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  • Ponchos y vestidos son la oferta de esta boutique

    Redacción Quito

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    Los tejidos de diseño tradicional se modernizan con acabados contemporáneos en Puro Ecuador.

    Ada Palacios es la administradora de este negocio que nació con la idea de obtener recursos para el Sistema Nacional de Música Para Niños Especiales (Sinamune), de la fundación Edgar Palacios.

    Este proyecto de 25 años atiende alrededor de 100 personas con discapacidad a los que se les da educación, rehabilitación, asistencia financiera, entre otros.

    Debido a la falta de auspicio de alguna entidad privada o pública se creó este emprendimiento, que es administrado por el personal que trabaja en la fundación.

    Los fondos recaudados le permite a este centro continuar con sus múltiples actividades.
    En noviembre del 2014 se inauguró oficialmente Puro Ecuador en el sector de Carcelén. El establecimiento se dedicó en un principio al comercio de artesanías, bisutería, sombreros, ropa, carteras y bolsos tipo shigra. Todos sus artículos eran producidos artesanalmente por artesanos de Otavalo y Atuntaqui

    El año pasado el local dejó de vender solo productos de otros artesanos para incursionar en la creación de modelos propios. “El objetivo de nuestros diseños era hacer de Puro Ecuador una marca”, afirma Ada Palacios.

    Sus diseños incluyen ponchos con diseños que toman como base a culturas autóctonas como Valdivia o Jama Coaque. Sobre este valor tradicional se realizan acabados contemporáneos.
    Palacios describe a estos diseños como una mezcla entre lo tradicional y lo ‘fashion’ para atraer a un público joven.

    Esta marca también elabora vestidos tejidos con diseños precolombinos. Su ropa incluye tallas XL y XXL para ampliar su rango de potenciales clientes.

    La producción tiene las combinaciones de colores tradicionales de las culturas de la sierra. Puro Ecuador maneja una línea de colores fuertes como fucsia, turquesa, verde o azul eléctrico; y una línea de colores sobrios en el que se combinan el blanco y negro primordialmente.

    El año pasado el negocio implementó la opción de compras a través de Facebook. Palacios comenta que este factor representó un crecimiento en ventas significativo debido a que el producto se envía a varias partes del país.

    Actualmente se factura más por ventas digitales que por clientes que visitan la tienda.
    El precio de un poncho bordea los USD 20 y un vestido se encuentra en USD 35. Además existen promociones por la compra de varios productos.

    Este emprendimiento factura aproximadamente USD 9 000 al mes, con lo cual han podido dar un gran aporte a Sinamune. Palacios afirma que todas las utilidades son para la fundación, en los últimos cuatro años se han donado cerca de USD 50 000.

    Los fondos han servido para mantener las actividades académicas y terapéuticas de la fundación. Además, han podido otorgar becas para que personas especiales puedan acceder a este servicio.

    Este año Puro Ecuador planea sacar una página web para promocionar su catálogo de la nueva línea de ponchos y ruanas.

    La administradora Ada Palacios junto a los ponchos y vestidos de la boutique Puro Ecuador, en el norte de Quito. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
    La administradora Ada Palacios junto a los ponchos y vestidos de la boutique Puro Ecuador, en el norte de Quito. Foto: Vicente Costales / LÍDERES
  • Los ponchos hoy tienen diseños modernos

    José Luis Rosales (F)
    Contenido intercultural

    El artesano otavaleño Silverio Terán nunca ha salido del país, pero sus ponchos han rebasado fronteras. Él heredó el gusto de trabajar la lana de oveja y alpaca de su padre, Segundo, quien inició esta tradición familiar.

    Silverio Terán encabeza la firma Milmarte, que tiene su almacén y taller textil en la comunidad de Peguche, en Otavalo, en Imbabura. Su nombre se deriva de la raíz kichwa Milma, que significa lana.

    Sus hijos Segundo, Edwin y Fernando Terán Lema tomaron la posta de este emprendimiento especializado en la confección de ponchos, chompas y sacos para niños, mujeres y hombres. Entre las innovaciones está la implementación de la marca Milmarte, que la promocionan desde hace ocho años.

    El eslogan, Arte realizado en lana, responde a las nuevas tendencias en diseños y colores.
    La renovación de esta tradicional prenda fue posible con la adquisición de ocho máquinas tejedoras automatizadas. Así concluyeron tres décadas en las que Silverio entretejió los abrigos, de un solo color, en un telar manual.

    Terán recuerda que solo había lana con gamas naturales en crema y gris. Y con un proceso de tinturado artesanal se obtenían hilos con tonos rojo y vino.

    Ahora en el mercado hay una amplia variedad de colores. Pero cuando hay un pedido específico de un tono en particular compran la lana en crudo y la envían a teñir.

    Hoy la mayoría de ponchos se confecciona con figuras étnicas. Se trata de diseños como el de la chacana o cruz andina. Otro está inspirado en culturas amerindias.

    Las formas se logran gracias a la modernización del taller. No fue una tarea sencilla, recuerda Silverio. A él, por ejemplo, le tomó dos años adaptar la primera máquina a sus necesidades.

    Segundo cuenta que su progenitor acondicionó la tejedora automatizada para trabajar con hilo de lana y no de algodón.

    También redujo la velocidad de las máquinas para obtener un tejido que se asemeje a uno elaborado a mano, explica.

    Segundo Terán calcula que en la compra de maquinaria han invertido alrededor de USD
    25 000. La innovación permitió aumentar la producción del taller. De las 15 prendas a la semana que confeccionaban en los cuatro telares manuales pasaron a producir 300.

    También han incursionado con ventas en el exterior. Con un tono de orgullo, Silverio comenta que sus ‘ponchitos’ van a Canadá, España, Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Chile. A estos dos últimos países envían entre 300 y 400, antes de la temporada de invierno
    Al principio, las prendas eran comercializadas en el Mercado Centenario, más conocido como la Plaza de Ponchos, Otavalo.

    Esta ha sido una de las mejores vitrinas para dar a conocer sus productos. Luego, los artículos de Milmarte fueron llevados por los comerciantes otavaleños a diferentes partes del mundo.

    Sin embargo, una de las nuevas propuestas de la firma es la venta al por menor a escala internacional.

    Los clientes realizan los pedidos a través de la cuenta de Facebook: Milmarte Ponchos. La entrega se realiza por correo.

    La firma otavaleña obtuvo, en el 2015, el tercer lugar en la categoría Tejido Artesanías en el concurso de productos innovadores.

    Datos del negocio

    La tienda. El almacén taller está ubicado en el barrio Central, a 100 metros de la plaza de la comunidad de Peguche.

    Los pedidos. Las ventas se realizan al por mayor y menor. Los pedidos se hacen también a los teléfonos (06) 2 690 200/ 096 7097 237.

    Los modelos. Hay ponchos de los denominados diseños largo, capa, capucha, esquinado. Este último es para damas.

    Las visitas. El almacén de Milmarte también es visitado por turistas extranjeros que llegan en tours a Imbabura.

    Segundo, Silverio y Fernando Terán impulsan la empresa Milmarte, que elabora ponchos. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
    Segundo, Silverio y Fernando Terán impulsan la empresa Milmarte, que elabora ponchos. Foto: Francisco Espinoza para LÍDERES
  • Confeccionistas de los ponchos indígenas

    RED. SIERRA CENTRO (F)
    Contenido Intercultural  redaccion@revistalideres.ec

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    Una familia de Chibuleo teje esta prenda de vestir. También elabora en los telares fajas y bayetas.

    La casa de José Sisa se convirtió en el taller artesanal donde los cinco miembros de la familia tejen ponchos, bayetas y fajas para vestir a los habitantes de las comunas indígenas de Chibuleo, Pilahuín, Quisapincha y Tomabelas.

    Son elaboradas en telares antiguos de madera. Esta microempresa funciona en la población de San Francisco de Chibuleo, localizada en la vía Ambato-Guaranda. El emprendimiento se inició hace 30 años. La inversión fue de unos 200 000 sucres. El dinero se destinó a la compra de lana y en la construcción del telar de madera. Su esposa Nancy fue quien se capacitó en el tejido. Luego, la técnica la aprendió José.

    Entre los dos instalaron un pequeño taller donde elaboraban al día seis ponchos rojos, color que identifica a los habitantes de Chibuleo, e igual número de bayetas, que es el complemento de la vestimenta de las mujeres.

    Las prendas eran comercializadas a sus vecinos. La calidad ayudó en el crecimiento del negocio. Los clientes comenzaron a dejarles obras para que les tejieran.  

    Sisa cuenta que luego adquirieron otras dos tejedoras manuales. En la actualidad cuentan con ocho en total y todas están en funcionamiento. Sus tres hijos Auki, Huaskar y Pachakamak también son parte del proyecto familiar.

    En los 30 años de funcionamiento invirtieron USD 20 000 en la compra de equipos, máquinas de coser y la materia prima. La última inyección de recursos fue de USD 10 000 para la adquisición de dos tejedoras eléctricas.

    “Nuestro producto tiene demanda de los empleados de las cooperativas indígenas de ahorro y crédito, también en el proyecto Hilando el Desarrollo, para la gente del pueblo. Y de otras partes nos contratan para la confección de su vestimenta”, afirma Sisa.

    Actualmente tejen unos 400 ponchos, para los diferentes pueblos indígenas, 420 bayetas y más de 100 fajas. El taller artesanal se denomina Auki y factura entre USD 2 500 y 3 000 al mes.

    Un poncho puede costar USD 45 y una bayeta USD 25. Sisa explica que la promoción de su producto en las plazas y mercados fue otra de las claves para su éxito.

    Según el emprendedor, cada color de poncho tiene un significado en la cosmovisión andina. El rojo de los chibuleos representa la sangre que se derramó en las derrotas. También tiene una franja a los dos lados, con tonos azules, blancos, verdes y fucsias, que simbolizan la biodiversidad y el esplendor del camino de la vida.

    En las fajas que usan las mujeres también hay figuras. Cita por ejemplo, que cuando hay una olla de barro es que es viuda. Si hay una llama o gato es soltera y si aparecen dos figuras unidas de animales es casada. “Las costumbres originales de nuestro pueblo, como la vestimenta, se están recuperando. Ahora, usar el poncho y bayetas es importante para los funcionarios y estudiantes de las instituciones indígenas. Es como el terno para los mestizos”, menciona Sisa.

    Uno de sus proyectos es ampliar el emprendimiento, a través de la construcción de un galpón para instalar la empresa y atender todos los pedidos. Asimismo, tejer prendas autóctonas que están elaboradas con lana de llama, alpaca o de borrego.

    Su hijo Huaskar Sisa, graduado en ingeniería en Gestión de Negocios, tomó las riendas del emprendimiento. Cuenta que a más de tejer en los telares se encarga del control de calidad de cada una de las prendas.

    El objetivo es que el cliente vuelva a comprar nuestro producto y que sepa que es de marca. Además, otra de las metas es vender a través de catálogo. La revista está en proceso de planificación. “Otra de las metas es que si hay fallas en la confección, el cliente podrá devolvernos presentando la factura, para entregarle una nueva. Nuestra marca Auki debe ser la mejor y elegante”, manifiesta Huaskar.

    Rodrigo Llambo, gerente de la Cooperativa de Ahorro y Crédito Chibuleo, dice que constantemente adquieren la ropa a José Sisa, por la buena calidad, la seriedad y el cumplimiento. Para este año solicitó la confección de 150 bayetas y 150 ponchos. “La recuperación de nuestra vestimenta está a cargo de los artesanos”.

    El emprendimiento familiar tiene la marca Auki. La iniciativa nació hace 30 años y teje ponchos, bayetas y fajas. Foto: Raúl Díaz para LÍDERES
    El emprendimiento familiar tiene la marca Auki. La iniciativa nació hace 30 años y teje ponchos, bayetas y fajas. Foto: Raúl Díaz para LÍDERES