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  • La miel más pura de todo el mundo está en Cuba

    Agencia AFP

    En los montes de la provincia de Matanzas, en el este de Cuba, las abejas zumban lejos del peligro que las acecha en otras partes del mundo, tienen una dieta rica en flores silvestres y producen una miel de alta calidad de gran demanda en Europa.

    Las alarmas están encendidas: la población de abejas en el planeta está disminuyendo por el cambio climático, la agricultura intensiva, las plagas y los agroquímicos. Pero en la isla caribeña estos polinizadores tienen un paraíso.

    Entre la maleza, porque “ la abeja no es de zona urbana ni agrícola, es de monte” , el ingeniero mecánico Rogelio Marcelo Fundora, de 51 años, y su hermano, el maestro Santiago Esteban (54) , tienen 600 colmenas llenas de pequeñas y laboriosas operarias.

    Los hermanos abrazaron la apicultura durante la crisis económica de los 90, tras el colapso de la Unión Soviética, país del que llegaban anualmente a la isla miles de toneladas de pesticidas, fertilizantes y herbicidas químicos destinados para la agricultura.

    Privada de esos recursos, en parte también por el embargo que le aplica EE.UU., Cuba comenzó a desarrollar los biofertilizantes y los biopesticidas, reduciendo a niveles muy bajos el uso de los agroquímicos, que están diezmando las colonias de abejas en el mundo y contaminan la miel.

    “El año pasado obtuvimos 80 toneladas de miel” , cuenta Santiago entre la manigua y detrás de un velo negro que lo protege de las picaduras del enjambre, ahora revuelto por los intrusos que llegaron cerca del colmenar.

    Los Fundora son desde 2006 los “reyes” de la apicultura en la isla, con rendimientos de hasta 160kilogramos (kg) de miel por colmena, más del triple del promedio nacional (51 kg) .
    “No hay milagros, hay mucho trabajo” , y “ un manejo incansable en cuanto a cambio de reina, selección de la abeja, rotación de los panales ” , añade este exprofesor, curtido por el sol y el trabajo.

    De sus 21 apiarios, ubicados a decenas de kilómetros (Km) de su finca en el pueblo de Navajas, 140 Km al este de La Habana, extraen una miel, como dicen, “limpia” (libre de agrotóxicos) .

    En 2018, Cuba produjo 8 834 toneladas de miel, 1 300 toneladas por encima del plan previsto por la estatal Empresa Apícola Cubana (Apicuba) , una cantidad pequeña si se compara con Argentina, el mayor productor de la región, que superó las 76 000 toneladas en 2017, según la Organización de las Naciones Unidas para los Alimentos (FAO).

    Del total cubano, “unas 1 900 toneladas” fueron certificadas como miel orgánica, marcando un “récord” nacional, dijo el jefe de la dirección Técnica y Desarrollo de Apicuba, Dayron Álvarez.
    Según Álvarez, la meta inmediata de la empresa es alcanzar el récord histórico de 10 200 toneladas de miel, que data de 1983.

    El 95% de la miel cubana se exporta y los principales destinos son Alemania, Francia, España, Gran Bretaña y Suiza. “Y estamos trabajando para insertarnos en el mercado chino y en el mercado de Arabia Saudita ” , añadió Álvarez.

    Cuba exportó 6 779 toneladas de miel en 2017 por un valor de USD 18 millones, según cifras oficiales. Esto equivale a 2 655 la tonelada.

    Apicuba, que tiene el monopolio sobre la comercialización de la miel cubana, paga a los productores un máximo de USD 1000 por tonelada de miel orgánica.

    Cuba tiene unos 1 660 apicultores, de los cuales un centenar, incluidos los Fundora, están en proceso para certificar su miel como orgánica.

    “Por la tendencia que ha habido a la poca aplicación de productos químicos, pudiera decir que la miel de Cuba es casi toda orgánica” , dijo el biólogo Adolfo Pérez, director del estatal Centro de Investigaciones Apícolas de la isla.

    En el campo cubano, sin grandes riesgos ni amenazas, las abejas “gozan de muy buena salud”, afirma Santiago.“No usamos ningún tipo de químicos a la hora de fumigar los apiarios, de chapearlos (desherbar)” , y “no usamos ningún tipo de antibióticos” .

    Asegura que con la técnica del “panal trampa” -que atrae a la plaga y protege al resto de la colmena- han logrado “controlar” la varroa destructor, un ácaro convertido en la principal amenaza para la apicultura en el mundo.

    Los Fundora llegan al monte a bordo de “ Frankenstein ” , un camión que Rogelio, que es también su mecánico y chofer, mantiene rodando con mucho ingenio.

    Los hermanos Fundora se encargan de  revisar las colmenas que crecen en zonas casi agrestes. Con diferentes técnicas evitan que las plagas enfermen a los insectos y dañen la miel. Fotos: Yamil Lage / LÍDERES
    Los hermanos Fundora se encargan de revisar las colmenas que crecen en zonas casi agrestes. Con diferentes técnicas evitan que las plagas enfermen a los insectos y dañen la miel. Fotos: Yamil Lage / LÍDERES
  • Bernal Hats, un negocio hecho de pura paja

    Ivanna Zauzich / Redacción Cuenca

    Unos 2 000 sombreros de paja toquilla reposan en un taller en el centro de Cuenca. Hay blancos, negros, rosados, de hombre y de mujer… Están listos para ser empacados y exportados hacia EE.UU., Alemania, Inglaterra y otros 15 países donde se comercializan.

    La firma detrás de este negocio se llama Bernal Hats, que funciona desde 1987 en la capital azuaya. El año pasado facturó cerca de USD 130 000.

    El gerente de esta iniciativa cuencana, Hugo Bernal, creció entre los sombreros de paja toquilla, porque su padre, abuelo y bisabuelo trabajaban en este segmento productivo. Ellos tejían el sombrero campana (sin terminar para darle la forma), que era comercializado a firmas estadounidenses, que le daban valor agregado con cintas y tejidos y lo vendían más caro.

    Bernal identificó una oportunidad de negocio e invirtió 6 millones de sucres (unos USD 10 000 al cambio en 1987), para adquirir tejidos e iniciar la producción. Este cuencano y su esposa, Elsa Aguirre eran los únicos empleados.

    Ellos compraban las piezas campana a los artesanos de Manabí y Cuenca. Agregaban su tejido y teñían; así crearon sus propios diseños. Bernal no solo heredó de su padre la pasión por los sombreros, sino los contactos de empresarios que llevaban estos productos al exterior.

    Se comunicó con ellos y envió sus productos a Australia y EE.UU., en 1987. Su facturación promedio anual era de 36 000 sucres (unos USD 180 al cambio de ese año). Conforme crecía el negocio, también los destinos a los que Bernal Hats exporta. Por mencionar algunos: Suiza, Japón, Brasil, Colombia…

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    A pesar de esa acogida en otros destinos, la crisis bancaria de 1999 en Ecuador fue un tropiezo para Bernal Hats. Sus proveedores -que son artesanos- emigraron hacia España y EE.UU., y era difícil encontrar manos que elaboraran los sombreros. No obstante, “los retos surgen para fortalecernos y encontramos nuevos talentos con los que aún trabajamos”.

    De eso da fe Julia López, quien vende los sombreros campana a esta firma. Destaca la seriedad y transparencia de este emprendedor. Los pedidos crecen o bajan de acuerdo con la temporada, “pero se preocupa, porque tengamos trabajo y pagar bien nuestra labor”.

    La relación es positiva con sus proveedores y con clientes. Chris Rodríguez compra cerca de 40 sombreros que comercializa durante el verano (entre junio y agosto) en Nueva York. Hace ocho años conoció el producto por un amigo y lo compró para su tienda de artesanías. “Esta marca tiene acogida por la calidad de su tejido y diseños diferentes”.

    Desde el 2009, Bernal apostó por impulsar su producto en el mercado nacional. Desde ese año ha invertido más de USD 15 000 para arrendar tres locales (centro, sur y noreste de Cuenca), en donde exhibe sus creaciones. Además, desde abril pasado se sumó a la iniciativa Rikuna, que agremia a 15 firmas cuencanas de cerámica, chocolate, joyería en plata, vitrofusión, cuero, aluminio…

    La presidenta de Rikuna, Silvia Di Rosa, explica que invitaron a Bernal Hats a integrarse por su trayectoria en el mercado y porque su producto, al igual que los otros socios, refleja la identidad cuencana. “La calidad de estos sombreros es excelente y la acogida ha sido igual”.

    Teresa García visitó Cuenca en agosto pasado y compró una cartera de paja toquilla y cuero de Bernal Hats. Destaca la calidad del tejido y diseño. “Se suele pensar que los bolsos extranjeros son mejores, pero la artesanía local no tiene que envidiar a otros países”.

    En la actualidad, Bernal Hats tiene tres empleados que le dan los detalles finales al producto. Los sombreros campana son comprados a más de 30 artesanos en Cuenca y Montecristi.

    Más sobre la firma

    • La calidad. Esta se mide por la cantidad de fibras en cada pulgada. Los sombreros de Bernal Hats tienen entre 13 y 53 fibras por pulgada
    • Los otros productos. Carteras, billeteras, monederos, portacheques, adornos, entre otros.

    LA INSIGNIA

    ‘La calidad en un espacio familiar

    Verónica Carchipulla / área de prensa

    Me desempeño en el área de prensa, es decir, donde se le da forma a los sombreros. Trabajo hace más de un año, y aunque es poco tiempo he aprendido cosas valiosas sobre este oficio. Los sombreros de paja toquilla son una herencia cultural de Cuenca y disfruto aprendiendo sobre su elaboración. Además, me da mucho orgullo que nuestro trabajo sea admirado en 18 países a escala mundial.

    La empresa es pequeña y familiar y eso nos hace sentir como en el hogar. El Gerente es amable y eso se refleja en el ambiente laboral que es libre de presiones.

    Bernal Hats es una firma en la que prepondera la calidad sobre la cantidad, por eso el trabajo es calmado para hacerlo bien. Eso da la oportunidad de aprender y hacer un buen trabajo.

    Un sombrero de paja toquilla de nuestra calidad es una obra de arte. Se necesita tiempo para tejer, teñir, revisar… para que el producto final sea perfecto y los clientes se sientan satisfechos con el producto. Generar ese bienestar en el consumidor es nuestra tarea.