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  • Las joyas diseñadas por Dennise Calero tienen un toque urbano

    Redacción Quito

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    En el taller de la diseñadora Dennise Calero el orden es una prioridad. Las herramientas cuelgan de la pared, varios de sus diseños aparecen en un mueble de madera, mientras la luz penetrante de la mañana abrigaba el lugar.

    En el taller ubicado en el sector de El Condado, en el norte de Quito, esta mujer diseña y elabora una serie de accesorios para mujeres, elaborados con materiales reciclados que otras personas los catalogan como desechos inutilizables.

    La creatividad, el estilo, la originalidad y la pasión por los accesorios femeninos llevaron a la diseñadora de productos, egresada de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, a desarrollar su emprendimiento que en la actualidad es su fuente de ingresos. La idea arrancó en el 2014.

    En la búsqueda de los materiales para el desarrollo de su proyecto, la joven emprendedora se planteó la idea de los ‘Frutos Urbanos’. Fue a partir de esto que la diseñadora encontró gran potencial en la recolección de vidrios rotos y el bambú, materiales que llamaron la atención de Calero debido a sus propiedades físicas y ecológicas.

    El proyecto tuvo cabida dentro del mercado dentro del museo Nahim Isaías, en
    Guayaquil. Fue en el 2014 cuando la joven empezó a exhibir sus productos a través de las redes sociales y su página web,. En esos espacios virtuales se gestionan las ventas de los diseños de Calero.

    Actualmente el desarrollo del producto ha llegado a tener altos estándares estéticos, ergonómicos y de calidad, lo que ha permitido a esta joven conectarse cada vez más con los compradores.

    El emprendimiento tiene una serie de beneficios para quien adquiere sus diseños. Las pulseras, los aretes y los collares, por sus dimensiones, favorecen a estéticamente a la mujer, según la forma de su rostro y cuello, explica la diseñadora quiteña.

    A los materiales reciclados Calero le suma la plata, lo que da un toque distinto, al mismo tempo que evita una reacción alérgica en la oreja del consumidor.  La plata proviene de Chordeleg una población de Azuay que se caracteriza por ser fuente de materiales para joyeros de todo el Ecuador.

    A partir del 2015, la marca ha recibido apoyo por parte del Centro Iberoamericano de Artesanías y Artes Populares y de la Junta Nacional de Defensa del Artesano, instituciones que han sido sus gestores para exponer su producto en ferias.

    Además, el emprendimiento se ha expandido a escala nacional, gracias a ferias de emprendedores, e internacional. La bisutería de Calero se expone en la Boutique Équatorianne, ubicado en París, Francia. Otra vitrina es una plataforma en línea en EE.UU.

    La emprendedora manifiesta que la temporada en la que las ventas de sus diseños aumentan son el Día de la Madre, San Valentín y Navidad. Sus joyas son solicitadas como obsequios.

    Betzabé Cepeda ha adquirido diseños de Calero. Ella manifiesta que compró más de un accesorio de la bisutería, especialmente aretes debido a la comodidad y estética que le brindan estas joyas elaboradas a mano. Cepeda añade que lo puede combinar con ropa deportiva o casual, con la seguridad de que no le generarán alergias a comparación de otras bisuterías.

    Datos

    Las ventas anuales inicialmente eran de, aproximadamente USD 10 000. En la actualidad los ingresos pueden llegar hasta los USD 25 000 al año.

    La inversión inicial hecha por Calero fue de USD 2 000, para preparación académica y la compra de materiales.

    Tiene una producción anual de 420 piezas que varían entre aretes, collares y pulseras.

    El número de clientes varía de 30 a 35 compradores mensuales.

    Dennise Calero enseña sus diseños. Su taller está ubicado en el sector de El Condado, en Quito. Foto: Patricio Terán  / LÍDERES
    Dennise Calero enseña sus diseños. Su taller está ubicado en el sector de El Condado, en Quito. Foto: Patricio Terán / LÍDERES
  • Trabajo e incentivo ¿la plata manda?

    Arturo Castillo

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    Por naturaleza, las relaciones entre los seres humanos son asimétricas. La desigualdad se expresa, para empezar, en el ámbito microsocial de la familia.

    El amor paterno, pretendidamente equitativo, siempre favorece, consciente o inconsciente, a alguno de los hijos, lo que genera episodios de celos y disputas, que pueden marcar la existencia entera de aquellos que se sintieron emocionalmente desfavorecidos.

    El entorno escolar es particularmente proclive a las iniquidades, en virtud de que todo el sistema reposa en la psicología del premio-castigo, en la competitividad, con la consecuente generación de complejos, inseguridad y hostilidad hacia la autoridad.

    En el mundo laboral, el esquema se repite, o más bien constituye una extensión del proceso educativo formal. Se busca incesantemente el trabajador ideal, cuyo perfil es un dechado de virtudes, pero se hace muy poco para construir entornos gratos, empresas con un sentido humano. Lógicamente, las compañías buscan seleccionar personal con el mayor índice de inteligencia académica, con los valores más elevados, con la mejor hoja de servicio y experiencia; pero, muchas veces no saben cómo retener ese talento.

    Solo una política consistente de incentivos y un entorno laboral gratificante son capaces de generar fidelidad hacia la empresa. Claro está, mantener a los sujetos emocional y psicológicamente estimulados, de manera que su rendimiento alcance los más elevados estándares, es una tarea que exige no solo contar con los recursos materiales necesarios, sino principalmente disponer del recurso de la imaginación y de un mediano conocimiento de la conducta humana.

    El ser humano es una criatura crónicamente insatisfecha; no existe, consecuentemente, una regla, una fórmula que haga que los individuos experimenten un estado de satisfacción continuo y duradero. Está claro, además, que el dinero no logra comprar o alquilar una buena actitud, el aprecio por el trabajo y por la organización; es decir, un vehemente deseo de dar lo mejor de sí mismo.

    En todo caso, las políticas de incentivos son de gran importancia, no solo como un mecanismo de retención del talento, sino como una expresión concreta de la voluntad de generar equilibrio en la relación empresa-trabajadores.

    El espectro de beneficios debe cubrir las necesidades materiales, anímicas y también intelectuales de los individuos.

    Aunque los incentivos económicos son importantes para la generalidad de los trabajadores, aspectos inmediatos y cotidianos, como el clima laboral y la calidad de la comunicación, los estilos de liderazgo y de interacción, abonan para lograr estabilidad y un compromiso de largo alcance hacia la compañía. La experiencia demuestra que pese a todos los esfuerzos, el asunto de las brechas es insalvable. Lo concreto es que no todos los trabajadores de una organización son iguales, de modo que una política de aplicación general no hace justicia.

    La jerarquía dentro de la empresa o compañía, el grado de responsabilidad, los méritos académicos, tienen un peso concreto cuando se trata de implementar beneficios. Es obvio, la empresa quiere incentivar lo que considera superlativo, lo excepcional.

    No obstante, el trabajador promedio, aquel que tiene una escasa iniciativa, que experimenta momentos de desidia y de pereza, que no se anima a ir más allá de las tareas asignadas por la organización, será quien más exija que la empresa retribuya su esfuerzo.

    Finalmente, más allá de los factores externos, solo la automotivación es capaz de provocar en la persona un sentimiento de gozo, de despertar en su ánimo el deseo de servir a la vida. En ese caso, el regateo de los incentivos pasa a un segundo plano.

    Los problemas relacionados con el comportamiento organizacional juegan un papel fundamental a la hora de retener el talento humano en las empresas. Ilustración: Ingimage
    Los problemas relacionados con el comportamiento organizacional juegan un papel fundamental a la hora de retener el talento humano en las empresas. Ilustración: Ingimage
  • En las redes sociales brillan sus joyas de plata

    Redacción Quito

    Al ingresar al taller de Gina Rueda la creatividad se siente en el aire. Una laminadora, un soplete, un motor de mano, metales y otras materias primas son los recursos para crear anillos, collares, pulseras y más.

    Esta quiteña, de 27 años, es la propietaria de Joyas GinaGrey. Esta firma se promociona y se comercializa por medio de su blog y su ‘fan page’ de Facebook.

    A Rueda le gustaba el arte desde que estudiaba en el colegio. Por ello, cuando culminó la secundaria en el Liceo del Valle de Quito, en el 2005, decidió estudiar diseño de joyas.

    En principio, le fue difícil encontrar un lugar para estudiar, pero finalmente ingresó al Instituto Superior Galileo, de la capital. Gracias a lo aprendido, en el 2010 decidió iniciar su emprendimiento.

    En principio, vendía sus creaciones a amigos y familiares, pero la popularidad de sus joyas creció y con ello la demanda. Esto motivó a Rueda a pensar en su propia marca en el 2010.

    Para conseguirlo invirtió aproximadamente USD 10 000; este monto lo destinó a la implementación de su taller que está en su casa, ubicada en el valle de Los Chillos (sureste de Quito), con la compra de herramientas y materias primas.

    Cuando Rueda buscaba un nombre para su negocio, se dio cuenta que la mayoría de diseñadoras usaban su nombre y apellido como marca. Por ello, quiso buscar algo distinto: juntó su nombre junto a ‘Grey’, que significa gris en inglés, debido al color de sus joyas de plata. Así nació GinaGrey.

    Ella se especializa en joyería clásica y en su taller funde plata, realiza grabado rústico en ácido nítrico, elabora anillos para compromiso, o simplemente, lo que el cliente pida. Por ello, asegura que no tiene un target definido; mujeres y hombres de toda edad realizan los pedidos por medio de la red social.

    Sin embargo, a inicios del año pasado, el negocio se detuvo, debido a que Rueda viajó a Argentina para especializarse en el Complejo Educativo de Joyería (CEJ) de Buenos Aires.

    De regreso al país, a finales del año pasado, continuó con la promoción de sus trabajos. Además, la presencia en ferias de diseño que se realizan en Quito.

    El ingreso mensual fluctúa entre USD 400 y 1 500; la cantidad varía de acuerdo con los pedidos que reciba.

    Beka Benavides, productora de cine y televisión, comenta que las joyas de GinaGrey «son increíbles y vanguardistas». Ella es su clienta desde hace unos cuatro años y destaca el diseño exclusivo de cada una de las prendas.

    Benavides recuerda que en una ocasión envió a Rueda un dije, muy preciado para ella, para que lo convierta en anillo. «El trabajo fue espectacular, impecable», añade.

    Andrea Cáceres, profesional en Relaciones Internacionales, destaca de Rueda la evolución que ha tenido en sus diseños. Cáceres ha adquirido una pulsera con arte andino, dijes, anillos, entre otras joyas. Y Maribel Guevara, economista quiteña, cuenta que el valor agregado de GinaGrey son los diseños personalizados.

    Las joyas

    La materia prima. Entre los materiales que usa están: piedras preciosas, perlas y materiales alternativos como madera, vidrio, plástico, hilo, cuero, entre otros.

    El proceso creativo. Antes de la elaboración de la joya realiza un boceto o una acuarela.