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  • Siete mujeres preparan dulces y platos andinos

    Redacción Quito

    Sazón, organización y empeño fueron las claves de siete mujeres para emprender su negocio. Su nombre es Mermeladas Caliche y tiene su base en Tumbaco, parroquia rural de Quito.

    La historia de este emprendimiento comienza en Caliche, un recinto de Imbabura y tierra natal de Narcisa Jácome, quien siempre lleva una sonrisa en su rostro.

    Su abuela preparaba unos dulces duros con frutas típicas de esas localidad imbabureña; ella aprendió a prepararlos pero con una variante: hizo mermeladas.

    Jácome es madre de familia y abuela. Ella buscaba un negocio que le permita estar cerca de sus seres queridos y ganar un dinero extra. Así nació Mermeladas Caliche, con el apoyo de una de sus amigas y vecina, Janeth Andaluz. Entre las dos levantaron este emprendimiento.

    Andaluz no lo dudó y emprendieron este camino juntas, que trajo consigo nuevas oportunidades para las siete emprendedoras.

    Los nuevos ingresos significaron un alivio para ellas y sus familias, relata Andaluz, quien es oriunda de Tumbaco.

    Las mermeladas se preparan con frutas y hortalizas orgánicas. Uno de sus sabores preferidos es el de ají, que lo cultivan en sus casas. Además utilizan uva, mora, frutilla, leche y más, es decir, son más de 13 sabores que tienen dentro de su negocio.

    El objetivo de estas mujeres es rescatar los sabores típicos y naturales de las localidades de la sierra ecuatoriana; por eso,el emprendimiento lleva el nombre de Caliche, como el lugar de nacimiento de Jácome de 60 años.

    Levantar un negocio no es fácil, por lo que cada uno invirtió USD 30 para lograrlo, es decir, en total se destinó USD 210 aproximadamente. El monto fue destinado a la compra de los ingredientes y de las botellas de vidrio, que es uno de los rubros más costosos.

    Las mermeladas se preparan en su casa y sacan una producción, cada 15 días, de 400 envases que se comercializan en los diferentes puntos de la ciudad y en ferias. En estos espacios obtienen cerca de USD 700 por mes. Las ganancias se reparten equitativamente.

    Verónica Noboa
    es madre de una niña a la que cuida desde que tenía siete meses. Ella no sabía nada de cocina pero aprendió las delicias que le enseñó Jácome, quien es su suegra.

    Ella es una de las más jóvenes de este grupo y colabora, además, en la elaboración de una página en Facebook para promocionar su producto y a las mujeres.

    El emprendimiento, que nació a mediados del año anterior, tiene otros productos típicos de esta zona rural como el cariucho, las habas con mellocos y demás delicias andinas, explican las mujeres, quienes viven cerca a la vía al Ilaló.

    Durante este tiempo de negocio, las emprendedoras han participado en una serie de actividades para promocionar su negocio.

    En Pifo, otra parroquia rural del Distrito Metropolitano de Quito, mostraron sus mermeladas en una feria de sabores. En Quito recibieron un reconocimiento por presentar una colada morada diferente con el pan que se prepara en Caliche. Esto les llenó de orgullo, al igual que sus clientes, quienes destacan el sabor y el esfuerzo de estas mujeres por rescatar lo típico y lo nuestro.

    Las mujeres de Caliche elaboran cerca de 400 envases de mermelada y los distribuyen en Quito. Foto: Paúl Rivas / LÍDERES
    Las mujeres de Caliche elaboran cerca de 400 envases de mermelada y los distribuyen en Quito. Foto: Paúl Rivas / LÍDERES
  • Las cenas románticas se preparan en el hogar

    Redacción Quito

    Una cena romántica, cocinada por un chef profesional, servida al detalle por un mesero, pero en su propia casa es parte de los servicios que ofrece Löffel (cuchara en alemán).

    La idea de hacer un negocio de catering y eventos nació, hace un año, de Diego Albuja y Alejandro Tabango. Ellos se conocieron en las aulas de la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE), en el 2008.

    Con USD 10 000 de inversión familiar y ahorros arrancaron su primer catering. “Estábamos muy nerviosos, porque es distinto cuando hay que mandar y dirigir”, recuerda Albuja. El trabajo se hizo para la recepción de un bautizo, con 120 invitados.

    Luego vinieron bodas, baby showers, primeras comuniones, eventos corporativos, pero son las cenas personalizadas lo que les distingue en el mercado.

    Albuja y Tabango trasladan la comodidad y elegancia de un restaurante a los hogares. Se encargan de la comida, decoración, el servicio (a través de un mesero), la música y, al terminar, dejan la cocina y la mesa completamente limpias.

    Para Bruno Yanuzzelly, este “es muy buen servicio, agradable como en un restaurante de gama alta en casa, y esto da una mayor privacidad”. Él contactó a Löffel a través de Facebook y ha utilizado sus servicios en dos ocasiones.

    Una opinión similar tiene Byron Durán. Comenta que la cena personalizada es “genial”, pues incluye una muy buena comida, presentación y servicio. “Fue una sorpresa para mi esposa por su cumpleaños. No se esperó que un chef, con todo su equipo y sus instrumentos, vaya a casa y preparen comida gourmet”. Además, Durán ocupó el catering para un evento empresarial, con unas 250 personas, que lo realizaron con igual “profesionalismo y calidad”.

    La participación de estos socios está presente en cada detalle. Ellos se encargan desde el traslado del mobiliario, vajilla, cristalería, la puesta en escena, la decoración, la comida, el servicio…

    Su centro de trabajo está ubicado en la vivienda de Albuja. Allí se equipó un lugar con los instrumentos necesarios de una cocina profesional y una bodega, hasta poder adquirir un sitio propio.

    Para los eventos, Löffel también cuenta con el apoyo de estudiantes de la UTE, quienes realizan pasantías en esta microempresa, en donde además de experiencia reciben un pago, dice Tabango.

    Löffel factura entre USD 3 000 y 5 000 al mes, dependiendo de la cantidad de eventos. En promedio atienden unos ocho al mes. “Nosotros vendemos elegancia en el servicio, que sea personalizado y la calidad de la comida”, dice Albuja. Y Tabango añade que “lo más difícil es el reconocimiento en una industria competitiva como la del catering”.