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  • Sus ganancias se dibujan con la pizarra digital

    Redacción Quito

    Hace tres años, mientras cursaba una maestría en Sistemas Informáticos Educativos, en la Universidad Israel, Roberto Amaguayo pensó en diseñar su propia pizarra digital. Hoy este empresario ha vendido e instalado 350 de sus equipos en todo el país.

    La idea arrancó en octubre del 2009, cuando terminó su maestría y comenzó a investigar qué componentes electrónicos requería para desarrollar su pizarra.

    Seis meses de trabajo y un capital propio de USD 8 000 sirvieron para elaborar el primer prototipo, La sala de su casa, cuenta, se transformó en un taller de punteros láser, marcadores, baterías, monitores y otros equipos.

    «Al inicio mi familia solo me miraba con curiosidad, no sabía exactamente qué es lo que estaba haciendo. Pero me vieron tan concentrado durante tanto tiempo que entendieron y me apoyaron», cuenta.

    Una vez listo el prototipo, se fundó Tecnologías RAP en mayo del 2010. La iniciativa arrancó con un capital inicial de USD 10 000, aporte financiado con el aporte de un socio inversionista.

    Con ese dinero, Amaguayo compró equipos de oficina, computadoras y rentó un local en la agencia municipal ConQuito, en USD 150 mensuales.

    Lo siguiente, cuenta Amaguayo, fue «tocar de puerta en puerta» para mostrar el producto. Las primeras ocho pizarras se fabricaron bajo pedido en mayo del 2010; en junio se vendieron 10 más. Ese año Tecnologías RAP cerró con 90 pizarras vendidas y una facturación cercana a los USD 90 000.

    «La idea es ofrecer una pizarra más económica que las existentes en el mercado, que por lo general son muy costosas y su precio oscila entre los USD 3 000 y 4 000», explica Amaguayo.

    Una medida favoreció al negocio. El Gobierno comenzó a impulsar la implementación de aulas interactivas en las instituciones educativas del país, y allí este emprendimiento vio una oportunidad para comercializar sus productos.

    El producto es una pantalla plegable, similar a las utilizadas en proyecciones, adaptada para registrar los movimientos de un lápiz óptico. La pizarra y el lápiz se conectan a un proyector y a un computador con un software desarrollado por Tecnologías RAP. El programa permite graficar los trazos del lápiz óptico en la pantalla. Cada pizarra cuesta USD 500.

    “Al principio solo las personas interesadas y que conocían el producto y sus ventajas lo compraban. Pero poco a poco se nos abrieron las puertas en varias instituciones educativas, principalmente las privadas”, asegura.

    En el 2011 se vendieron 100 pizarras y la facturación de la empresa fue de USD 182 000. Este año, entre enero y marzo, se vendieron 160 pizarras.

    El principal mercado de este negocio es Pichincha, en donde se han vendido pizarras a colegios como La Inmaculada, Ecuatoriano Suizo, FAE, Colegio Militar 3, Alvernia, Manuela Cañizares, Central Técnico… Un 90% de sus clientes son instituciones educativas, mientras que 10% restante son entidades del sector público y empresas del sector privado.

    Cristina Gallo, ingeniera en Sistemas del Colegio María Auxiliadora, asegura que en su institución habilitaron cuatro aulas virtuales con las pizarras RAP y destaca el interés que estos equipos despierta en los estudiantes. “Es motivante para ellos interactuar con las pantallas”.

    Lo mismo opina Fanny Román, profesora de computación del Colegio La Inmaculada, en Sangolquí. Ella cuenta que la institución adquirió las pizarras por recomendación de los padres de familia.

    En el Colegio Militar 3 (Quito) compraron 10 equipos. Para Carlos Mendieta, jefe administrativo de la institución, implementar este tipo de tecnología es necesario para mejorar el nivel de educación de los cadetes y del mismo colegio. “Fue una inversión positiva para la institución”, argumenta.

    Otros servicios

    • Alquiler de pizarras. Las pizarras electrónicas también  están disponibles a un precio de USD 15 la hora, incluye instalación a domicilio.
    • La instalación .  Para que las pizarras funcionen necesitan conexión con un computador y un proyector. Este negocio también oferta proyectores a USD 500.

  • Con la pizarra táctil la enseñanza se vuelve más interactiva

    Racción Guayaquil

    El proyecto Aulas Amigas llegó al país hace dos años, liderado por su gestor Juan Manuel Lopera. El colombiano de 27 años empezó a diseñar hace 10 un tablero óptico de mando interactivo (TOMI).

    Hace cuatro años su idea se cristalizó y hasta la fecha instaló este dispositivo en unas 7 000 aulas interactivas en su país de origen. Lopera asegura que su falta de motivación al momento de estudiar o de atender las clases lo llevó a crear este dispositivo interactivo.

    TOMI es un pequeño aparato que hace que cualquier superficie funcione de manera táctil; en Quito se cuentan 100 en 20 escuelas.

    Otros 100 equipos están en instituciones privadas de Cuenca, Machala, Santa Elena y Guayaquil. Por la implementación de estos dispositivos Aulas Amigas registró, en lo que va del año, ingresos por USD 1,6 millones.

    Lopera afirma que la estrategia de este negocio se basa, principalmente, en las capacitaciones que ofrece a los directivos y profesores de las instituciones educativas. «Ellos conocen el producto y se dan cuenta de la diferencia que pueden hacer si invierten en una Aula Amiga», expresa.

    En el Colegio Julio Verne, en Quito, todas las aulas de clases cuentan con este sistema de enseñanza hace unos cuatro años. Pedro Carrera, profesor de historia, economía y literatura resalta la utilidad de esta herramienta. «Enseñar en una aula con este tipo de tecnología ahorra tiempo y mejora la metodología de enseñanza», explica.

    Como ejemplo señala que en una clase de historia puede usar mapas, en la de economía cuadros estadísticos y en la de literatura pueden interactuar con sus alumnos mostrándoles videos. «Esto me ahorra una o dos clases pues es más fácil mostrar que explicar», dice.

    El proyecto se ha instalado para atender a alumnos de nivel preescolar, primario y secundario.

    Todo el paquete tecnológico, tanto el hardware como software y asesoría técnica se comercializa en USD 550.

    «Hoy en día, la globalización exige aprender diferente, lo que incluye una educación diferente y acorde con el avance de la tecnología», dice Lopera.

    Aulas Amigas también está presente en Panamá, Argentina, Brasil y México.

    El programa cuenta con una plataforma digital que amplía las opciones de los educadores, pues ofrece contenidos gratuitos y espacios de interacción.

    TOMI funciona como si fuese una tableta gigante. Los exámenes escritos pueden ser calificados digitalmente y los padres tienen la opción de recibir los resultados en sus correos electrónicos. «Es una opción que incorpora simultáneamente a padres, alumnos y profesores en el proceso de enseñanza», indica Lopera. Aulas Amigas cuenta con un programa de estudio que puede ser usado como guía por parte del profesor.

    En Latinoamérica, Lopera tiene estimado instalar unas 3 000 aulas equipadas con el sistema tecnológico TOMI hasta diciembre de este año.

    CIFRA:
    200  dispositivos están instalados en la actualidad en Quito, Cuenca, Machala y otras ciudades.