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  • Impulsa el turismo y protege el páramo andino

    Cristina Marquez

    El entusiasmo se siente en la voz de Olmedo Cayambe cuando recuerda cómo cambió la vida en las comunidades asentadas en las faldas del Chimborazo, cuando incursionaron en el turismo y la crianza de alpacas. Su liderazgo fue clave en el proceso de cambio.

    Fue en el 2001. Él tenía solo 20 años, sus estudios secundarios no estaban completos y una oportunidad tocó a su puerta.

    La embajada de Canadá promovía un curso de capacitación en turismo comunitario, una materia que en ese entonces era totalmente desconocida en las comunidades. Él, junto a un grupo de 20 jóvenes, estudió durante un año para convertirse en los primeros guías locales nativos.

    La idea de vivir en una reserva natural protegida tampoco estaba clara en las comunidades. La gente desconocía que el páramo se estaba deteriorando debido al exceso de borregos que pastaban en esa zona y a las quemas continuas de pajonales que se realizaban frecuentemente para que el ganado se alimente del rebrote.

    “El primer conocimiento que recibimos en ese curso fue desgarrador. Nos explicaron que estábamos matando el páramo, cada familia tenía unos 400 borregos, vivíamos del campo y no conocíamos otra forma de subsistir”.

    Desde los años 80, la economía de las familias de las 16 comunidades de esa zona dependía de la venta de vellones de borrego, que eran demandados por la industria textil. Pero debido a que no es una especie nativa de la región andina, se estaba destruyendo el delicado ecosistema de páramo.

    La primera alternativa a la venta de borregos fue el turismo. La siguiente apareció tres años después, el reemplazo de los borregos por alpacas, una especie de camélido andino cuya crianza es amigable con el medioambiente.

    Olmedo fue designado por los jóvenes de la comunidad para liderar el proyecto.
    “Lo más difícil fue convencer a los más ancianos. Tuvimos problemas con nuestros abuelos porque no entendían por qué debían cambiar sus rebaños de borregos por animales nuevos, que no sabíamos manejar”, dice Olmedo.

    Sin embargo, tras decenas de reuniones, talleres y varios años de prácticas logró instaurar la crianza de alpacas como la principal actividad económica en la zona. El páramo enseguida empezó a recuperar su verdor.

    Olmedo se había ganado la confianza de la gente y también se había formado como líder comunitario en los cursos que organizaban organizaciones no gubernamentales. Pero tenía un sueño inconcluso: sus estudios.

    En el 2002 logró culminar sus estudios secundarios y lo hizo en dos colegios simultáneamente. A pesar de la oposición de su familia, dos años después decidió dar un paso más e ingresar a la Universidad Nacional de Chimborazo, donde obtuvo el título de ingeniero en ecoturismo.
    “En mi comunidad nadie había tenido la oportunidad de estudiar en una universidad. Mi familia pensaba que estaba perdiendo mi tiempo y dinero”, cuenta.

    Dividir su tiempo entre su familia, sus funciones como presidente de la comunidad y dirigente de otras dos organizaciones, con sus tareas y clases no fue lo más difícil. El reto más fuerte vino cuando le nombraron presidente de la Corporación de Turismo Comunitario, que a su vez tenía a su cargo una empresa comunitaria que estaba a punto de quebrar.

    Puruhá Razurku, una empresa turística que incluía una tienda agroecológica y una caja solidaria, dependía del financiamiento de las ONG, pero cuando el dinero se acabó, nadie sabía cómo sostenerla. Olmedo llegó a la gerencia sin experiencia, pero con los conocimientos que simultáneamente aprendía en la universidad.

    Él aplicó una estrategia que implicó alianzas estratégicas con grandes empresas turísticas y una fuerte campaña para empoderar a la gente de su territorio, que ocho años después aún mantiene a flote. La empresa además logró beneficiar directamente a 416 familias que subsisten del turismo e indirectamente a 1 400 familias de las 11 comunidades que forman parte del proyecto.

    Ahora Olmedo tiene un nuevo reto. Fue electo presidente de la Asociación de Vicuñeros, un oficio que es nuevo y desconocido.

    Por primera vez en 32 años las comunidades aprovecharán las fibras de las vicuñas y el desafío es fortalecer la organización. La asociación ahora tiene 810 socios de tres provincias.
    Marcelo Pino, director provincial del Ministerio de Ambiente, lo describe como un gran líder comunitario. “Se esfuerza en promover y proteger los derechos de las comunidades indígenas. Su liderazgo y visión motivó a la gente a unirse a la AsoVicuña”.

    Olmedo Cayambe expuso la experiencia de las comunidades del Chimborazo en cinco provincias de Perú, Chile y Bélgica. Trabajó en proyectos de Heifer Ecuador, Trías, etc. Fotos: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Olmedo Cayambe expuso la experiencia de las comunidades del Chimborazo en cinco provincias de Perú, Chile y Bélgica.
    Trabajó en proyectos de Heifer Ecuador, Trías, etc. Fotos: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • Artesanías, quesos y turrones por cuidar el páramo de Natawa

    Redacción Sierra Centro
    (F-Contenido Intercultural)

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    Los indígenas de San José de Natawa, de la parroquia Salinas, en Guaranda, ofertan el turismo comunitario y la visita a los talleres artesanales y de elaboración de turrones y quesos. Estos emprendimientos surgieron por la necesidad de recuperar sus páramos y vertientes de agua.

    Según Juan Chulco, dirigente de la comunidad, las 50 familias criaban entre 40 y 90 ovejas. Las pezuñas de los borregos destruían las plantas y se requerían pastizales por el aumento de los animales. Toda esta destrucción no representaba una ganancia para el campesino que ofertaba a las ovejas en las ferias de la provincia de Bolívar.

    El dirigente explica que el proceso de cambio en los sectores turísticos, artesanal y gastronómico inició en el 2004. La primera medida de la comunidad fue reducir la cantidad de ovejas e introducir las vacas y llamas.

    “La capacitación fue el eje principal para los emprendimientos de la quesería y los turrones. Los compañeros comprendieron la importancia de cuidar la naturaleza y aprovechar los recursos de los animales para generar ingresos económicos”, asegura Chulco.

    Las mujeres tuvieron la iniciativa con la elaboración de canastos, llaveros, sombreros y aretes. Las artesanías tienen diferentes modelos y técnicas de elaboración con la paja y la fibra de la cabuya. Su costo es de USD 2,50.

    María Aucatoma es la encargada de coordinar y trabajar con 26 compañeras. La mujer de contextura delgada explica que con la lana de borrego y de llama incursionaron en la elaboración de los ponchos, suéteres, gorros y guantes con la lana. Los precios van desde los USD 8 hasta los 28.

    “Los productos se ofertan en las ferias de la comunidad y la expoferia de la parroquia Salinas que será en septiembre. Invitamos a los turistas a adquirir nuestros productos”, indica Aucatoma.

    La elaboración de quesos es otro de los ejes que mueve la economía de la comunidad. Los dirigentes con el apoyo de empresas privadas lograron construir la quesería Natawiñita. Allí se elabora el queso andino y mozarela.

    César Poaquiza es el encargado de elaborar el producto que se oferta en los mercados de Latacunga, Quito, Guayaquil, Ambato y Riobamba. El indígena explica que en el día se elaboran 50 quesos y la cantidad sube cuando llega la leche de las comunidades vecinas.
    “Hay algunas variedades de quesos que estamos de a poco incursionando. Nuestros productos participan en el festival del queso que se realiza en noviembre y donde hemos logrado varios reconocimientos”, asegura Poaquiza.

    A pocos metros se encuentra la fábrica de turrones de 30 y 45 gramos. Al día se elabora 500 dulces elaborados con miel, yema de huevo y maní. Estos son envueltos con papel especial con la marca Turrón El Danielito.

    Marco Mazabanda trabaja cinco años en la elaboración del producto. “Estamos posicionados en el mercado local pero buscamos afianzarnos en las provincias de la Sierra centro”, indica Mazabanda.

    Los dos productos artesanales son entregados al proyecto Salinerito para que puedan comercializarse en otras zonas del país o sean exportados.

    Los hermanos Marco y Édgar Mazabanda son los encargados de elaborar los turrones de la marca El Danielito en la comunidad. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Los hermanos Marco y Édgar Mazabanda son los encargados de elaborar los turrones de la marca El Danielito en la comunidad. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • El agua de páramo es el secreto de su pan

    Redacción Cuenca

    El parque Nacional Cajas tiene 232 lagunas y es una de las riquezas naturales de Cuenca. Su agua es el secreto del local El Pan de las Villacís, una panadería que funciona desde 1908 en el centro de la capital azuaya.

    Hace dos años, este emprendimiento empezó a usar el agua de esta reserva natural para la elaboración del pan, explica el gerente, Daniel Idrovo. Esta estrategia se sumó al trigo orgánico que ya utilizaban, para que sus clientes tengan la certeza de la procedencia natural de los ingredientes y estén tranquilos con lo que consumen.

    Ana Mejía, directora del centro Nutrición y Salud (Cuenca), señala que entre más puros sean los ingredientes, se obtienen mejores productos. Por ejemplo, el agua del Cajas no tiene cloro y cuando se mezcla con la levadura, el pan leuda o crece más, porque no hay sustancias que afecten la fermentación natural del pan.

    Además, el uso de productos orgánicos favorece a la salud y sabor. Incluso, a los pacientes con complicaciones gastrointestinales se les recomienda consumir este tipo de pan. Para Miguel Jaramillo, cliente frecuente, el pan que elaboran es excelente por el sabor que da el horno de leña.

    Asimismo, ese cuidado en la selección de la materia prima genera confianza y fidelidad hacia el producto, por esa razón hace tres años camina siete cuadras para comprar el pan allí.

    Además de esa meticulosidad en la selección de ingredientes, Idrovo destinó USD 15 000 para ampliar el local. En los estantes de madera exhiben pan de maíz, mestizo (con harina integral), costra de dulce, cebolla y queso, entre otros sabores. Asimismo, ofertan mermeladas de fruta orgánica, mistelas, crema de café, bocadillos, melcochas, quesadillas, galletas…

    Idrovo reconoce que los negocios relacionados a la gastronomía están alineados con los colores, la presentación, el servicio al cliente y la calidad. Por esa razón, cada que un consumidor visita el local lo invita a probar nuevos productos para que conozca, también capacita a las vendedoras sobre servicio al cliente.

    El Pan de las Villacís conserva sus recetas centenarias y aún son apetecidas entre sus clientes. Por ejemplo, el pan de Pascua, Carnaval y dulce con queso son solicitados. También la leche de tigre (mezcla de leche de vaca, huevos, azúcar y puntas) y las mistelas que combinan frutas y licor de caña. Para Martha Jiménez, la modernidad del local y las nuevas estrategias de venta combinan con la tradición en la elaboración de los panes.

    El cuidado de la salud es un tema que preocupa al consumidor y eso lo sabe Idrovo. Por eso, este cuencano explora ingredientes para mejorar el producto, sin sacrificar el sabor. Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos, a escala nacional, existen 7 957 panaderías. El gerente de El Pan de la Villacís es consciente de esa competencia y por eso apunta hacia la diversificación.

    Sobre la receta

    Los precios.  Se encuentra pan desde los USD 0,15, según el sabor. Uno de los productos más comercializados es la leche de tigre que cuesta USD 7,95.

    La materia prima.  Esta familia tiene 15 hectáreas cultivadas con trigo orgánico en el cantón Nabón (en la parte oriental del Azuay) con el que elaboran el pan que luego se comercializa en el centro de la capital azuaya.