Entre Trinidad y Tobago y Cambodia. En el puesto 97, de un listado de 126 países. Allí se encuentra Ecuador en el Índice Mundial de Innovación. En un año el país bajó del puesto 92 al 97, según el ranking que se publicó hoy, 10 de julio del 2018.
Chile sigue siendo el país más innovador de América Latina, México es uno de los que más ha mejorado y España, que se mantiene en el puesto 28 del ránking, sigue sin recuperar los niveles de inversión en i+D anteriores a la crisis, según el nuevo Índice Mundial de Innovación.
Para Nelson Baldeón, Co champion del MIT Reap, la ubicación de Ecuador no es sorpresa. Él considera que las leyes del país no estimulan para nada la competencia global que es la que ayuda a innovar. “Sin competencia, sin leyes claras, sin apertura, sin alianzas sin mercados grandes, seguiremos en el círculo de confort de solo producir para algo chico”.
Baldeón añade que tres claves para mejorar en innovación son: la descentralización del poder, contar con reglas claras y plantearse compromisos superiores.
Al hacer un análisis desagregado por segmentos se aprecia que el país registra un avance en lo que es entrega de créditos, gracias a la existencia de servicios crediticios destinados, principalmente, para microfinanzas.
El ambiente para hacer negocios es en el que peor posición se encuentra Ecuador debido a las dificultades para la creación de una empresa y por las pocas facilidades pare resolver temas de insolvencia.
El estudio, elaborado por la Universidad Cornell de EE.UU., el INSEAD y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), sitúa a Suiza, los Países Bajos, Suecia, Reino Unido y Singapur a la cabeza de innovación mundial, y evidencia el gran auge de China en este terreno que pasó del puesto 22 al 17, lo que denota una transformación de la economía del gigante asiático gracias a sus políticas destinadas al desarrollo y la investigación.
El Índice Mundial de Innovación lo publica anualmente la Universidad de Cornell de EEUU junto a la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), en colaboración también con la escuela de negocios francesa INSEAD.
Estos análisis anuales sirven para evaluar, a partir de 80 indicadores distintos, el grado de innovación de 126 economías del mundo y, así, pretende ayuda a los Gobiernos a estimular la actividad innovadora de sus Estados.
Suiza sigue siendo un año más el país líder del ránking mundial, que en sus primeros diez lugares están, tras el país helvético, Países Bajos, Suecia, Reino Unido, Singapur, Estados Unidos, Finlandia, Dinamarca, Alemania e Irlanda.
Unas 40 macetas de geranios adornan el segundo piso del Palacio Arzobispal, Plaza Grande, en Quito.
Existe un nuevo contexto cultural corporativo, lleno de siglas que podrían llegar a parecer destinos en la pantalla de un aeropuerto –CRO (Chief Risk Officer o Chief Revenue Officer), CSO (Chief Security Officer), CAO (Chief Analytics Officer), CDO (Chief Digital Officer), CHRO (Chief Human Resources Officer), CQO (Chief Quality Officer)… Sin embargo, son los próximos ‘destinos’ profesionales de los altos ejecutivos. Están embarcándose en una nueva ruta, que les permitirán aplicar sus habilidades de gestión para efectuar cambio, dentro de unos puestos de máxima relevancia en el complejo mundo empresarial hoy en día.
Estos nuevos puestos nacen de unas transiciones simultáneas dentro de las dimensiones medioambientales, regulatorias, sostenibles, sociales y geopolíticas, que han transformado la gestión y a su vez creado una demanda excepcional en los líderes. Si como consecuencia el capital humano y el liderazgo son una fuente de ventaja competitiva para las organizaciones, ¿cuáles podrían ser las implicaciones para estos profesionales?
A primera vista está claro. De pronto se encuentran en el ojo de mira, siendo críticos para el éxito de sus empresas. Alrededor de estos puestos existen unas expectativas consideradas fundamentales para permitir el crecimiento, facilitar la transformación organizativa y desarrollo el capital de liderazgo. El cumplir con estas expectativas se traduce en construir una función tomando en cuenta un conjunto de stakeholders diversos. Las expectativas son más altas que nunca, al igual que el enfoque de estos cargos.
Mientras que esto les ofrece a los ejecutivos una plataforma importante para asumir el nuevo puesto y rediseñar la función, no todos están preparados para el liderazgo que se les requiere. Lo interesante de estos fichajes es que uno no se coloca dentro de estas figuras nuevamente creadas proviniendo de un puesto igual, sino que han sabido reunir sus habilidades transferibles y competencias estratégicas y posteriormente demostrar su valía para ocasionar un impacto en el nuevo rol.
El nuevo directivo ejecutivo en efecto desempeña tres roles – balancear, diseñar y liderar. Estos nuevos puestos suelen jugar un rol cada vez más importante en relación a la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), involucrando a los stakeholders en diálogo sobre la sostenibilidad, reconociendo y fomentando las responsabilidades de la empresa como líder ético. Y como es de esperar en una figura de reciente creación, tiene un componente de diseño, en lo que se refiere a construir una función interconectada. Entre los retos que se les presentan a estos ejecutivos, encontramos unas condiciones nuevas para facilitar la excelencia del liderazgo de forma holística. Por un lado, son los responsables de desarrollar y liderar el talento a su cargo y anticipar cualquier problema que pudiera surgir, a la vez que actúan como asesores a los CEOs y otros miembros de los comités de dirección, teniendo en muchos casos responsabilidades ante la junta y los accionistas.
Durante el proceso de on-boarding, los primeros 90 días en el trabajo, los ejecutivos de los nuevos C’s, deben marcar unas prioridades claras para construir una función capaz de cumplir con las expectativas y a la vez tener impacto en la competitividad del negocio, el comportamiento organizacional y la cultura corporativa, el desarrollo de liderazgo y la gobernanza en general.
Un ejecutivo ‘C’ debe ser líder en sus pensamientos y tener un punto de vista innovador sobre los asuntos clave, pero respaldado por un profundo conocimiento de la organización. Como líderes de áreas y unidades nuevas, deben estar preparados para llevar a cabo un plan de reclutamiento estratégico que engloba muchas dimensiones – entender las motivaciones, los perfiles y las fuentes del talento top, articular la propuesta de valor para el empleado, facilitar los mecanismos apropiados para evaluar el talento durante los procesos de selección y realizar benchmarking externo sobre el talento. Los CEOs y las juntas directivas esperan que el ejecutivo C aporte valor de esta manera, como un verdadero líder, con su experiencia y visión. Desde mi experiencia, los grandes ejecutivos en estos puestos tienen un enfoque preciso y demuestran una mejora continua.
¿Qué tienen en común estos nuevos Cs? Están posicionados no únicamente en un nivel empresarial, sino a nivel de liderazgo de la empresa, y tienen que tratar a grupos de stakeholders como independientes pero a la vez interdependientes. Hay que considerarlos como estrategas y no como directores de una función operando dentro de un silo. Deben asumir el liderazgo de tres grupos de stakeholders: la junta directiva y los accionistas; el CEO; y los empleados.
Para lograr sus objetivos tienen que gestionar la dinámica del talento que entra en juego al liderar cualquier cambio. Esto consiste en reclutar, desarrollar y posicionar a las personas idóneas, capaces de añadir el valor necesario al crecimiento del negocio, ahora y en el futuro. Por lo que la misión de estos nuevos puestos se está extendiendo para gestionar la transformación provocada por el liderazgo, además de los cambios fundamentales al modelo de negocio.
¿Cuál es el perfil de un nuevo ejecutivo C? Los que tienen más potencial de tener éxito en estos puestos son aquellos considerados visionarios con un nivel de inteligencia emocional alto, un estilo transparente y habilidades como la disciplina y la adaptabilidad. También se necesita coraje y buen juicio para desarrollarse en estas nuevas funciones, consideradas complejas. Este profesional se maneja como pez en el agua cuando se requiere dar un feedback difícil, sino con tacto, al CEO y otros miembros de la alta dirección, para ayudarles a ver el impacto de sus decisiones y acciones. Estos son los requisitos clave y se recomienda complementar con un sentido fuerte del clima organizacional, una preocupación por el bienestar del personal, unas excelentes habilidades de comunicación y la suficiente confianza en uno mismo.
Si aspira o se encuentra ya al mando de uno de estos puestos, y piensa que no reúne estas habilidades, es crítico dedicar tiempo al desarrollo profesional, como puede ser el mentoring y el coaching, para poder alcanzar el nivel deseado. No existen altos potenciales, sino profesionales con alto potencial de ser formados.
Tengo la fortuna de trabajar cada año con cientos de ejecutivos, además de los que sigo haciendo seguimiento. A lo largo de estos años, he aprendido mucho sobre el éxito de estos líderes con talento, qué funciona y qué no funciona. Independientemente de ser un CRO, CSO, CAO, CDO, CHRO o CQO, un área que estos ejecutivos con éxito tienen en común es su habilidad de sacar lo máximo de sus relaciones corporativas. No importa su disciplina, su habilidad técnica es solo una base sobre la cual empiezan a tener impacto en su empresa, siendo integrados en un ecosistema que es mutuamente dependiente y la clave de su éxito el saber identificar, cultivar y sostener relaciones corporativas.
Amber Wigmore Alvarez, Executive Director of Career Services, IE. Foto: Cortesía
Entre 140 países, Ecuador se ubica en el puesto 76 del Reporte Global de Competitividad 2015-2016 elaborado por el Foro Económico Mundial y presentado este 29 de septiembre del 2015.
En el reporte 2012-2013, el país se ubicó en el puesto 86 entre 144 países. Mientras que en el ranking 2013-2014 se colocó en el 71, entre 148 naciones. En la medición del ranking para el año 2014-2015 Ecuador no estuvo considerado.
A escala global, el podio del reporte está ocupado por Suiza, Singapur y EE.UU. que mantienen sus posiciones frente al reporte del año pasado. En cuanto a los países latinoamericanos, los tres mejor ubicados son Chile (35), Panamá (48) y Costar Rica (51).
Para Ecuador el aspecto que más han pesado para el retroceso en el ranking es el deterioro en el entorno macroeconómico del país. Así lo señala un comunicado publicado en la página web de Espae Graduate School of Management, centro educativo adscrito al Foro Económico Mundial y que en Ecuador es parte de la elaboración de este Informe. “Los aspectos positivos, en los cuales el país ha experimentado una mejora son dos: infraestructura y educación superior y entrenamiento”.
Este reporte considera 12 pilares, que a su vez, corresponden a tres aspectos: requerimientos básicos, eficiencia, e innovación.
Los 12 pilares analizado son: instituciones; infraestructura; entorno macroeconómico; salud y educación primaria; educación superior y entrenamiento; eficiencia del mercado de bienes; eficiencia del mercado laboral; desarrollo del mercado financiero; preparación tecnológica; tamaño del mercado; sofisticación de las empresas; e innovación.
El reporte de competitividad 2015-2016 destaca que la economía mundial se está enfrentando a una nueva situación normal o status quo, con lento crecimiento global y alto desempleo.
La noche del 29 de septiembre se presentó en Guayaquil el reporte global de competitividad 2015-2016. Foto: Mario Faustos / LÍDERES