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  • Diseños hechos a mano rescatan la identidad Puruhá

    Redacción Quito

    (F) 
    Contenido Intercultural

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    La vestimenta indígena más vendida en Ecuador procedía, hasta hace poco, de Otavalo.
    En los últimos años, nuevos diseñadores del centro del país crearon prendas para rescatar la diversidad de los pueblos Kichwas Puruhá de Chimborazo.

    Esto motivó a Manuela Pilco, nativa de esa provincia, a emprender un negocio con técnicas de bordado junto a sus hijos, en 1997.

    La emprendedora se radicó en Quito hace más de 30 años, donde decidió empezar de cero.
    Creó un negocio enfocado en rescatar la cultura y tradición de portar indumentaria indígena; así surgió Kinku.

    Este emprendimiento se inició hace dos años de la mano de Pilco y sus hijas, Ana y Kaya Janeta, para mantener la tradición familiar.

    Kinku es una palabra kichwa que significa zig-zag; esto simboliza el recorrido del sol y la luna; también lo relacionan con la mujer y la naturaleza.

    Kaya Janeta menciona que esa definición la utilizan para plasmar los diseños en cada prenda.
    Cuando iniciaron con el negocio, invirtieron cerca de USD 50 000; este monto se utilizó para comprar la maquinaria, tela para confeccionar las blusas, además de un local para venderlas.

    La elaboración de estas prendas tiene dos líneas de bordado; las realizan a mano y en máquina.

    Para el proceso manual, primero se hace un boceto para el diseño de la prenda, después realizan el bordado artesanal.

    En cambio, para el bordado en máquina, se hace un diseño computarizado para que la máquina procese el bordado en la tela, luego se decora con más accesorios.

    En el emprendimiento cuentan con el apoyo de cuatro personas de planta, quienes trabajan junto a Pilco y sus hijas en el taller de confección, en el sur de Quito.

    Además, en este proceso incluyen a amas de casa; ellas bordan algunos diseños en las prendas.

    Kaya Janeta afirma que generan trabajo comunitario: “Nosotras les entregamos, por ejemplo, el corte de la tela y ellas bordan a mano, así ayudamos y generan ingresos”.

    Al inicio, el emprendimiento estaba direccionado a mujeres y hombres kichwas Puruhás.
    Sin embargo, las prendas que ofertan en Kinku permitieron que la clientela se amplíe.

    Wilma Pilataxi, cliente de Kinku, recomienda estas prendas. “Vale la pena adquirirlas por la buena calidad y sus bordados. A su vez, innovan en los diseños, ahora son más modernos y se pueden combinar con más accesorios.”, manifiesta Pilataxi.

    Este negocio familiar recibe pedidos de ciudades como Guayaquil y Guaranda; también de Colombia, Perú, Bolivia y España a través de redes sociales.

    El plan de este negocio para este año es abrir una primera sucursal en Guayaquil, debido a la alta demanda que tienen las prendas en esa ciudad.

    Otros detalles

    Los diseños tienen gran acogida y son distribuidos a nivel nacional a través de redes sociales.

    La prenda más vendida es la blusa clásica. Los precios de esta varían debido a la fabricación. Van de USD 35 a USD 400.

    Kinku diseña prendas bajo pedido para ocasiones especiales como corsés de alta costura.
    Su local se encuentra en el centro de Quito, en la calle Cuenca, entre Olmedo y Mejía.

    Manuela Pilco y Kaya Janeta son propietarias del emprendimiento Kinku, ubicado en el centro de Quito. Foto: LÍDERES
    Manuela Pilco y Kaya Janeta son propietarias del emprendimiento Kinku, ubicado en el centro de Quito. Foto: LÍDERES
  • Educar al sector indígena es su objetivo

    Cristina Marquez

    Redactora (F – Contenido Intercultural)

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    Un cálido saludo en kichwa abre el espacio de entrevistas todas las noches, a las 20:00. Carmen Atupaña, quien viste una blusa bordada, un rebozo sujeto con un tupu y collares abultados, prendas del atuendo tradicional de la cultura Puruhá, sonríe y presenta a sus invitados.

    Cada día se abordan diferentes temas, pero todos se relacionan con noticias de interés para el sector indígena de Chimborazo. Su programa, al igual que otras producciones de Puruwa TV, están hechos totalmente en kichwa.

    El medio comunitario le pertenece a la Fundación para el Desarrollo del Indígena de Chimborazo, una agrupación integrada por 12 socios que buscan mejorar la calidad de vida de los habitantes de las comunidades. Ellos promueven especialmente proyectos educativos.

    “Necesitábamos una forma de legar a las comunidades en horarios accesibles. Hicimos un estudio y notamos que la gente que migró a las ciudades estaba olvidando su lengua nativa, mientras que la gente del campo necesitaba educación complementaria, así surgió la idea de contar con un canal propio”, explica Fernando Atupaña, gerente de Puruwa TV.

    El proyecto surgió en el 2005. En esa época no había espacios interculturales en los medios de comunicación. Tampoco había canales de televisión con contenidos diseñados para la audiencia indígena de la provincia.

    “No teníamos oportunidad de ser comunicadores. La gente no se sentía identificada con lo que miraba en los canales locales”, recuerda Carmen, quien se formó como radiodifusora.

    Obtener la frecuencia para el canal de televisión fue todo un desafío. La primera vez que concursaron invirtieron USD 1 500 en un estudio técnico, pero Arcotel les negó la concesión porque no tenían la solvencia económica requerida para sostener el canal.

    La frecuencia la obtuvieron cerca de 11 años después. “Incluimos en nuestra solicitud la intención de educar a la gente con nuestro programas y eso nos ayudó a ganar”, cuenta Atupaña.

    Los socios invirtieron cerca de USD 200 000 en la adquisición de equipos como transmisores, antenas, cámaras, monitores y otros implementos que fueron importados desde Estados Unidos.

    “Teníamos personal listo para colaborar en el canal. Muchos jóvenes indígenas estaban capacitados y tenían experiencia en medios. Eso fue una fortaleza”, cuenta César Mendoza, director de programación.

    El viernes pasado el canal cumplió su primer año al aire. En la foto Fernando y Carmen Atupaña con su equipo.
    El viernes pasado el canal cumplió su primer año al aire. En la foto Fernando y Carmen Atupaña con su equipo. Foto: Glenda Giacometti / Líderes
  • Sus diseños tienen la identidad puruhá

    Cristina Marquez

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    Los trajes de lentejuelas, canutillos, brillantes y bordados de colores que diseña Sisa Morocho tienen algo especial, capturan el ‘glamour’ de los trajes de luces de la cultura occidental y se fusionan con el estilo andino, conservando la identidad cultural de las clientas que los visten.

    La talentosa diseñadora de 30 años pertenece a la etnia Puruhá y se inspira en la cosmovisión andina, los atuendos originarios y las tradiciones de esa cultura indígena para sus creaciones.

    Todos sus trajes incluyen figuras bordadas como flores y hojas, además se hacen en una gama de tonos negros, azules, rojos, verdes, amarillos y fucsias intensos, que representan distintas creencias puruhaes.

    Sisa sabía que tenía talento para la moda desde la infancia, cuando transformaba los vestuarios de sus muñecas en trajes con los que se sentía más identificada. Cocía para ellas anacos, blusas bordadas, bayetas y fajas de colores.

    Por eso se animó a estudiar diseño de modas en el instituto Ana Mac Aulife, en Quito. Allí aprendió lo básico sobre confección y diseño, pero no ejerció su profesión sino hasta casi nueve años después, en el 2012.

    Un año antes su padre, José Manuel Morocho, falleció junto con su hermano en un accidente de tránsito. Él era propietario de una fábrica de gorras en la que toda la familia trabajaba, pero después de la pérdida, cada hermano decidió tomar caminos separados.

    “Luego comprendí que mi papá siempre nos protegía. Él nunca nos dejó trabajar aparte y nunca le gustó que dependiéramos de otras personas para subsistir, decía que somos nosotros los que debemos dar trabajo”, recuerda la joven diseñadora.

    Así decidió emprender un negocio propio. Su empresa hoy cuenta con dos locales en Riobamba y Quito, y emplea a más de 18 personas, pero cuando se inició Sisa solo tenía su imaginación y USD 20.

    Con ese dinero adquirió hilos de colores y un pedazo de tela para diseñar una blusa puruhá. Para ese entonces, la joven logró identificar un nicho de mercado en la nacionalidad Puruhá, todas las mujeres vestían blusas de Otavalo, un diseño muy distinto al propio o anacos con camisetas occidentales.

    “Mi mamá me mostró vestidos antiguos y me explicó que no podíamos usar la ropa puruhá, que era la nuestra, la propia, porque no había en el mercado. Así que nos tocaba vestirnos de otavalos”, recuerda Morocho.

    Entonces decidió cambiar esa realidad. Su primera blusa fue hecha en tela negra con una gran cantidad de bordados, y fue su primera obra maestra, así que no tardó en venderse más de unas cuantas horas.

    Sus primas, familiares y amigas fueron las primeras clientes. Ellas regaron la voz de que una nueva diseñadora intentaba rescatar la ropa puruhá. En cinco meses Sisa pudo abrir en el Centro Histórico de Quito su primer local. De esa manera, todos los puruhaes que migraron a esa ciudad se convirtieron en clientes fijos.

    “Pero hacía falta algo más. Yo quería crecer”, admite. Así planeó una estrategia para difundir sus diseños y entrar al mercado en Chimborazo, donde estaba centrado su público objetivo.

    Ella contactó a todas las cantantes que grababan videos musicales y las invitó a mirar su trabajo. Ellas quedaron impactadas por los diseños coquetos y modernos que, a pesar de tener cortes diferentes, no perdían el estilo originario.

    En poco tiempo todas las artistas vestían sus diseños y hacían menciones especiales de la marca de ropa en sus videos. Así se iniciaron los pedidos en Chimborazo y para el 2015 logró abrir su segundo local.

    Los vestidos de gala se volvieron su producto estrella en ese mismo año, cuando Sisa vistió a Jissela Gualán, la primera candidata indígena a Reina de Riobamba. Desde ese día novias y quinceañeras también quieren lucir como ‘princesas andinas’, la contactan desde todo el Ecuador para hacer pedidos.

    Sisa Morocho se inspira en la cosmovisión andina, los atuendos originarios y las tradiciones puruhaes. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
    Sisa Morocho se inspira en la cosmovisión andina, los atuendos originarios y las tradiciones puruhaes. Foto: Cristina Márquez / LÍDERES
  • Perfumes con identidad Puruhá

    Redacción Sierra Centro

    Las nueve fragancias de Yuyari están inspiradas en la valentía, la fuerza, la belleza y la sabiduría de los hombres y mujeres de la cultura Puruhá. La marca salió al mercado en noviembre pasado y su público objetivo son los jóvenes indígenas.

    “Encontramos una necesidad insatisfecha. Las marcas de perfumes más reconocidas en el país se inspiraban en las cualidades de la cultura occidental y nosotros necesitábamos un producto que nos haga sentir identificados”, dice José Mullo, uno de los socios .

    La idea del emprendimiento surgió ligada al concepto de la interculturalidad y el fortalecimiento de la identidad de las culturas indígenas en julio pasado, cuando Esther Miranda y Jaqueline Tuquinga se sumaron al proyecto.

    Los tres jóvenes se conocieron en las aulas de la carrera de Ingeniería Comercial en la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo, y decidieron asociarse para ejecutar el proyecto.
    “Cuando empezamos a analizar la idea nos dimos cuenta que tenía todo para convertirse en un negocio exitoso”, dice Miranda.

    El primer paso fue elaborar un plan de negocios, que incluye un estudio de mercado y una estrategia de ventas. Luego, los jóvenes se proveyeron de materias primas y escogieron las fragancias en base a las preferencias de su público objetivo.

    Los aromas femeninos representan las cualidades más representativas de las mujeres indígenas. Los perfumes se llaman Kury, Sisa, Kuyay, Sumak y Willka, términos kichwas que significan, valiosa, flor, amor, hermosa y sagrada.

    Los tres aromas masculinos se llaman Sinchy, Munay y Yachak, que significa Fuerte, Deseo y Sabio. Los perfumes tienen notas cítricas y madereras, y cuestan entre USD 18 y 24.
    Pero el producto estrella es un perfume femenino que lleva el nombre de la firma, Yuyari, un término kichwa que significa ‘recuerdos’. Esta fragancia es la que ha tenido mayor aceptación en el mercado desde su lanzamiento.

    El diseño de la imagen, logotipos y frascos que contienen los perfumes también requirió inversión y esfuerzo. Todos los empaques e incluso la imagen corporativa, están inspirados en las fajas kawiñas, una prenda que se utiliza únicamente en la cultura Puruhá.

    Los tres socios invirtieron USD 7 000 en la primera fase de implementación del negocio. La tienda está instalada en el local 10, del Centro Comercial Las Carmelitas, en Riobamba.
    Además, cuentan con siete agentes de ventas por catálogo, que representan a la marca en Guayaquil, Quito, Ambato, Machala, Cañar y Guamote.

    Esther Miranda, José Mullo y Jaqueline Tuquinga son los jóvenes que decidieron crear los perfumes de la marca Yuyari. Esta iniciativa intercultural  surgió en las aulas universitarias. Foto: Ángel Barona para LÍDERES
    Esther Miranda, José Mullo y Jaqueline Tuquinga son los jóvenes que decidieron crear los perfumes de la marca Yuyari. Esta iniciativa intercultural surgió en las aulas universitarias. Foto: Ángel Barona para LÍDERES
  • Una iglesia de 481 años acoge sus artesanías

    Cristina Marquez

    Una iglesia de 481 años de antigüedad, la primera capilla católica construida en el Ecuador, inspiró a los artesanos de Colta, en Chimborazo, a iniciar un negocio comunitario. La Asociación de Artesanos La Balvanera está integrada por 12 personas de seis comunidades de Chimborazo, Cotopaxi y Tungurahua.

    Ellos fundaron la Plaza Artesanal Balvanera, ubicada en la antigua plazoleta de piedra, junto a la laguna de Colta, a 30 minutos de Riobamba. Allí se ofrecen recuerdos de viaje de todo tipo, manufacturados por las familias de los emprendedores, también hay prendas originarias y las ventas se acompañan con relatos sobre la cultura Puruhá.

    La historia que relatan sobre la iglesia es la que más llama la atención de los turistas. Los detalles constructivos de la fachada muestran la simbiosis entre la cultura Puruhá, la cosmovisión andina y la imposición religiosa que trajeron los colonos españoles.

    Esos detalles también están impregnados en las pinturas que vende Manuel Ilaquiche, un artesano oriundo de la comunidad Tigua, en Cotopaxi. “Decidí venir a iniciar un negocio aquí porque me contaron sobre esta iglesia. Estaba vacía y casi nadie vendía artesanías aquí. Lo vi como un mercado virgen”.

    Cuando él llegó a Colta en el 2009, la plaza estaba casi vacía. Los pocos artesanos que llegaban con sus mercancías lo hacían por su cuenta y no estaban organizados. Eso se consideró una desventaja pues había desorden en la ubicación para las ventas.

    En enero de este año decidieron integrar una asociación comunitaria y así plantearon objetivos comunes que fortalecieron el turismo e incrementaron las ventas. “Desde que nos organizamos nos hemos capacitado en varias áreas, como turismo, atención al cliente, mejora de procesos y otros temas. Ahora tenemos metas más grandes”, dice María Naula, presidenta de la Asociación.

    Cada día llegan en promedio 50 visitantes, pero en temporada alta esta cantidad se duplica. En algunos de los locales se ofrecen tejidos hechos con lana de borrego, alpaca y llama, procesados al estilo antiguo.

    Las mujeres son hilanderas expertas. Cardan y limpian las fibras de lana, para luego torcerlas con sus dedos en un wango (palo delgado para hilar), y formar hilos de distinto grosor. Los turistas pueden mirar cómo se realiza ese proceso antes de comprar los ponchos, bayetas y sacos tejidos.

    “Les explicamos cómo nos enseñaron a tejer nuestras abuelas y también la diferencia entre una prenda de tejida a mano y otra hecha en una máquina industrial. Así pueden valorar más las mercancías que ofrecemos, pero también difundimos nuestra cultura que ya se estaba perdiendo”, cuenta María Chimbolema, una socia.

    Desde que se inició la organización las ventas se incrementaron. Ahora incluso se ofrecen recorridos por el centro de interpretación turística para explicar más acerca de los puruhaes y sus prácticas culturales.

    Artesanos de seis comunidades venden sus productos en la plaza La Balvanera, en Colta. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Artesanos de seis comunidades venden sus productos en la plaza La Balvanera, en Colta. Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
  • La tradición Puruhá inspiró su negocio

    Cristina Márquez  (F)
    Contenido Intercultural

    Las blusas de la cultura Puruhá bordadas a mano son la especialidad de Vispu, una empresa dedicada a confeccionar y comercializar ropa y accesorios indígenas. La marca se caracteriza por sus escotes, transparencias y diseños que conservan la identidad cultural y, a su vez, son modernos.

    La empresa también ofrece fajas tejidas a mano por los artesanos de Cacha, una parroquia situada a 20 minutos de Riobamba, calzado decorado con motivos andinos, shigras, wangos (cintas para el cabello) y demás accesorios.

    Franklin Janeta y su familia son los propietarios del negocio que se inició en el 2008. En esa época la moda andina no era valorada en el mercado y las jóvenes de las comunidades conservaban su anaco, pero utilizaban blusas de la cultura occidental.

    “Es que no había innovación. Nadie pensó en los cambios y en las nuevas preferencias del mercado”, cuenta Janeta. Él estudiaba Contabilidad y Auditoría en la Escuela Superior Politécnica de Chimborazo, cuando se decidió a iniciar el emprendimiento para solventar sus estudios.

    Al arrancar el negocio, Janeta solo contaba con cinco metros de tela, varios ovillos de lana de colores y los conocimientos sobre bordados que aprendió de su madre, Manuela Pilco. Ella también es oriunda de Cacha, una parroquia famosa por la tradición de los artesanos que manufacturan prendas de vestir. Las primeras blusas que elaboró las difundió en hojas volantes y así consiguió su primer pedido. Al poco tiempo recuperó su inversión de USD 60 y recibió más pedidos para almacenes y boutiques.

    Un préstamo de USD 300 le ayudó a capitalizarse. Adquirió máquinas de coser, una variedad de telas y mas accesorios para decorar sus diseños. El negocio tuvo buena acogida que unos meses después pudo contratar a otras 30 mujeres para bordar las blusas.

    Un plan de negocios que elaboró como parte de un proyecto universitario le motivó a oficializar su firma y registrar y patentar la marca Vispu, por la abreviatura del eslogan: ‘Viste Puruhá’.

    “El objetivo era competir con otras prendas originarias que ya había en el mercado, pero todas llegaban de Imbabura y no tenían las características de nuestra cultura”, recuerda el emprendedor.

    En un inicio él visitaba los locales comerciales y tiendas para mostrar su catálogo. Para el 2010 abrió su primer local, situado en el centro de Riobamba, también invirtió USD 49 000 en una máquina industrial de costura y abrió un taller en Quito.

    Actualmente hay cuatro tiendas de la marca en Chimborazo y una en Quito. Vispu distribuye las prendas de vestir en Tungurahua, Bolívar, Pichincha, Carchi y Guayas. Las reinas, novias, quinceañeras y ejecutivas de las cooperativas de ahorro y crédito son sus principales clientes en esas provincias.

    Las Cooperativas de Ahorro y Crédito Fernando Daquilema y Minga, por ejemplo, invierten cerca de USD 6 000 anuales en uniformes para sus ejecutivas. Sus clientes también están en el extranjero, por lo que ocasionalmente se hacen envíos a Venezuela, Colombia, EE.UU. y España.

    En el 2014, Franklin contrajo matrimonio con Sara Hernández. Ella se sumó a la empresa y se amplió el menú de servicios. Ahora Vispu ofrece atención personalizada para eventos especiales como matrimonios y reinados.

    Hernández se especializa en maquillajes y peinados de estilo andino que combinan con los trajes. El servicio se realiza a domicilio y se caracteriza por la naturalidad, neutralidad y elegancia de los tonos y sobriedad de los peinados.

    Los ajuares de novias también son especiales. Se bordan figuras de la cosmovisión andina que representan a la mujer y su relación con el entorno, como flores y chakanas, y se decoran con piedras brillantes, lentejuelas y chaquiras. Estos atuendos cuestan entre USD 400 y 600, y si la cliente desea, se puede incluir el servicio de maquillaje y peinado.

    Vispu  

    Este emprendimiento arrancó en el 2008. Elabora prendas de vestir y accesorios que destacan esta cultura.

    Las cifras, en breve

    Las ventas. Vispu factura mensualmente un promedio de USD 10 000.
    Los productos. Las blusas cuestan entre USD 25 y 450.
    La oferta. El calzado con motivos andinos cuesta entre USD 10 y 35.
    El mercado. Vispu distribuye las prendas de vestir en Tun­gurahua, Bolívar, Pichincha, Carchi y Guayas.
    Actos especiales. Los ajuares de novias también tienen sus particularidades. Se bordan figuras de la cosmovisión andina que representan a la mujer y su relación con el entorno,

    Los emprendedores Sara Hernández y Franklin Janeta, en uno de sus locales ubicado en Riobamba.Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES
    Los emprendedores Sara Hernández y Franklin Janeta, en uno de sus locales ubicado en Riobamba.Foto: Glenda Giacometti / LÍDERES