Etiqueta: paja toquilla

  • Artesanas optan por nuevos productos

    Giovany Astudillo

    Editor (I)

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    El tejido de la paja toquilla se diversificó entre las artesanas de Cañar. Ellas optaron por elaborar con esta fibra natural carteras, bolsos, llaveros, bisutería, objetos utilitarios y adornos para acceder a los mercados internacionales.

    Los destinos principales de estas nuevas alternativas son Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Brasil, Italia, Singapur, China, entre otros países.

    Rosa Cadme es representante legal de la Cooperativa de Producción Artesanal Puertas del Cielo, que teje los productos de la marca Azohat. Según ella, esta agrupación cuenta con tres líneas. La primera y más antigua son los sombreros. La segunda son los bolsos y las carteras.

    La última son la bisutería y adornos, diademas, joyeros, abanicos, collares, manillas, entre otros. Hay objetos que combinan la paja toquilla con retazos de macana. Esta última prenda son los chales de la Chola Cuencana.

    Son promocionados mediante el sitio web www.azohat.ec. Es uno de los canales para mostrarse en el exterior y efectuar contactos. Además, tienen catálogo virtual y otro físico.

    Cada una de las 104 socias y sus familias tienen su especialización. Cadme explica que la mitad de las artesanas se dedica al tejido de los sombreros y el resto a las otras dos líneas de producción. De estas últimas venden desde el 2018 a Brasil, Estados Unidos, Singapur, España y otras naciones de la Unión Europea.

    A inicios de este año enviaron una docena de carteras y bolsos como muestra a Londres. Su objetivo -después de la cuarentena por el covid-19- es conseguir pedidos más seguidos en el exterior.

    Cadme cuenta que los bolsos y las carteras se envían en la tonalidad original de la paja o teñidos en colores negro, marrón, azul, fucsia, naranja o multicolores.

    El año pasado exportaron más de 300 unidades de bolsos y carteras y otras 500 de bisutería. Durante el 2018 fueron 50. Antes de la pandemia del coronavirus, su objetivo era alcanzar las 450 por mes y finalizar el 2020 con 1 000 mensuales. Ahora esperan que la situación se normalice.

    Para las socias, dice Cadme, esta actividad es complementaria a sus tareas del hogar y agrícolas. “Hay potencialidad en estas nuevas líneas, al igual que en el sombrero de paja toquilla”.

    Otra innovación para la exportación es pintar los sombreros. Las artesanas tejen la paja y cuando este artículo está terminado la imagen escogida es pintada por artistas de la escuela de Arte de la Universidad de Cuenca.

    Ellos plasman figuras de colibríes, iguanas, tortugas, iglesias y otros diseños. Pintan a mano.
    Estrategias similares aplican las socias de la Cooperativa Rafael González, en el cantón Biblián. Son 120 socias de las zonas de Gulanza, Vaquería, Sageo, Papaloma, Saltos. 10 se dedican al tejido de bolsos y carteras, aretes, esferos, llaveros y collares, que cuestan desde USD 4,5 hasta USD 50.

    Según la presidenta de la organización artesanal, Lourdes Cárdenas, durante el año pasado exportaron más de 50 unidades a Europa y España. Fueron esteras y bolsos y enviaron muestras a Países Bajos. Tienen más de 20 modelos de bolsos y carteras.

    Las 27 socias de la Cooperativa Unión Cañari también tejen sombreros, bolsos, carteras, adornos, llaveros, fruteros y tapetes, dijo la dirigente Elvira Pérez. Sus mercados son Francia e Inglaterra. Elaboran 200 sombreros al mes y 100 de las otras opciones.

    La Cooperativa Rafael González (izq.) tiene una tienda en Biblián. Puertas del Cielo envía carteras y sombreros (arriba y abajo).
    La Cooperativa Rafael González (izq.) tiene una tienda en Biblián. Puertas del Cielo envía carteras y sombreros (arriba y abajo). Foto: Xavier Caivinagua para LÍDERES
  • Él preserva la tradición de Montecristi

    Maria Angelina Castillo

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    En el centro de Guayaquil, en las calles Primero de Mayo 114 y avenida Quito, funciona el local más antiguo que comercializa sombreros de paja toquilla.

    El gerente es Jouberth Barberán Vélez, de 78 años de edad. En 1940 estuvo a cargo de su padre, Carlos Barberán Loor y a comienzos del siglo pasado, de su abuelo, Carlos Barberán Pinargote,

    Este último fue el fundador de una historia que comenzó en Montecristi, cantón de la provincia de Manabí, en la región Costa.

    Barberán es un apellido asociado a la tradición de tejido, reconocida en el mundo. Consiste en entretejer la fibra vegetal de las hojas de palma conocida a escala nacional como paja toquilla.

    Este producto existe desde la época precolombina. Los artesanos de Jipijapa y Montecristi los utilizaban para cubrirse del sol durante las jornadas de trabajo.

    Barberán Vélez cuenta que en su familia todos participaban en la elaboración del sombrero, que luego su padre llevaba a Guayaquil y comenzó a vender en un local ubicado en Malecón y Aguirre, frente al Río Guayas.

    “Por ahí comenzaron a llegar los buques chiquitos al Yacht Club de Guayaquil y los turistas cruzaban y caminaban al local”, recuerda.

    Relata que la familia también se dedicaba a otras actividades como la pesca. “Eso desde la época de mi abuela, mis tías, en Manabí. El sombrero más fino se teje de noche, con la paja tierna y húmeda. La elaboración puede tomar todo un año”, explica.

    Estos, que son los extra finos, se venden en USD 2 000. También hay otros más económicos, cuyo valor parte desde USD 40.

    Son diversos los modelos que se exhiben en el local: algunos de color y otros con motivos decorativos como lazos y flores con cintas, para las mujeres.

    Al establecimiento de Guayaquil llegan los sombreros desde Montecristi y es allí donde se hacen las medidas y se terminan los detalles. Esto gracias a una maquinaria que trajeron desde Nueva York hace más de 30 años para hormar y prensar el producto.

    Barberán Vélez recuerda que en el siglo pasado se vendían sombreros por cerca de 5 000 sucre diarios. Él asumió la gerencia del negocio a comienzos de la década de los sesenta, cuando regresó de los EE.UU.; su padre lo había enviado al país del norte para que estudiara en una Academia Militar en Georgia. Estuvo seis años.

    “La gente nos busca porque nuestros sombreros son famosos en el mundo”, expresa y señala fotografías viejas que exhibe en las vitrinas del local. Allí aparecen retratados personajes como el expresidente estadounidense Theodore Roosevelt hasta la cantante mexicana Thalía.

    Habilidad y paciencia son elementos clave en la elaboración de los sombreros. En un principio se creyó que eran originarios de Panamá, pues muchos trabajadores los utilizaron durante la construcción del canal marítimo del país centroamericano. En ese entonces, intermediarios los importaban desde Ecuador para comercializarlos en ese lugar.

    Pero la confección del sombrero de paja toquilla es local. Los artesanos ecuatorianos deben comenzar temprano la jornada, antes de que el calor y la humedad que existe en la provincia manabita maltrate la fibra y pueda dañar el resultado del producto.

    El nombre científico de la herbácea es “carludovica palmata”, a la que también se le conoce como “Jipijapa”, y es propia de las costas del país. Para las familias que practican esta actividad, como el caso de la familia Barberán, constituye un rasgo distintivo de su identidad y parte de su vida.

    De hecho, el sombrero de paja toquilla de Ecuador fue declarado por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en el año 2012.

    Actualmente, el negocio Sombreros Barberán comercializa cerca de un centenar de sombreros al mes; los que más se venden son los más económicos. Incluso, reciben pedidos de clientes en el exterior. Por ejemplo, a EE.UU. hacen envíos anuales de unas 50 docenas del accesorio.

    Joubert Barberán es el gerente del establecimiento, que perteneció a su padre y su abuelo en el siglo pasado. Foto: Mario Faustos / LÍDERES
    Joubert Barberán es el gerente del establecimiento, que perteneció a su padre y su abuelo en el siglo pasado. Foto: Mario Faustos / LÍDERES
  • El cacao y el caucho abrieron el camino de las exportaciones

    Redacción Cuenca  (I)
    redaccion@revistalideres.ec

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    El cacao fue el dominador de las exportaciones ecuatorianas entre el siglo XIX e inicios del XX, pero no fue el único. Otros productos primarios como la cascarilla, tagua, café, cueros y caucho se sumaron a la lista.

    Antes de la fundación del Ecuador en 1830, los textiles se enviaban a otras colonias españolas y desde Loja y Cuenca se exportaba la cascarilla.

    El profesor de historia económica de la Universidad de Cuenca, Fernando Carvajal, señala que se debe dividir en dos períodos el análisis.

    La primera fase de la época republicana se da entre 1830 y 1870. Allí, se destaca la exportación cacaotera, actividad que tuvo dinamismo desde 1750. También, la recolección del caucho y sombreros de paja toquilla, sobre todo, en la Costa norte.

    En la segunda fase, que se inicia a partir de 1870, dice Carvajal, la exportación se centró en el cacao porque se registró crisis en los otros rubros. “Hay una expansión impresionante en la agroexportación cacaotera, que tiene que ver con la concentración de la tierra en Guayas, Los Ríos y El Oro y creación de la banca… Ese dinamismo duró hasta la segunda década del siglo XX”.

    Según Carvajal, cuando se inició la época republicana hasta 1870 la relación con España se mantenía de una manera importante y se hacían negocios con Centroamérica, Colombia y Perú. Pero con el auge cacaotero desde ese año hay un desplazamiento hacia Francia, Inglaterra, Alemania y Estados Unidos.

    En el caso de Francia, Carvajal destaca que debido a estas relaciones comerciales se dio un intercambio cultural porque los hijos de los exportadores de cacao, sombreros de paja toquilla… eran enviados a estudiar en ese país o se radicaban allá. Por ello, ciudades como Vinces y Cuenca tuvieron influencia francesa en su cultura y arquitectura.

    El investigador económico Alberto Acosta, señala que, sobre todo, en Guayas y Los Ríos estaban las haciendas de los ‘gran cacao’ como se denominó a las familias exportadoras. Paulatinamente se integraron al cultivo Manabí y El Oro. Según él, los productores de cacao y, en particular, los exportadores, aseguraron el control de enormes extensiones de tierra y gran cantidad de mano de obra barata.

    Esta fotografía muestra una hacienda cacaotera de la Costa. Sus envíos empezaron en el siglo XIX. Foto: Cortesía  Anecacao
    Esta fotografía muestra una hacienda cacaotera de la Costa. Sus envíos empezaron en el siglo XIX. Foto: Cortesía Anecacao

    El cacao seco era transportado en sacos de hasta 200 libras al puerto de Guayaquil y de allí era exportado en barco. El mercado más importante fue Francia. También se vendía a Estados Unidos, España y Suiza.

    Según Acosta, con la crisis de cacao, desde 1920, por las plagas y por problemas en el mercado mundial, los envíos se concentraron en el palo de balsa, caucho y sombreros de paja toquilla.

    Estos sombreros ya aparecieron entre las exportaciones ecuatorianas en el siglo XIX, sobre todo durante la construcción del Canal de Panamá. “El padre de Eloy Alfaro y el mismo Eloy eran exportadores”, dice Acosta.

    Añade que durante el siglo XIX e inicios del XX, la producción agrícola de la Costa, sobre todo el cacao, fue el pilar de la economía nacional y la Sierra no representó un conjunto homogéneo.

    En el libro ‘Cuenca Historia de ciudad industrial’ de la Cámara de Industrias, Producción y Empleo de Cuenca se recuerda el pasado exportador del Austro. Allí se indica que la manufactura de los sombreros de paja toquilla se inició en el Azuay en 1835, pero tomó impulso en 1844 con la instalación de un taller para la confección y la enseñanza en las escuelas.

    El auge exportador de este sombrero se dio entre 1940 y 1946 y desde entonces se inicia un descenso, de acuerdo con el libro ‘Tejiendo la vida’, de María Leonor Aguilar. La causa fue que después de la Segunda Guerra Mundial empezó la moda de no utilizar los sombreros, lo que afectó a las exportaciones del país y, fundamentalmente, al Austro del país.

    Un artesano  confecciona sombreros de paja toquilla. La exportación de este artículo tomó auge en 1940. Fotos: archivo LÍDERES y cortesía Anecacao
    Un artesano confecciona sombreros de paja toquilla. La exportación de este artículo tomó auge en 1940. Fotos: archivo LÍDERES y cortesía Anecacao
  • La venta del sombrero de paja se redujo

    Washington Paspuel

    Contenido intercultural

    Los artesanos tejedores de los tradicionales sombreros de paja toquilla de Montecristi, en Manabí, todavía tienen dificultades para comercializar sus creaciones.

    Luego del terremoto del pasado 16 de abril, que afectó una parte de la infraestructura y vialidad manabita, las ventas de estos productos se redujeron. En la provincia la confección de sombreros de paja toquilla se concentra en el cantón Montecristi, muy particularmente en la parroquia Pile, un poblado de alrededor de 2 000 habitantes, a 20 minutos de Manta.

    Carmen Espinal, tejedora de 55 años, aún no ha podido vender tres sombreros que una de sus hijas, quien también teje, le llevó para que los oferte a los turistas que suelen visitar el caserío, precisamente por la fama del producto.

    Espinal ahora teje poco debido a una dolencia en la espalda, que le impide permanecer mucho tiempo reclinada, una posición para entretejer la fina paja desde arriba.

    En la sala de su vivienda, a un costado de la calle principal de Pile, esta artesana montó su taller. Allí, bajo la luz que ingresa desde una ventana, permanecen tres sombreros a medio tejer, a la espera de compradores. Estos suelen llegar los fines de semana, atraídos por la fama del poblado. También, llegan turistas extranjeros, que desembarcan en los cruceros en Manta. Ella menciona que desde el terremoto los visitantes dejaron de llegar a Pile.

    En el 2015 Ecuador exportó USD 17 millones en sombreros de paja toquilla que, además de en Montecristi, también se elaboran en Azuay, con texturas y calidades que difieren según su procedencia. Los sombreros se exportan principalmente a Europa, EE.UU. y Japón, según el Banco Central.

    Los tejedores de Pile aseguran que ellos elaboran los sombreros más finos. “Un sombrero fino demora hasta seis meses en tejerse. Esos se venden por no menos de USD 600 aquí”, dijo Espinal.

    En Pile, los sombreros más sencillos, confeccionados mediante un entrelazado de filamentos más gruesos de paja, tardan alrededor de cuatro días en su confección. Su costo en los talleres promedia USD 150. Pero, Espinal dice que ahora los compradores que los llevan a Montecristi para comercializarlos les están fiando. “No nos están pagando de contado, porque a ellos también les fían”, asegura.

    En Montecristi hay artesanos que se encargan de planchar, acomodar el tejido y personalizar los sombreros con cintillos de colores, en algunos casos. Estas piezas luego se destinan a la exportación.

    La esperanza de que la tradición del tejido del sombrero de paja toquilla se mantenga entre las nuevas generaciones de la parroquia Pile, está puesta en el Centro de Formación Artesanal, donde funciona una escuela taller. Allí recibe clases de dos horas diarias, de lunes a viernes, un grupo de jóvenes de la comunidad.

    Ellos aprenden todo el proceso involucrado en la confección de estas piezas, desde el tratamiento de la paja recién cortada, para que alcance el color, textura y finuras necesarios, hasta las técnicas de armado y acabado final.

    La primera escuela taller estaba ubicada en la casa comunal del poblado, pero ahora ocupa la segunda planta de un moderno local, en el centro del caserío. Fidel Espinal, uno de los instructores del taller, menciona que la intención es preservar la tradición del tejido entre los más jóvenes. “Por eso también se dan charlas.

    Para manabitas como Ana Delgado es importante que se preserve el tejido de los sombreros de paja toquilla, “que tanto renombre le han dado a la provincia. Son elegantes y protegen del sol”.

    En junio, el Ministerio de Comercio Exterior mantuvo una reunión en Montecristi con los artesanos de paja toquilla para definir acciones para reactivar el comercio de los sombreros.
    Según Pro Ecuador, la finura del sombrero se mide en grados, a mayor finura mayor es el grado, y mayor su valor comercial. Ecuador se especializa por producir finas variedades de sombreros que cumplen con altos estándares y exigencias de los consumidores a nivel internacional.

    En detalle

    Precio bajo Los sombreros más sencillos se venden ahora en Pile en alrededor de USD 60. Hasta antes del terremoto se pagaba no menos de USD 100 en los taller del poblado.
    Las herramientas  La confección del sombrero, como se elabora en Pile, requiere de un soporte base de madera, en forma de trípode. Sobre este se ubica la horma que le da forma a la pieza de paja.

    Organización  En la parroquia Pile no hay una asociación de artesanos de tejido de paja toquilla que los agrupe. El Instituto Nacional de Patrimonio Cultural administra el centro de formación artesanal para preservar este arte.

    Los sombreros se elaboran en las casas de los habitantes de esta parroquia del cantón Montecristi, en Manabí. Foto: Enrique Pesantes/LÍDERES
    Los sombreros se elaboran en las casas de los habitantes de esta parroquia del cantón Montecristi, en Manabí. Foto: Enrique Pesantes/LÍDERES
  • Ecuador promociona en China los sombreros de paja toquilla

    Agencia EFE

    La Embajada de Ecuador en China promocionó hoy (31 de mayo) sus emblemáticos sombreros de paja toquilla, también llamados ‘sombreros Panamá’, en un acto en una universidad de Pekín en el que dos tejedoras explicaron y mostraron las virtudes de esta centenaria artesanía.

    «El secreto es ponerle mucho amor y mucha dedicación», confesó Andrea Vera, una de las tejedoras ecuatorianas que se desplazó a China para promocionar estos complementos, en declaraciones a los periodistas.

    Aunque conocidos mundialmente como sombreros Panamá, son originarios de Ecuador y así lo reconoció en 2012 la Unesco al declarar el tejido de la paja toquilla -por el nombre de la planta de la que sale la materia prima para elaborarlo- que se hace en el país patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

    Estas prendas empezaron a darse a conocer al proteger del Sol a los obreros que construyeron el canal panameño a comienzos del siglo pasado y adquirieron fama universal sobre las cabezas de personalidades como Winston Churchill, Theodore Roosvelt, Ernest Hemingway o Paul Newman.

    En Pekín, las tejedoras ecuatorianas mostraron que su repertorio creativo va mucho más allá del clásico sombrero blanco con cinta negra y que este complemento, un emblemático reclamo turístico de su país, también puede lucir colores llamativos y formas innovadoras.

    Los más elementales se tejen en apenas un día, pero la elaboración de los tocados más cuidados puede alargarse durante meses, siempre con un proceso estrictamente artesanal, hecho a mano, y a partir de fibras naturales, detallaron las tejedoras.

    Aunando elegancia, ligereza y una fina textura, las exportaciones de sombreros de paja toquilla de Ecuador superaron los 7 millones de dólares el año pasado, explicó el responsable de la Oficina Comercial del Ecuador en Pekín, Luis Fernando Rojas.

    «Es una actividad que si bien dentro del peso del total de las exportaciones ecuatorianas sigue siendo ínfima, en todo caso, tiene un gran peso social, porque son decenas de miles las personas que trabajan de esto», afirmó Rojas.

    El embajador de Ecuador en China, José María Borja, dijo a Efe que se están intensificando los contactos comerciales en el gigante asiático ante las posibilidades que ofrece la cada vez más adinerada sociedad china para su exportación. 

    Un grupo de hombres luce sombreros de paja toquilla ecuatorianos durante una presentación  en la Universidad de Lengua y Cultura en Pekín, China. Foto: EFE
    Un grupo de hombres luce sombreros de paja toquilla ecuatorianos durante una presentación en la Universidad de Lengua y Cultura en Pekín, China. Foto: EFE
  • Seis países acogen sus sombreros

    Redacción Cuenca

    Con su cabello negro trenzado hasta los hombros y la tradicional pollera de Chola Cuencana, Rosa Salinas teje un sombrero de paja toquilla. Sus dedos toman cada fibra y la entrelaza ágilmente, mientras ella conversa sobre los tratados comerciales, los beneficios de pertenecer a la Comunidad Andina de Naciones (CAN), los inconvenientes de no acceder a los TLC con EE.UU. y Europa… Ella es una de las 60 socias, y fundadora de la Asociación de Tejedoras de Sígsig que maneja el nombre comercial Tesya. Este gremio exporta sombreros y artesanías de paja toquilla a Francia, Italia, Alemania, España, Suiza y EE.UU.

    La iniciativa surgió en el 2009, cuando Salinas se retiró de otro gremio porque no identificó un real crecimiento. Se independizó y propuso a las tejedoras de la zona que no comercialicen el sombrero campana (sin terminar) a las empresas, sino agregarle valor y exportar.

    Para iniciar, el gremio solicitó un crédito por USD 10 000 a la Cooperativa Jardín Azuayo. Con ese dinero adquirió una prensa industrial para dar forma a los sombreros. También abrió una página web con las fotos de sus diseños.

    A través de amigos y conocidos ha publicitado su producto en esa web, y de esa forma ha llegado a clientes en el extranjero. Eso ocurrió con Georgina Rubens, quien vive en California (EE.UU.). Ella compró un sombrero de paja toquilla. Destaca la calidad del producto y cumplimiento en la entrega. A través de www.tesya.com.ec se enteró de estos productos, e hizo el pedido.

    Esther Bueno, otra de las socias, explica que esta asociación mejora la calidad de vida de las mujeres. Son 60 integrantes que tejen los sombreros desde su casa, y así comparten tiempo con su familia. Cada semana se reúnen para compartir y debatir sobre nuevos diseños, tendencias de colores y productos en el mercado, para mejorar la calidad.

    El taller está ubicado en el sector Las Cochas (cantón Sígsig), al que se llega luego de recorrer 3,5 kilómetros de subida de una vía polvorienta. Es una casa humilde, que solía ser un criadero de pollos de la familia de Salinas. Esta asociación apuesta por el crecimiento, y en el 2011 solicitó un crédito por USD 13 800 al Banco Nacional de Fomento para la construcción de una sede. “Aún faltan cerca de USD 30 000 para terminar la obra, pero la Virgen María Auxiliadora no nos abandona”, dice esta azuaya mientras contempla un cuadro de esta imagen religiosa.

    Las ventas mensuales de esta asociación bordean los USD 2 000, que destinan al pago de créditos y a repartir entre las socias. Esther Bueno sabe que aún es poco, pero el gremio está arrancando, y cada vez gana clientes en el exterior.

    Chris Achenbach tiene una tienda de ‘souvenirs’ en Berlín, y durante el verano comercializa los sombreros de Tesya. Le gusta el tejido y el emprendimiento de sus socias, quienes dejaron de vender a las grandes empresas para arriesgarse y comercializar con su marca.

  • La Unión Europea es el principal destino

    Redacción Quito

    El sombrero de paja toquilla es cotizado en los 27 países de la Unión Europea (UE), también en Estados Unidos, así como en Asia. Además se registran exportaciones a Brasil, que en términos de comercio exterior es considerado un continente más.

    Las estadísticas del Banco Central del Ecuador y de la Federación de Exportadores del Ecuador (Fedexpor) muestran que el año pasado, el 60% de las exportaciones de sombreros de paja toquilla se fueron para la UE. En ese mercado, explica el titular de Fedexpor, Felipe Ribadeneira, el sombrero no es un producto masivo. “Más bien es fashion, es selecto para gente que gusta de la moda. Por eso en tiendas de Milán, Italia, se encuentran sombreros en USD 1 500 o más”.

    El porcentaje restante de los envíos de esta artesanía (40%) se reparte en EE.UU., Asia y el Mercosur principalmente. Todos los mercados mencionados, asegura Ribadeneira, valoran que el producto es hecho a mano.

    El vocero de Fedexpor sostiene que el sombrero de paja toquilla es un producto con el que Ecuador no tiene competencia. “Existe oferta de otra clase de sombreros, pero la técnica de elaboración es solo de Ecuador”.

    Un problema que Ribadeneira menciona es que los productores no siempre pueden cubrir el volumen demandado en el extranjero.

    Juan Fernando Paredes, gerente de Rafael Paredes S. e Hijos, aporta con datos sobre cómo este producto ecuatoriano se abrió paso en el extranjero. Antes de 1980, dice, EE.UU, México, Alemania y otros países compraban la campana (el sombrero sin terminar) para darle el terminado y comercializar los sombreros de paja toquilla. Sin embargo, desde ese año, los comerciantes ecuatorianos identificaron el potencial del artículo y empezaron con la terminación del sombrero para venderlo acabado.

    Una de las principales firmas que elaboran y exportan sombreros de paja toquilla es Ecu Andino, con sede en Guayaquil. Sus fundadores, Édgar Sánchez y Alejandro Lecaro, cuentan que este año la empresa produjo y exportó alrededor de 100 000 sombreros terminados, unos 20 000 menos que en el 2011. No obstante, calculan cerrar el año con ventas por cerca de USD 2,2 millones, cifra menor a la alcanzada el año pasado (USD 3 millones). Los sombreros de Ecu Andino se han exhibido en ferias y pasarelas internacionales, como la Pure London Fashion Runway, de Inglaterra (2011).

    Ahora, pensando en el futuro de este artículo, Ribadeneira señala que la declaración de la Unesco debe servir para que las autoridades promocionen con fuerza el sombrero de paja toquilla en los mercados internacionales.

  • En un sombrero, mucho más que dos manos

    Redacción Guayaquil

    El camino de un sombrero ecuatoriano de paja toquilla hasta llegar a entallarse en la cabeza de un francés, de alemán o de estadounidense, o de cualquier otro conocedor de las artesanías finas, se inicia en las zonas costeras y valles del occidente ecuatoriano.

    Édgar Sánchez y Alejando Lecaro, socios fundadores de Ecua Andino, la firma con mayor participación en este mercado, explican la cadena de valor de este emblemático producto, citando el caso del grueso de sombreros tejidos en Azuay y Cañar.

    La cosecha, corte y transporte de la paja verde se inicia en las comunidades agrícolas de Santa Elena y Manabí. De allí es transportada para su cocimiento, secado y ahumado en los poblados guayasenses de Barcelona, Dos Mangas, entre otras. Luego, la paja verde tratada se transporta a centros de acopio en los sectores de Sígsig y Santa Ana, donde los tejedores compran siete u ocho cogollos de paja en USD 1 y 1,5 cada conjunto.

    Son ellos quienes se dedican al tejido inicial de un sombrero. Esta, aseguran los principales de Ecua Andino, es una actividad secundaria para aquellas comunidades que combinan el tejido con la agricultura. Otro de los grupos empleados en la cadena de valor son los ‘comisionistas’, que recorren las comunas para comprar estos sombreros en bruto (entre USD 6 y 8 cada uno) para, a su vez, comercializarlos a los talleres artesanales y compañías exportadoras hasta en los USD 9,5. En este punto interviene otra mano de obra determinante para el sector. Se trata de los artesanos que macetean (golpean con mazos el sombrero en bruto), azocan (remate del tejido e imperfecciones), planchan, colorean y horman hasta darle la forma de un sombrero sin acabados.

    La exportación de este tipo de sombreros corresponde al menos al 60% de aquellos que salen por los puertos locales hacia otras industrias, principalmente europeas, y que reciben los acabados y etiquetados en esas naciones.

    Los productores de sombreros terminados, como el caso de Ecua Andino, llevan sus productos a las tiendas europeas desde los USD 33 a 37 y es allí donde se comercializan entre los USD 55 y 120.

    Adriana Ortiz, propietaria de Allpa Hats, añade que otra parte importante de la cadena son los equipos de marketing y redes sociales que se dedican a la promoción nacional e internacional.

  • La elaboración del sombrero de paja toquilla es 100% artesanal

    Redacción Cuenca y Manta

    Mientras se recorre el museo ‘La magia del sombrero’ de la firma Homero Ortega, en Cuenca, una de las salas muestra fotos de una tejedora, de maquinaria, del proceso de transformación de la Carludovica Palmata (una suerte de palma que es la materia prima de la paja toquilla), en el sombrero.

    Esta palma, que tiene un color verde intenso, se cultiva en Santa Elena y Manabí . Las hojas se cortan y cocinan con agua, sal y azufre para dar una textura suave al material y así permitir el tejido.

    Para Juan Fernando Paredes, gerente la firma Rafael Paredes S. e Hijos, el proceso conserva esa magia artesanal que abarca el cultivo, transporte, cocinado, tejido y por eso es la designación de patrimonio inmaterial. No obstante, sí hay innovación en teñidos de la paja, nuevas tonalidades, diseños de los sombreros… para ampliar la oferta y captar nuevos compradores.

    El gerente de Bernal Hats, Hugo Bernal, señala que el proceso siempre ha sido artesanal, porque en Montecristi, Gualaceo, Chordeleg, Sígsig los tejedores pasan su conocimiento entre generaciones por lo que es una actividad familiar.

    Incluso, “las empresas que se dedican a esto llevan entre tres y cuatro generaciones en el negocio”.

    Para identificar la calidad de un sombrero hay que fijarse en la cantidad de fibras por pulgada. Los que tienen 13 fibras son los normales que en el mercado nacional se venden en unos USD 30. Mientras que los extrafinos tienen hasta 40 fibras por pulgada; su costo es de unos USD 2 000, según el trabajo.

    Quienes tejen son artistas, dice Paredes. Esa afirmación tiene sentido al escuchar el testimonio de Simón Espinal, tejedor de sombreros extrafinos en Pile, cerca de Montecristi. Él elabora tres sombreros al año, cada uno tarda cuatro meses, porque no puede dedicarse a otra cosa. Esto, porque sus dedos necesitan estar sensibles al tacto para manipular las hebras de la paja toquilla. Un estadounidense compra los tres sombreros que elabora al año y los comercializa en el extranjero.

    Espinal señala que recibe una mensualidad anual por parte del comerciante para que continúe con esa labor.

    Los procesos se cumplen en Manabí y Azuay. En la primera provincia mencionada existen ocho toquillales, donde se consigue la materia prima. Dos familias en Portoviejo se especializan en el blanqueado de la paja y la venden a las familias del Austro.

    En cambio, los tejedores de sombreros extrafinos cosechan y preparan su propia paja toquilla, para que el material sea adecuado para su trabajo.

  • Juan F. Paredes es un estratega del turismo en Cuenca

    Ivanna Zauzich Redacción Cuenca / LÍDERES Izauzich@revistalideres.ec

    Los sombreros de paja toquilla, el turismo, su familia y el buen vino son las cuatro pasiones de Juan Fernando Paredes (1960). Este cuencano es el actual gerente de la firma Rafael Paredes S. e Hijos que elabora sombreros de paja toquilla. Igualmente, administra el Centro de Convenciones Baguanchi (norte), con una extensión de cinco hectáreas, capacidad para 200 huéspedes y salones de convenciones para atender a más de 700 personas, un teatro para 200 espectadores, entre otras atracciones.

    Paredes es parte de una familia numerosa. Es el noveno de 10 hermanos y su infancia transcurrió en una casa en la calle Larga (centro de Cuenca), donde hoy funciona el Museo del Sombrero. Su progenitor, Rafael Paredes, quien comercializaba los sombreros de paja toquilla fue su ejemplo y le trasmitió el amor que actualmente profesa por la artesanía y tradición cuencana.

    Este padre de tres hijos estudió, entre 1978 y 1980, tres semestres de arquitectura en la Universidad de Cuenca, pero se casó a los 20 años, por lo que abandonó los estudios para atender a su familia. Sin embargo, no se quitó la idea de estudiar y 27 años más tarde ingresó a la Universidad Tecnológica América de la que egresó este año de la carrera de Ingeniería en Turismo y prevé graduarse en marzo del 2013.

    Esa perseverancia es lo que destaca el presidente de la Asociación Hotelera del Azuay, Daniel Hernández, quien lo conoce desde más de una década. “Es un emprendedor que está comprometido con la integración del sector turístico del Azuay. Es multifacético y con una visión empresarial clara e interesante”.

    La opinión de Hernández tiene sentido al hacer un recorrido por la firma Rafael Paredes S. e Hijos, que hasta el 2000 generaba sus ingresos solo por la exportación de sombreros. Ese año, este abuelo de dos nietos se hizo cargo de la firma y cambió el concepto del negocio, ya que apuntó a los turistas extranjeros que visitan la capital azuaya.

    Paredes identificó un potencial, cuando en 1999 la ciudad de Cuenca fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad y pensó que los sombreros no debían llegar a otros países, sino que los turistas debían venir por este producto. Con esa idea, en el mismo lugar donde comercializa los sombreros abrió una galería de arte, instaló una cava de vino, además instaló un teatro y montó una cafetería. De esta forma, atrajo a los visitantes que disfrutaban un espectáculo o una comida y, también, conocían los sombreros. Además, en el 2005, abrió el Museo del Sombrero para que los visitantes conocieran su proceso de elaboración.

    Chris Doyle es uno de los 20 000 visitantes que recorrieron este museo en el 2012. Este inglés destaca la innovación de la firma, ya que el comprador selecciona el color de la paja toquilla, cintas, forma y elaboran un sombrero a la medida.

    En la actualidad, Rafael Paredes S. e Hijos factura cerca de USD 350 000 al año, y “el 90% de ese monto es por la venta que se realiza en el museo”, dice con orgullo Paredes.

    Esa habilidad de atender al cliente y desarrollar estrategias empresariales es lo que destaca el vicepresidente de la Cámara de la Pequeña Industria de Cuenca, Juan Fernando Malo. También resalta su amplio conocimiento en el tema turístico, el amor por las tradiciones cuencanas y su capacidad administrativa.

    Otra iniciativa de Paredes fue desarrollar un sitio web (www.barrancospanamahats.com), para comercializar sus sombreros a través de Internet. Cuando habla de esa decisión deja ver que no le gusta improvisar, ya que antes de involucrarse en este proyecto se asesoró en temas de e-commerce para atender este mercado. Con esta iniciativa ha enviado sombreros a Alaska, Hong Kong, Tailandia, Australia, Mongolia, entre otros destinos, que no son tradicionalmente compradores de este producto.

    El último reto que asumió este cuencano, en el 2011, fue la gerencia de Baguanchi. Él ha apuntado sus estrategias a atraer turistas peruanos y de esa forma ha mantenido una ocupación promedio del 90%. Para el coordinador zonal del Ministerio de Turismo, Cristian Cobos, Paredes combina carisma y una trayectoria impecable con lo que logra estos resultados en el sector turístico. Además, lo describe como colaborador y un promotor de los gremios. No solo piensa en su bienestar, sino que sus ideas benefician a otros hoteles, restaurantes y, en general, al turismo del Azuay.

    Paredes comparte el secreto de su éxito. El ingrediente para que un emprendimiento funcione, dice, son las ganas de trabajar y añadir valor a un producto. En el turismo destaca que la clave es manejar el sector de forma integral, donde se fusionen la artesanía, gastronomía, los eventos y el hospedaje, “todo en un solo lugar”. Además, prestar un buen servicio y en especial ser amable con el visitante.

    Para la presidenta de la Cámara de Turismo del Azuay, Mónica Flores, Paredes practica su receta y por eso es bueno en lo que hace. Además de la visión, “este cuencano es luchador, que saca adelante cualquier proyecto que se propone”.

    Los años y la experiencia le han enseñado la lección para elegir sabiamente un buen vino, a las personas y los proyectos. Ha sido reconocido local e internacionalmente. En 1995 obtuvo en Londres (Inglaterra), el galardón World Business Awards por incentivar el desarrollo a través de los sombreros de paja toquilla.

    Los gremios son parte de su vida

    • En el 2006. Presidente de la Aso. de Bares y Restaurantes de Cuenca.
    • En el 2008. Presidente Cámara de Turismo del Azuay.
    • En el 2009. Vicepresidente de la Federación Nacional de Cámaras.