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  • Las Malvinas esperan con ansiedad el oro negro

    Martín Pallares

    A través de todo el territorio de las islas Malvinas o Falkland existe una ansiedad poco común. Esta vez no se trata de una posible acción militar de Argentina que sostiene que esas remotas islas son suyas. No, esta vez es el petróleo.

    En efecto, dentro de las aguas territoriales se ha encontrado una importante cantidad de crudo y no se descarta que se descubran en el futuro más yacimientos con inmensas cantidades de petróleo.

    En el 2017 se espera que la explotación del crudo inicie en el campo Sea Lion, que está concesionado a la empresa privada inglesa Rockhopper, que ha invertido ya USD 129 millones en la exploración.

    Según Stephan Luxor, director de Recursos Minerales del gobierno local de las islas, en el campo Sea Lion existen 330 millones de barriles de petróleo y se estima que se llegue a extraer entre 80 000 y 90 000 barriles diarios.

    Se espera que entren en funcionamiento unos 30 pozos conectados con tuberías con un inmenso buque que transportará el crudo. Actualmente la empresa está buscando socios.

    Pero lo que existe en el campo Sea Lion no parece ser lo único. Según Luxor en toda la zona comprendida dentro de lo que los las aguas territoriales de las islas podría haber 4 000 millones de barriles de reservas. Por el momento, empresas estadounidenses y francesas han comenzado a invertir en la exploración de estas supuestas reservas.

    El volumen de estas reservas hace prever que la ya histórica disputa entre Argentina e Inglaterra por estas islas pueda cobrar nuevos bríos.

    No sería sorpresa que esto suceda, pues son conocidos los apuros fiscales que tiene el gobierno de la presidenta Cristina Kirchner, y una producción petrolera como la que esperan los isleños no sería nada despreciable.

    El campo Sea Lion está a 100 millas (160 km) al norte de las islas, dentro de aguas territoriales de las islas que son custodiadas por las modernas instalaciones militares que Inglaterra instaló en el lugar luego del conflicto de 1982, cuando una fuerza de más 11 000 soldados argentinos tomó por sorpresa a un grupo de algo así como 35 guardamarinos ingleses que se hallaban en el lugar.

    Según Stephan Luxor el royalty o utilidades para el gobierno local de las islas son del 9% de la producción. El Gobierno inglés no recibirá ni un centavo, aclara. Con ese dinero, en todo caso, el gobierno de las islas deberá pagar a Inglaterra por la defensa que Inglaterra procura a esas islas. Se calcula que los costos de la operación británica en la zona cuestan alrededor de USD 80 millones anuales. Según Luxor se estima que la reserva del campo Sea Lion es de 330 millones de barriles que se agotarían en 25 ó 30 años.

    Pero los isleños no quieren que los ingresos petroleros destruyan su identidad y que conviertan a ese país en dependiente del hidrocarburo. Por eso, Luxor no descarta que se adopte el modelo noruego; es decir, que con el dinero proveniente del crudo se financie un fondo para que únicamente sus intereses sean invertidos en la economía. Así, sostiene, se evitaría la llamada “enfermedad holandesa” en la economía y los ingresos no se suspenderían con el fin de las reservas petroleras.

    Luxor sostiene que el modelo de negocio se ha hecho bajo el supuesto de que no habrá ni el más mínimo soporte logístico desde el continente americano, pues Argentina mantiene un bloqueo a las islas mientras Inglaterra no acepte negociar su soberanía. Precisamente en marzo, habrá un referéndum en las Malvinas o Falkland para que la población diga si quiere o no seguir perteneciendo a los territorios de ultra mar del Reino Unido.

    Esto es esencial, pues se sabe que el gobierno de Cristina Kirchner pedirá que se respete una norma de las Naciones Unidas, según la cual no se puede hacer explotación petrolera en zonas disputadas por dos o más países.

  • El ‘oro rojo’ cedió paso a los tableros

    Mónica Orozco / Redacción Quito

    Los pequeños y grandes fabricantes de muebles del país dejaron hace tiempo de moldear al ‘oro rojo’, nombre con el que se conoce a las maderas finas.

    Caoba, guayacán, cedro y otras maderas tropicales han sido reemplazadas por tableros industrializados, según empresas del sector consultadas. Uno de los factores de este cambio es que estas especies son cada vez más escasas en el país. “El cedro y la caoba son especies que tienen veda. Ya no existen en abundancia debido a la tala indiscriminada”, explica Juan Carlos Palacios, de la Corporación de Manejo Forestal Sustentable (Comafors).

    Pero el consumidor también ha cambiado. Lorena Cortez, del área de producción de Aktuell Mobel, fabricante de muebles, percibe que este proceso de transformación del mercado ocurre desde hace unos 10 años. Una década atrás, “la gente tenía miedo de usar tableros industrializados, pero se ha dado cuenta de que es una opción de calidad y resistencia e, incluso, mucho más sustentable”, opina la arquitecta de la firma, que empezó su negocio con este tipo de tableros.

    Entre un 60 y 70% del árbol se desperdiciaba en los procesos productivos, dice el ebanista Salomón Flores, que tiene su taller en el sur de Quito. En tanto que los tableros se aprovechan en un 90 y 100%. “Las maderas finas y todas las maderas duras (tablones), se usan cada vez menos, solo cuando la gente pide. La madera tiene que estar bien seca para poderla trabajar, en cambio los tableros vienen listos”.

    Hay sistemas de optimización de corte y aprovechamiento de piezas, que hacen mucho más eficiente el uso del tablero industrializado, explica María Paulina Ron, gerenta comercial de Edimca.

    La ejecutiva indica que lo que más demanda el mercado hoy son tableros de fibra de madera y aglomerado de partículas de madera con recubrimientos. Entre ellos enchapes, que son pequeñas láminas de madera que se colocan sobre los tableros; se encuentran de caoba, cedro…

    Oswaldo Recalde, gerente de Placacentro, indica que reemplazó las maderas sólidas de sus perchas de forma paulatina y desde hace tres años vende solo tableros. Las maderas sólidas, especialmente laurel o pino, se utilizan hoy más en las estructuras de los muebles, aunque también esto ha ido cambiando.

    “Cada vez más se utilizan otras estructuras, de metal, por ejemplo. Hay un cambio muy interesante en el mercado”, explica Roberto Maldonado, presidente ejecutivo de Colineal, que hoy utiliza maderas enchapadas, MDF, aglomerados y materiales similares para sus muebles.

    Ecuador también se ha especializado en la producción de enchapes y tableros, que incluso exporta a Colombia, Panamá y otros países. En el 2011, el país vendió USD 35,6 millones en estos materiales.

    La importación de estos rubros también creció. En el 2011, estas sumaron USD 35,5 millones, casi seis veces más que en el 2004, cuando fueron de USD 6,8 millones. Estos productos se compran de EE.UU. y Chile, principalmente.

    Palacios dice que en Ecuador también se han desarrollado plantaciones de madera fina, especialmente de teca. Según datos de Comafors, del total de plantaciones de árboles que hay en el país (unas 160 000), 30 000 son de teca. De estas, casi 6 000 ha están en aprovechamiento permanente. Además, hay unas 2 000 hectáreas de caoba y de cedro en el país, “pero cuyo aprovechamiento está para 25 ó 30 años, pues son especies de más largo plazo de cosecha”, acota Palacios.

    Una reducción en el número de aserraderos también muestra el cambio de mercado, dice Recalde. En el sector de Chillogallo, en el sur de Quito, hace cinco años existían unos 22 aserraderos de madera dura. Hoy existen apenas cinco.

    El país consume 3,9 millones m³ de madera por año de origen legal, de los cuales 3,1 millones proviene de bosques plantados, 400 000 de bosques nativos y el resto, entre árboles que quedan en potreros y tierras agrícolas, según Comafors. La tala ilegal no está cuantificada.