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  • Las manos de Juan Sebastián Pérez convierten lo local en alta cocina

    Sebastián Angulo

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    Frente a la cámara fotográfica, Juan Sebastián Pérez se muestra algo incómodo. Una de las razones es que ve a la gastronomía no solamente como un plato de comida bien servido, con un chef que se lleva todos los créditos.

    En la alta cocina, para este chef de 30 años, también son importantes los actores de toda la cadena de producción: agricultores, pescadores, intermediarios… Detrás de cada uno de ellos hay una historia que hace posible que el plato sea algo más que solo alimentos.

    Esa visión le ha convertido a Pérez en uno de los chefs que busca impulsar a la gastronomía ecuatoriana a través de preparaciones vanguardistas, pero sin dejar de lado a cada uno de sus actores.

    El año pasado fundó Quitu Identidad Culinaria, en el sector de Las Casas (norte de Quito). Este lugar busca generar experiencias a través de sus platillos. Por ejemplo, se resaltan postres como la ‘caca de perro’ en helado, los cebiches en jugos cítricos frutales o el cochinillo y maíz de Selva Alegre que mezcla mote sucio, chulpi, morocho y cebolla caramelizada.

    Pero para llegar a este punto, Pérez recorrió un largo tramo por varias vertientes gastronómicas que aportaron a su formación.

    Su viaje por la cocina inició en la adolescencia. ‘Juanse’ -como le dicen sus amigos- se crió en una familia vinculada a la industria del turismo. Su abuelo, Eduardo Proaño, fue el fundador de Metropolitan Touring.

    Esa inclinación familiar por el servicio le llevó a vincularse a los 15 años a la cocina del Hotel Marriott. Su apego a la tabla de picar y al cuchillo inició cortando legumbres y verduras o sacando escamas de pescados.

    Cuando llegaban de las fiestas, a la 01:00 o 02:00, Pérez cocinaba platos “deliciosos” con lo que encontraba en la refrigeradora, cuenta su amigo, José Saúl Guarderas, quien ahora es arquitecto.

    Pese a las altas horas de la madrugada, recuerda Guarderas, el entonces adolescente ‘Juanse’ se esmeraba hasta una hora por preparar sus platillos.

    Otra de sus aficiones era el fútbol. Jugaba como volante de enganche en la Universidad Católica, pero la cocina pesó más y cuando cumplió 18 años viajó a México, para estudiar en Le Cordon Bleu Internacional.

    De regreso a Ecuador, en el 2007, se incorporó al Chez Jérôme, restaurante del norte de Quito. En ese lugar conoció la comida europea. Luego se incorporó a Chef Ejecutivo, Elsass Bistro & Vinos, un emprendimiento familiar.

    Pese a que trabajaba en lo que le apasionaba, la cocina que realizaba no le llenaba y siempre estaba en constante búsqueda. Por esta razón, implementó una pequeña cocina para experimentar sabores en su casa, en Puembo, comunidad del nororiente de Quito.

    Esa experimentación le permitió acercarse a los agricultores de Puembo y conocer todos sus procesos. De hecho, se convirtieron en sus proveedores cuando trabajó como chef en la Embajada de Canadá. En ese lugar le pidieron cocinar comida ecuatoriana, territorio desconocido para Pérez.

    Para descubrir la comida ecuatoriana realizó un viaje por todo el Ecuador. En su auto se paseó por la provincia de Esmeraldas. Por ejemplo, paraba en una cebichería para convivir con los propietarios y aprender a hacer cebiches, encocados, etc. También se detuvo en mercados de la Sierra para desentrañar platos como el hornado, llapingachos y más.

    Luego de varias semanas de completar su periplo elaboró una clasificación completa de los platos nacionales: líquidos, sólidos, calientes y fríos.

    Toda esa visión le sirvió para contribuir al proyecto Rescate de los Sabores tradicionales del Ecuador, elaborado por la Universidad de las Américas, en el 2011, por el chef Carlos Gallardo. Pérez también fue docente de esa casa de estudios.

    ‘Juanse’, dice Mauricio Acuña, director del festival gastronómico Latitud Cero, pertenece a la nueva generación de chefs nacionales que está buscando llevar la gastronomía local a otro sitial. “Lo que más valoro de Juan Sebastián es la tenacidad y la búsqueda de identidad”, comenta Acuña.

    Identidad Culinaria, además de su restaurante Quitu, cuenta con dos proyectos que están en desarrollo que también buscan resaltar la comida nacional. Además, Pérez también es consultor para la apertura de otros restaurantes de colegas de la ciudad.

    Luis Maldonado, consultor de turismo, sostiene que Pérez trabaja mucho desde “lo auténtico, lo orgánico, sacar directamente desde el huerto”. Además, el experto sostiene que el chef aporta mucho a la identidad local debido a que va a las raíces mismas de los platos, a las culturas indígenas y sus comunidades.

    El chef emprende con sus proyectos


    La búsqueda constante de su identidad gastronómica le ha llevado a emprender sus propios restaurantes, que busca el comercio justo en toda la cadena productiva.

    Por ejemplo, para abrir Quitu Identidad Culinaria, Pérez invirtió unos USD 40 000 que destinó para la compra de equipos de cocina y adecuación del local. El chef escogió abrir su local en el sector de Las Casas porque hace un año le permitía tener una mayor rentabilidad que en otros sitios de mayor costo en la ciudad.

    No obstante, ahora Quitu Identidad Culinaria abrirá sus puertas en otro sitio de la ciudad. En los próximos días se trasladará a una casa patrimonial del centro norte de la ciudad.

    Otro de los proyectos en los que busca incursionar es un sitio casual de comida. En el lugar buscará comercializar gastronomía con un estilo urbano en un ambiente distendido.

    Por ejemplo, la carne la compra a la Hacienda Caleta Same de Esmeraldas. David Pacheco, su propietario, cuenta que Pérez es muy preocupado por los insumos que utiliza para sus preparaciones para darle el sabor ideal a los platos. Además, dice Pacheco, Pérez entabla buena relación con sus proveedores y trata de conocer siempre los productos que va a utilizar.

    Este tipo de relación con los proveedores Pérez la apuntaló en Perú, cuando trabajó durante 10 meses en la cocina del prestigioso Central Restaurante, en Lima, premiado como el mejor del continente.

    El proyecto Identidad Culinaria incluye otras propuestas como el desarrollo de una huerta para el cultivo de sus propios insumos. La idea es crear una terraza, como lo hacían los Quitu Cara, para cultivar productos.

    Este chef quiteño desarrolla proyectos gastronómicos basados en la filosofía de comercio justo. Foto: Julio Estrella / LÌDERES
    Este chef quiteño desarrolla proyectos gastronómicos basados en la filosofía de comercio justo. Foto: Julio Estrella / LÌDERES
  • Una biblioteca compartida con los empleados

    Alexander García

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    Cristina Páez acude a diario a la biblioteca de la consultora Ipsos en Ecuador para revisar sus líneas de lectura. La biblioteca se alimenta de los libros que ella dona, luego de leerlos; además es un espacio de uso comunal de los empleados de la firma.

    La revisión de los libros es un itinerario que incluye una variedad de intereses: textos técnicos sobre investigación de mercados y construcción de marcas; títulos de motivación personal de autores como Osho o Deepak Chopra; ensayos sobre enfoque de género y la literatura de la chilena Isabel Allende -ha leído varias veces la novela ‘Hija de la fortuna’-.
    “Tengo muy pocos libros en casa, la mayoría son los que estoy leyendo en el momento, o los que llevo en el teléfono (…) En la biblioteca de la oficina, la idea es que cualquiera pueda tomar un libro, leerlo y luego devolverlo”, dice Páez, ella misma ‘empleada’ de la multinacional de investigación de mercados, que fue antes una empresa familiar local.

    Lee además en formato digital. Tiene instaladas en sus dispositivos móviles aplicaciones de eBooks y Kindle, además de la aplicación de audiolibros de Amazon. Escucha ensayos o libros de no ficción en los traslados en auto.

    Tanto en formato digital como en físico, Páez subraya líneas con información valiosa a la cual regresar; algunos volúmenes de lecturas profesionales están repletos de papelitos azules. “Soy una nerd”, sonríe. Y usa Twitter para compartir partes de sus lecturas.
    Pero el grueso de la literatura que consume lo ocupan la novela histórica, de suspenso y el género negro o la novela policíaca. Y dentro de ellas ocupa un lugar especial el suspenso psicológico, títulos como ‘El Profesor’ y ‘El Psicoanalista’, del estadounidense John Katzenbach.

    En la biblioteca cuenta con libros de detectives que lee en el inglés original: ‘Dark harbor’ (Puerto Oscuro), de David Hosp o ‘Flesh and Blood’ (Carne y sangre), de John Harvey. Y con ficciones de suspenso judicial como ‘El intermediario’, de John Grisham.

    Una mayor fascinación que la novela policial, es la de textos históricos por los que dice profesar admiración. Entre ellas destaca verdaderas superventas como ‘La catedral del mar’, la primera novela del abogado y escritor español Ildefonso Falcones, que narra la vida de la Barcelona del siglo XIV, la historia tiene como nexo de unión la construcción de la iglesia de Santa María del Mar.

    También destaca novelas como ‘Los pilares de la tierra’, del británico Ken Follet, ambientada en Inglaterra en la Edad Media durante un período de guerra civil conocido como la anarquía inglesa.

    Siempre tiene abierto un libro técnico y uno literario. “Soy una impulsora del empoderamiento de la mujer en temas de liderazgo empresarial y equidad de género. Hicimos un estudio con el BID e identificamos que solo una de cada 10 gerencias es ocupada por una mujer en el país. Leo mucho con respecto al tema”, dice Páez.

    En Ipsos coordinó la edición del libro ‘Así somos las ecuatorianas’, un estudio sobre las mujeres del país, que se vende en beneficio de los damnificados del terremoto.

    Cristina Páez prefiere la novela negra y la literatura histórica. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES
    Cristina Páez prefiere la novela negra y la literatura histórica. Foto: Enrique Pesantes / LÍDERES