la presentación oficial de Imbabura, como Geoparque Mundial de la Unesco.

    En este acto que se realizó el 24 de junio último se presentó el certificado que otorgó el organismo internacional. Eso le convierte a la provincia en unos de los 147 Geoparques que se encuentran en 41 países del mundo.

    La confección de las muñequillas está a cargo de los esposos Roberto Romero y Marta Aguilar. En el sector San Eloy, en Otavalo, la pareja instaló hace cuatro años el emprendimiento Muñecas y Peluches Alpaquitay.

    Este vocablo kichwa, que significa Amor que dura por siempre, es el nombre de la segunda hija del matrimonio.

    Aguilar explica que instalaron un negocio propio luego de que su cónyuge se quedara sin empleo. Él trabajaba en un taller de confección de abrigos en telar.

    Para ello recibieron apoyo de varios familiares. Mercy Aguilar, hermana de la emprendedora, que viaja por trabajo a Aruba, le comentó que en la isla caribeña necesitaban muñecas de trapo para ofrecer a los viajeros.

    Un pedido similar le hizo Marcelo Cahuasquí, otro pariente, que se desplaza a vender artesanías en Puerto Rico.

    Romero recuerda que las primeras figuras las elaboraban con una máquina que le facilitaba Matilde Vinachi, madre de Marta.

    Ahora el taller está instalado con tres máquinas de costura recta y ‘overlock’ y una cortadora. La inversión bordea los USD 5 000.

    Aguilar confiesa que no sabía cómo se elaboraban los muñecos, por lo que empezó a ver tutoriales por Internet. Una de las cosas que le resultó más difícil es aprender a plasmar ojos y boca en los rostros de los muñecos.

    Ella se encarga del diseño y la costura. Al principio, explica tenía sacar algunas muestras hasta poder sacar el modelo perfecto.

    Los primeros trabajos estuvieron inspirados en los personajes infantiles de series de televisión.
    Luego implementaron una línea de muñequillas de los diferentes pueblos indígenas del país. Han fabricado de las etnias tsáchila, saraguro, kayambis, otavalo, natabuela y cholas cuencanas.

    También hay figuras que representan a la cultura afroecuatoriana. Aguilar se interesa por conocer la historia de la vestimenta tradicional de cada pueblo.
    Esto de presentar cada una de esta cultura mediante los muñecos le nació cuando trabajaba en un conocido hotel de la ciudad.

    El emprendedor recuerda que su exjefe le dijo que tenía un compromiso de dar a conocer la cultura y tradiciones de su pueblo, para que el turismo se desarrolle.

    El próximo reto es confeccionar figuras con trajes típicos de países como México y Argentina.
    El emprendimiento ofrece empleo a dos colaboradores. La producción para Navidad, que es una de las épocas de mayor venta en el año, empezará en agosto. Para eso contratarán una persona más.

    Muñecas y Peluches Alpaquitay produce 400 muñecos cada mes. Los precios dependen de cada modelo y tamaño. Hay muñecos desde USD 3,50 hasta 84.

    Entre estos últimos está una imitación de Stitch, el protagonista de la serie animada Lilo & Stitch, que mide 40 cm.

    Romero se ha encargado de abrir mercado. Con varias muestras, este indígena recorrió bazares de Otavalo, Ibarra, Atuntaqui y Quito, para ofrecer sus artículos.

    Los dueños de los almacenes solicitan los modelos que más demanda tienen del público. Por recomendación de varios de ellos produjeron figuras de la saga de Plants vs. Zombies.
    Los clientes también les han sugerido sobre la calidad de los materiales. En el taller se utiliza la tela de microfibra.

    Los esposos Roberto Romero y Marta Aguilar impulsan la confección de muñecos y peluches. La iniciativa empezó hace 4 años. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
    Los esposos Roberto Romero y Marta Aguilar impulsan la confección de muñecos y peluches. La iniciativa empezó hace 4 años. Foto: José Luis Rosales / LÍDERES
  • Nina Folk diseña muñecas con identidad local

    Mayra Pacheco

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    La destreza de transformar artesanalmente retazos de telas en muñecas dio un giro en Nina Folk. Desde hace unos 22 años, las figuras de trapo que se exhiben en esta tienda, ubicada en Quito, son vestidas con atuendos de las comunidades indígenas del país.

    Un viaje familiar a Otavalo, provincia de Imbabura, en 1995 sirvió de inspiración para que Nina Rosero, fundadora de Nina Folk, empiece a investigar la vestimenta de las mujeres indígenas de Ecuador.

    Con esta información, Rosero elaboró una muñeca otavaleña. Incluyó cada detalle: la enagua, el anaco, la blusa blanca bordada, los collares, las fajas, las alpargatas, el chale y hasta el peinado.

    Esa figura tuvo gran acogida, recuerda Andrea Samaniego, gerenta de Nina Folk.
    Al descubrir este nicho de mercado, la familia Samaniego Rosero decidió perfeccionar la técnica e incluir réplicas en miniatura de los accesorios u objetos típicos de las diferentes etnias.

    Actualmente, las estanterías de esta tienda son ocupadas por muñecas que representan a otavaleñas, cayambeñas, cholas cuencanas, saraguras, afrodescendientes, salasacas, coltas, entre otras. En total, se confeccionan figuras de 16 comunidades del país.

    Para la elaboración se usa telas y los rasgos faciales se hacen con pintura; según su etnia se incluyen accesorios elaborados por artesanos de otras provincias.

    Por ejemplo, los sombreros o canastas de paja toquilla vienen de Cuenca, los sombreros de paño de Ilumán, en Imbabura. Las vasijas de barro o tiestos llegan desde La Victoria, en Cotopaxi.

    Para Darío Armas, artesano proveedor de los sombreros de paño, elaborar un producto diferente fue un reto. Como él estaba acostumbrado a confeccionar unos de talla regular tuvo que elaborar moldes más pequeños.

    Ahora, aparte de los sombreros grandes, Armas diseña modelos en miniatura para complementar el ‘look’ de las muñecas. En promedio, la docena de estos cuesta entre USD 3 y 5, según la cantidad.

    A la final, una muñeca de Nina Folk terminada cuesta USD 3, cuando se trata de figuras pequeñas que caben en la palma de la mano, o hasta USD 65, si son grandes -40 centímetros- y tienen ciertas piezas en cerámica. Todo según el tamaño y los acabados.

    La venta directa de estos productos se realiza en la tienda ubicada en las calles García Moreno y Olmedo, en Quito. Pero además se cuenta con distribuidores. Están en Galería Ecuador, en el Mercado Artesanal, el convento de San Francisco, tiendas del Aeropuerto Mariscal Sucre. También, tiene presencia en Guayaquil, Galápagos, Ibarra, Baños, y la estación del tren de Alausí. Por estas muñecas se factura unos USD 24 000 al año.

    Beatriz Borja, propietaria de Artes Aura, que funciona en el aeropuerto de Quito, menciona que los turistas extranjeros y los ecuatorianos valoran estas muñecas. Pero más las compran los nacionales, para llevar estas figuras como regalos.

    Andrea  Samaniego, gerenta de Nina Folk,  enseña las  muñecas de trapo de unas 16 comunidades. Foto: Armando Prado / LÍDERES
    Andrea Samaniego, gerenta de Nina Folk, enseña las muñecas de trapo de unas 16 comunidades. Foto: Armando Prado / LÍDERES